Adentrarse en el Evangelio, un mar sin orillas


Para el día de hoy:
Evangelio según San Lucas, 4, 24-30

(La vocación de profecía, que es nuestra vocación evangélica, implica anunciar la Buena Noticia y denunciar todo lo que es contrario a la Vida. Ambos aspectos están intrínsecamente unidos, no puede estar separado uno del otro.

Jesús viene a enseñarnos que no es tarea fácil, que no hay garantías mundanas, que nos será extremadamente difícil y complicado honrar nuestra vocación especialmente en los lugares y entre la gente que mejor creemos conocer.

Pero es una enseñanza.

No es una sentencia definitiva.

Estaríamos mucho más cómodos, tranquilos y no correríamos ningún riesgo si lo tomáramos como excusa exacta para no sumergirnos en el infinito mar de Su Palabra, para no mojarnos con el Evangelio.

Carecemos de garantías mundanas, decíamos antes, pero no nos ha de faltar jamás la certeza de su Espíritu.
Aún cuando lo olvidemos, Él viene con nosotros, siempre...

Así las cosas, el adentrarse en este mar sin orillas de la Buena Noticia no es cuestión de exclusividades, no.
Afirmar que "estamos llamados" no significa que tenemos la exclusividad de esa vocación.
Somos elegidos personalmente, el Padre nos busca a todos y a uno por uno de nosotros. Pero no sólo a nosotros.
La verdad y la salvación no son propiedad de determinado grupo de personas, sino sólo del Padre Dios, y es un regalo gratuito (Gracia!) ofrecido a la humanidad.
¿Cuántas veces nos habremos creído propietarios de la Palabra, selectos miembros de una sociedad que prodiga la salvación para unos pocos, y hemos sido capaces de ver el obrar del Espíritu de Jesús en el hermano, cualquiera sea su origen y condición social, étnica, religiosa...?

No vaya a ser que nos pase esto, que sin darnos cuenta queramos matar la Palabra y, como en el Evangelio, Jesús "pasando en medio de ellos, continuó su camino")

Paz y Bien

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