Bajando del monte

Para el día de hoy (28/02/10)
Evangelio según San Lucas 9, 28-36

(Jesús vá camino a Jerusalém. Camina con una certeza: la de su Pasión. Le espera al final de esa ruta una cruz.
Y es un camino con muchas rocas que obstaculizan el paso, muchos pozos que pueden hacer caer.
No es un camino llano: está el desprecio, el odio y la intolerancia de muchos, está también la incomprensión de sus amigos.

Por eso quizás sube a la montaña; sube a la montaña junto a Pedro, Juan y Santiago para orar, para nutrirse en el diálogo profundo con Abbá Padre suyo y nuestro, para mantenerse fiel a su misión de Siervo sufriente, y no caer en la tentación de Mesías glorioso, tal como esperaban los discípulos.

Acontece un suceso extraordinario: el rostro de Jesús cambia de aspecto y se vuelve glorioso; hasta sus vestiduras se vuelven de un blanco deslumbrante, increíble. Y esta transformación/transfiguración sucede... durante la oración.

En el mismo ambiente de glorificación, se aparecen dos hombres con Jesús: Moisés y Elías, la ley y los profetas.

Moisés, que entiende la Ley como Palabra de Dios escrita para ser vivida.
Elías, profeta de lo nuevo, de lo sorpresivo, de lo inesperado.

Sin embargo, el rostro que resplandece es el del Maestro: es el tiempo de la Gracia, por eso -si bien gloriosos- los rostros de Moisés y Elías permanecen apagados. El tiempo de la ley y el tiempo de los profetas ha culminado y ha dado paso al nuevo tiempo del Reino.
Pero también en Jesús cobran pleno sentido la Ley y los profetas, y tienen un sentido muy especial para nuestro presente: la Ley y los profetas son el hilo conductor que atraviesa la historia de la humanidad, portando la luz de la Salvación que será plena en Jesús el Cristo.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, como también estamos nosotros vedados por el sopor de la superficialidad; sin embargo, aún con estas ganas tan fuertes de cerrar los ojos a lo que importa mirar, con Pedro, con Santiago y con Juan podemos ver la gloria de Jesús.
Aún con la densidad del mundo, a nadie le está impedido ver el resplandor de Jesús.

Y surge la nube de nuestros miedos y temores, de nuestras indecisiones y nuestras miserias.

Es un momento de espiritualidad intensa: también con Pedro tenemos muchas ganas de no irnos jamás de allí, de armar carpas e instalarnos en la comodidad de lo que sólo nos interesa individualmente. Con Pedro, miramos y no vemos el verdadero significado de ese rostro resplandeciente de Jesús. Con Pedro, tenemos un miedo terrible al silencio, estamos espantados de acercarnos al Dios verdadero y que éste nos transforme como a Jesús.
Por eso necesitamos decir lo innecesario: estamos tan a gusto!, mejor quedémonos aquí...

-Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo-

Se escucha la voz del Padre, y es la clave de nuestra existencia.
La contemplación de ese rostro resplandeciente de Jesús se transfigura ahora en un llamado a la conversión.
Ya no son otros hombres -como Moisés y Elías- quienes nos dirán cosas acerca del que ha de venir a salvarnos.
Es Dios mismo quien nos habla.

Y escuchar a Jesús implica desarmar esas estructuras que nos hacemos para tener una vida cómoda y sin sobresaltos... pero bien lejos de la Buena Noticia.

Escuchar a Jesús significa bajar del monte, aceptar que la gloria significa aceptar un destino de cruz y de tumba vacía, una vida que prevalecerá sobre la muerte pero que antes se entregará al espanto del calvario por amor a los otros.

Hay que bajar del monte, ir al encuentro de la cruz propia y de la cruz del hermano... en especial del hermano más pobre en donde resplandece el rostro de Cristo.

Desde la oración, en este desierto de Cuaresma, nos podemos transfigurar para mayor gloria de Dios y servicio a los hermanos)

Paz y Bien

Con Chile

En la madrugada de hoy, un sismo de 8,8 grados en la escala de Richter afectó a nuestros hermanos chilenos.

Desde hace unas horas, estoy viendo tanto en internet como en tv las dimensiones de la catástrofe, la magnitud de los daños y muy especialmente, las víctimas.

Desde aquí, quizás en silencio y a contramano de tantos intereses mezquinos que nos han separado y enfrentado, estamos unidos a nuestros hermanos.

Está presente nuestra oración y también, está presente aquello que ha mantenido a nuestros pueblos en pié en sus horas más difíciles: la solidaridad.

Nada ni nadie podrá separarnos ni en esta hora ni nunca de nuestros hermanos. Estamos con Chile y estaremos siempre.


En las manos de Dios, a través de Maria -en su nombre Señora del Carmen, patrona de Chile- ponemos el dolor, la angustia y todo lo que esté en nuestras manos en favor de este pueblo que hoy sufre.

Paz y Bien

Ricardo

Sólo desde el Padre...


Para el día de hoy (27/02/10)
Evangelio según San Mateo 5, 43-48

(Desde nuestra limitada razón, no es posible comprender lo que hoy nos dice la Palabra.

Si bien podemos éticamente dejar de lado la ley del Talión -ojo por ojo, diente por diente-, sólo desde la misericordia del Padre podremos hacer vida lo que nos pide el Maestro.

¿Cómo amar y bendecir a quien sólo desea nuestro mal, como amar a quien quiere hacernos daño, ejercer contra nosotros violencia, hacernos sufrir, desaparecernos...?

No hay razón humana que lo soporte.

Pero son tiempos del Reino, tiempos de la Gracia, en donde todo es abundante e imposible de acotar a ideas y esquemas.

Jesús no se limitó a decirnos: hagan esto.
Jesús suscribió su enseñanza con su propia vida, brindando amor y perdón a amigos y enemigos.

Por eso, sólo desde el Padre es posible vivir el amor en plenitud, hasta las últimas consecuencias.

La Cuaresma es también tiempo de Misericordia; habrá que volvernos al Padre y redescubrir lo maravilloso de ser hijas e hijos y el milagro de ser perdonados para vivir el amor tal como el Maestro nos lo pide)

Paz y Bien

Del culto, la reconciliación y la justicia

Para el día de hoy (26/02/10)
Evangelio según San Mateo 5, 20-26

(Reconciliación y justicia son presentadas por el Maestro como inseparables.

Quizás porque -al igual que los fariseos- tengamos la inveterada costumbre de pensar que hacemos cosas "por Dios".

Nada de eso.

Jesús viene a enseñarnos que debemos pararnos en otro sitio, el primordial, que es lo que Dios hace por nosotros, recibiéndonos como hijas e hijos a pesar de nuestras faltas, desbordante de misericordia y perdón a pesar de nuestros pecados.

Desde allí se construye la justicia del Reino.
Y esa justicia tiene un primer paso: la reconciliación con el hermano del que estoy separado: a veces se nos olvida que debemos perdonar y ser misericordiosos como el Padre lo es con cada uno de nosotros.
Desde esa reconciliación es posible la fraternidad... y cuando no sucede, cuando no la permitimos, nos ponemos en la misma estatura moral del homicida.
Cuando no hay perdón en nuestro corazón, todo lo malo es posible, pues la negación del perdón comienza en la soberbia, en el orgullo y el egoísmo.

Por eso también, es espúrea y falaz toda expresión de culto a Dios si antes no se franquean las distancias que nos han separado del hermano.

Por el contrario, el culto debería ser expresión de una comunidad -no de individuos reunidos en un templo- que pone a los pies de Dios sus penas y alegrías, que suplica perdón y perdona, que alaba a su Padre Eterno y a la vez considera al prójimo su hermano.

Vale repetirse: quiera Dios que en esta Cuaresma volvamos a Dios y al hermano)

Paz y Bien




Las dos direcciones

Para el día de hoy (25/02/10)
Evangelio según San Mateo 7, 7-12

(Jesús, a través de toda su predicación -que sustenta con su propia vida- nos vá revelando que nuestra existencia está definida en dos direcciones: la relación con Dios y la relación con el prójimo/próximo.

Ambas están intrínsecamente unidas, son cuestiones y señales que apuntan a una misma raíz: el Reino presente entre nosotros.

Y el Maestro nos dá unas certezas increíbles al pedir, al buscar y al llamar.
Uno pide, y la respuesta a ese pedido está condicionada por la insistencia del pedido y por quién recibe el pedido.
Uno busca, y el logro de encontrar lo que se busca se dirime en el modo, en el hacia dónde se dirigen los pasos de quien busca.
Uno llama, y lo hace con la esperanza de encontrar a alguien detrás de la puerta que se golpea.

Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro está allí: escucha todos los pedidos y los responde a todos, a veces no del modo esperado pero siempre de manera abundante, nunca lo justo, nunca lo mínimo.

Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro no se esconde, antes bien se deja encontrar por quienes lo buscan con un corazón limpio.

Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro está detrás de la puerta, esperando con ansias a que golpeemos a su puerta, tales son sus ganas de recibirnos en su casa...

Por eso, por la Misericordia del Padre debe regirse nuestra vida con el prójimo/próximo.
La regla de oro: todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos.

¿Cómo creer en un Dios Misericordioso y volverle la espalda al hermano, cómo no ser compasivos con quien nos necesita tal como Él lo es sin medida con nosotros?

Este tiempo de silencio y oración, invariablemente, debería ser el tiempo de la reconciliación con Dios y con el hermano, tiempo de reencuentros, tiempo de vida)

Paz y Bien

La señal de Jonás

Para el día de hoy (24/02/10)
Evangelio según San Lucas 11, 29-32

(Los signos -señales- son medios que nos orientan hacia un lugar determinado.
Y esa es la clave: medios. Aunque sean increíbles y milagrosos -la curación de leprosos, la liberación de endemoniados, la multiplicación de panes y peces- son señales de algo más grande aún, la bondad y la misericordia de Dios.

Nos señalan que el Reino de Dios está ya, aquí y ahora, entre nosotros.

Los problemas comienzan cuando las señales son tomadas como fines en sí mismos y se anteponen como condicionales; las señales son eficaces siempre y cuando haya antes un corazón dispuesto a aceptar lo que se encuentra en el extremo de la línea trazada.

Los signos de la predicación del Maestro conducen a que descubramos la Misericordia de Dios y a su Reino presente entre nosotros; la Salvación nos visita y se queda por siempre.

Sin embargo, parece que los signos no son suficientes, ni en los tiempos de su enseñanza... ni ahora tampoco. En especial, parecería que especialmente a nosotros mismos no nos alcanzan.

Jesús arremete contra todo eso, ayer y hoy: a esta generación que exige signos, sólo se le dará el signo de Jonás.

Jonás permaneció tres días en el vientre de la ballena, como muerto.
Librado de las fauces del pez, predicó en Nínive -la gran capital del imperio asirio- y los ninivitas se arrepintieron de sus maldades y se convirtieron.

Unos gentiles, unos impuros -es más, enemigos tradicionales de Israel- supieron descubrir en el signo de Jonás -el seguir vivo- a un Dios misericordioso y compasivo.

Y Jesús es algo más que Jonás: tres días en las fauces de la muerte, y emergerá con vida, resucitando.
El gran signo es la Resurrección de Jesús: la muerte no tiene la última palabra.

Es tiempo de Cuaresma, tiempo de desierto y conversión: habrá entonces que volver a descubrir en nosotros esos signos silenciosos e increíbles de la misericordia y compasión de Dios para con nosotros.
Esa misericordia que llama y conduce a la conversión a todos -no a unos pocos elegidos-... Hay que mirarse y ver si somos capaces de aceptar la conversión de aquellos a quienes no los consideramos pasibles de penitencia y metanoia.

Y también, pensarnos nosotros mismos signos: signos, como Jonás, de la vida que persiste por más grande que parezca la amenaza de la muerte.
Signos y testigos del Resucitado.

Que Dios Misericordioso y Compasivo nos ilumine)

Paz y Bien

Abbá de todos


Para el día de hoy (23/02/10)
Evangelio según San Mateo 6, 7-15

(Aún en la crítica, el Maestro enseña y revela.
Aún cuando nos aferremos a palabreríos vanos, a la repetición de frases estipuladas que creemos palabras mágicas mediante las cuales obtendremos los favores divinos, aún con eso, Dios sabe lo que nos pasa, sabe lo que nos hace falta antes de pedírselo.

Y no sólo eso: Dios es Abbá.
No Padre... Papá
Sólo desde un alma de niños quizás lo comprenderemos -por eso Él mismo nos diría que si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos-.

Y como niños, debemos aprender a hablar.
Ese aprender implica ante todo una disposición del corazón hacia ese Dios que nos revela un rostro de ternura y misericordia.
Y las palabras: el diálogo con Abbá nace del Espíritu que sopla primero en nosotros, y viene nuestra respuesta.
Y con Jesús, hacemos nuestras las cosas de Dios que también son las cosas de nuestros hermanos.

Decimos Abbá y decimos Abbá nuestro, y al pronunciarlo hacemos profesión de fraternidad en una raíz común, un Dios que ama.

Un Dios totalmente otro, inabarcable, infinito y eterno que se ha hecho uno de nosotros.

Rogamos que se santifique su Nombre, como en la plenitud de los cielos aquí entre nosotros.

Rogamos que se haga presente su Reino aquí y ahora, y al suplicarlo afirmamos su realidad y desechamos cualquier abstracción: queremos que Él reine en nuestras almas y que ello se traduzca en la vida diaria.

Rogamos que se haga su voluntad, la vida plena, la justicia, la libertad, la fraternidad, el amor.

Rogamos que no falte el pan en ninguna mesa, y que no nos falte el pan de Su Palabra, y con ello rogamos hacernos nosotros mismos pan para el hermano.

Rogamos que nos perdone, rogamos que su misericordia nos libere de rencores y cargas que nos impiden reconciliarnos con quien estamos alejados, y que nos enseñe a perdonar del mismo modo que Él lo hace con nosotros, sin medida y con generosidad infinita.

Rogamos que no nos deje caer en la tentación del egoísmo, del yo por delante del nosotros y que nos libre del mal, de ese mal al que nos abrazamos a menudo bajo mil pretextos.

Abbá de Jesús, Abbá tuyo, Abbá mío, Abbá nuestro.

Con Él y desde Él, el deseo de reencontrarnos con sus cosas que a la vez, son las cosas del hermano, en especial del que sufre, del olvidado, del despreciado.)

Paz y Bien

Tu est Petrus

Cátedra de San Pedro, Apóstol

Para el día de hoy (22/02/10)

Evangelio según San Mateo 16, 13-19

(En Cesarea, Shimón bar Jonás confiesa a Jesús como su Salvador desde la primera hasta la última fibra de su ser.

Shimón bar Jonás ha recibido la luz del Espíritu y descubre al Maestro como el centro de su existencia... ya nada será igual.
Por eso Shimón bar Jonás tendrá desde ese momento un nuevo nombre, Pedro -Cefas, Petrus, Piedra-, que es expresión de una nueva vida, una nueva vocación y una nueva misión.

Tu est Petrus.
Sobre Pedro se edifica la asamblea de los convocados, la asamblea de los elegidos -la llamamos Iglesia-.
No es una misión fácil.
Es tarea primordial reunir a las hijas e hijos de Dios dispersos por el mundo.
Y no es un sitial privilegiado, antes bien es vocación y misión que nacen desde la confesión de Jesús como Salvador.

Pedro tiene las llaves del Reino, y ese don es la clave de su existencia y su misión.
Clave en su raíz latina significa llave.
Las llaves de Pedro son las claves de la reconciliación: llaves que enlazan y reúnen -¡religan!- a los separados por el pecado, a los distanciados por el rencor.
Son llaves que atan desde el Reino: son claves que atan para liberar.
Cuando sucede la reconciliación y el perdón, hay fiesta en el cielo.

Esas llaves de Pedro también desatan lo que es lastre: la reconciliación es desatar los nudos del egoísmo para volver al encuentro del hermano y de Dios.

Menuda tarea la de Pedro.

Es tiempo de desierto, y es tiempo de preguntarnos alma adentro quien es Jesús para nosotros... Y durante este tiempo orar, orar sin cesar, y desde el Espíritu confesar con Pedro que Jesús es el centro de nuestra existencia.

Tu est Petrus, tú eres Pedro.
Y quien escribe -ínfimo e indigno hijo de Dios y de la Iglesia- por la fé profesada, reconoce y obedece a la Piedra sobre la cual se edifica la comunidad.
Con Pedro, tiene el atrevimiento de querer ser pontífice también, es decir, hacedor de puentes entre los hermanos.
Con Pedro, desde esta nada, quiere ser llave-clave de reconciliación.
Con Pedro, quiere decir proclamar la Buena Noticia, y decir palabras de vida, palabras de justicia, palabras de esperanza.
Y suplica por Pedro, para que sea siempre fiel a ese Jesús que confiesa y a la misión y servicio que se le ha encomendado; que el Dios de la Vida lo proteja, sostenga y acompañe.
Y suplica a Dios, para que Pedro escuche a los Pablos hermanos de esta asamblea, que andan por este mundo.
Y suplica para que Pedro sea como el Maestro y su Padre, lento a la cólera y rico en Misericordia... desde una ingenuidad que no puedo superar, suplico que antes que el martillo cierto y rápido de la ortodoxia y la doctrina, sea rápida en Pedro la mano cálida del abrazo fraterno, de la palmada de aliento en tanta espalda agobiada.
Y suplica por Pedro, para que tenga las mismas preferencias del Maestro: los más débiles y pequeños.

Tu est Petrus.
El poder de la muerte no prevalecerán sobre esta familia, y nó por méritos propios o ajenos: Jesús la lleva sobre sus hombros y sostiene a Pedro y nos sostiene a todos)

Paz y Bien

De las tentaciones del yo a la comunión del nosotros


Para el día de hoy (21/02/10)
Evangelio según San Lucas 4, 1-13

(La Palabra de Dios no debe ser leída desde una perspectiva histórica; es preciso no tanto interpretarla sino más bien dejar que nos interprete y nos interpele.

Y el Evangelio para el día de hoy tiene -desde el vamos- una cuestión fundamental, fuente de numerosas discusiones exegéticas e interpretativas. Lo triste es que esta desmesura de lectura a menudo nos aleja de lo primordial: hacer vida la Palabra.

Y aquí lo fundamental y primigenio está en el centro mismo de la lectura: Jesús sometido a las tentaciones.
Sin ánimo de análisis -ni la capacidad de realizarlo- hay que contemplar desde nuestro desierto y nuestro silencio a ese Jesús que asume la condición humana hasta su misma raíz y en toda su dimensión, incluídas sus debilidades y fragilidades, sus posibilidades de no-ser.

Por eso mismo, asumiendo nuestra humanidad totalmente -hasta sus mismos bordes- ha podido redimirla y hacerla nueva.

La expresión "en carne propia" cobra aquí un sentido definitivo e infinito.

Sin entrar en cabalismos, hay un símbolo referencial importante: el número cuarenta.

Cuarenta años peregrinaron las tribus de Israel por el desierto, de la esclavitud de Faraón a la tierra prometida, en relación diaria y permanente con Dios, para convertirse en Pueblo Elegido.

Cuarenta días permaneció Moisés en la montaña junto a Dios, sin comer ni beber, para descender con las palabras de la Ley grabadas en piedra y en su corazón.

Cuarenta días el profeta Elías viaja a través del desierto, en oración constante con su Dios -el nuestro- para llegar a su destino en el Sinaí.

Cuarenta días, siendo conducido por el Espíritu, el Maestro se retiró al desierto y durante ese tiempo fué tentado por el demonio.

Y vivimos cuarenta días de desierto, de reencuentro con nuestra auténtica realidad, de reencuentro con el hermano y de reencuentro con ese Dios del que solemos alejarnos.

Esas tres tentaciones son un compendio de nuestra existencia: refieren a nuestra relación con nuestro propio ser, a la relación con el hermano y a la relación con Dios.

En un silencio bien profundo y orante, podemos descubrir un símbolo de ese Dios Trinidad que profesamos.

El Hijo que asume nuestra condición y nos conduce a la verdad de nuestro ser.
El Espíritu que nos guía y hace comunidad, comunión con el hermano.
El Padre, centro y fundamento de nuestra vida.

Las tentaciones no son sinónimo de pecado, sino que expresan nuestra pequeñez y nuestra fragilidad.
Hay que definirse: somos mendigos de la Misericordia de un Dios que nos brinda su ternura en abundancia.

Desde la abundancia del Amor de Dios, no sólo se mitiga la dureza del desierto: se transforman esas debilidades en fiesta, en banquete de alegría.

Porque las tentaciones están siempre presentes, y no está de más repetirnos: somos frágiles y débiles.

Estamos tentados siempre a la falsa seguridad del tener antes que a la certeza del ser; en darle mayor valor a lo pasajero -que puede ser importante- y negar esa trascendencia a la que estamos invitados: no vivimos sólo para el pan y las cosas, sino vivimos por y para la Palabra que está Viva y dá Vida.

Estamos tentados al poder, a creernos más de lo que somos, a suponernos más que el hermano: son caminos de opresión que no rinden culto a Dios.
El culto a Dios no sólo está en la liturgia, sino que comienza en el servicio al hermano que más nos necesita. Y Jesús rendía culto y obediencia a Abbá Padre suyo y nuestro despojándose de si mismo, haciéndose servidor de todos, obediente hasta las últimas consecuencias.

Estamos tentados a fabricarnos un dios a nuestra imagen y conveniencia, un dios así, con minúsculas que creemos capaces de manipular cuando suponemos que por cumplir determinadas normas y ritos él hará lo que nosotros queramos; pero eso es idolatría, la adoración de una idea de un dios, no el Dios verdadero del cual somos imagen y semejanza y dá fundamento y sentido a nuestra existencia.

Este es el paradigma: la renuncia al yo exhaltado, al ego como centro de todo interés y preferencia, eso que llamamos egoísmo.
Ese mismo egoísmo que pretende alterar una estatura que no tenemos, y que oprime y nos aleja del hermano y de ese Dios que es pura ternura.

Este es el paradigma: dejar -a pesar del engañoso sonido de las tentaciones- el culto al yo para pasar al nosotros, a la comun unión, al reencuentro con el prójimo/próximo desde nuestro lugar de creatura habitada y, decididamente, al reencuentro como hijos con ese Dios Padre y Madre que nos busca con denuedo, sin descanso, y que hace de un vagar errático por el desierto de nuestra existencia un peregrinar fructuoso, libre, solidario y trascencente)

Paz y Bien



Las dos mesas

Para el día de hoy (20/02/10)
Evangelio según San Lucas 5, 27-32

(Leví se encontraba sentado a la mesa en donde recaudaba impuestos.

Mesa solitaria, sin dudas: despreciado públicamente por sus paisanos -recaudaba los tributos para el Imperio-, era probablemente un lugar presto a la corrupción y a la explotación de los más pobres e indefensos.

Y pasa Jesús. Y lo vé. No es una mirada al pasar.
Sus ojos calan en lo profundo del corazón, y vé a un pecador, agobiado por su mal y alejado de sus hermanos. Por eso su mesa será siempre mesa de soledad y aislamiento.

Sólo bastó la Palabra -¡Sígueme!- y la respuesta afirmativa de Leví: deja todo atrás y lo sigue.
Deja miseria, corrupción, explotación y lo sigue a la vida nueva.

Entonces hay una mesa nueva.
La mesa del banquete de acción de gracias -esa que llamamos Eucaristía-, la mesa de la alegría y el compartir, la mesa del volver a la vida y dar fin a la soledad.

Aunque parezcan gritos las voces de los comedidos de siempre -¡cómo puede invitarse a la mesa de Jesús a una mujer así o a un hombre tal!-, el Maestro enseña: ha venido al rescate de los perdidos, de los despreciados en su miserias.

La Cuaresma es también eso: dejar atrás toda miseria, toda corrupción, morir a todo pecado y seguir los pasos del Maestro.
Sólo desde la conversión profunda de la Vida es posible el banquete de la alegría y la plenitud)

Paz y Bien

Cuaresma: volver a Dios, volver al hermano

Éste es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-:
soltar las cadenas injustas,
desatar los lazos del yugo,
dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos;
compartir tu pan con el hambriento
y albergar a los pobres sin techo;
cubrir al que veas desnudo
y no despreocuparte de tu propia carne.
Entonces despuntará tu luz como la aurora,
y tu llaga no tardará en cicatrizar;
delante de ti avanzará tu justicia,
y detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás, y el Señor responderá;
pedirás auxilio, y él dirá: '¡Aquí estoy!'
(Is 58, 1-9)

(Porque nuestro culto y nuestra piedad jamás debería estar desligada de lo que le sucede al hermano que languidece a nuestro lado, es preciso releer y hacer vida este pasaje de Isaías.
Que volver a Dios y volver al hermano sea el fruto santo de este tiempo que estamos atravesando)
Paz y Bien
Ricardo

Ayuno y alegría


Para el día de hoy (19/02/10)
Evangelio según San Mateo 9, 14-15

(Hay una inveterada costumbre de asociar ritos de cuaresma a un rictus severo y a un clima de duelo y tristeza.

Quizás esté bastante lejos de las enseñanzas del Maestro, en especial la observancia de ritos porque sí, quedándonos en la repetición exterior despreocupándonos de lo más importante, el corazón que busca a Dios y que les dá valor y sentido.

Entre estas prácticas, la Palabra del día de hoy nos habla de la observancia del ayuno: en tono crítico, discípulos del Bautista inquirían a Jesús el porqué de la no observancia del ayuno por parte de sus discípulos... Una indirecta, sin dudas, pues la aparente laxitud de los Doce en el cumplimiento de las costumbres era directamente adjudicable a Jesús.

Pero no entendían: los discípulos no tenían necesidad de ayunar, pues el Dios que se había desposado con la Humanidad vivía con ellos.
Estando presente la alegría -Jesús mismo- no son precisas las prácticas penitenciales, antes bien, hay que vivir en plenitud esa alegría.

Por eso será válido el ayuno cuando el Esposo les sea arrebatado.
Por eso es necesario ahora el ayuno.

Para despojarnos de todo lo excesivo, para purificarnos de todas impurezas que nos impiden translucir la luz divina, para recuperar la alegría de sabernos hijos y hermanos.

Pero no es una práctica más: de nada vale el rito si no está acompañado de una vida transformada en ofrenda.
Por eso el ayuno será camino de alegría si se orienta a la identificación con el hermano que sufre, si es no sólo privarse de alimentos sino también de las propias necesidades y hacer nuestras las necesidades del oprimido, del cautivo, del huérfano, del excluído.

En ellos resplandece el rostro de Cristo.

-esta Cuaresma es el tiempo por excelencia para plantearse si santificamos el ayuno, o sea, si nos privamos de comida junto a Jesús para que al menos una hermana o un hermano no pase hambre-

Y si Cristo está entre nosotros ¿hay otra posibilidad que no sea la de alegrarnos y sabernos perdonados?)

Paz y Bien

Cargar la cruz: compasión y compromiso

Para el día de hoy (18/02/10)
Evangelio según San Lucas 9, 22-25

(Jesús hace el primer anuncio de su Pasión.

Rompe esquemas preconcebidos y confunde especulaciones religiosas oficiales: nadie puede racionalmente aceptar a un Mesías Servidor, capaz de humillarse y aceptar la prisión, la tortura y la cruz, sobre todo la cruz.

Escándalo para los judíos que esperaban un Mesías glorioso, un Rey que liberara a Israel de la bota romana.
Locura para los paganos -en este caso, los helénicos- que no pueden aceptar la Pasión en su estricta dependencia de la lógica y la razón.

No hay que perder de vista algo primordial -ni en este tiempo de silencio y reconciliación que llamamos Cuaresma ni nunca-: la cruz es el método de ejecución del Imperio Romano especialmente preparado para los criminales marginales.

A esa cruz se dirije Jesús, y allí invita a sus discípulos, a los Doce y a nosotros.
Nada fácil: cargar la cruz y seguirlo implica aceptar, desde el vamos, la marginalidad y el desprecio, hasta una muerte vindicada como deshonrosa y humillante.

Pero es un tiempo nuevo... ya nada será igual porque está entre nosotros creciendo firme y en silencio el Reino de la Gracia y la Misericordia.

Jesús asume la cruz porque es fiel hasta las últimas consecuencias en el compromiso de anunciar la Buena Noticia de que Dios nos quiere a todos por igual. Y nos invita a seguirlo.

Por ello, la cruz no debe ser entendida como símbolo de dolor y muerte: antes bien, la cruz es símbolo de entrega y compromiso con la vida de los demás, es decir, la cruz es símbolo de amor.

Escándalo para unos, locura para otros, símbolo de muerte para muchos, es la invitación del Maestro a cada uno de nosotros en esta Cuaresma.

Y no se trata de llevar al hombro solamente la cruz de los propios dolores, miserias y pecados tras sus pasos.

Jesús camina sin vacilar hacia su Pasión, que precede a la puerta abierta de la Resurrección.

Nos invita a compartir su Pasión: com - pasión.

Cargar la cruz y seguir sus pasos ha de ser también llevar al hombro el dolor de tantas hermanas y hermanos que sufren, libremente y por pura gratuidad.

Maravilloso escándalo y magnífica locura en la que no faltará algún Cireneo que nos ayude si flaqueamos: nos sostiene y ayuda en la carga el Espíritu de Aquél que nunca nos abandonará, aún cuando estemos tentados en estos desiertos a abandonar todo)

Paz y Bien

Cuaresma: tiempo nuevo de piedad y justicia

Miércoles de Ceniza

Para el día de hoy (17/02/10)

Evangelio según San Mateo 6, 1-6.16-18

(Son cuarenta días de preparación para celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Son los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, a solas con su Padre.

Son una invitación a despojarnos de todo equipaje vano, de todo el lastre que nos retiene el alma en lo que perece; son una invitación a redescubrir desde el silencio todo lo que Dios hace por nosotros, y no tanto lo que -a veces- pensamos que hacemos por Dios.

No es fácil, claro está: es enfrentarse a la propia verdad de la existencia, descubrir la magnitud de nuestra finitud, lo pequeños y frágiles que somos, cenizas al viento que sólo perduran por la misericordia del Dios que nos ama. Y duele.

Pero como el pueblo de Israel, es preferible la rudeza y libertad del desierto a las comodidades que brinda la esclavitud de Faraón.

Tiempo nuevo: no sólo tiempo litúrgico, sino nuevo pues siempre hay tiempo para la conversión, para volver a la Casa grande de la que a menudo nos vamos.

Y el Maestro a su vez nos prepara y enseña, es un tiempo que hace pié en tres hitos decisivos: la limosma, la oración y el ayuno.

La limosna como expresión de solidaridad con el hermano necesitado, dando de lo propio y no de lo que sobra, signo de Aquél que no se guardó nada para sí y lo dió todo por nosotros, hasta la propia vida.

La oración, como respuesta a ese Dios Padre y Madre que nos busca primero, eco del Espíritu que nos hace clamar ¡Abbá!, fuerza y encuentro en lo profundo de un corazón silencioso y oyente con el fundamento de nuestra vida, Dios mismo.

El ayuno, camino de despojo de lo superfluo y de liberación de lo que nos ata a lo temporal; camino de reencuentro con lo básico y fundamental de uno mismo, inclusive llevandonos al mismo límite.

Más nada de esto tendrá valor ni sentido si son cuestiones que reflejarán una postura de formalidades vacías de contenido y de individualidad.

Este camino nuevo es corazón adentro, y si bien es personal, nunca está desligado del otro... ni del Totalmente Otro.

Por eso es camino de piedad y justicia: piedad expresada en la limosna, en la oración y el ayuno que expresen reconciliación con el hermano con el que nos distanciamos y con el Dios al que solemos darle la espalda, en la justicia del Reino - que no es tribunalicia-: la justicia que implica ajustarse al Amor y a la Misericordia de Dios.

Un deseo de una Cuaresma fructífera y sencilla para todos, en paz con Dios y al servicio del hermano, de reencuentro con uno mismo, con los demás y con Dios, compartiendo, orando y absteniéndonos de lo que no tiene importancia.

Es tiempo de morir a todo lo que nos empuja hacia abajo y no nos deja subir a los brazos del Padre: tenemos por Jesús la certeza de la Resurrección)

Paz y Bien

Las otras levaduras

Para el día de hoy (16/02/10)
Evangelio según San Marcos 8, 14-21

(Jesús vá en la barca con sus discípulos. Vá en la barca con nosotros, los discípulos del hoy.

La barca -que a veces se estremece por tormentas de una fé que vacila o por los temporales de nuestras miserias- es la vida personal, es la vida comunitaria, es la vida como familia que llamamos Iglesia.

Pero en este navegar, nuestro vivir y peregrinar, contamos de manera permanente e incondicional con la presencia del Maestro a bordo.

Y allí, escasos del pan que alimenta el cuerpo y del pan que alimenta el espíritu -a causa de nuestras torpezas- Jesús nos previene.

Hay que andar con cuidado, hay que cuidarse de las otras levaduras, la de los fariseos y la de Herodes.

Esa levadura corrompe.

Es levadura que no hace crecer la masa hacia arriba, para que se multiplique el pan; es levadura espúrea que no fermenta la masa, sino que la agranda hacia abajo, haciéndola rancia y tóxica.

Es levadura sin destino de pan.

Es levadura que se traduce en hipocresía, es levadura de apego desmedido a las formas sin contenido, es levadura que pretender encerrar a Dios en una idea, es levadura que desprecia al hermano que no pisa la misma baldosa de soberbia que yo, es la levadura de aferrarse al poder y a la corrupción.

Es levadura de muerte.

Hay que cuidarse de no falsear ni mentirse; nos sucede lo mismo que a los Doce, y resuena la voz del Maestro.

Los signos de la abundancia de la Gracia y la vida nueva están allí, aquí y ahora, hoy mismo.

Quiera el Espíritu guiarnos para estar atentos, para no corrompernos y para nosotros mismos convertirnos en levadura del Reino, haciéndonos pan para el hermano que más nos necesita.

Discípulos y servidores de la Buena Noticia es ser la levadura de Jesús)

Paz y Bien

Los signos buscados, las señales dadas

Para el día de hoy (15/02/10)
Evangelio según San Marcos 8, 11-13

(Los fariseos exigen a Jesús un signo del cielo como condición sine qua non para creer.
En realidad, aunque tuvieran una lluvia de signos fantásticos ya habían decidido rechazarlo: la Buena Noticia desbordaba sus férreos esquemas, y en su mezquindad no había posibilidad de conversión.

Tenían la peor de la cegueras, la de apretar los ojos para no mirar y ver lo evidente.

Y Jesús suspira, exhala un gemido desde el fondo de su corazón, entristecido por tanta cerrazón. Para ellos también era la Gracia y la Salvación, y lo rechazaban de plano.

Por eso, no habría ninguna señal para esa generación; frente al rechazo violento, el Señor sube a la barca y cruza a la orilla opuesta.

¿Será que nos hemos vuelto también recolectores de hechos mágicos, coleccionistas de sucesos milagreros?
El mundo es así, sujeto a lo sensacional, al espectáculo estridente que no transforma el interior, busca esos signos que no conducen por el sendero de la vida.
Pues los signos son medios, nos hacen orientar la mirada hacia algo que es mucho más importante; no son fundamentales por sí mismos.

No somos ni Mesías ni redentores: somos discípulos y servidores.
Pero por esa unión profunda con el Maestro, el mundo hoy también nos interpela y nos pide signos.

Entonces habrá que preguntarse si los signos que brindamos, si las señales que damos son frutos de la caridad, desde el silencio, desde nuestra pequeñez, desde el servicio, señalando a lo que verdaderamente importa... el Reino de Dios presente y vivo entre nosotros.

Quizás haya que observar y volver a ver desde un silencio orante al Bautista: es preciso transparentarnos para que se pueda ver a través de nosotros a Aquél que ha venido en rescate de muchos)

Paz y Bien

Desde el llano

Para el día de hoy (14/02/10)
Evangelio según San Lucas 6, 17.20-26

(La lógica clásica define a las falacias como aquellos razonamientos falsos con apariencia de verdaderos; sin embargo, son por tanto engañosos e inducen a error.

Solemos utilizarlas quizás sin darnos cuenta: en especial, cuando intentamos explicar la Palabra de Dios de acuerdo a nuestros esquemas, en consonancia con nuestras conveniencias o, lo que es peor, de un modo que la Palabra no nos moleste, inquiete, cuestione, interpele, hasta nos desestabilice...

La Palabra de Dios es Palabra de Vida y Palabra Viva: quizás -solo quizás- nos sea preciso a veces no escudarnos en explicaciones... La Palabra tiene una potencia tal que escapa a cualquier mesura de la razón humana.
La Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios, reza el evangelista.

Cuando optamos por las explicaciones -sean del tenor que fueren- antes que por vivir la Palabra en plenitud, y no poniendo allí todo lo que seamos capaces, no asumiéndola con todas las consecuencias comienzan los problemas, y la Palabra se nos torna sólo ruido que esconde una verdad: vamos en caída libre.

El Evangelio para el día de hoy es paradigmático en ese sentido; es vano cualquier intento de explicación, es falaz y no es fiel a quien nos lo ha enseñado.
Por eso es necesario el silencio, dejar que la Palabra nos interpele, cuestione y enseñe. Nos transforme y se haga vida.

Desde el comienzo es así: dice que el Maestro "...bajó del monte con los Doce y se detuvo en un paraje llano..."; es el símbolo que resume la Redención y el misterio de la Salvación.

El Altísimo, el Todopoderoso, el Dios del Universo ha bajado a este llano, y se ha hecho uno de nosotros. Para poder regresar a su Casa, y porque habíamos perdido la capacidad de estar con Él; la ruptura del pecado original fué tan grande que sólo Él podía recomponerla y curarla.

Y en ese llano, "...alzó los ojos hacia sus discípulos..."; y ahora mismo nos mira fijamente a vos y a mí, a y a ella, a él y a ustedes. ¿Alguien podrá rehuir su mirada?

Y con sus ojos fijos en los nuestros, nos habla con claridad, sin figuras, directamente al corazón, quebrantando todo preconcepto, desafiando el sentido común, escapando a cualquier intento mezquino de comprensión.

No se trata de comprensión, sino de conversión; se trata de decidirse por cómo vamos a vivir, sin medias tintas, sin engaños.

Desde ese llano, el Dios de la Vida baja más todavía, a la ciénaga donde moran sin poder salir sus hijas e hijos sumergidos; y como si no bastara, los proclama felices en su pobreza, en su llanto, en su hambre, en la persecución por fidelidad a su Palabra.

Y aquí hay que hacer un alto -el lenguaje revela muchas cosas, en especial lo tácito, lo que no se quiere decir-: hablamos de los pobres, y derramamos ríos de lágrimas de conmiseración teórica sobre ellos. Pero todo sigue igual.
Quizás estemos revelando personalmente y familiarmente -como comunidad como Iglesia- al hablar de los pobres, que no lo somos.
Y al no serlo, decididamente no estamos eligiendo vivir como vivía Jesús, tomando distancia de quienes Él amaba especialmente.

La pobreza -cuando no es elegida- es fruto de la injusticia, es consecuencia del pecado. Es afrenta al Dios de la Vida realizada en sus hijas e hijos.
Pues la pobreza es santa cuando es la pobreza que nada tiene, nada quiere poseer pues todo lo espera confiadamente de la mano de Dios.

Nuestro santo hermano de Asís lo sabía muy bien, como tantos hermanas y hermanos nuestros que, en silencio, profesan y consagran al Altísimo el camino de pobreza que eligen, siguiendo los pasos de Jesús, multiplicando la pobreza maravillosa del hogar de Belén.
Como tantas hermanas y hermanos nuestros que asumen el dolor y la miseria de sus hermanos como propios, y desde el llano construyen puentes de esperanza haciendo vida las bienaventuranzas del Maestro, allí donde toda noticia habitualmente es mala, donde sólo puede esperarse el dolor y la muerte.

Pero esto ya ha sido demasiado extenso: es mejor el silencio, y preguntarse hacia donde iremos, que vida elegiremos y, especialmente, si somos causa de desdicha para otros desde el egoísmo, la indiferencia y el conformismo.
Ver si la vida florece desde la pobreza en alegría que no cesa, o si sólo cosechamos los ayes de lo que perece, de lo que no tiene destino.

Hay dolor, y hay que empezar a preguntarse hasta dónde, desde dónde y hasta cuando. Y con la mirada de Jesús puesta en nosotros, decidirnos a hacernos cargo del hermano que sufre desde nuestro pequeñísimo lugar de discípulos y servidores.)

Paz y Bien



María - Nico Montero

(Una canción sencilla y bella, como Ella.
Santa María en sábado desde el siglo VII hasta nuestros días,
Ella con nosotros todos los días.
Un magnífico sábado para todos.
Paz y Bien
Ricardo)

MARÍA

MARÍA, MARÍA, MARÍA, OH MARÍA..

Cruzaron las miradas
y el tiempo se paró.
El Dios del universo
enloqueció de amor,
Y el cielo se hizo estrecho
para tanto amor.
La tierra se hizo santa
nació la salvación.

MARÍA, MARÍA, MARÍA, OH MARÍA..

Los pueblos de la tierra
te aclaman sin cesar
Te visten y coronan
te suben a un altar,
Y, en cambio, son muy pocos
quienes de verdad
entregan hoy sus vidas
con tu fidelidad.

MARÍA, MARÍA, MARÍA, OH MARÍA..

Nico Montero

aquí puede escucharse:

Problemas, soluciones y milagros

Para el día de hoy (13/02/10)
Evangelio según San Marcos 8, 1-10

(Algo muy especial tenía este hombre, además de su fama de curar a todo enfermo que le trajeran.
Tan especial era que las gentes eran capaces de seguirlo a donde fuera, inclusive al desierto, y de abandonar comida y descanso con tal de estar con Él.

Tres días en el desierto, tres días con el Maestro sin probar bocado.

Y Jesús se compadece y preocupa por ellos; Él, aunque la gente lo pase por alto, siempre está atento a las necesidades de todos.
Y este caso se lo menciona a los discípulos; no les dá una orden, no les dice que los alimenten. Sólo comparte con ellos su preocupación, quiere que lo que Él siente lo sientan también ellos.

Quiere que sus discípulos sientan y vivan como Él siente y vive. No quiere que tantos que están con Él y por Él desfallezcan.

Pero los discípulos estaban demasiado atados a sus ideas y preconceptos, y desembocan en un callejón sin salida: allí, justo allí en el medio del desierto, no es posible encontrar algún lugar para conseguir pan para tantos.

Buscan una solución al problema en su lógica cerrada, y en la búsqueda externa de una solución dejan de mirar en su interior, y así se lo dicen al Maestro, la gente debe volver a sus casas y arreglarse como puedan.

Pero el Señor insiste: nadie regresará a su casa sin antes haberse alimentado.
El Reino está entre nosotros, y el "no se puede" es cosa del pasado.

Y tomando lo poco que tenían sus amigos, siete panes y algunos peces, Jesús obra el milagro: la comida se multiplica, la multitud se sacia y aún sobra alimento con el cual se llenan rebosantes siete canastos.

Los discípulos estaban atados a sus esquemas, y estaban impedidos de ver que la solución la tenían ellos mismos: no debían buscarla afuera.

Entonces, por poco que fuera o parezca, cuando se comparte obra Jesús y sucede el milagro.

Hay pan para todos, no lo justo, no lo indispensable.
Es tiempo de Gracia y Misericordia en donde todo escapa a la medida de la razón.
Es tiempo de abundancia, el tiempo del Reino.

Se llenan siete canastas: siete canastas que no agotarán su preciosa carga de pan, siete canastas reservadas para los hermanos que aún no han llegado, siete canastas llenas para que nosotros hoy, ahora mismo, hagamos junto a los demás desde el compartir el mayor de los milagros: la acción de gracias de las Creaturas a su Creador, eso que llamamos Eucaristía, el Pan Infinito en el que Jesús se ha quedado para siempre, abundante e inacabable.)

Paz y Bien

¡Effetá!: volver a escuchar, regresar del silencio

Para el día de hoy (12/02/10)
Evangelio según San Marcos 7, 31-37

(Jesús seguía peregrinando por tierras paganas, por la Decápolis.

Los lugareños sabían que pasaba con este Hombre; le traen a su presencia a un sordo que, por su mismo problema, tenía serias dificultades para hablar, y le suplican que le imponga las manos como solía hacer con los enfermos, para poder curarlo.

La sanación de quien sufre es algo demasiado serio e importante para hacer de ello un espectáculo; quizás por ello, Jesús aparta a este hombre de la multitud, y a solas, le toca los oídos y la lengua, y elevando su alma a su Padre desde lo profundo de su ser exclama -¡Effetá!- -¡Ábrete!... Al instante, el hombre recuperó su capacidad de escucha y hablaba correctamente.

No hay nada que hacer: el Maestro siempre hace más, mucho más de lo que la gente espera.

Entonces, encomienda a la familia y amigos del hombre sanado que no cuenten nada de lo sucedido.
Ni modo: cuanto más se lo prohibía, con mayor vigor contaban a quien quisiera escucharlos el milagro que habían presenciado y vivido.

Todo nos involucra directamente.

Porque a menudo estamos enfermos de no oír ni escuchar la Palabra y, mucho menos al hermano.
Y hay que rogar que el Maestro nos haga recuperar el oído profundo.

Y que también nos cure la mudez, o el tartamudeo: el silencio, cuando no es fruto del encuentro con Dios, es consecuencia del mal.
No hay que callarse.

Quiera el Espíritu abrirnos los oídos y soltarnos la lengua, desatándonos de todo temor.

¡Effetá! no es una palabra mágica, un ábretesésamo, sino Palabra de Vida de Aquél que vá con nosotros.
¡Effetá! es también ¡Ánimo!
Cuanto mayores sean los intentos de silencio y mayores sean las prohibiciones, la Buena Noticia brotará por todas partes con más y más fuerza.

Es el fin del silencio: la Buena Noticia llega a toda la creación)

Paz y Bien

Las migajas de los marginados

Para el día de hoy (11/02/10)
Evangelio según San Marcos 7, 24-30

(Jesús deja Galilea, en busca de quietud y descanso para Él y sus discípulos, de la tranquilidad necesaria para la oración y la reflexión.
Pero es dable suponer que también deja la tierra de Israel pues los suyos lo rechazaron, y parte hacia tierra de paganos, de gentiles, a la región de Tiro.

Sin embargo, su fama lo seguía precediendo y allí tampoco podía encontrar un momento de descanso.
Entra en una casa con la intención de pasar inadvertido; sabiendo que Jesús estaba allí se presenta ella.

Ella es la marginación por excelencia: primero, marginada por ser mujer; segundo, impura a causa de la enfermedad de su hija; tercero, por ser pagana; y cuarto, por ser siro-fenicia, enemigos tradicionales de Israel y, a la vez, gentiles.

Nada a su favor.

Aún así, confía en ese hombre del que había oído hablar. Cree en Él. Y con una humildad que estremece -más todavía viniendo de ella en su situación- se arroja a sus pies y le ruega a Jesús que libere a su hija del demonio que la poseía.

Pero, a contrario de lo que se espera, hay una respuesta abrupta por parte de Jesús: Él se reconocía en la misión de rescatar a las ovejas perdidas de Israel. Por eso su respuesta: -Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos-.

Viene por el pueblo Elegido, los hijos son los hijos de Israel... Y los perritos, los gentiles y paganos ajenos al pueblo santo.

Pero la fé y el amor todo lo pueden, y ella no se arredra; antes bien, insiste con una delicadeza inusitada: sabe que primero han de comer los hijos...pero de las migajas que caen de la mesa se alimentan los perritos.

Y sucede el milagro por la fé de esa mujer y por el corazón de Jesús, ese corazón que sabemos sagrado.

El Maestro descubre la ternura y bondad de su Padre -que es el nuestro- en las palabras y los gestos de la mujer siro-fenicia: la Buena Noticia del amor del Padre no ha de tener ningún tipo de restricción social, religiosa, racial, ideológica.

La Salvación se regala gratuitamente -¡Gracia!- a toda la humanidad... y parece que en el banquete de la vida hay ciertos asientos preferenciales para los pobres y los marginados.

Lo que imaginamos como migajas que dejan caer unos pocos elegidos, en realidad son el pan bendito del milagro, el pan que alimenta multitudes y, cuando éstas se sacian, aún quedan muchas canastas llenas para los que no han llegado todavía.

Los marginados están especialmente llamados al gran banquete de la vida plena, y hay que dar aviso y prepara la mesa.
En la cabecera está el Señor)

Paz y Bien

De la pureza

Para el día de hoy (10/02/10)
Evangelio según San Marcos 7, 14-23

(Como en tiempos de escribas y fariseos, el hoy nos circunscribe a los dictámenes de la exterioridad; el cuidado exacerbado de las formas -vacías de contenido- ha socavado lo que verdaderamente cuenta, el interior del hombre.

En aquellos tiempos, este culto falaz había llegado a niveles intolerables, y la transgresión de dichas normas suponía perentorias medidas disciplinarias o punitivas, cuando no la muerte.

Este muro que agobiaba las almas de tantos es derribado por el Maestro, y será considerado por las autoridades religiosas algo de tanta gravedad que buscarán sin descanso su muerte.

Porque es tiempo de Gracia y Misericordia, y las normas absurdas que agobian a mujeres y hombres son hierba mala en el trigal: deben ser arrancadas de cuajo para que la semilla crezca fuerte y dé frutos abundantes.

Jesús es contundente en su enseñanza: lo impuro no viene desde afuera, no se adquiere transgrediendo determinados cánones.
Lo impuro nace del propio interior, y es una declaración revolucionaria: por eso el Maestro se extiende en su enseñanza, para que no queden dudas: uno se vuelve impuro desde su corazón, no desde los gestos externos.
Por eso afirmará sin dudar, para alegría de sus hermanas y hermanos: -Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios-

Ha llegado la vida del Reino, es momento de Buenas Noticias que liberan y limpian.

Desde Jesús, los corazones se vuelve puros y traslúcidos, y muestran el rostro de Aquel que nos ama sin medida y sin condiciones)

Paz y Bien


Contaminantes


Para el día de hoy (09/02/10)
Evangelio según San Marcos 7, 1-13

(Desde Jerusalem llegaban escribas especialmente enviados para observar y controlar a Jesús: estaban puntualmente comisionados para señalar yerros, heterodoxia, blasfemias, en fin, todo apartamiento por parte de Jesús o de sus discípulos de la doctrina oficial.
Quizás el punto principal era su incapacidad de ver el bien que florecía en esa comunidad incipiente del Maestro y sus amigos... ni hablemos de la posibilidad de aceptar la Buena Noticia.
Erigidos en jueces de sus hermanos, eran implacables; y cuando esto sucede, se cierra con varios cerrojos las puertas a la misericordia.

Esto tiene una resonancia tristemente actual.

Puntillosamente, critican a los discípulos por no purificarse las manos antes de comer, conforme a la tradición a la que se aferrabanpor sí misma, por ser tradición... y no tanto por ser camino a Dios.

No toda tradición es necesariamente proclive a la santidad.

Podría esgrimirse entonces que los discípulos, al no purificarse o no lavarse las manos, corrían ciertos riesgos por una evidente falta de higiene. No obstante, para estos ojos críticos de los escribas, ellos eran impuros, estabn contaminados y por lo tanto, en grave falta.

El Señor no se calla: la verdadera impureza tiene radicación en el corazón, y no en las manos no tan limpias de los discípulos.

Los contaminantes son los pensamientos y acciones que pretenden vaciar de contenido la Palabra, sometiendo a la esclavitud de la pura exterioridad.

Felices los limpios de corazón, dirá una vez, porque ellos verán a Dios.

Quiera el Espíritu iluminar a los hermanos que nos juzgan y condenan... y nos ilumine a nosotros, para barrer nuestros patios de tanta suciedad que impide que florezca la semilla del Reino que ya, aquí y ahora, germina entre nosotros)

Paz y Bien

La cercanía de Jesús y la fé de de los humildes

Para el día de hoy (08/02/10)
Evangelio según San Marcos 6, 53-56

(No lo dejaban tranquilo a Jesús. Allí donde fuera se agolpaban las multitudes en su búsqueda, afanosos por estar cerca de Él, para que curara sus dolencias.

No podía comer ni descansar.

Probablemente, en muchos casos era producto de la fama que lo precedía: ese hombre, ese profeta era capaz de curar cualquier dolencia.
Hasta los mismos demonios se rendían a sus pies.

Aún así, no era un sanador así nomás: ese hombre hablaba distinto, decía cosas de Dios que nadie era capaz de decir, y enseñaba como nadie lo hacía, con la autoridad que le nacía del corazón.

En los corazones de las gentes florecía esa confianza total en ese Hombre, de tal modo que les bastaba llevar a su presencia a los enfermos y tocar al menos el borde de su manto... y sucedía el milagro.
Todos se curaban.

Allí sucede entonces una cuestión primordial: si vemos con detenimiento, en el Evangelio para el día de hoy Jesús -aparentemente- no hace nada; son las gentes las que se afanan por tocar al menos el borde de su manto.

Pero no es pasividad ni quietud: se renueva en cada curación la alianza entre Dios y el hombre.
La sola presencia de Jesús es fuente de vida abundante y plenitud...y ¿qué tierra más fértil que un corazón que confía, que tiene fé para que sucedan los milagros?

En mis acentuadas limitaciones, desde la Palabra de hoy veo la tantas veces criticada y menospreciada fé de la gente más sencilla, la devoción de los humildes.
Seguramente haya algo de superstición, algo de interés, mucho que cultivar... Pero mueve y conmueve esa fé cordial que confía totalmente en la presencia liberadora de Jesús.

Esa fé de los humildes es la fé que a menudo suplico para mi propia vida, sencilla y sin demasiadas vueltas, una fé que debemos proteger y promover de la mano del Maestro.

Entre la presencia de Jesús y la fé sencilla de un corazón que cree se renueva la Alianza y sucede la Salvación)

Paz y Bien

Estatura de pecadores, oficio de pescadores, destino de servidores

Para el día de hoy (07/02/10)
Evangelio según San Lucas 5, 1-11

(Jesús se encontraba enseñando a la multitud desde la barca de Simón, un poco alejada de tierra para que todos pudieran escucharlo y verlo.

Cuando terminó de hablar, llamó a Simón.

Terminó de hablar...¿acaso el anuncio de la Buena Noticia tiene fecha de vencimiento, tiene límite, tiene final?
El anuncio de la Buena Noticia nunca finaliza hasta el reencuentro final de la humanidad con Dios. Pero en ese "terminó de hablar" está el signo que orienta e indica que vá finalizando el tiempo de Jesús por sí mismo, y que comienza el tiempo de Él a través de sus amigos.

Por ello, las siguientes palabras del Maestro a Simón tienen esa misma dirección: deben bogar mar adentro y echar sus redes.
El mar puede estar cerradamente oscuro, pueden haber tormentas que arrecien y amenacen con hacernos sucumbir, puede faltar el viento que inflame nuestro velamen... pero se trata ante todo de ir, no de esperar a que vengan los peces.

Simón era experto en su oficio: sabía que el mejor momento para la pesca era una noche de aguas calmas; sin embargo, esa noche por más que bregara, no pudo pescar ni un sólo pez.

Pero Simón confía en el Maestro: deja de lado saberes y conceptos, deja de lado limitaciones y desilusiones y obra con fé: echará las redes porque sabe de la fidelidad de Su Palabra.
Y sucede el milagro: sucede porque hay un hombre que rebasa los límites humanos desde la fé y sucede porque se abren las puertas a la Gracia.

Es tiempo de la Gracia, donde todo escapa a cualquier cálculo, donde todo es abundante: panes, peces, vino de fiesta, salud, vida plena... y en este caso, redes rebosantes de peces, a tal punto de hacer creer que se rompen las redes y que las barcas sucumbirán, que no alcanza lo que tenemos y somos, que las posibilidades y estructuras en las que nos apoyamos se romperán si los pececitos son demasiados...

Y Simón desde el fondo de su corazón comprende, más allá de su razón, superando su mente, en la certeza que sólo puede hallarse en su alma: se pone a sus pies, y le pide a Jesús que no se le acerque.
Simón se ha descubierto pecador, indigno de estar con Jesús.

-cuando se mira al sol de frente, uno se deslumbra y queda ciego al igual que Pablo de Tarso... y al recobrar la vista, uno descubre su auténtica estatura, la verdadera medida de su existencia...una nada en relación a ese Jesús que se descubre Señor-

Siempre Jesús aleja los demonios del temor que paraliza: así entonces calma a Simón -no temas- y le señala su destino de pescador de hombres.

Pescador de hombres, destino y horizonte de servidor.

Pues es de naturaleza espúrea pretender -al modo usual- que habrá muchos peces que "caerán en nuestras redes", por más que imaginemos que esas redes sean de Jesús.

El buen pescador no es el que caza un pez... es el que lo atrapa y mantiene vivo.
Por eso, desde nuestra estatura de pecadores, con nuestras limitaciones y miserias, tenemos un destino de servicio.
Internarnos en la oscuridad de este mar oscuro y peligroso que llamamos mundo... hay muchos hermanas y hermanos peces en peligro, a los que hay que rescatar vivos en las redes de Jesús.

Por más que las redes nos parezcan pequeñas, que nuestros barquitos vitales se nos hunden, la pesca será abundante, increíblemente fructífera si la Palabra vá al timón.

Y como Simón y los otros, asombrados como niños, dejar atrás todo lo que nos mantiene anclados a la falsa seguridad de ciertas playas y seguirlo.

Decir sí es saberse indigno pero llamado, poner al servicio de la humanidad -no de algunos pocos- nuestras capacidades y oficios para la Vida en la red que no se romperá jamás, y que se agranda a medida que más y más pececitos entren en ella.

Si Jesús vá en el timón, no hay noche cerrada, no se pierde el rumbo y la pesca...será increíble, tal como es el Reino que se nos ha regalado)

Paz y Bien


El padre Antonio y su monaguillo Andrés


(Esta canción ha sido compuesta e interpretada por
el panameño Rubén Blades en los '80.
Si bien en apariencia es una estupenda historia ficticia,
desde aquí sabemos que dolorosamente no lo es tanto.
En esta maravillosa canción está el padre Obispo Oscar Arnulfo Romero
pero también están los padres Obispos Angelelli y Ponce de León,
san Roque González y los padres mártires mexicanos,
los padres Carlos Mugica, Ignacio Ellacuria, Rutilio Grande,
fr. Carlos de Dios Murias, Gabriel Longeville, Mauricio Silva y los padre palotinos,
sor Alice Somon y sor Leonie Duquet... es una lista dolorosa
que a veces se nos hace interminable.
Pero es cosa del Evangelio no quedarnos en el hecho de sangre,
sino más bien en la gratitud por estas santas y santos hermanos nuestros
que han hecho fecundo este árbol frondoso que llamamos Iglesia,
y que hoy mismo nos van abriendo -mar adentro-
el sendero del sacrificio que se hace por amor a los demás,
grito de justicia, liberación y paz.
Espero que la canción sea del agrado de los que la escuchen,
y sirva para un momento de reflexión y oración.
Paz y Bien.
Ricardo)

EL PADRE ANTONIO Y EL MONAGUILLO ANDRÉS

El Padre Antonio Tejeira vino de España,
buscando nuevas promesas en esta tierra.
Llegó a la selva sin la esperanza de ser obispo,
y entre el calor y en entre los mosquitos habló de Cristo.

El padre no funcionaba en el Vaticano,
entre papeles y sueños de aire acondicionado;
y fue a un pueblito en medio de la nada a dar su sermón,
cada semana pa' los que busquen la salvación.

El niño Andrés Eloy Pérez tiene diez años.
Estudia en la elementaria "Simón Bolivar".
Todavia no sabe decir el Credo correctamente;
le gusta el río, jugar al futbol y estar ausente.

Le han dado el puesto en la iglesia de monaguillo
a ver si la conexión compone al chiquillo;
y su familia esta muy orgullosa, porque a su vez se cree
que con Dios conectando a uno, conecta a diez.

Suenan la campanas un, dos, tres,
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Suenan la campanas otra ves
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés, Andrés...

El padre condena la violencia.
Sabe por experiencia que no es la solución.
Les habla de amor y de justicia,
de Dios va la noticia vibrando en su sermón:

suenan las campanas: un, dos, tres
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Suenan la campanas otra vez
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés, Andrés...

Al padre lo halló la guerra un domingo de misa,
dando la comunión en mangas de camisa.
En medio del padre nuestro entró el matador
y sin confesar su culpa le disparó.

Antonio cayo, hostia en mano y sin saber por qué
Andrés se murió a su lado sin conocer a Pelé;
y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez
estaba el Cristo de palo pegao a la pared.

Y nunca se supo el criminal quién fue
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Pero suenan las campanas otra vez,
por el Padre Antonio y su monaguillo Andrés...

Suenan las campanas
tierra va a temblar
suenan las campanas
por América
suenan las campanas
¡oh Virgen Señora!
suenan las campanas
¡quién nos salva ahora!
suenan las campanas
de Antonio y Andrés
suenan las campanas
óyela otra vez
suenan la campanas
centroamericanas
suenan la campanas
por mi tierra hermana
suenan las campanas
mira y tu verás
suenan las campanas
el mundo vá a cambiar
suenan las campanas
para celebrar
suenan las campanas
nuestra libertad
suenan las campanas
porque un pueblo unido
suenan las campanas
no será vencido
suenan las campanas
de Antonio y Andrés
suenan las campanas
suénala otra vez
suenan las campanas
por un cura bueno
suenan las campanas
Arnulfo Romero
suenan las campanas
de la libertad
suenan las campanas
¡Por América...!

Rubén Blades

aquí puede escucharse:

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