Blanqueo de dinero, lavado de almas

Para el día de hoy (19/09/10):
Evangelio según San Lucas 16, 1-13

(Es bastante fácil caer en la trampa ideológica; no se trata, claro está, de un juicio de valor pues toda ideología veraz o errónea tiene su importancia, pero cuando el Maestro habla de las cosas del Reino, habla ante todo de aquello que anida en el alma, que se enraiza en el corazón... De allí surge lo bueno y lo malo, desde allí también puede leerse lo social, lo político, lo económico, la justicia.
Todo encuentra su origen precisamente allí, corazón adentro.

Jesús no demasiadas vueltas ni floreos al hablar del dinero y las riquezas; su Palabra no conduce a interpretaciones variadas, a gusto y comodidad del lector.
Su Palabra debe ser para nosotros Vida pero, también, espada de dos filos.

Por eso quizás, Él se refiere al dinero y a las riquezas como injustas: ha conocido y sabe bien que las riquezas de unos pocos son causa de la pobreza y la miseria de tantos otros.
Sin devaneos, e intentando mirar con Su Mirada, nos podemos animar a decir que la riqueza tiene intrínsecamente asociada y como consecuencia, la pobreza. Más sencillo aún: la pobreza es el fruto malsano de la pobreza.

Y en ese signo inequívoco, Él más allá: no se puede servir a Dios y al dinero.
Esto no nos es desconocido: el dinero -lo financiero- ha perdido su caracter instrumental, el ser una mera herramienta y es motivo de acumulación, egoísmo y poder.

Nada más ajeno al Reino: la verdadera acumulación de valores, el crecimiento del tesoro del Reino comienza cuando hay generosidad y donación desinteresada hacia el hermano necesitado. Por ello, tal vez las cosas sean verdaderamente nuestras cuando las damos como Él y desde Él.
Toda una teoría y práctica de la propiedad.

Y la parábola puede conmovernos y confundir nuestra razón mundana: Jesús alaba el obrar y la sagacidad del administrador "injusto".
Quizás sea por esa cuestión primordial que se nos olvida: ese administrador -previendo un futuro muy difícil- actúa sabiamente pues practica la justicia de Dios.
Los derechos divinos no son potestades a defender y propalar, el derecho de Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro está maravillosamente del lado de los pobres, los excluidos, los hambrientos, las víctimas, abiertamente y sin ambages.

Y nosotros, que a menudo reivindicamos pretéritos derechos de Dios y su Iglesia, estamos hoy invitados por el Maestro a un silencio atento, oyente y fructífero: quizás hemos dejado de ser sagaces, quizás hemos estado muy preocupados por nosotros mismos y nos hemos olvidado de lo primordial: el Reino y su justicia acontecen de la mano de Jesús y de sus amigos cuando se socorre al pobre, al huérfano, al oprimido, a la viuda.

Entre tantos dilemas y noticias horrorosas de blanqueos y capitales, tal vez sea imperativo comenzar a blanquear esas riquezas de suyo injustas, y blanquear el alma desde el compartir y la solidaridad, aquí y ahora, sin abstracciones ni teorías)

Paz y Bien

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