Hacia otro horizonte


Para el día de hoy (30/04/10)
Evangelio según San Juan 14, 1-6

(Cuando nos cruje en queja la quilla de esta pequeña barca que somos, cuando el oleaje parece hacernos sucumbir, cuando andamos a la deriva en las aguas embravecidas del miedo y las miserias, cuando no podemos ver más allá de la negrura de nuestras angustias, surge fuerte en su ternura la voz del Maestro:

-No se inquieten, no tengan miedo, ¡crean!-

Su presencia mansa y su apoyo son constantes e incondicionales. No están delimitados por caracteres y personalidades, por modalidades de pensamiento ni por funciones y ocupaciones.
Es el amor el que define, y por ello mismo son muchas las habitaciones en la Casa de su Padre, pues somos muchos todos nosotros, no tanto en cantidad sino en modos de ser, como expresiones de la existencia humana.

Y como si sus palabras de Vida no nos bastaran para retornar a las aguas calmas, nos dá más. Porque siempre hay más: Jesús es fuente inagotable de vida plena y abundante.

El Maestro, para esta pequeña barca que somos, es camino, verdad y vida.

Pues sin camino, no tenemos hacia dónde ir.
Pues sin verdad, andaríamos errantes en cualquier senda de ese fracaso vital que llamamos pecado.
Pues sin vida... sólo queda el precipicio de la muerte perpetua.

Hay que redescubrir que hay otro horizonte luminoso, y hay que contárselo a los demás.
Allí está definida nuestra misión de discípulos y misioneros de Buenas Noticias, heraldos de la vida plena inmediata, mensajeros del amanecer de la Resurrección)

Paz y Bien

Dejarse lavar los pies

Para el día de hoy (29/04/10)
Evangelio según San Juan 13, 16-20

(El Dios desconocido se revela a Moisés en el desierto y lo envía con un mensaje de vida y liberación a su pueblo: debe decir que Yo Soy es quien lo manda.

Del mismo modo, Jesús se revela a los suyos, y en su Yo Soy revela su plena identidad con el Dios de la Vida; Él mismo es Dios y Dios es Jesús.

Más no se trata de una demostración de poder a la que podríamos acceder por nuestra imaginación: en ese revelarse, muestra un rostro divino increíble, y la aceptación de esa faz es el fundamento de nuestra felicidad.

Porque a contrario de cualquier especulación de la razón humana, el Dios de la Vida, el Salvador se presenta como Siervo y Esclavo que se entrega totalmente a sí mismo por los demás.

De esa identidad inseparable entre el Padre y el Hijo nace también por donación de amor, por Gracia, nuestra identidad: la felicidad, misteriosamente, brota cuando uno se olvida de sí mismo y se entrega por el bien de los demás.
Es una línea contínua de vida eterna, del Padre al Hijo y del Hijo a todos y cada uno de nosotros.

Quizás el primer paso sea dejar lavarnos los pies por el Maestro, aceptar a ese Dios Libertador de toda opresión y esclavitud que indica el camino de la plenitud haciéndose siervo de toda la humanidad.

Hay que dejar lavarse los pies, hay que comenzar a andar con pisada limpia dando la vida por otros)

Paz y Bien

Pobre Dios


POBRE DIOS

Ojalá, Señor, te llegue mi voz.
Aquí estoy.
Sin grandes palabras que decir.
Sin grandes obras que ofrecer.
Sin grandes gestos que hacer.
Solo aquí. Solo. Contigo.
Recibiré aquello que quieras darme:
luz o sombra. Canto o silencio.
Esperanza o frío. Suerte o adversidad.
Alegría o zozobra. Calma o tormenta.
Y lo recibiré sereno,
con un corazón sosegado,
porque sé que tú, mi Dios,
también eres un Dios pobre.
Un Dios a veces solo.
Un Dios que no exige, sino que invita.
Que no fuerza, sino que espera.
Que no obliga, sino que ama.
Y lo mismo haré en mi mundo,
con mis gentes, con mi vida:
aceptar lo que venga como un regalo.
Eliminar de mi diccionario la exigencia.
Subrayar el verbo “dar”.
Preguntar a menudo: “¿Qué necesitas?”
“¿Qué puedo hacer por ti?”,
y decir pocas veces “quiero” o “dame”.
Y así sigo, Dios: Aquí,
sin más, en soledad.
En silencio.
Contigo, mi Dios pobre.

José María R. Olaizola, SJ

Nuestro juicio


Para el día de hoy (28/04/10)
Evangelio según San Juan 12, 44-50

(Hay una cierta tendencia, profundamente enquistada, a pensar en un postrero juicio divino, es decir, en el final de la vida o de los tiempos en que un dios-juez evaluará nuestras conductas y aplicará las acciones punitivas que pudieran corresponder a nuestros delitos/pecados, así como también premiar vidas virtuosas.

Esa mentalidad supone a un dios -sí, así con minúsculas- que remitirá almas al infierno o, eventualmente al cielo de acuerdo a los méritos o deméritos acumulados respectivamente en el debe y el haber de la existencia terrena de cada uno.

Pero ese estereotipo impiadoso olvida a Jesús, a su Pasión y su Resurreción, a los tiempos de la Gracia y la Misericordia.

Por eso, como en la Palabra del día de hoy, el Maestro debe alzar-nos la voz.
Él solo trae Vida plena, Salvación.

Está tan identificado con su Padre, que sus enseñanzas y sus obras son las de Abbá. Jesús es Dios, y Dios es Jesús, y ese Dios no efectúa el recuento de las miserias, sino que quiere la salvación para todas sus hijas e hijos.

El juicio es ahora, y puede hallarse en el hermano que se aleja y se pierde sin reconciliación, en los ojos de los pobres sin esperanza, en los niños que languidecen a nuestro lado, en una naturaleza mancillada por nuestra desidia e indolencia, en la muerte que se propaga por nuestras omisiones.

Aún así, la voz del Maestro es más fuerte y prevalece, y la Salvación tiene un color y un perfume especial: el del hoy.

Será cuestión de prestar oídos a ese llamado a definirse que Jesús viene haciéndonos a diario, en su ofrenda increíble de vida y salvación a pesar de lo que somos... Quizás porque anda pensando más en lo que podemos ser si queremos y de su mano.

EL Reino, que es fruto del mandamiento eterno de Salvación, viene creciendo en silencio, con nosotros y a pesar de nosotros, y es imparable la alegría que crece cuando se dice que sí)

Paz y Bien


Rodear al Maestro


Para el día de hoy (27/04/10)
Evangelio según San Juan 10, 22-30

(Las dudas y la polémica desembocaban en acciones en las que bullía la insidia, el odio y una violencia en ciernes.

Lo rodean como lobos voraces, prestos a cebarse en su presa... Él, el Siervo Manso, el Cordero de Dios.
Creen que pueden deshacerse de esa molestia que significa Jesús con relativa facilidad; son incapaces de reconocer en Él a su Dios y Salvador, ni en sus palabras -Él mismo es Palabra- ni en sus obras.
Ha enseñado, ha revelado el rostro oculto y misericordioso de Dios, ha devuelto la vista a los ciegos, a hecho andar a postrados, a expulsado muchos demonios que atenazaban almas sojuzgadas.
Aún así, exigen una definición acerca de su estatus; igualmente, carece de importancia la respuesta que puedan obtener de ese Cristo en medio de ese círculo de negación. Ya lo han rechazado de antemano y ahora van por Él.

Esos mismos son los que se ensañarán con sus amigos, sus hermanos.

Pero nosotros también lo rodeamos; sin embargo, no es un cerco.
Él es el sol de nuestra existencia alrededor del cual orbitamos para que en estas pequeñísimas estrellas que somos florezca la vida.

Hay que definirse, dejar de lado tibieza y medias tintas y decidir de que lado se está, y más aún, cómo se está.
Nuestros ínfimos pasos de ovejas no pasarán desapercibidos a Su mirada.

Por ese mismo Amor que se revela en ese conocimiento profundo de cada uno de nosotros, escuchamos su voz y seguimos sus pasos. Sabemos que no hay otra cosa que nuestro propio bien el horizonte.

Pero no se trata sólo de un más allá, de una promesa escatológica: en este preciso instante, comenzamos a vivir la plenitud de la vida en Dios, de la eternidad que por un misterio insondable de su Ternura se nos regala, más allá de nuestros méritos y miserias.

En este tiempo de Gracia y Misericordia, se ha derrotado a la muerte y desterrado al miedo.

Jesús y el Padre son uno.
Jesús es Dios y Dios es Jesús, y nadie puede con Él... y por esa vida que se nos comunica, tampoco nadie puede con nosotros.

Será cuestión de seguir rodeando al Maestro para no perderse y para que nos florezca la Vida)

Paz y Bien

Del redil del Buen Pastor o del botín de los ladrones


Para el día de hoy (26/04/10)
Evangelio según San Juan 10, 1-10

(Se trata siempre estar a salvo... Se trata siempre de permanecer con vida, no sobrevivencia, sino de vida plena.

Se trata de Salvación.

Se trata de escuchar la voz de quien nos cuida, de quien busca que tengamos vida, de quien conoce a cada uno por su nombre y apellido, por sus rasgos y caracteres, con sus virtudes y defectos.
Porque para que haya vida plena se trata, ante todo, de hacer plena la identidad personal.

Y es Él, sólo Él, el Buen Pastor el que nos conoce tal como somos, y así nos llama... y por eso mismo, reconocemos su voz.

Es la contradicción maravillosa del Reino: la liberación plena sucede cuando las ovejas atraviesan la puerta -Él mismo- e ingresan al redil en donde son cuidados.

Él entra y llama, y cuando se lo escucha, todo se transforma.

Ya no estaremos al alcance de las garras de los asaltantes, ya no es posible ser botín de tanto ladrón de almas que está al acecho, lobos dsifrazados esperando sonsacar para su esclusivo provecho a las pequeñas ovejas.

No hay que tener miedo de los ladrones, aunque vengan con pieles que se asemejen a santidad y huelan a justicia.

Él nos cuida)

Paz y Bien

En sus manos, discípulos y servidores

Para el día de hoy (25/04/10)
Evangelio según San Juan 10, 27-30

(Muchos de nosotros somos citadinos, con escasa o ninguna experiencia en la vida del campo, en las eventualidades de la cría de ovejas.

Y el Maestro le hablaba a gentes que eran en su gran mayoría un pueblo pastoril; es un misterio magnífico reflexionar acerca de ese Jesús que nos vá revelando el Amor que Dios nos tiene a partir de los hechos de la vida cotidiana, de lo que más conocemos.

Y el que se dedica a los trabajos pastoriles sabe bien que la escucha de las ovejas no es sólo oir la voz del Dueño, sino más bien que se trata de una escucha atenta y obediente: en ello les vá la propia vida, las ovejas saben casi por instinto que su pastor procura ante todo mantenerlas con vida -no es animal para carnear, sino para que dé abrigo a otros desde su lana- y a la vez, se afana en que nada les falta.

Así se nos presenta Jesús a todos y cada uno de nosotros, y revela el gran misterio: el Padre y Él son una sola cosa.

Jesús es Dios y Dios es Jesús.

Ese Buen Pastor, Dios mismo, es el que sin descanso procura mantenernos con vida, y que nada nos falte.
Estamos en sus manos...

Desgraciadamente, la expresión "estar en manos de Dios" la asociamos habitualmente a lo luctuoso, a la muerte inminente de un paciente terminal y, por ello, tiene una resonancia de resignación.

Todo lo contrario: estar en sus manos implica una ternura muy difícil de describir aún con las mejores palabras.
Nada ni nadie puede arrebatarnos de Sus manos.

Mantenernos con vida, plenos, contentos -contenidos-, felices.
-Tal vez, la maravilla única de sabernos ladrones felices en el Reino de los Cielos...-

Sin que nada nos falte, especialmente ese hambre profunda que hay en todo corazón humano.

Quizás descubriendo esa ternura podamos redescubrir la alegría de sabernos ovejas, de poder reconocer y escuchar -más que oir- su Voz.

Y desde esa escucha, seguirlo.

Por eso mismo, ser discípulos y servidores es volver a ser pequeños en sus manos, y descubrir que sólo desde sus cuidados se obtenga la mejor de las lanas, la que abriga al hermano abandonado y que languidece a nuestro lado.

Sólo basta su Gracia, tener el oído atento y los pies dispuestos.
El resto, es cosa suya.

Desde allí habría que imaginarnos nuevamente, a diario, este rebaño, esta familia que llamamos Iglesia)

Paz y Bien



Señor, ¿a quién iremos?

Para el día de hoy (24/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 60-69

(¿A quién iremos, Señor?

¿A los zelotas de la violencia justificada, a los profetas del materialismo y el consumo, a los herodianos de la muerte de niños aún por nacer, a los talibanes de las falacias del mercado, a los custodios de las morales ajenas, a los fabricantes de esclavos, a los mercaderes de esperanzas fatuas, a los Pilatos del relativismos, la los fariseos apropiadores de religión y templo, a los doctores que obligan a mirar sólo hacia el final y olvidarse del ahora, a los postuladores del todo es más de lo mismo, a los defensores a ultranza del egoísmo, a los justificadores concienzudos de la exclusión y el desprecio?

¿A quién iremos, Señor?

¿Seguiremos a Narciso, tentándonos a creer sólo en el primeroyoydespuésyo, en el que todo lo puedo solo, en recluirme en mi individualismo, en no aceptar tu Palabra y tu Salvación?

-porque a veces tus palabras suenan duras, porque el Amor a veces se nos hace amenaza y hasta violencia para nuestros egos agrandados-

¿A quién iremos, Señor?

Sólo vos tenés palabras de Vida Eterna)

Paz y Bien

Como una madre


Para el día de hoy (23/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 52-59

(La vida de un niño en el vientre de su madre está sustentada por la sangre materna que corre como un río vital; y luego del nacimiento, esta pequeña e importantísima vida -en tiempos en que se promueve su aniquilación- depende de la leche de sus pechos.

Es intrínseca y amorosa y supera el hecho biológico la interrelación entre un niño y su madre.

Quizás desde allí, como niños capaces de asombrarse y totalmente dependientes de ese Dios Padre y Madre que nos comunica con amor y gratuidad su vida abundante, plena y eterna.

La identificación plena de Jesús con el Padre, de tal modo que Jesús es Dios y Dios es Jesús se extiende por un increíble misterio de ternura hacia cada uno de nosotros desde lo más sencillo, capaz de ser comprendido por un niño: el pan y el vino.

No se trata de un horror caníbal ni de orgías de sangre y horror; se trata de misterio de amor, de maravilla de Dios-con-nosotros que se ha quedado para siempre aún yéndose, y tiene el perfil trascendente de la fraternidad.

Porque imaginarnos a Cristo como alimento y bebida de modo individualista y sin compromiso, es vulnerar y traicionar su entrega incondicional.

Alimentándonos de Él, Palabra de Dios hecha carne, iniciamos el peregrinar hacia el tiempo de la Resurrección, en el último y magnífico día de su regreso.
Pero no es sólo cuestión de futuro: es el hoy de participar y trascender a nuestras miserias, a nuestros narcisismos, a nuestros individualismos, a todo egoísmo y ser partícipes ahora mismo de esa vida en Dios, abierta y ofrecida en total gratuidad a todas sus hijas e hijos sin excepción.

Ya estamos viviendo para siempre)

Paz y Bien

Con sabor a eternidad

Para el día de hoy (22/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 44-51

(El significado de Pascua es, ante todo, paso: paso de la esclavitud a la libertad, paso de la muerte a la Vida.
El Maestro nos realiza una invitación sin precedentes, increíble, maravillosa: una Pascua personal -que nunca estará desligada de lo comunitario- en donde pasemos de la mera supervivencia a la vida, y vida en plenitud.

La supervivencia supone alimentarnos, ingerir alimentos con determinadas cualidades y sabores... Pero esta Vida plena a la que todo ser humano, sin distinciones, está llamado le pertenece pura y exclusivamente al Dios de la Vida.

La eternidad, la vida sin límites, sin muerte, sin degradación, plena, abundante y desbordante es exclusiva del Altísimo.
Pero ese Dios no se comporta de un modo lógico.
Siendo Altísimo y Todopoderoso se "abajó", se hizo uno de nosotros. Y como si no fuera suficiente, se hizo esclavo y servidor de la humanidad.
Por un amor inefable, quiere compartir con todos y cada uno de sus hijas e hijos esa vida plena, eterna, sin final.

Así como para la supervivencia hace falta ingerir pan que cocinamos en nuestros hornos, para esta Vida total debemos paladear otro Pan.
Un Pan que tiene sabor de eternidad.
Cristo mismo hecho alimento para la Salvación, ese Jesús hermano de todos, buenos y malos, justos y pecadores, que inaugura los tiempos de la Gracia y la Misericordia.

La maravilla del acto de fé -que es también regalo de ese Dios Amor- implica comenzar a participar aquí y ahora en una vida nueva que proviene de Dios, acción de gracias que llamamos Eucaristía y que es don y compromiso.

Allí sucede a diario el milagro)

Paz y Bien

Necesidad vital

Para el día de hoy (21/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 35-40

(La existencia biológica del ser humano se encuentra supeditada al sustento, al alimento, a los nutrientes que incorpora.
Aún llevando una vida ascética, sin alimento -sin pan- el ser humano perece. El alimento es pues una necesidad vital.

Y hay una obviedad, tan evidente que solemos pasarla por alto: esas cosas que nos nutren y sostienen vienen de "afuera", es decir, no son propias del organismo sino que deben ser incorporadas: vitaminas, aminoácidos, proteínas, hidratos de carbono, oligoelementos, azúcares, calorías sustentan la vida a partir de algo ajeno, son dados por la mayor o menor calidad y cantidad de los alimentos ingeridos.

Ahora bien -y esto, para estas tierras tan golpeadas suele ser utópico-, en el supuesto caso de llevar toda una vida con una alimentación abundante y nutritiva, esa vida ha de llegar a su fin. La muerte biológica es parte del proceso de la vida, y debería ser tan natural como el nacer.

Pero estos son sólo procesos químico-biológicos si se quiere; y el Maestro tiene cosas para decirnos.
No es que quiera darnos un alimento de origen divino, producto de la misericordia de Dios como lo fué el maná en el desierto... Era un alimento destinado a la supervivencia, mero sustento de un tiempo difícil.

Magnífica locura del Reino, Jesús mismo se nos presenta como pan, como alimento, como dador de la vida plena, abundante e interminable.
Pan de Vida para que la vida no tenga fin, pan de vida para que nunca más haya hambre de ninguna clase, pan que colma el hambre más profundo del ser humano.

Solemos utilizar diversas falacias que justifiquen barbaridades bajo el rótulo de "es la voluntad de Dios".
Nada más equivocado y mezquino.
Este Pan revela la voluntad de Dios: que todos -todos los seres humanos, mujeres y hombres, buenos y malos, justos y pecadores- tengan vida, la tengan en abundancia y vivan para siempre.
Y por sobre todo, que ninguno se pierda esta maravillosa herencia que se nos ha legado, que es ser hijas e hijos de Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro.

Con esa bondad y generosidad, desde estos tiempos de vida que prevalece -Gracia de su amor infinito- habría que suplicar que Jesús mismo se nos vuelva necesidad vital, imprescindible y buscado a diario como el sustento que procuramos para nosotros y para los nuestros... Con la diferencia de que este Pan está siempre disponible y no se niega a nadie)

Paz y Bien

Quédate con nosotros, Señor


"Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc 24, 29).

Quédate con nosotros, Señor,
acompáñanos aunque no siempre hayamos sabido reconocerte.
Quédate con nosotros, porque en torno a nosotros
se van haciendo más densas las sombras, y tú eres la Luz;
en nuestros corazones se insinúa la desesperanza,
y tú los haces arder con la certeza de la Pascua.
Estamos cansados del camino,
pero tú nos confortas en la fracción del pan
para anunciar a nuestros hermanos
que en verdad tú has resucitado
y que nos has dado la misión de ser testigos de tu resurrección.
Quédate con nosotros, Señor,
cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas
de la duda, del cansancio o de la dificultad:
Tú, que eres la Verdad misma como revelador del Padre,
ilumina nuestras mentes con tu Palabra;
ayúdanos a sentir la belleza de creer en ti.
Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas,
sosténlas en sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos
y en la fatiga de cada día,
cuando en torno a ellas se acumulan sombras
que amenazan su unidad y su naturaleza.
Tú que eres la Vida, quédate en nuestros hogares,
para que sigan siendo nidos donde nazca la vida humana
abundante y generosamente,
donde se acoja, se ame, se respete la vida desde su concepción
hasta su término natural.
Quédate, Señor, con aquéllos que en nuestras sociedades
son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes,
con los indígenas y afroamericanos,
que no siempre han encontrado espacios y apoyo
para expresar la riqueza de su cultura
y la sabiduría de su identidad.
Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes,
que son la esperanza y la riqueza de nuestro Continente,
protégelos de tantas insidias que atentan contra su inocencia
y contra sus legítimas esperanzas.
¡Oh buen Pastor, quédate con nuestros ancianos
y con nuestros enfermos.
¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos y misioneros!

Benedicto XVI

en la sesión inaugural de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil

Señor, danos siempre de este pan


Para el día de hoy (20/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 30-35

(Muchos, al igual que nosotros, seguían aferrados al pasado, un pasado teñido de determinismo y confianza en lo mágico, pobre en fé y rico en superstición.

Le requerían así a Jesús un signo que confirmara su autoridad, siempre en tenor de magia, de espectáculo; por eso, aducen que quieren un nuevo pan del cielo, tal como les había prodigado Moisés durante 40 años, en su peregrinar como pueblo por el desierto.

Pero el Maestro los hace volver al origen verdadero -y es dable tener en cuenta que el término jerarquía, en su raíz griega, significa literalmente eso, que lleva o conduce al origen-: el maná dado a sus padres no provenía de Moisés, era un don producto de la bondad y la misericordia de Dios para con su pueblo.
Y era un don que a la vez era signo, remitía y señalaba más allá de sí, más allá inclusive de la supervivencia y el sustento.

Les falta -nos falta- madurar en la fé; a pesar de todo, saben que hay más, mucho más en ese Rabbí que los vá llevando de la mano con ternura.
Está bien preocuparse por el sustento diario, pero todo no termina allí... Hay un hambre y una sed más profundas que sólo pueden ser saciadas por el pan verdadero bajado del cielo, Maná Santo y Eterno, Jesús, hermano y Señor nuestro.

Con la multitud, afirmamos esperanzados: -¡Señor, danos siempre de este pan!-
Porque morimos de intrascendencia, porque desfallecemos de mundanidades perecederas, porque nada nos satisface. Sólo vos.

Quizás haya que hacerse niños como Él nos enseñó: probablemente desde allí nuestro ruego sea más auténtico.
Un niño habla con verdad y confianza cuando le dice a su papá -¡Tengo hambre!-
Y Abbá no nos dejará caer de hambre ni desfallecer de sed.

Su Hijo se ha quedado entre nosotros para siempre, hecho Pan de Vida, hecho Vino de Alegría para que la vida sea plena y nunca termine)

Paz y Bien

Madre de los ausentes

MADRE DE LOS AUSENTES

Entra en casa y verás el frío que hace, con el cristal de la Alegría roto
y el Pecado azotando como un viento...
Se cruzan los hermanos sin mirarse,
ausentes de alma a alma.
Funcionan la cocina, la tele y la nevera, y la electricidad suple al Amor;
y cantan las monedas como urracas, cazadas bobamente, por todos los rincones.
¡Pero toda la casa está llena de ausencia!
(El Pan de cada día se calcina en los hornos electrónicos.)

El mundo está vacío como un cántaro, abultado de sed.

Desgajada, la piel, del sol que los ciñó con sus pañales,
emigrantes del agua cercada de la esposa,
desguarnecidos de los torreones de los hijos, flotantes
como lonas de cámping;
deportados en masa, como unos campamentos de llanto y de vergüenza:
emigrantes, ausentes, perdidos, locamente perdidos por la estepa asolada y sin retorno.
Lejanos a dos palmos de distancia;
partidos por el hacha de los celos,
en el patio de casa. ¡Inmensamente
ausentes de los hombres
los hombres...!

Entra y verás qué frío.
(Tú no emigraste nunca así de ausente.
La Patria te envolvía caminante, como una brisa dócil,
con un tacto de anémonas.
Y en la orilla del Nilo, la orilla de José te conducía al paso de paloma,
y el torreón del Hijo te crecía en los brazos.
¡Las espadas de Herodes no cabían entre Cristo y tus ojos!
¡La Presencia llenaba, en Carne viva, las noches de tu ausencia!).

Hasta la mesa del Altar separa a los hermanos.
Nos bebemos de espaldas el vino de la Fe, y el Pan antiguo
se nos desmiga, seco, entre los dientes.
La Túnica inconsútil que bordaron la aguja de tus manos y el oro del Espíritu
viste al Hijo del Hombre, desgarrada, de una nueva miseria,
en harapos de incógnito...

Inmensamente ausentes los hombres de los hombres:
¡inmensamente ausentes
de Dios...!
(El cántaro del mundo está vacío junto al pozo de Dios abierto en vano).
Entra en casa y verás cuántos hijos le faltan a la mesa del Padre. '
Se han partido la herencia con las uñas, y viven
como pueden, borrachos de tierra, igual que topos.
Viven porque les toca vivir, como la grama...
¡muertos!

Madre de los ausentes,
umbral de la ternura recobrada,
postigo del retorno vergonzante:
todos los hijos pródigos te llaman, sin saberlo,
con la boca vacía bajo los algarrobos desmayados
mientras muere la tarde sin respuesta,
en la ausencia de Dios ...

Refugio de los muertos pecadores, hogar de todo llanto:
tú que sabes la pena de haber perdido a Cristo
y buscarlo en las calles, día y noche,
y preguntar inútilmente a todos, desvivida en la busca de su Cara...,
¡recoge en la gavilla de tus brazos a todos los dispersos,
abre la puerta a todos los pródigos que llaman, tiritantes
de neón y de frío,
y acógelos a todos, oh seno de la Vida!,
¡congréganos a todos bajo el techo del júbilo paterno,
con el pan del Amor entre las manos nuevas!

Dom Pedro Casaldáliga, cmf
Obispo Emérito de Sao Félix de Araguaia, Brasil

En búsqueda del hambre

Para el día de hoy (19/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 22-29

(La multitud que se había saciado con los panes y peces multiplicados por Jesús estaban algo confundidos.
Con su hartazgo de pan a cuestas, habían visto partir a los discípulos en la única barca que había por allí, pero el Maestro no iba con ellos. No obstante, el Señor ya no estaba allí.

Ellos se quedaron en la otra orilla, y cuando en otras barcas logran atravesar el lago hasta Cafarnaúm, logran encontrarlo.
Siguen sin entender como hizo para llegar hasta allí; ellos no habían visto a Jesús caminar sobre las aguas, por eso la pregunta -¿Maestro, cuando llegaste?- encierra también un -¡¿cómo llegaste!?-.

Pero Jesús no tiene intención de subsanar una inquietud banal; sabe que la pregunta se corresponde con el hartazgo de pan, y con los signos no como señales que conducen la mirada más allá, sino los signos, los milagros como cosas mágicas, como hechos que no sobrepasan lo espectacular.

Y entonces queda revelada la misión que está íntimamente unida al pan que se comparte.
Hay que ir más allá, dejar la orilla opuesta del hartazgo y la comodidad, buscar acallar el hambre de los cuerpos pero con la lógica del Reino que busca el Pan de Vida, pan que alimenta para la plenitud, pan que no perece, pan para siempre.

Será entonces cosa de invertir la cuestión: habrá que hacer lo indecible para aplacar el dolor del hermano acuciado por el hambre y a la vez, suplicar para nosotros mismos que nos sobrevenga el hambre.

Si, muchísimo hambre, un hambre incontenible, un hambre que nos duela tanto que nos movilice, que nos saque del letargo de ciertas rutinas espúreas, un hambre que nos obligue y comprometa y que nos haga intolerable el hambre del hermano que sufre.

Un hambre del Pan de Vida, Jesús mismo entre nosotros y para siempre, fuerza inagotable para realizar la obra de Dios: su Reino y su Justicia)

Paz y Bien


Con la confianza de Dios puesta en nosotros

Tercer Domingo de Pascua

Para el día de hoy (18/04/10)
Evangelio según San Juan 21, 1-19

(Luego de la Pasión, los discípulos estaban entristecidos y temerosos.
En parte, por los hechos de dolor que habían vivido, por haberse quedado solos. Pero especialmente también, porque Judas no fué el único que quebró la confianza de Jesús.

Porque Judas lo había vendido por monedas, porque Pedro lo había negado decididamente tres veces, porque los otros discípulos -ante la inminencia de su arresto y su juicio- corrieron a esconderse asustadísimos, y dejaron a su Maestro enfrentando a sus enemigos y a su Pasión en plena soledad.

Sin duda, lo amaban, pero su fé aún había de madurar; María de Magdala les había contado que Jesús estaba vivo y ellos, atados a viejas ideas, estaban temerosos de que Él regresara a cobrarse deudas, que volviera a vengarse de sus traiciones.

Ellos, con todo lo que habían vivido, seguían atados a lo viejo, a lo pasado; Jesús había muerto y el Reino que les había presentado era sólo una bella idea que quedaba en el pasado de un tiempo mejor que el presente.
Por eso vuelven al oficio viejo, vuelven a ser pescadores galileos, ya no tienen demasiado interés en ser pescadores de hombres como el Maestro les había enseñado.

Están en la barca, y todo es oscuro y ni un pececito pueden obtener; es la noche estéril de cuando Jesús está ausente.

Sin embargo, escuchan una voz desde la orilla que les manda echar nuevamente las redes.
Como pescadores experimentados, era una locura: si toda la noche había sido en vano, para qué?. Pero son hombres de fé también, y aún con incertidumbre, lanzan las redes... y sucede lo impensado:
la quilla expresa su descontento por el sobrepeso, la barca casi se hunde de la cantidad de peces que han recogido.

Uno de ellos, el discípulo amado, se dá cuenta: el Señor está en la orilla!.
Las redes desbordan de peces, pero no se rompen ni se hunde la barca.

El Señor los espera en tierra con la comida lista: un pez sobre las brasas encendidas y pan. Él reparte el pan, y les manda agregar frutos de la pesca al fuego encendido.

En la tarea de dar de comer a los hermanos estará siempre haciéndose presente el Maestro, pero ahora está expresamente encomendada a sus amigos.
Sucederá el milagro de la Eucaristía cada vez que sus amigos se reúnan en su nombre y en su memoria a partir y compartir el Pan Bendito. Y sucederá el milagro de la solidaridad cuando sus amigos se hagan cargo del hambre que aqueja a tantos, haciéndolo propio, convirtiendo la necesidad del otro en propia y prioritaria.

Satisfechos por el sustento y colmados por la presencia del Resucitado, nada podrá con los discípulos.

Y hay un apartado especial, un momento muy personal que sucede entre Pedro y Jesús.
Por tres veces Jesús le pregunta a Pedro -¿Me amas?- -¿Me quieres?-
Pero es más una afirmación que un quitarse toda duda por parte del Maestro.

Pedro, aquel pescador impetuoso que con la rapidez del canto del gallo lo había negado, es llamado a llevar paz a las ovejas del Buen Pastor, a cuidarlas y protegerlas...El mismo Pedro que lo ha negado a conciencia, el mismo Pedro que quiere quedarse cómodamente instalado cuando Jesús se transfigura en el Tabor, el mismo Pedro de tantas idas y vueltas y vacilaciones de los primeros tiempos.

Nada será igual, ha sido vencida la muerte y es el destierro definitivo de los imposibles.
Es el tiempo de la Gracia y la Misericordia.
Abbá Dios construye comunidad, familia, Iglesia desde su infinito Amor, con su corazón puesto en esa increíble y maravillosa que deposita en todos y cada uno de nosotros, pedro, tomases y magdalenas.

Él construye, Él hace fructuosa la pesca e invita al hombre a la tarea de dar de comer a sus hermanos y edificar la paz del Reino.

Es tal esa confianza puesta en nosotros que no importa el pasado, no importan las traiciones, no importan los pecados, no importa una historia de miserias y quebrantos.

Sólo importa el amor)

Paz y Bien



Tu rostro en cada esquina


Tu rostro en cada esquina

Señor, que vea…
que vea tu rostro en cada esquina.
Que vea reír al desheredado,
con risa alegre y renacida
Que vea encenderse la ilusión
en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.
Que vea los brazos que,
ocultos, pero infatigables,
construyen milagros
de amor, de paz, de futuro.
Que vea oportunidad y llamada
donde a veces sólo hay bruma.
Que vea cómo la dignidad recuperada
cierra los infiernos del mundo
Que en otro vea a mi hermano,
en el espejo, un apóstol
y en mi interior te vislumbre.

Porque no quiero andar ciego,
perdido de tu presencia,
distraído por la nada…
equivocando mis pasos
hacia lugares sin tí.

Señor, que vea…
que vea tu rostro en cada esquina.

José María R. Olaizola, SJ

En medio del mar embravecido y la noche oscura


Para el día de hoy (17/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 16-21

(El Mesías no cuadraba con las espectativas de los discípulos. No podían entender a un Libertador de Israel que ofrecía la vida plena a todas las naciones, que hablaba de amor y mansedumbre, que renegaba del poder, que se hacía servidor de todos por igual.
A veces, a nosotros tampoco nos cuadra ese Jesús al que queremos exacto en nuestros moldes.

Por eso, suben a su barca y se van.
Por eso, le damos la espalda de nuestro orgullo y partimos.

Pero en cubierta, iban solos. Habían dejado en tierra a su Maestro, no habían querido aceptar su luz.
Y es cosa seria y peligrosa navegar sin luz: sobreviene la oscuridad, la noche nos traga, el viaje se hace incierto y peligroso, el mar se encrespa y el riesgo de zozobrar está ahí, más patente que cualquier confianza.

Y allí, justo allí, en el momento en que parece sobrevenir el fin y deviene la catástrofe, cuando parece que ya no hay nada más que esperar que una tragedia, viene Él.
Viene caminando sobre las aguas, porque no hay tormenta -por más bravura que muestre- que pueda detenerlo.

Inmersos en el miedo junto con los discípulos, al ver que a pesar de la tempestad Jesús viene a nosotros, se nos agolpan los temores.

Pero ante todo, no hay recriminación: -No tengan miedo- nos dice a cada paso, en toda angustia, en cada temporal.

Hay algo que de tan obvio se nos puede escapar: Jesús, al caminar sobre las aguas, muestra y demuestra que no necesita de barca alguna...
Somos nosotros los que necesitamos embarcarnos mar adentro en estas aguas del mundo, para cumplir nuestro sino de pescadores, nuestro destino de mantener a los pequeños peces con vida.

Quizás entonces, en estos tiempos de alegría por la Vida que prevalece y que llamamos Pascua, haya que replantearse si en nuestros barquitos viene el Maestro a bordo... y cederle con serenidad y confianza el timón.

No hay tormenta ni temporal que se resista a su Palabra y a su Presencia)

Paz y Bien



Padre Dios - una canción-

(Una canción para compartir, para orar dos veces como decía San Agustín,
para mantener -a pesar de todo lo que nos pase-
el corazón vestido de fiesta: ¡Dios nos quiere, Jesús vive!.
Un pequeño detalle: Ñamandú es el nombre
con el que nuestros hermanos guaraníes llamaban y llaman
al Creador del Universo, Dios de la Vida... Padre de Jesús y Padre nuestro.
Desde ese Espíritu que nos hace celebrar con los más pequeños
y descubrir la mano del Creador en las cosas más sencillas,
un deseo de un fin de semana pleno en la alegría
y la esperanza del Resucitado.
Paz y Bien.
Ricardo)

PADRE DIOS

Nuestro Dios hizo el cielo y la tierra,
nuestro Dios hizo el agua y el sol;
nuestro Dios invento la semilla,
y mantiene mi respiración.

Nuestro Dios hizo el hombre a su imagen,
y varón y mujer los creó;
y les puso la vida en las manos,
dándoles Su poder creador.

Y ese Dios, Ñamandú, Dios Yahvé,
es el Dios de Jesús, el Señor.
Y ese Dios será hoy como ayer,
Padre Dios, nuestro consolador.
Para El, Padre Dios, para El, cante y baile nuestro corazón.
Para El, Padre Dios, para El, cante y baile el pueblo de Dios.

Nuestro Dios invento el arco iris,
y su vuelo le dio al picaflor;
nuestro Dios hizo la primavera,
Su Obra cumbre es la resurrección.

Nuestro Dios es ternura y paciencia,
nuestro Dios tiene un gran corazón;
es el Dios defensor de los pobres:
providencia, justicia y perdón.

Julián Zini

aquí puede escucharse:

Milagros compartidos

Para el día de hoy (16/04/10)
Evangelio según San Juan 6, 1-15

(Dando un salto de fé, podemos ubicarnos allí, junto a la multitud, a los discípulos y al Maestro.

Jesús levanta sus ojos, y vé a la multitud que viene a Él; su mirada está cargada de amor hacia cada una de esas personas que lo buscan, que quieren estar cerca suyo.
Y su mirada hoy, ahora, está posada sobre cada uno de nosotros. La Misericordia -como todas las cosas del Reino- sucede ahora, se traduce siempre en tiempo presente.

Una multitud que se extiende hasta donde llega la mirada, una multitud cansada y hambrienta, una imagen de este mundo por el que peregrinamos junto a multitudes anónimas, agobiadas y desfallecientes.

Con sus ojos fijos en las gentes y en todas sus necesidades, la lógica indicaría que el Señor bien podría haberse encargado Él solo de solucionar cualquier problema al respecto.
Sin embargo, hace partícipes a sus amigos y discípulos, interesándolos en el problema, haciéndolos parte del mismo y juntos, buscando la solución.

Porque es año de Gracia y Misericordia y Dios se ha hecho uno de nosotros: por ello, el Reino y la Salvación serán de ahora en adelante cosas de Dios y el hombre.

Jesús -como siempre en los Evangelios y en nuestras vidas- dá el primer paso; Él, frente al problema de alimentar a tanta gente, podría haber consultado a Judas, que era el ecónomo de entre los Doce.
Sin embargo, las razones del Reino discurren por maravillosas vías a veces muy diferentes a las razones humanas. Por ello su pregunta la dirige a Felipe, y en la inquietud que le plantea lo involucra y nos involucra a abrir nuestros ojos a las necesidades de los demás. Y esto es también rasgo amable y primordial del Reino de Abbá, Padre suyo y nuestro.

Felipe dá una respuesta impregnada de razón... humana. Aún debe aprender a caminar la vereda de la fé que confía en la Providencia. Y Andrés, hermano de Pedro y pescador también, es otro que vé la necesidad del prójimo y quiere involucrarse. Pero su mirada es también de corto alcance, sus ojos no son los del Maestro.

Pero había allí un niño, un muchacho que llevaba consigo un almuerzo de pobres: cinco panes de cebada y dos peces. En mentes impregnadas de mundanidad, no alcanza ni para empezar.
Pero el muchacho, el niño, no duda y se lo entrega a Jesús.
Y desde esa entrega generosa -era su comida- desinteresada y sazonada de confianza sucede el milagro -quizás debamos tener una fé como nos decía el Maestro, si no se hacen como niños...-

El Señor, anticipando la Cena Pascual que en breve tendría con sus amigos, bendice los alimentos, dá gracias y reparte panes y peces.
Todos quedan saciados, nadie queda hambriento, y así y todo sobran muchos panes, tantos para llenar doce canastos a tope.

En este tiempo Pascual, es buena hora para volver a las necesidades de los hermanos y a nuestra confianza en ese Jesús que atento al hambre de tantos, se hará Él mismo Pan de Vida y bebida de Salvación.

La Pascua es también el tiempo de redescubrir la abundancia de la bondad y la misericordia de un Dios constantemente preocupado por sus hijas e hijos, un Dios capaz de entregarse a la muerte por salvarlos a todos, un Dios que derrotará la última frontera.

Es el tiempo de la vida plena y abundante como lo fueron esos panes... Tan abundantes que alcanzan hasta el día de hoy, cuando lo compartimos en la Cena del Señor.
Y hay más, mucho más, para los que aún no han llegado)

Paz y Bien

De lo dado sin medida


Para el día de hoy (15/04/10)
Evangelio según San Juan 3, 31-36

(Él ha venido de lo alto, y está por encima de todos.
Sin embargo, se ha hecho servidor y esclavo de cada mujer y cada hombre.

Él habla palabras que no se dispersan en el aire, solo Él tiene palabras de eternidad.

Él es totalmente transparente: dá testimonio fiel de lo que ha visto y oído de su Padre. Están unidos de tal modo que quien lo vé a Él vé a su Padre.
Jesús es Dios y Dios es Jesús.

Quien lo reciba a Él y acepta su testimonio, se convierte en fedatario de la verdad que libera, Dios con nosotros.

Todo ha sido puesto en sus manos, absolutamente todo en esas manos traspasadas por dos clavos hechos de hierro y pecados.
Le ha sido dado el Espíritu sin medida.

Y por una cuestión sencilla -nosotros somos los que constantemente tendemos a opacarnos, a complejizar todo- no se queda con nada de lo que le ha sido dado.
Todo lo que le ha sido dado, todo lo dá, ahora, hoy mismo, en este preciso instante.

La Salvación sucede en este momento que escribo, en este momento que lees.

Él nos dá a cada uno de nosotros todo lo que a su vez el Padre le ha entregado.
No hay que hacer méritos, acumular puntajes ni aumentar el haber en la cuenta de la virtud.

Se trata de permitir que ese Espíritu dado gratuitamente, sin medida, en este momento, nos transforme en nuestra totalidad mental, espiritual, corporal.

Ese don infinito e increíble que es la expresión creadora del Amor de Dios es que nos hace decir ¡Abbá!, nos hace orar. Las primacías, los primeros pasos siempre son de Él hacia nosotros.

Y en clave de misión, es ese Espíritu que hoy nos impulsa a llevar el mensaje de perdón y reconciliación que salva y sana, que pone fin a la esclavitud y al hambre de tantas hermanas y hermanos nuestros.

Hálito de vida que nos sostiene, Fuerza de Dios que alienta la vida plena y abundante, Espíritu del Resucitado regalado a nosotros sin medida para que la vida prevalezca desde ahora mismo y en la eternidad también)

Paz y Bien


Dios Familia


(Una canción que muchos de nosotros amamos, cuyo autor es el padre Julián Zini.
Habla de esas verdad que deberíamos vivir
y que nos debería hacer vivir plenos a diario.
Y como toda verdad, suena mejor y se entiende más cuando,
como en este caso, está cantada por niños.
Paz y Bien
Ricardo)
DIOS FAMILIA

Cada vez que nos juntamos,
siempre vuelve a suceder,
Lo que le pasó a María
y a su prima la Isabel:
Ni bien se reconocieron
se abrazaron y su fe
se hizo canto y profecía,
casi, casi un chamamé.

Y es que Dios es Dios familia
Dios amor, Dios Trinidad,
de tal palo tal astilla,
somos su comunidad
Nuestro Dios es Padre y Madre,
Causa de nuestra hermandad.
Por eso es lindo encontrarse
compartir y festejar.

Cada vez que nos juntamos
siempre vuelve a suceder
Lo que dice la promesa
de Jesús de Nazareth:
-Donde dos o más se junten,
En mi nombre y para bien,
Yo estaré personalmente,
Con ustedes, yo estaré.-

Cada vez que nos juntamos,
Siempre vuelve a suceder,
Lo que le pasó a la gente,
Reunida en Pentecostés:
Con el Espíritu Santo,
Viviendo la misma fe,
Se alegraban compartiendo,
Lo que Dios les hizo ver.

Julián Zini

aquí se puede escuchar:

Un dios que castiga o el Dios que es Amor

Para el día de hoy (14/04/10)
Evangelio según San Juan 3, 16-21

(El motivo y la clave-llave del misterio de la Salvación es uno e infinito: el amor de Dios por el mundo.

Ese Amor del Dios de la Vida se expresa en Jesús, nuestro hermano y Señor.

En toda mujer, en todo hombre, hay una pequeña llama incandescente que es reflejo de quien nos ha Creado con manos de ternura. Jesús ha sido enviado para que nadie pierda esa condición irrevocable de ser hijo.

No debemos dejar de insistirnos continuamente: Jesús ha venido para que el mundo se salve por Él, no para la condenación y el castigo.

Nuestro Dios es Misericordia y ternura; quizás haya que pensar en desterrar de mente y corazón esa imagen que hemos creado -probablemente para nuestra conveniencia- de un dios que castiga, que espera con el cadalso preparado el juicio final.

El juicio es ahora, y la Salvación tiene sonido de tiempo presente.
Jesús es Dios y Dios es Jesús, y Él obra ahora mismo, en este preciso instante por su Pasión y su Resurrección en nosotros.

Tan grande es su Amor y su confianza -Él cree en nosotros más de lo que nosotros creemos en Él- que se ha anonadado, se ha vuelto débil e indefenso, aparentemente derrotado y humillado en el dolor... para que nadie vuelva a quedar a merced del poder que somete, socava y humilla al hermano.

La Salvación es aquí y ahora, y la ha dejado por esa misteriosa confianza en nuestras manos.
Es nuestra elección, y no es sólo una toma de posición y una definida opción de determinados valores.
Implica un cambio total en la vida, implica decidirse a amar como Jesús ama... nada menos.

Quizás -sólo quizás- desde ojos de niñas y niños podamos en este horroroso mundo que sólo habla de opresión y muerte volver a descubrir asombrados lo que Dios Padre y Madre ha hecho por todos y cada uno de nosotros.

En el nombre de Jesús.
Y en su nombre está definida su misión y nuestra vida: Yehoshua, Yahveh Dios Salva)

Paz y Bien


Ruah

Para el día de hoy (13/04/10)
Evangelio según San Juan 3, 7b-15

(¡Ruah!
El Espíritu de Dios es viento, impulso, aire, aliento de vida.

¡Ruah!
El Espíritu aleteaba sobre las aguas primordiales, y es realidad creadora y re-creadora.

¡Ruah!
Soplo del Dios viviente en la eternidad y en la realidad del hombre, que lo impulsa más allá de los límites que se autoimpone.

¡Ruah!
Espíritu de Dios, Espíritu libre que trae la libertad de la verdad plena.

En nuestra soberbia, creemos que mediante algunos canjes semipiadosos podemos determinar su ruta.

Pero el Espíritu puede percibirse, aunque no puede saberse su hacia dónde... Sí su meta, la vida plena, la eternidad.

¡Ruah!
Espíritu del Resucitado, soplo del Maestro glorificado luego de su muerte en la cruz que nos llama a navegar en el mar de su Dios, que es el nuestro y es Él mismo.

Una barca nueva para un mar distinto: hay que renacer, renacer a una vida nueva libre de las ataduras a las que solemos aferrarnos por el miedo a quedarnos sin las falsas seguridades de la comodidad.

¡Ruah!
Vamos camino a Pentecostés de la mano del Dios Viviente que reconocemos cuando el pan se comparte y cuando por pura Gracia Él se queda allí hecho bebida y alimento.
Habrá que decidir morir de una buena vez a todas nuestras miserias, pasar por la cruz para nacer a una nueva vida que no se termine.
El Maestro lleva en sus hombros el peso mayor, y su Espíritu no nos deja caminar a ciegas)

Paz y Bien

Nicodemo, o renacer al misterio

Para el día de hoy (12/04/10)
Evangelio según San Juan 3, 1-8

(Nicodemo era un hombre importante entre los fariseos; su relevancia pasaba no sólo por su posición social y económica, sino también por sus conocimientos de la Ley. Por eso mismo intregraba el Tribunal Supremo de Israel, el Sanedrín.

Muy probablemente era un hombre de profusa piedad y nutridos conocimientos; a la vez, bullía en su alma un fuego de justicia, y algo lo ligaba a ese Rabbí de Galilea.
Recordemos: Nicodemo sería la única voz valiente que apelaría a la conciencia de sus pares en el juicio injusto del Sanedrín a Jesús.
Y en una tumba de su propiedad -probablemente excavada para él mismo- reposaría el cuerpo muerto de Jesús.

Nicodemo vá en la noche a ver a Jesús: vá en el atardecer de su vida -era un hombre de avanzada edad-, vá al caer la tarde y asomar la noche, pero especialmente vá en la noche oscura de su razón.
Porque una razón aferrada sólo a la limitación de sus ideas, al alambrado de sus manuales y tratados es una razón con destino borroso, opaco e incierto.
Ha perdido la capacidad de aceptar y degustar el misterio, lo inconmensurable, lo que está más allá de sus límites.

Y, precisamente, el Reino de Dios es el Reino de lo inesperado, el trigal de las sorpresas.

Aunque Nicodemo tenía en gran estima al Maestro, sólo lo miraba desde la mirada que le permitían sus propios lentes. Esa miopía de su corazón le decía que los signos -los milagros-, provenían de Dios...pero nada más.
Y un signo es literalmente eso, signo, segno, señal; lo que importa no es tanto el acto milagroso sino más bien hacia donde se apunta, por cual vereda se quiere que transitemos.

El Maestro sabe mejor que nadie qué urdimbre hay en cada corazón: por eso, impulsa a Nicodemo a ir más allá, a descubrir el aquí y el ahora del Reino de Abbá Padre suyo y nuestro.

Ni modo: Nicodemo insiste en medir con la vara de la lógica humana la ilógica maravillosa de la vida en el Espíritu. Por esa razón entiende el renacer en su literalidad y no en su significado profundo.

Todos tenemos mucho de Nicodemo, y en cada uno está el impulso ¡diario! a nacer de nuevo.

Hemos dado el primer paso desde el Bautismo: desde esas aguas nacimos a la vida de hijas e hijos de Dios.
Pero no basta, y la noche se acerca.

Hay que nacer de nuevo, a la libertad plena del Espíritu, ese Viento de Dios que tiene una dirección y un rumbo precisos, pero que erróneamente creemos a veces que podemos conducir.

El Espíritu nos llevará a lugares impensados dentro del propio corazón. Y en este sino de pescadores que somos, debemos izar nuevas velas: las que se despliegan y se muestran alegremente henchidas cuando descubren el misterio.)

Paz y Bien

Desde las llagas y las heridas


Segundo Domingo de Pascua
Dominica in Albis - Domingo de la Divina Misericordia

Para el día de hoy (11/04/10)
Evangelio según San Juan 20, 19-31

(El Resucitado se hace presente a los discípulos en un momento concreto, en la vida real, cotidiana.
La Palabra en este aspecto -y en todos, claro está- es diáfana, tan blanca como este Domingo después de Pascua: los discípulos se encontraban reunidos con las puertas fuertemente cerradas por el temor de lo que podría sucederles.
No se encontraban en el Templo; no estaban de misión, no caminaban prodigando signos de curación, no estaban partiendo el pan, no estaban orando.

Estaban encerrados por el miedo, y allí, justamente allí, el Señor se aparece, se hace presente.

Quizás sea tiempo de preguntarse si no debemos descubrir al Dios Viviente, al Resucitado en los hechos de todos los días, en la cotidianeidad antes que en lo que entendemos como puramente religiosos... Quizás sea porque Él quiere que transformemos la totalidad de nuestras vidas, y no un aspecto puntual, el religioso, el cultual.

Y a no caerse: cuando campea el miedo y paraliza el temor, como si fuera de la nada, viene Él, el mismo que murió y lleva las marcas del dolor, las huellas de la Pasión y que ahora vive.
Su Palabra despeja cualquier nube que nos amenace con robarnos el sol: -¡La paz esté con ustedes!-. Y es la primacía de su auxilio la que llega, aún antes que supliquemos ayuda.
Su auxilio viene, está en movimiento por iniciativa de su corazón infinito, gratuitamente, Gracia pura.

Y sopla su Espíritu, y envía a sus discípulos como Él mismo fué enviado.
Él es el primer apóstol, Enviado de Abbá Padre suyo y nuestro.
No les habla puntualmente a los Once, sino a los discípulos, a Pedro, Santiago, Juan, a vos, a , a ella, a él, a mí, a todos nosotros.

La misión es de Salvación, el camino es ofrecer y regalar el perdón.
El mundo ofrece numerosas y productivas versiones de la Ley del Talión, habla de separación, de odios, de rencores mantenidos ad infinitum.
Y nosotros somos enviados en misión de Reconciliación, misión de cura y esperanza, Buena Noticia de sanación y liberación plena.

La misión es pascual: es llevar el mensaje de un Dios hecho uno de nosotros, muerto en la cruz, con laceraciones a la vista, pero Resucitado.
Misión que renueva la esperanza en un mundo que conoce demasiado bien la muerte y el dolor.

Ese día que Jesús se apareció, Tomás no estaba allí.
Cuando los otros le cuentan lo sucedido, se niega a creer en que su Maestro está de vuelta, ¡vivo!, hasta no tocar sus llagas y sus heridas.

Habría que detenerse aquí un momento: hay una tendencia no demasiado agradable que tiende a defenestrar o censurar la actitud de Tomás.
Mirémoslo desde otro lado: Tomás creía, Tomás había dejado todo por ir con Jesús, Tomás había visto sufrir y morir al Maestro a quien amaba.
Seguramente tenía una que hacía pié en su amor, pero era una que precisaba madurar; sin embargo, no se conforma con la "idea" de un Señor Viviente que sea distinto del que él mismo vió ser torturado y morir.
Tenaz y tozudamente, se mantiene en sus trece una semana entera, posiblemente resistiendo las recriminaciones de los Once.

Y viene el Señor, y no reconviene ni critica.
Muestra sus llagas, los orificios de sus manos, la herida de la lanza e invita a Tomás a tocarlo... Y Tomás deja quietos sus dedos, y confiesa de modo conmovedor en su contundencia: -¡Señor mío y Dios mío!-.

Probablemente no haya en las Escrituras una confesión de tan expresa y raigal.
¡El Crucificado es el Resucitado!

Es misión también, y es llamado de atención para cuando cerramos las puertas de esta comunidad, familia que llamamos Iglesia.
Ninguna puerta detiene la presencia del Señor.
Y con Tomás, impulsados por el Espíritu, descubrimos al Crucificado vivo, a Jesús Resucitado... al ver las llagas y heridas de nuestros hermanos caídos a la vera del camino, tirados en la noche de la desesperanza, sometidos en la esclavitud de palabras de muerte.
Perder la capacidad de ver esas llagas y heridas es no poder descubrir a nuesto Cristo muerto y Resucitado para la Salvación de toda la humanidad.
Más aún: no ver las llagas y las heridas del hermano es renunciar expresamente a ser testigos del Resucitado.
Son muchos, muchísimos, hay vastos calvarios llenos de hermanos crucificados a los que no les ha llegado la gran Noticia de la Resurrección.
Hay que dar aviso del perdón y la Gracia, nada ni nadie debe quedar sin saber que la muerte no tiene la última palabra.
La Palabra vive, y esa Palabra se expresa a menudo en el silencio de una vida entregada por el bien de los otros, el Pan Santo cuerpo de Jesús que se comparte para que tampoco haya panzas vacías ni almas macilentas.

Es año de Gracia y Misericordia.
Gracia, pues nada se pide a cambio, es pura donación y acción de amor.
Misericordia, pues hay que poner el corazón en las miserias del que sufre, identificarse totalmente con el oprimido, desde las situaciones de la vida diaria.

Amar como ama Jesús, el Resucitado que trae la paz y el perdón a nuestras almas temerosas y lastimadas).

Paz y Bien

Dos Marías

Sábado de la Octava de Pascua

Para el día de hoy (10/04/10)
Evangelio según San Marcos 16, 9-15

(El Dios de la Vida no quiso dejar a sus hijas e hijos librados a su suerte, esclavos de sus miserias; por eso hizo morada entre nosotros, uno más entre todos.
Para ello, el Todopoderoso... le pide permiso con una delicadeza increíble a una ignota muchacha judía de una aldea con no muy buena fama.
La primacía del Emannuel, Dios-con-nosotros, vendría por la fé y el amor de esa muchacha, María de Nazareth.

Dios con nosotros, Dios entre nosotros, Dios salva: el Hijo de esa muchacha galilea y de Abbá caminó tres años revelando la Buena Noticia de que Dios nos ama por sobre todas las cosas; y que nos ama hasta el fin.
A tal punto, de afrontar el cáliz terrible de la muerte en la cruz.

Pero no era un final, sino un nuevo comienzo: ese hijo de María, Jesús, habría de resucitar.
La muerte ya no tendría la última palabra, y ésa misma, la mejor de todas las noticias, había de avisársela a sus amigos.

Jesús es Dios y el Dios de la Vida es Jesús, y ha vencido a la muerte, y existe en la historia de la Salvación otra mujer, otra María que tendrá la primicia del fin de la noche.

María, la de Magdala, llamada la Magdalena.
Se han dicho demasiadas cosas acerca de ella; no hace mucho tiempo, bajo el pretexto de una profusa investigación, se ha construído una enorme falacia que dió por resultado un pingüe negocio editorial y fílmico.
En la Tradición de la Iglesia, lamentablemente se la ha pretendido estigmatizar asociando su imagen a la de una prostituta conversa...Nada más erróneo.
Y tristemente, los mismos apóstoles descreyeron del testimonio maravilloso que ella portaba: ¡Jesús está vivo!

María de Magdala, desde su fé y su amor, se convierte en discípula y evangelizadora, aún antes que los mismos Once y en su misma estatura y dignidad, y dá el testimonio del Resucitado -el testimonio que a la vez, dá sentido a nuestras vidas y es nuestra misión: anunciar la Buena Noticia a toda la creación.

María de Nazareth, Madre de Jesús y Madre Nuestra.
María de Magdala, testigo y evangelizadora.

Han pasado siglos y aún seguimos teniendo graves discusiones y exclusiones por cuestiones de género.

Dios ha hablado: Dios ha confiado en quien nadie confía, y desde ellas revela a su pueblo su rostro materno.

Ese mismo Dios que se nos revela Padre y Madre.

Quiera el Espíritu del Resucitado acompañarnos en la comprensión alma adentro y en ser testigos y servidores como ellas)

Paz y Bien


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