Jerarquías


Para el día de hoy:
Evangelio según San Mateo, 20, 17-28

(Jesús iba camino a Jerusalem, anticipándole a los apóstoles su próxima Pasión y Resurrección...

Ellos estaban confundidos, aún no podían conciliar la idea de un Mesías que se entregara a la humillación de la Cruz y de la muerte y a la promesa de su Resurrección.

Nos cuenta la Palabra que irrumpe en la escena la madre de los hermanos Zebedeos -Juan y Santiago- y le pide que ordene que siente en su Reino, a su derecha y a su izquierda a sus dos hijos.
Lógicamente, esperaríamos aquí una fuerte y justificada reprimenda por parte del Señor. Pero no sucede.
Jesús, con una increíble delicadeza, hace una observación severa sin herirla, sin lastimarla delante de sus hijos: -Ustedes no saben lo que piden-
Porque Jesús entiende que es una madre que, aunque equivocada, intercede por amor a sus hijos.
Luego, inquiere a los hermanos Zebedeos si van a ser capaces de beber su cáliz que Él mismo va a beber: la respuesta es automática, -Sí, lo beberemos- (Juan beberá el Cáliz de la Revelación en la Contemplación del Verbo y Santiago, como el Señor, beberá el cáliz del martirio), sin saber cuál sería ese cáliz y cuál sería el significado de beberlo.

Y Jesús eleva el tono de la enseñanza: van a beber su cáliz, pero Él no concederá los lugares a su derecha e izquierda, sólo el Padre lo hará. Jesús, Cristo y Señor de la Historia se muestra a sí mismo como ejemplo de que su mismo lugar no tiene importancia en sí mismo, sino que es importante de acuerdo a la voluntad del Padre.
Al enterarse de los intereses de Juan y Santiago -con el añadido de la intervención de la madre- los otros apóstoles se indignan contra ellos; hay un conato de escándalo mayor.
Y el Señor, Pastor de sus ovejas descarriadas, les deja y nos deja -especialmente hoy!- la gran enseñanza para la Iglesia, es decir, para todos los bautizados, yendo más allá de la función de cada uno de nosotros (vida consagrada, jerarquía eclesiástica, laicado... todos somos discípulos aquí...):
- De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos-

En cierto modo, solemos asemejarnos a Santiago y Juan, en la preocupación por saber nuestro lugar, por obtener lo que nos haga distinguidos.

Y es todo al revés.

El distingo principal de toda vida es lo que el Padre Bueno hace en y por nosotros, y en la capacidad de amor que tengamos expresada en el servicio a los hermanos y en el darnos.

Que nuestra Dulce Madre interceda por nosotros para saber ubicarnos en el servicio y descubrir las maravillas que el Señor hace a diario en nosotros, como Ella supo cantarlo, plena de alegría.
Amén)

Paz y Bien


0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba