El precio de tu vida

Para el día de hoy (07/08/09):
Evangelio según San Mateo 17, 24-28

(Este mundo valoriza la vida de cada persona de acuerdo a criterios preestablecidos: si uno muere, un seguro de vida dirá que la vida perdida vale una suma determinada de dinero; si uno es un asalariado, el salario que percibe expresa el valor adjudicado al trabajo, y por lo tanto, a su vida; si uno ha tenido la gracia de llegar a la vejez y percibir una pensión o jubilación, también se expresa el valor que el mundo dá a esas vidas mayores en dinero. Siempre predondera el dinero, y sobrepasa ampliamente los derechos y la vida misma.

Y a menudo, nosotros mismos nos acoplamos a una ratio similar: tanto uno tiene, tanto vale, tantos títulos obstenta tanto más subirá en la escala del valor, así como también la pertenencia a determinado ámbito nos valoriza más que a otros no pertenecientes.

Nos hemos olvidado que toda vida es valiosa, única e irreemplazable, pues todos -grandes y pequeños, justos y pecadores- somos hijas e hijos de Dios.

El Maestro viene a romper esas cadenas que oprimen y desprecian. Rompe la lógica del egoísmo, el individualismo y la mezquindad, porque los caminos del Reino de los Cielos suelen parecer una locura para estas razones malsanas.

Nos dice: -El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga-

Renunciar a sí mismo es morir.
Morir al egoísmo, morir a la mezquindad, morir al individualismo: es franquear esa barrera que levantamos buscando salvarnos solos, cuando la Salvación es comunitaria: cuando se arranca de cuajo la fraternidad, se reniega la condición de hijas e hijos de Dios de los demás.
Renunciar/se es no pensar en sí mismo, y sí en los demás -las madres saben bien de esto-.

La cruz era el método específico imperial romano para ejecutar a marginados y bandidos...
Cargar la propia cruz implica estar dispuesto a estar marginado por este mundo que considera normal y legítima la injusticia.
Cargar la propia cruz no es resignación, sumisión o fatalismo.
Tampoco es de inexorable exigencia divina.
Cargar la cruz es hacernos como Jesús, asumir libremente el dolor propio y el ajeno para poder anunciar la Buena Noticia: Dios es Padre! y por ello, todos los seres humanos son sus hijas e hijos, y como tal deben ser tratados y respetados.

Cuando se corre en la autopista infernal de las comodidades y el dinero, la vida se pierde invariablemente.

La vida propia cobra verdadero valor de eternidad cuando se entrega sin menoscabo, cuando se dona voluntariamente, cuando se siguen los pasos del Maestro, que no vino a ser servido sino a servir, especialmente a los más desamparados y pequeños.)

Paz y Bien

4 comentarios:

Angelo dijo...

Cuantos olvidan que cada vida, cada persona es valiosa. Aún entre los cristianos aún se mide por lo que se tiene y no por lo que se es.

Salvador Pérez Alayón dijo...

Tenemos que esforzarnos en comprender, como tu dices Ricardo, que somos seres en relación, y sólo relacionados podemos encontrar el camino al que estamos llamados. Nuestra razón de ser, de existir son los otros, y nosotros somos poque existen otros.
¡Cómo, ¡si no!, podemos amar? El amor exige que exista un yo y un tú, y si mí renuncia propia a mí no puedo darme a ti. Ese es el misterio en el que el PADRE nos ha creado: "a su imagen y semejanza"; somos amor como ÉL.
Un abrazo en XTO.JESÚS.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Estimado Ángel, has presentado en pocas y profundas palabras el misterio de la Salvación que nos ha revelado el Maestro: que Dios es Padre, que todos somos hijas e hijos suyos y por eso mismo, únicos, dignos e irrepetibles. Muchísimas gracias por tus palabras y por tu comunión. Paz y Bien. Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Salvador, mi hermano, si no rompemos la coraza del yo a la que este mundo nos quiere acostumbrar, el Reino de los Cielos deja de ser una realidad viva en cada uno para ser, como mucho, una bella utopía y nada más. Un abrazo en Cristo y María. Paz y Bien. Ricardo

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