Preparando el camino del que viene


Para el día de hoy (06/12/09):
Evangelio según San Lucas 3, 1-6

(Desierto...
No hay lugar para lo excesivo, para la acumulación de lo inútil, para las palabras vanas. Allí el hombre tiene frente a sí, con claridad meridiana, el optar entre vivir y morir aún cuando el sendero hacia una vida plena implique senderos de extrema dureza y confiar en la guía de las estrellas en medio de la noche más cerrada.
El pueblo de Israel, nuestros predecesores en la fé, lo sabían bien pues lo aprendieron del modo más difícil: viviéndolo cuarenta años...

La Palabra de hoy, desde el Evangelista Lucas, desde el vamos nos señala algo fundamental, y es que el Reino de Dios no es una utopía, una bella imagen sino un hecho real y concreto.
El Reino de Dios se concreta y encarna en la historia del hombre... Por eso, en parte, Lucas se toma el trabajo de precisarnos que la vocación de Juan sucede babjo la tutela imperial de Pilatos, en las tretarquías de Herodes, Filipo y Lisanio, y que eran sumos sacerdotes de Israel Caifás y Anás.

Pero añade algo decisivo: la Palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto.

Y no es cuestión de exégesis de diverso cuño ni de una interpretación menor de quien esto escribe: la Palabra de Dios, su Salvación no viene del lado de los poderosos del imperio ni de los tronos ni de los apropiadores de almas desde sus tronos religiosos...
La Salvación viene en el desierto, cuando uno se hace nada, desde el más impensado, desde el silencio que compromete.

En ese compromiso, Juan -del cual un tal Jesús, primo hermano suyo, dirá que era el más grande entre los hombres- no vá a acallar lo que ha descendido sobre él, lo que ha anidado en su corazón... Y ese no callarse lo llevará a regar nuestra historia con su sangre, derramada por el capricho y la envidia de los poderosos.

Juan, movido y conmovido por esa Palabra que ha venido a habitar su desierto, anuncia el inmenso regalo del Bautismo: abre la puerta del regreso, de la conversión, del comienzo de una vida nueva, aquí y ahora.
El perdón de los pecados y la conversión son signos ciertos de que la justicia y la liberación del Altísimo está cerca.

Cuando la Palabra desciende sobre nosotros en nuestro desierto, iluminando nuestra oscuridad, también nos mueve, conmueve y compromete.

Con ese compromiso, hay que ir preparando con la fuerza de Juan el camino, e ir avisándole a los demás con gestos de amor que levanten la cabeza: Él viene, Él llega, está cerca nuestra liberación, preparemos sus veredas y abriguemos el portal en donde se hará, gracias al amor de una sencilla Mujer, uno de nosotros.

El Verbo se hace hombre, acampa entre nosotros para que seamos precisamente eso: cada día más humanos, sencillos, pequeños y servidores)

Paz y Bien

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