La disolución del alma


Para el día de hoy (13/10/10):
Evangelio según San Lucas 11, 42-46

(El Maestro entona como una elegía de su enseñanza, varios ayes dirigidos a aquellos que imponían cargas imposibles de sobrellevar al pueblo.

El ¡Ay! dirigido a quienes se preocupan por detalles nimios y dejan de lado el amor de Dios y su derecho, que no es otro que la justicia y el bien para los hermanos.

El ¡Ay! dirigido a la búsqueda del reconocimiento ajeno de títulos, primacías y prebendas, una trampa del ego y la soberbia que cierra toda posibilidad del conocimiento del otro, es decir, de hacerse prójimo.

El ¡Ay! dirigido a los cultores de una apariencia impecable, la que sin embargo esconde un panorama de muerte, pura máscara y engaño.

El ¡Ay! dirigido a aquellos que exigen -bajo apercibimiento de divinos castigos- el cumplimiento estricto de normas y leyes a los demás, considerándose ellos mismos exentos de practicar la justicia de Dios, es decir, ajenos a la compasión y la misericordia, enconados opresores profesionales.

Esos ayes deberían interpelarnos en este presente que se nos ha regalado, para que no se nos disuelva el alma en el cúmulo de falsedades que nos agobian y con las que podemos ahogar a los hermanos.

Quizás debamos suplicar que la Palabra del Maestro nos moleste y nos desinstale de toda falacia, y nos borre toda imagen de ese ídolo que a menudo nos inventamos para nuestra conveniencia y que, sin dudas, no es el Dios de Jesús, nuestro hermano y Señor)

Paz y Bien

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