Padre Nuestro, hermano mío: la oración verdadera

Para el día de hoy (17/06/10)
Evangelio según San Mateo 6, 7-15

(La repetición de palabras vacuas, que ostensiblemente tiene por objeto forzar la voluntad de Dios para obtener sus favores debería sernos ajena.

Por ello, Jesús al prevenirnos contra este modo de religiosidad, nos invita a no tratar de hacernos escuchar por Dios, sino más bien a escuchar a Dios y comprometernos con la Salvación que nos ofrece.

Dios escucha todas las oraciones: esa escucha no está condicionada por la calidad ni, mucho menos, por la cantidad de las palabras, sino que depende pura y absolutamente de su Amor y su Misericordia.
Porque la plegaria es, ante todo, respuesta a ese Espíritu que nos hace decir ¡Abbá!.

Nada se guarda Jesús para sí; nos comparte su mismo modo de hablar con Dios, la oración verdadera, esa plegaria que condensa en sí toda la Buena Nueva.

Y porque nos invita a relacionarnos con Dios al igual que lo hace Él, nos dirigiremos al Altísimo Creador del Universo como ¡Abbá!, ¡Papá!, con la confianza y la ternura que un niño pequeño deposita en su Padre. Y lo reconocemos como Abbá de toda la humanidad, buenos y malos, santos y pecadores, justos e injustos. En Él descubrimos la fuente primordial de la fraternidad.
Por eso le decimos Padre Nuestro.

Porque es el Totalmente Otro, Infinito y Omnipotente que, aún así, se ha hecho uno de nosotros, lo reconocemos y le decimos Padre Nuestro que estás en los cielos.

Porque nos sabemos queridos y amados, ese amor nos urge, nos acucia a que nuestros hermanos lo reconozcan como tal y así se transforme la vida, le rogamos Santificado sea tu Nombre.

Porque sabemos que su Reino está creciendo en silencio con la humildad del grano de mostaza y queremos que florezca, porque el Padre quiere para todas sus hijas e hijos la fraternidad que se expresa en justicia, en solidaridad y en igualdad, le decimos Venga a nosotros Tu Reino.

Porque su esencia es Amor, le suplicamos que ese deseo entrañable de Vida -expresado en Jesús, hermano y Señor nuestro- sea una realidad entre nosotros, justicia, liberación y vida plena aquí y ahora, le decimos Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo.

El Maestro nos invita a una nueva justicia, a ajustar nuestra voluntad a la voluntad de Dios, por eso ante todo rogamos por hacer nuestras las cosas del Padre: que se santifique su Nombre, que venga su Reino y que su Voluntad sea la nuestra.

Pero la relación con Dios está intrínsecamente unida a la relación con el hermano: en ese Nuestro está dibujado el primer paso de nuestro camino.

Porque queremos ganar honradamente el sustento, porque el hambre del hermano es obsceno, porque Jesús mismo se hace Pan para la Vida Eterna, le decimos Danos hoy nuestro pan de cada día.

Porque Dios es Misericordia y perdón que reconstruye lo que se ha quebrado sin condiciones, porque somos hijos que deben reflejar a Aquél que nos ha criado y creado debemos romper las cadenas de odio y resentimiento que nos separan del hermano, le decimos: Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Porque Jesús ha derrotado a la muerte, porque a veces nos imaginamos que todo lo podemos solos, porque a veces ignoramos al hermano que languidece a nuestro lado privilegiando nuestro propio interés, le decimos No nos dejes caer en la tentación.

Porque no hay imposibles para Dios, porque prevalece la Vida de su Mano, porque nos sabemos pequeños y limitados, le rogamos Líbranos del mal.

Hacemos nuestras las cosas de Dios y las cosas de los hermanos: ambas son dos caras del mismo Amor, reales y concretas, con perfume y color del aquí y ahora, presente que debe vivificarse y futuro que no tendrá fin.

Así sea. Amén.)

Paz y Bien





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