Misión de paz

Para el día de hoy (30/09/10):
Evangelio según San Lucas 10, 1-12

(El Maestro envía a otros setenta y dos, para que vayan por delante a todo pueblo y ciudad adonde Él debía ir.
La misión no es exclusiva de unos pocos; por el contrario, en esos rostros de los enviados estamos todos y cada uno de nosotros, movidos con una resolución insospechada. Con el talante primordial y urgente de que no hay poblado -por pequeño e insignificante que parezca- ni megápolis en donde Él no deba hacerse presente, no existe sitio alguno en donde Él no ha de llegar.

Se trata de una misión de paz, una paz que es don y que precede también al envío de los misioneros; se trata de esa paz que significa vida plena, que significa reconocer al otro como tal, que significa justicia, que significa alegría, que es -sin dudarlo- muchísimo mas que la ausencia de cualquier conflicto.

Es tan decisivo el carácter de esta misión de paz, que la logística es clave.
Esta logística tiene la lógica maravillosa del Reino: ni bolsa, ni alforja, ni sandalias... Una cuidadosa planificación implica despojarse de toda carga para vivir la libertad de las hijas e hijos de Dios; si se trata de ser portadores de paz, se trata de ser libres de toda atadura.
Y se trata a la vez, de atarse voluntariamente y con confianza a la mano bondadosa de Aquél que nos envía. Eso que llamamos providencia.

Esa paz que se porta -y que no es propia, es de Él, que ha de llegar a todas partes- produce hospitalidad, fraternidad, el trabajo por los demás, la dedicación especial a los enfermos, el identificarse y hacerse igual con el paisano del lugar, el pan que se comparte.

Cuando esto sucede, el Reino acontece y nada puede contener la alegría)

Paz y Bien

Diversos modos para un mismo llamado

Para el día de hoy (29/09/10):
Evangelio según San Juan 1, 47-51

(Los buscaba en sus barcas de pescadores.
Lo miraba a los ojos en su mesa de impuestos.
Los instaba a la conversión desde su inmenso perdón y lo seguían.
Los curaba y liberaba de toda dolencia, y se ponían en pié para caminar tras Él.
Otros, ya siendo convocados, a su vez invitan a otros, como Felipe a Natanael -¡Ven y verás!-

Los modos son diversos. Quizás sea también porque cada uno de nosotros tiene sus peculiaridades, su identidad intrínseca, y ese llamado es enteramente personal, único, irrepetible.

Él nos conoce en lo profundo de nuestras almas, con nuestras luces y nuestras sombras.
Aún así, insiste en que crezca lo valioso y nos despojemos de toda cizaña que inhiba al trigo de la Buena Noticia, yuyos malos que nos impiden ser pan.

Allí, en donde todo se resuelve y define, en la misma raíz de la existencia, es en donde podemos descubrir de qué forma Él nos ha convocado. Y en ese descubrimiento de sabernos personalmente elegidos, buscados, reconocidos y amados nace la alabanza y el compromiso.

Porque a no dudarlo: Él ha invitado a toda la humanidad, a toda mujer, a todo hombre.

Habrá pues que ser, a pesar de todas nuestras idas y vueltas, intentar permanecer fieles y sin dobleces. Eso que llamamos integridad.

Y desde nuestras higueras, volvernos Felipes para los hermanos que aún esperan la invitación a la vida nueva en Cristo)

Paz y Bien

Vergüenza y venganza

Para el día de hoy (28/09/10):
Evangelio según San Lucas 9, 51-56

(El gesto decidido del Maestro debería quedarse grabado en las pupilas de nuestras almas: sabe que lo espera el desprecio, sabe que el rechazo a la vida está en ese empedrado, sabe que lo esperan días de violencia, de odio, de muerte cruel... Y no vacila en seguir, en ir al encuentro de ese sino fatal y de espanto.
Sabe que, a pesar de todo horror, la vida prevalecerá desde el amor en la entrega por los demás.

Esa entrega no conocerá exclusiones ni fronteras; por eso, además del razonable cansancio del camino, es necesario que haga morada en Samaria, y con esa intención envía mensajeros.

Pero esos mensajeros yerran ampliamente en su misión, y el Maestro es rechazado en la aldea samaritana con el fundamento de que iba camino a Jerusalem.
Es claro que existía un desprecio visceral y mutuo entre judíos y samaritanos; sin embargo, es dable inferir que esos enviados por delante de Él llevan un mensaje equivocado. Ellos mismos están presos de esa idea de un Mesías Glorioso y vencedor, Salvador de Israel; no de un Siervo sufriente, que es capaz de entregarse por Israel y por toda la humanidad.

No se trata de éxitos o fracasos -una lógica malsana-; sin embargo, esos mensajeros deberían haber sentido al menos algo de vergüenza por no comprender la Misión de Jesús y por ello mismo, tergiversar según sus esquemas la comunicación de esa Noticia a otros.

Y sucede que cuando esa vergüenza no es asumida, se desata el monstruo de la venganza.
Santiago y Juan son modelos de esa lógica de victoria y derrota: incapaces de asumir sus yerros, inhábiles para vivir en su corazón y en sus ideas a un Mesías que se sacrifique por los demás, intentan una venganza violenta contra esos samaritanos que les negaban hospitalidad...

Hay mucho que desaprender, y otro tanto que volver a descubrir y aprehender desde las fibras del alma, aún con el dolor de avergonzarse.
El Maestro vencerá a la muerte desde el servicio y el amor, aparentes debilidades y derrotas para este mundo, y es imprescindible despojarse de toda lógica de imposición que irradia violencia.

Decidirnos a ser mansas hijas e hijos del Dios de la Vida o hijos bravos del trueno de la venganza)

Paz y Bien

El derecho a la pequeñez

Para el día de hoy (27/09/10):
Evangelio según San Lucas 9, 46-50

(No, no tiene un error la redacción del título, no se trata de los derechos de la pequeñez, de los niños.

Se trata de nuestro derecho a ser pequeños. Es el privilegio de bautismo: ser capaces de aceptar a Dios como un niño, con ojos plenos de asombro y la alegría frente a los regalos, descubriendo la Gracia.

No es una postura simpática o romántica; es, ante todo, estar dispuestos a la marginalidad y al sufrimiento, a la grandeza del servicio, a la nobleza del hacerse último entre los hermanos .

Cuando sucede esa antítesis del mundo, la pequeñez y el servicio, acontece el Reino.

Por ello, la primacía de los niños, signos del Reino de Aquél que nos ha rescatado.

Y en ese derecho irrenunciable, no estamos solos.
Él nos busca, nos acompaña, nos sostiene.
Y hay muchos más a los quizás no conozcamos, que también caminan por esa senda, aún cuando no pertenezcan de modo evidente a la misma Iglesia que cada uno de nosotros.

Hay muchas hermanas y hermanos que, aún solos en el mundo, hacen presente el Reino de Dios desde su bondad y su generosidad.
A ellos, en ese derecho a ser pequeños, hemos de descubrirlos como nuestros, como próximos, como hermanos de otro origen, dejando de lado toda soberbia de pertenencia.

Estamos en determinado sitio y tenemos una especial pertenencia por la inefable vocación del Espíritu que nos moviliza y nos convoca)

Paz y Bien


Lo más importante

Lo más importante no es:

Que yo te busque,
Sino que Tú me buscas en todos los caminos (Gen.3,9)

Que yo te llame por tu nombre,
Sino que el mío está tatuado en la palma de tu mano (Is. 49,16)

Que yo te grite cuando me faltan las palabras,
Sino que Tú gimes en mí con tu grito (Rm. 8,26)

Que yo tenga proyectos para ti,
Sino que Tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Mc. 1,17)

Que yo te comprenda,
Sino que Tú me comprendas en mi último secreto (1 Cor.13, 12)

Que yo hable de ti con sabiduría,
Sino que Tú vives en mi, y te expresas a tu manera (2 Cor. 4,10)

Que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas,
Sino que Tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (Jn 13,1).

Que yo trate de animarme y planificar,
Sino que Tu fuego arde dentro de mis huesos (Jer. 20,9)

Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte,...
Si Tú, no me buscas, llamas y amas primero?

El silencio agradecido es mi última palabra,
y mi mejor manera de encontrarte.

Benjamín González Buelta, s.j.

El abismo

Para el día de hoy (26/09/10):
Evangelio según San Lucas 16, 19-31

(Uno vestía como un rey, se daba la gran vida, banquetes diarios, nada lo preocupaba; a nadie hacía mal.
El otro, en su portal, sumido en la peor miseria, seguramente insoportable en su apariencia y en su olor, cubierto de llagas. Sólo ansiaba poder comer los desechos de la mesa del otro -siendo él mismo un deshecho humano-. Sin embargo, el alivio fugaz le llegaba de los perros.

Entre uno y otro aparentemente sólo hay una puerta que los separa.
Sin embargo, están separados por un abismo.

El pobre se llama Lázaro, que no casualmente significa Dios ayuda.
El rico de los banquetes carece de nombre: ha perdido su identidad disipando su vida en las riquezas. Peor aún, ha disuelto su existencia ignorando al caído a su puerta.

Entre ambos está el abismo del desconocimiento del otro, de la compasión ausente, del destrato.

Decíamos que el rico habituado a los banquetes diarios no hacía mal a nadie... pero esto no es del todo certero.
Ante todo, el daño que se perpetraba a sí mismo se vuelve irreparable; y cuando, pudiendo vivirla, negamos la compasión, nos volvemos opresores del hermano caído por omisión.

El Maestro continúa insistente en su parábola: luego de la muerte, y ya en el Sheol, el rico suplica una gota de agua que alivie sus pesares.
En ese marasmo, sigue sin entender que el agua fresca estaba muy cerca suyo.

Los Lázaros lamidos por los perros y caídos a nuestra puerta son fuente de agua viva, son aquellos por los que podemos recuperar nuestros nombres perdidos a través de la misericordia.
El Dios de la Vida se ha puesto decidida y abiertamente de su lado.

Y no se trata de esperar un futuro post mortem de salvación para unos y condena perpetua para otros.
La Salvación sucede hoy, ahora mismo.

El Maestro persiste en su llamado e invitación a que nos volvamos hacedores de puentes -¡pontífices!- en estos abismos tan actuales y dolorosos de la desigualdad, la injusticia, el destrato y la indiferencia.

Hay que achicar y desdibujar esa brecha que separa a tantos hermanos desde la misma esencia de Dios, la Misericordia y la Compasión.

Y allí sucederá el Reino)

Paz y Bien

Preguntas difíciles

Para el día de hoy (25/09/10):
Evangelio según San Lucas 9, 43-45

(La aseveración del Maestro es contundente y dura: será tomado prisionero, torturado, entregado a manos de los verdugos.

Los discípulos no son capaces de entenderlo: en su limitado horizonte no entra un Mesías humillado, ajusticiado, aparentemente vencido, muerto...
Aún así, no se atreven a preguntarle para que aclare sus dudas. No sólo tienen miedo de mostrar su ignorancia: quizás su mayor temor sea encontrar una respuesta que les resulte inaceptable.

Nosotros somos tristemente parecidos: hay preguntas que se nos vuelven tan difíciles que preferimos no realizarlas. No tanto por la vergüenza posible del no saber, sino por el temor que nos suscita la respuesta.

Las respuestas de las preguntas que le hagamos a Jesús necesariamente comprometen y transforman; son tan vinculantes, que nada será igual. Implica una gran dosis de confianza y coraje que, verdaderamente, no abunda.

Sin embargo, Él persiste y no nos abandonará.
Jesús, nuestro hermano y Señor, se nos revela como el Hijo del Hombre.
El más humano de todos, tan pero tan humano que por ello mismo, muestra en esa humanidad plena su divinidad.

Bendito sea Dios que se ha hecho uno de nosotros)

Paz y Bien

María de la Merced, Madre de la Liberación



Nuestra Señora de la Merced

Para el día de hoy (24/09/10):

Evangelio según San Juan 19, 25-27

(Merced es otro modo de decir Misericordia.

El Maestro inauguró con colores eternos el Año de Gracia y Misericordia: la Buena Nueva se anuncia a los pobres, sucede la redención de los cautivos, la liberación de los oprimidos, los ciegos recuperan la vista...

Es tiempo de Gracia, de don, de regalo.
Tiempo de Merced, en las antípodas de todo interés egoísta y cálculo mezquino.
Tiempo de libertad ganada desde el amor y la entrega, pagada a precio de sangre...la de Jesús.

Nada ha de imponerse por la fuerza: Jesús ha iniciado de liberación un camino que otros, siguiendo sus mismos pasos, continúan.
Cuando acontece la liberación, cuando se rompen las cadenas de esclavitud -cualesquiera ellas fueran- es signo de que el Reino de Dios está presente entre nosotros.

Merced que por ventura de la misma esencia del Creador, ese Amor entrañable de Padre y Madre, es extensiva a toda la humanidad sin distinción.

María no es ajena, ni una bella figura ornada, ni mucho menos, espectadora pasiva.
Todo lo contrario: como Madre, hermana y discípula, Ella es protagonista de la Redención.

Como muchacha pobre de su pueblo, cantó abiertamente al Dios Magnífico que se fijó en su pequeñez, el Dios que se hace Misericordia/Merced de generación en generación, el Dios que exalta a los humildes, que colma de bienes a los hambrientos, que rechaza a los ricos y soberbios, que derriba a los poderosos de sus tronos.

Mujer del Sí con la vida creciéndose en su seno, acude presurosa a auxiliar una necesidad, sin importar su gravidez ni sus pies descalzos: en Ain Karem esa visita es signo cierto de que Dios es Misericordia y hay que cantar con voz fuerte su justicia.

María emigrante, pasos dolidos del exilio protegiendo al Niño de la Salvación.

Madre de mirada atenta, que comparte la fiesta de sus hijos pero está pendiente de que no se agote el vino de la alegría.

Mujer de corazón atravesado por una espada de dolor, pero sin doblegarse ante esa cruz que devora en su crueldad al Hijo de sus entrañas que es también su Dios y Señor.
Allí se hace Madre de todas las hermanas y hermanos de ese Hijo crucificado, mujeres y hombres flagelados por las cautividades y opresiones que se vuelven más refinadas y diversas con el tiempo.

Tenemos esa increíble certeza: una Madre no es indiferente al dolor de sus hijos, más cuando ellos se encuentran oprimidos o privados de ser libres por cárceles impuestas a pesar de su inocencia...

¿Qué no hará una Madre por esos hijos desfallecientes?

Hace ocho siglos impulsó a unos locos hermanos nuestros - mi querido Pedro y sus compañeros - en esa tarea santa de redimir a las hijas e hijos de Dios de toda esclavitud. Por eso entre sus manos orantes hay eslabones rotos de tantas cadenas.

María de la Merced, Madre de la Liberación.

Para mis hermanos mercedarios y para este insignificante escritor, en este día celebramos realmente el Día de la Madre y festejamos -a pesar de tanto dolor- que no hay nada más valioso que la libertad que Cristo ha ganado para toda la humanidad.)

Paz y Bien




Cuando los deseos no bastan

Para el día de hoy (23/09/10):
Evangelio según San Lucas 9, 7-9

(Un movimiento de , un proceso de conversión puede tener por signo el querer ver a Jesús.

Sin embargo, esos deseos no son siempre claros. Tal el caso de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, corrupto ejecutor del Bautista.
Con una combinación de estupor, confusión y superstición quiere ver a Jesús de cerca; algunos le dicen que es Elías que ha aparecido, otros que es Juan que ha resucitado. En ambos casos, la situación lo preocupa enormemente: el poder siempre percibe al amor como amenaza.
Así Herodes no tiene ningún empacho en reconocer su autoría en el asesinato del Bautista; y en ese reconocimiento, se cierne ominosa la crueldad y el odio que llevarán al Maestro a la cruz.

No bastan los deseos; no basta intentar clasificar a Jesús desde lo que se conoce, aplicarle esquemas predeterminados -es esto, es lo otro...-, sino más bien descubrirlo como se nos presenta en verdad y tal cual Él mismo nos busca.

Aunque afortunadamente, Él sobrepasa infinitamente todo preconcepto y toda idea mezquina.
El deseo de verlo debería ir acompañado de una apertura del corazón para reconocerlo y aceptarlo tal cual es, aún cuando derribe esas estructuras que nos inventamos para nuestra comodidad. Con ojos capaces de asombro, con mirada habilitada para lo novedoso, para una Buena Noticia.

Habrá que andarse con cuidado: no vaya a ser que, a pesar de un encuentro pleno, Él escape a nuestros moldes y persistamos en nuestras imágenes falsas que tienen por destino la violencia)

Paz y Bien

Misión: pobres en medios, ricos en fines


Para el día de hoy (22/09/10):
Evangelio según San Lucas 9, 1-6

(Es un tiempo nuevo.
Jesús inaugura el Año de Gracia y Misericordia para toda la humanidad, la nueva alianza.
Esa nueva alianza significa que es tiempo de Dios y el hombre inseparablemente por deseo entrañable de Abbá Padre de Jesús y Padre nuestro.

En esa confianza depositada en los discípulos -Pedro, Juan, los doce, luego los setenta y dos, hoy tú y yo, todos nosotros- ellos tendrán la misma misión del Maestro y serán portadores de su mismo poder que se fundamenta en lo infinito del amor.

Jesús es Dios y Dios es Jesús, y ese Dios ha querido ser hombre y más aún, un hombre pobre. Los enviados hemos de ser como Él; por eso no hay que aferrarse a los medios para concretar la misión, para que éstos no prevalezcan por sobre el fin y para que sus pies y los nuestros anden ligeros de toda preocupación, pues vamos con Él, por Él y en Él.
Contra todo síntoma oscuro del éxito, la eficacia estará en eso que llamamos providencia.

Serán entonces signos de misión la hospitalidad, el compartir, el trabajo, la sanación y la liberación de todo espíritu maligno que oprima a los hermanos.

Cuando esto suceda, acontece lo más valioso: el Reino se hace presente en medio de nosotros.

Quizás haya que retirarse a nuestro desierto interior, y en un silencio profundo redescubrir esos signos infinitos del Reino, que son sencillos y abren la puerta de la vida plena, abundante y eterna.

Tal vez se nos vuelva una auténtica acción de Gracias -esa Eucaristía- cuando al decir hospitalidad, comunión, salud, liberación estemos diciendo con otras palabras, Iglesia)

Paz y Bien

Echa las redes

ECHA LAS REDES

Desde que Tú te fuiste
no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos
echando inútilmente
las redes de la vida,
y entre sus mallas
sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas
y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra
cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos?
¿Desde hace cuántos años no nos hemos reído?
¿Quién recuerda la última vez que amamos?

Y una tarde Tú vuelves y nos dices:
«Echa la red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar,
abre tu alma,
saca del viejo cofre
las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón,
levántate y camina».
Y lo hacemos sólo por darte gusto.
Y, de repente, nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor
que recogemos
que la red se nos rompe cargada
de ciento cincuenta esperanzas.
¡Ah, Tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua
de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría

P. José Luis Martín Descalzo

Agape de perdón y misericordia


Para el día de hoy (21/09/10):
Evangelio según San Mateo 9, 9-13

(Todas las críticas tenían por objetivo al Maestro: ese galileo se sentaba a la mesa con gente de mala fama, descastados, pecadores, impuros, excluidos.

Los fariseos -al igual que sus sucesores éticos hoy- miraban pero eran incapaces de ver; esa ceguera los volvía impermeables al agua fresca de la Buena Noticia.

La mesa de Jesús es mesa de alegría, ágape en donde se recibe en clima de fiesta a los perdidos que han regresado. El vino del perdón y el pan de la misericordia satisfacen a todos, y no es cuestión de méritos ni condiciones previas: perdón y misericordia, la Salvación, es un regalo infinito del Dios de la Vida para cada una de sus hijas e hijos.
Hay que lavarse los ojos, y mirar con Su mirada: nadie está del todo perdido, siempre se está a tiempo de regresar.

El banquete es compasión que danza, vida renovada.

Por eso, el caído se descubre querido, perdonado, re-creado y se pone de pié.

Como Mateo, que al descubrir el paso de Jesús por su vida, se puso de pié y lo siguió)

Paz y Bien

Para que la luz se vea

Para el día de hoy (20/09/10):
Evangelio según San Lucas 8, 16-18

(Las señales oscuras, los signos de muerte son abundantes, usuales y constantes. Tanto, que desoladamente nos hemos acostumbrado a ellos.

En nosotros el Maestro ha depositado toda su confianza; Él cree en nosotros, mucho más de lo que nosotros creemos en Él y más de lo que confiamos en nosotros mismos.
Pues tenemos una misión de luz: esa luz no nos pertenece, antes bien y al igual que todos, dependemos de ella para no estar sumidos en la oscuridad.
Porque -de tan obvio se nos escapa- cuando la luz se hace presente, toda tiniebla se disipa.

Para que esa luz viva se vea, hay que estar atentos, dice el Señor.
Atentos a no creernos dueños ni maestros, sino discípulos y servidores.
Atentos a que esa luz deba llegar a los confines del universo, y no ser un arcano limitado a unos pocos iniciados... Hay que hacer silencio y volver a soñar Su Sueño de esta familia que llamamos Iglesia.

Atentos a un mundo sometido por el egoísmo y la indiferencia.
Allí donde haya interés y especulación, llevar la luz de la solidaridad, la generosidad y el servicio desinteresado.
Allí donde haya soledad, llevar la escucha y el abrazo.
Allí donde haya un hermano enmudecido, hacerse voz fuerte.
Allí donde haya violencia y desencuentro, llevar la paz y el perdón.
Allí donde campee el hambre, hacerse pan y llevar el sustento.
Allí donde todo parece perdido, portar la luz de la esperanza.

Lámpara es tu Palabra, Maestro para nuestros pasos...que andan a menudo en oscuridades en las que nosotros mismos nos sumergimos)

Paz y Bien


Blanqueo de dinero, lavado de almas

Para el día de hoy (19/09/10):
Evangelio según San Lucas 16, 1-13

(Es bastante fácil caer en la trampa ideológica; no se trata, claro está, de un juicio de valor pues toda ideología veraz o errónea tiene su importancia, pero cuando el Maestro habla de las cosas del Reino, habla ante todo de aquello que anida en el alma, que se enraiza en el corazón... De allí surge lo bueno y lo malo, desde allí también puede leerse lo social, lo político, lo económico, la justicia.
Todo encuentra su origen precisamente allí, corazón adentro.

Jesús no demasiadas vueltas ni floreos al hablar del dinero y las riquezas; su Palabra no conduce a interpretaciones variadas, a gusto y comodidad del lector.
Su Palabra debe ser para nosotros Vida pero, también, espada de dos filos.

Por eso quizás, Él se refiere al dinero y a las riquezas como injustas: ha conocido y sabe bien que las riquezas de unos pocos son causa de la pobreza y la miseria de tantos otros.
Sin devaneos, e intentando mirar con Su Mirada, nos podemos animar a decir que la riqueza tiene intrínsecamente asociada y como consecuencia, la pobreza. Más sencillo aún: la pobreza es el fruto malsano de la pobreza.

Y en ese signo inequívoco, Él más allá: no se puede servir a Dios y al dinero.
Esto no nos es desconocido: el dinero -lo financiero- ha perdido su caracter instrumental, el ser una mera herramienta y es motivo de acumulación, egoísmo y poder.

Nada más ajeno al Reino: la verdadera acumulación de valores, el crecimiento del tesoro del Reino comienza cuando hay generosidad y donación desinteresada hacia el hermano necesitado. Por ello, tal vez las cosas sean verdaderamente nuestras cuando las damos como Él y desde Él.
Toda una teoría y práctica de la propiedad.

Y la parábola puede conmovernos y confundir nuestra razón mundana: Jesús alaba el obrar y la sagacidad del administrador "injusto".
Quizás sea por esa cuestión primordial que se nos olvida: ese administrador -previendo un futuro muy difícil- actúa sabiamente pues practica la justicia de Dios.
Los derechos divinos no son potestades a defender y propalar, el derecho de Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro está maravillosamente del lado de los pobres, los excluidos, los hambrientos, las víctimas, abiertamente y sin ambages.

Y nosotros, que a menudo reivindicamos pretéritos derechos de Dios y su Iglesia, estamos hoy invitados por el Maestro a un silencio atento, oyente y fructífero: quizás hemos dejado de ser sagaces, quizás hemos estado muy preocupados por nosotros mismos y nos hemos olvidado de lo primordial: el Reino y su justicia acontecen de la mano de Jesús y de sus amigos cuando se socorre al pobre, al huérfano, al oprimido, a la viuda.

Entre tantos dilemas y noticias horrorosas de blanqueos y capitales, tal vez sea imperativo comenzar a blanquear esas riquezas de suyo injustas, y blanquear el alma desde el compartir y la solidaridad, aquí y ahora, sin abstracciones ni teorías)

Paz y Bien

El cuidado del sembrado


Para el día de hoy (18/09/10):
Evangelio según San Lucas 8, 4-15

(Se nos ha regalado un tesoro increíble; somos herederos de lo infinito por Aquel que ha pensado en todos y cada uno de nosotros al dejar su Testamento.

La semilla del Reino -la Palabra- crece en nosotros humildemente y en silencio, con la tenacidad del amor ilimitado. Pero la fuerza de esa semilla no supone, por nuestra parte, una pasividad pura.

Es tiempo de Dios y el hombre, es tiempo de la semilla de eternidad que germina en el presente en unión indisoluble con el cuidado por nuestra parte de ese sembrado que tiene destino cierto de pan y cielo.

Habrá que cuidar de quitar la cizaña del egoísmo, las piedras de la comodidad y el comfort, el asfalto de la soberbia y la sequía... El sembrado crecerá fuerte y sano cuando el riego de una vida orante se hace constante.

Los frutos son tan humildes como la semilla, pero no por ellos menos eternos.
Son frutos maravillosamente impensados que escapan a toda lógica, y que se harán pan que alimente al hermano.

Las cosas del Reino son sencillas como la vida campesina, y nosotros quizás nos hemos vuelto demasiado complejos.

Tal vez debamos asumir la perseverancia y la tenacidad de esa semilla)

Paz y Bien


Ellas caminaban con ÉL

Para el día de hoy (17/09/10):
Evangelio según San Lucas 8, 1-3

(El Maestro recorría ciudades, pueblos, aldeas enseñando, sanando enfermos, anunciando la Buena Noticia, haciendo presente el Reino.

Pero no iba solo. Los Doce estaban, y estaban tambien ellas.
María de Magdala, Juana esposa de Cusa, Ana la profetisa del templo, la viuda pobre de las moneditas, la hemorroísa, la suegra de Pedro, la mujer a punto de ser lapidada, Marta y María, tantas otras... Y su Madre, claro está, presente como Madre, como hermana y como discípula.

En aquellos tiempos resultaba inconcebible que el Maestro se rodeara de mujeres, que estuviera en contacto constante con ellas; ningún rabbí que se preciara de tal lo aceptaría.
Más el Maestro no se somete al dictado del que dirán, y es magníficamente insolente con las normas que oprimen a las hijas e hijos de Dios, sus hermanos.

Por eso el Evangelista hoy nos trae sus nombres, no como cronista histórico, sino más como testigo de este sendero que es, ante todo, espiritual.
Ellas iban con Él, y lo ayudaban con sus bienes, nos relata San Lucas: y aquí por bienes, podemos intuir no sólo cuestiones materiales, sino también los bienes de la propia vida, es decir, los dones y capacidades que cada uno hemos recibido.

Quizás ése sea nuestro camino, ir con Él y aportar a la increíble tarea de anunciar la Buena Noticia a la que estamos graciosamente invitados nuestras capacidades; nos podrán parecer muchas o se nos harán escasas, pero para la locura del Reino, todas son invaluables.

Y más aún: en este caminar, es imperativo redescubrir a las que hoy, aquí, entre nosotros caminan con Él, en silencio y fidelidad, sin estridencias, desde la vida consagrada, desde la entrega a los hijos y al matrimonio, desde el servicio a los demás.

Tal vez en esta familia grande que se nos ha regalado y que llamamos Iglesia, hemos dejado en un rincón a nuestras hermanas.
¿Cómo? ¿Una cuestión de género?... Por supuesto, pero mucho más.

Cada una de ellas, las que siguen caminando con el Maestro, son signos de ese rostro materno de Dios, fieles a semejanza de María, enteras y constantes en el camino en el que a menudo nosotros -aparentes hombres duros que nos quebramos con facilidad- voluntariamente abandonamos y torcemos el paso.

Que el Espíritu nos asista en esta tarea de reencuentro)

Paz y Bien


Nosotros, los Simones


Para el día de hoy (16/09/10):
Evangelio según San Lucas 7, 36-50

(El horario puede ser el mismo, los platos similares. Hasta el sitio puede no diferenciarse.
Porque como Simones de este presente, a menudo nuestra mesa no es la de Jesús.
En ella no hay espacio para la compasión, no hay silla para la misericordia, no hay lugar para los excluidos.

Quizás también nos descubramos estrictos observantes de normas y preceptos, y sin embargo laxos y olvidadizos en el ejercicio del perdón y en la alegría compartida del servicio. Tal vez nos hemos vuelto expertos en la rapidez del juicio y la crítica.

Y la mesa no es la del Maestro.

Pero puede suceder la aceptación sincera del escándalo de la cruz, y horario, platos y sitio se transforman.
La mesa se vuelve espacio de celebración y reencuentro de las hermanas y hermanos junto al hermano mayor de Nazareth, el mismo que está vivo, el Resucitado.

La mesa ya no será cena impiadosa de Simones, sino ágape de bienvenida y fiesta de vidas nuevas... esas que ingresan por el portón maravilloso de la conversión.

Si nos decidimos a dejar de ser Simones y permitimos que nuestra mesa sea la de Jesús, entonces sí, sucederá eso que llamamos Eucaristía, acción de gracias que no tienen fin porque se han recuperado vidas en plenitud que se creían perdidas, y es mesa grande de una familia que está unida por lazos mucho más profundos que los sanguíneos.

Familia eterna en donde se celebra la Buena Noticia de sabernos hermanas y hermanos.)

Paz y Bien


Madre del silencio, Señora de los Dolores


Para el día de hoy (15/09/10):
Evangelio según San Juan 19, 25-27

(Desde el comienzo hasta el final, Ella estuvo a su lado.
Por eso, la cruz marca la hora señalada del Hijo y también la suya.

El tiempo del amor mayor, la Pasión, es el tiempo de Jesús y de María.

Quebrada por el dolor de ver morir entre tormentos a su Hijo, aún se mantiene de pié.
De pié le ha dicho aquella mañana calurosa su Sí! al Dios de la Vida.
No la ha doblegado el peligro de la lapidación por ese embarazo sospechoso, no la hizo retroceder el tortuoso exilio a Egipto huyendo del prepotente asesino de niños.
De pié ha buscado el vino nuevo para los otros hijos de fiesta agotada.
No ha retrocedido cuando al Hijo lo trataban de loco, de blasfemo o lo maldecían.
Lo siguió a todas partes desde un silencio fecundo.

Al pié de esa cruz -tormento para muchos, señal de amor para tantos otros- asume su hora.
El Hijo se despoja de lo último a lo que hubiera podido aferrarse como alivio y consuelo: por eso no la llama madre, la llama mujer.
Desde ese momento, Ella será Madre de otros hijos, y reivindicará el no tener hogar propio.

Su casa será la casa del discípulo amado del Maestro, su hogar estará en donde esté el hogar de los hijos y amigos de Jesús.

Madre del silencio, Señora de los Dolores, al pié de nuestras cruces, nadie te doblega aunque tu corazón sangre por nuestros sufrimientos.
Porque el dolor de los hijos es infinitamente mayor para una Madre.

Si Cristo es la cabeza de este cuerpo espiritual que formamos cada uno de nosotros, María de los Dolores es precisamente el cuello y la garganta que une inseparablemente esta vida infinita.

Ella, desde su silencio, presta su voz a tantos hermanos acallados, y sus palabras serán siempre las del Maestro y nuestras plegarias.)

Paz y Bien




Con la mirada puesta hacia lo alto y a los costados

Exaltación de la Cruz

Para el día de hoy (14/09/10):

Evangelio según San Juan 3, 13-17

(Cruz: patíbulo voraz seleccionado por el Imperio para los criminales más abyectos. Sinónimo de maldición para Israel. Representación exacta -aún hoy- de la tortura y la muerte.

Cruz de dolor y sufrimiento, carga a menudo insoportable. No hay razón ni lógica que pueda quebrantar su dura y amarga coraza, no hay mesura humana que la haga algo más tolerable.

Sin embargo, hay más. El más humano de todos, quien se identificó tanto con la humanidad sometida que, irreverentemente, se atrevió a llamarse Hijo del Hombre, es el que le otorga un sentido diametralmente opuesto, un nuevo y definitivo significado.

La cruz, desde esa ternura que implica aceptar ser maldecido, despreciado, torturado y asesinado para que el otro viva, se ha vuelto el signo perfecto del amor mayor.
No se trata de comprenderla, sino tal vez de aceptarla.

Dos maderos cruzados la componen, y quizás su madera tenga un barniz de odio y desprecio.
Pero esos maderos nos cambian la mirada.

Nos hacen mirar hacia lo alto, brazo extenso que orienta hacia ese Dios incansable en la salvación de todas sus hijas e hijos, sea cual fuera su origen, su condición, sus méritos.
Otro madero que se dirige a los costados, hacia el prójimo cercano y lejano.

Es que la cruz, en esos brazos dolorosos, nos dice desde el silencio que el mirar hacia lo alto, esa Salvación que se nos otorga por generosidad pura, implica necesariamente buscar a quien tenemos al lado.

Nadie se salva solo, nadie porta su cruz sin Cireneos.

Cruz de los milagros, la vida prevalece aún en medio del dolor y el odio, los ojos puestos en el cielo y en los hermanos)

Paz y Bien

Forasteros

Para el día de hoy (13/09/10):
Evangelio según San Lucas 7, 1-10

(Pertenecía a otro pueblo, cultura e idioma distintos. A la vez, tenía su relevancia dentro del ejército de ocupación imperialista. Probablemente, era poseedor de esclavos y profesaba una religión que estaba en las antípodas de la de Israel.
San Lucas nos añade que, a pesar de todo esto, este oficial romano era tenido en gran estima por los paisanos del lugar, por respetar sus costumbres y sus creencias. Inclusive, hasta les había construido una sinagoga.

No obstante, el hombre se sabía forastero, extranjero en esos lugares. Y desde ese lugar en el que se descubre y ubica, reconoce al Maestro, confía en Él.
En esa confianza, no pide nada para sí, sino para un sirviente enfermo; hasta se considera indigno de dirigirle la palabra a Jesús, por eso envía a algunos conocidos a hablarle. Menos aún, que el Señor ingrese en su casa.
Le basta su Palabra, cree en su corazón en el poder de ese galileo.
Y sucede el milagro por la de ese soldado, que es exaltada por el Maestro.

Quizás nosotros debamos descubrirnos forasteros también, indignos de que Él venga a nuestra casa. Porque el forastero es, tal vez, el que mejor está capacitado para valorar la hospitalidad, la generosidad de quien abre las puertas de su hogar.
Y también hacernos uno más entre tantos miles de hermanos nuestros ilegales por haber nacido, extranjeros de todo lugar.

Somos forasteros en la casa del Padre, y por eso mismo, el regalo es aún más valioso.
Ese hogar nos es tan ajeno, y sin embargo tenemos todos y cada uno de nosotros un lugar... No sólo en un futuro, sino ahora mismo.

Cuando verdaderamente nos descubramos forasteros e indignos de que Él entre a esta casa que llamamos existencia, por la ventura de la verdad que echa raíces en esa humildad, sucederán los milagros)

Paz y Bien



La Pascua pendiente: hacia Dios de los Abrazos

Para el día de hoy (12/09/10):
Evangelio según San Lucas 15, 1-32

(Quienes nos precedieron en estos caminos de , el pueblo de Israel, ha tenido su Pascua, es decir, su paso de la esclavitud a la liberación en la tierra prometida.

Esa Pascua prefiguraba la Pascua definitiva: la Resurrección de Jesús, su paso de la muerte a la vida, pone fin a la última frontera. Ya nada es imposible.

Pero quizás nosotros también tengamos nuestra Pascua aún pendiente.
Esa Pascua que nos falta es el paso del ídolo de fariseos y publicanos, el falso dios de los premios y las recompensas, el vengador que es a la vez juez, jurado y verdugo, al Dios de Jesús, Abbá de todos.

El Maestro hoy -en este instante- se vale de parábolas para darnos ánimos y señalarnos el sendero por donde se separan las aguas de las miserias y el egoísmo diarios.

Y, si nos atrevemos, comenzamos a mirar y ver con su mirada.
Puede haber cien ovejas, pero cada una de ellas es tan importante como la totalidad de ellas. Más todavía, el Dueño del rebaño -de un modo desmesurado e ilógico- es capaz de arriesgar a noventa y nueve con tal de recuperar a la que se ha extraviado.
Todo queda en segundo plano cuando se trata de reencontrar a quien se nos ha perdido. Y el reencuentro es motivo de alegría compartida.

Pueden haber varias monedas; pero si una de ellas no se encuentra, no importará la hora ni el modo, esa Madre no descansará hasta recuperar lo que es más valioso. Y cuando sucede el hallazgo de lo extraviado, se llama a los vecinos y se contagia el gozo del recupero.
No hay descanso que se justifique cuando lo más valioso -la vida- se extravía. Y cuando una vida es recuperada, hay que llamar a los demás y compartir esa dicha desbordante.

Puede ese Padre tener dos hijos, o millones de ellos en su casa; sin embargo, si sólo uno se pierde, para ese Padre la casa le resultará vacía.
Puede también resultar extraño: ese joven, esos hijos, pueden prescindir de ser tales, y dilapidarse en callejones mundanos. Pero ese Padre jamás se resigna a la pérdida de uno solo de sus hijos. Lo busca afanosamente, sin descanso, sin desmayo. Es un Padre que nunca abdicará de serlo.

Y el hijo descarriado regresa. Regresa por hambre, regresa cargado de vergüenza, regresa agobiado de la tristeza que ha causado.
Aún así, ese Padre que sale al encuentro de ese hijo que regresa, florece en alegría y todo se vuelve motivo de fiesta. Es Su alegría, no tanto la del hijo.

Clave y signo de nuestra Pascua pendiente: dejar atrás ese camino espúreo de premios, méritos y recompensas y dejarnos encontrar en el camino por ese Padre que sale corriendo a nuestro encuentro.

Pasar de una imagen que suele convenirnos, al Dios de la Vida, Dios Padre y Madre que ante todo ama a sus hijos, Dios de la Alegría y los Abrazos que no le importa tanto lo que hagamos hecho, sino que ansía nuestro regreso.

Quizás la Misericordia sea precisamente eso: un Dios que es Todopoderoso porque ama, besa y abraza a todos y cada uno de sus hijas e hijos)

Paz y Bien


De raíces y cimientos


Para el día de hoy (11/09/10):
Evangelio según San Lucas 6, 43-49

(Los frutos buenos, sabrosos y nutritivos, que alegran a los comensales y a menudo sacian al hambriento, no sólo hablan de las bondades del árbol. Remiten directamente a sus raíces.
Ellas sujetan firmemente el árbol a la tierra buena y fértil, por ellas corre savia vital.

Similar situación es la de una casa: cuando sus cimientos son sólidos, no hay tormenta que pueda derribarla. Es más, hasta se puede volver refugio cálido de quien ha perdido la suya por falta de cimientos.

Árbol y casa hablan del corazón y de sus fundamentos.
Porque -Gracia increíble- aún en la noche más cerrada, el destino no está escrito.
Todo está por dibujarse, y eso es un regalo que debe redescubrirse en cada despertar.

Por eso se nos invita a tener un destino de vino y de refugio: vino de la vida y la alegría, refugio para el cansado y agobiado que no cede ante los embates de ninguna adversidad.
Es cuestión de raíces y cimientos, arraigo y fundamento en el Dios de la Vida, en su Palabra.

Quizás haya que dejar que Él nos vaya creciendo, y nos edifique. Nosotros somos simples obreros de lo eterno aquí y ahora, en estos arrabales en donde comienza la vida que no tiene fin)

Paz y Bien

Una mirada distinta

Para el día de hoy (10/09/10):
Evangelio según San Lucas 6, 39-42

(Hay un problema que es habitual, que es grave por lo reiterado - y porque nos hemos quizás acostumbrado- pero que hace más daño porque nos empeñamos en seguir mirando con una mirada limitada.
Esa mirada acotada, finita, mezquina es la que sólo se ha vuelto capaz de ver/se a través de los anteojos del propio interés. En una comparación muy burda, solemos mirar como los caballos cuando se le colocan anteojeras para que vayan sólo en una dirección y no miren a los costados.

Ahí está el problema, nos dice el Maestro con sus parábolas: miramos sin ver, y -peor aún- nos volvemos incapaces de mirar a los costados, ciegos de ver al otro, torpes en el poder y el dominio sobre el hermano.
Esto comienza en el corazón de cada mujer y cada hombre, y se traslada necesariamente a lo social, en estructuras de egoísmo y opresión, sea cual fuere su origen ideológico pretendido. La ceguera nace del corazón que no tiene ninguna intención de verse más que a sí mismo.

Tal vez haya que suplicar a Jesús que nos cure. Probablemente, con carácter muy urgente sea necesario y hasta imprescindible que nos toque los ojos y nos espante de una buena vez esta ceguera que tanto daño provoca.
Y así, sanos por la Misericordia, libres de toda gruesa viga de egoísmo, podamos mirar y ver con Su Mirada, la mirada del servicio, de la entrega desinteresada, de la solidaridad, de la humildad.

La mirada de María, que nada quería para sí y entregó su existencia confiada al Dios al que le cantaba con alegría desde su pequeñez.
Seguramente, Jesús tenía sus mismos ojos)

Paz y Bien



ir arriba