Desde nuestra orilla


San Andrés Apóstol

Para el día de hoy (30/11/10):

Evangelio según San Mateo 4, 18-22

(El Maestro, indefectiblemente, siempre está caminando por las orillas de este mar que es nuestra existencia, con el paso firme y tenaz de los que aman y confían.

Estas pequeñas barcas de pesca que somos a menudo navegan en las aguas turbulentas de la historia, en las noches cerradas en las que la luz parece haberse ido hacia el olvido.

Aún así, Él anda por allí.

Estamos demasiado viciados de lo espectacular, de esos anhelos hollywoodenses -subjetividades vasallas y colonizadas impiadosamente- que esperan ansiosamente el cambio descollante, la placa recordatoria, la tapa de los periódicos, la noticia de último momento.

Y Él -con la obstinación de la ternura- se empeña en seguir en esa playa, arena fina e imperceptible de nuestra cotidianeidad.

Ha buscado a Andrés en su oficio, en lo que sabía hacer, en lo que ocupaba gran parte de sus días.
El Maestro tiene ojos de mirada profunda y lejana, y confía en cada uno de nosotros a tales extremos que es capaz de ver y mirar lo que podemos ser capaces... de ser.

Andrés y Pedro no se esconden: han sido descubiertos por unos ojos increíbles de ese Jesús de Nazareth. Mejor todavía, se han dejado encontrar, y ello posibilita que lo que se les hacía cosa de todos los días se transforme y adquiera un nuevo sentido.
Ahora, desde su antiguo oficio se harán pescadores de hombres, es decir, esforzados navegantes ocupados y preocupados en mantener con vida a tantos peces pequeños a la deriva en la red de la caridad.

Ese dejarse encontrar no es cuestión individual, no señor: es personal, pero siempre con referencia al prójimo cercano y lejano; tal vez por ello, en la Palabra del día de hoy nos suenen tan potentes las palabras hermano e hijo.

Quizás este Adviento nos esté diciendo -desde un silencio humilde y perceptible- que es imperioso dejarse encontrar por Su mirada, esos ojos que ya se van anticipando en los de su Madre.)

Paz y Bien








De cuando se acortan las distancias que separan

Para el día de hoy (29/11/10):
Evangelio según San Mateo 8, 5-11

(Baste un momento de humildad y sinceridad profundas para darnos cuenta: reconocernos -aún el más bravo, aún la más entera- pequeñísimos frente a la infinitud y el misterio de Dios.
Es el descubrimiento cordial de que Él es el Totalmente Otro. Y así, la distancia se nos hace insalvable.

Quizás algo de ello le sucedió al centurión romano, oficial táctico del ejército imperialista que ocupaba por la fuerza y potencia de sus armas la Tierra Santa.
Sin dudas, despreciado por la mayoría de los judíos obervantes, con el gravoso adicional de ser pagano, cultor de extraños dioses.

Sin embargo y a pesar de todo ello, un hombre sincero que habla con el corazón en la mano.
Él -pagano y hombre de violencias entrenadas meticulosamente- sabe del abismo imposible que lo separa del Maestro. Intuye que en ese galileo hay algo tan grande -tan inconmensurable- que se reconoce indigno; pero también, sabe que en Jesús hay una fuerza increíble en su Palabra, en parte por haberlo experimentado mínimamente en su experiencia diaria.

¿Cómo nos habla el Evangelio para el día de hoy si tenemos la vista puesta en ese horizonte de Nacimiento que se asoma a lo lejos, camino de Adviento?

El Maestro elogia la fé del centurión, pues aún no siendo conocedor de pretéritas doctrinas ni prosélito de Israel, ni teólogo esforzado, funda su alma en aquello que debería ser nuestro cimiento: cree y confía en la persona de Jesús.

Sea el centurión entonces para nosotros una señal inequívoca en este tiempo de esperanza.
Ese romano ha dado el primer paso -fundamental-, el paso que salva toda distancia: antepone a todo interés personal el sufrimiento del otro, en este caso, la enfermedad de su sirviente, y se anima a lo impensado sin importarle el fatal quedirán ni cánones que impidan hacer el bien.

Así nosotros también, saliendo de nosotros mismo sin importarnos nada más que el otro, con la confianza en la Palabra de Salvación del Maestro, aún cuando todo conspire en contra de hacer el bien.

Ese Jesús de los milagros y la salud salvó el abismo infinito de la separación entre Dios y el hombre... Dios haciéndose hombre para que todos los seres humanos -sin excepción- puedan ir al encuentro del abrazo que nunca finaliza)

Paz y Bien


Espera atenta, vigilia del encuentro

Para el día de hoy (28/11/10):
Evangelio según San Mateo 24, 37-44

(Hay una tentación posible cada vez que leemos un texto escatológico de los Evangelios: esa tentación es la del temor, la del miedo. Pero nada más errado que suponer que la pedagogía del Maestro sea la de atemorizarnos; el miedo es totalmente ajeno a la Buena Noticia, el miedo esclaviza, detiene y paraliza. La Palabra libera.

Que este tiempo fuerte y de esperanza militante que llamamos Adviento lo comencemos con este texto no es casual, claro que nó. La causalidad del Espíritu es manifiesta.

Es tiempo de espera atenta, de no adormilarse con los sopores mundanos.
Porque no se trata de algo que está por suceder de un momento a otro, se trata de Alguien que está por venir.
Y aún con el arquetipo de Noé, es tiempo que debe leerse en clave de Niño.

Esta vigilia del encuentro supone un esfuerzo por desterrar todo mecanismo autómata de supervivencia, y atreverse al coraje de vivir, vivir con sentido, con un hacia dónde, con un hacia Quien y desde un porqué.

Desde el comer y el beber hasta los distintos trabajos, han de expresar algo más profundo que la mera acción a la que hacen referencia: cuando el comer, beber, trabajar -es decir, la existencia- se inundan del sinsentido, es tiempo de subirse al arca de Salvación que implica orientar todo lo que se hace hacia ese Alguien que resignifica todas las cosas.
Más aún, poner proa hacia Aquél que es el único que da sentido y trascendencia a la vida humana.

Cualquier otra suposición, toda otra alternativa supone la noche más cerrada.
Y estamos en camino al alba de la Salvación, con la certeza de que nos espera un Niño en brazos de su Madre, el tiempo de Dios con nosotros)

Paz y Bien

Apuntes de Adviento


El Adviento es horizonte, meta que se entreve a lo lejos y que nos anima el andar.
Un horizonte que se nos dibujando en el cielo límpido de la Misericordia.

Se nos tiene que encender justiciera y mansa nuestra esperanza.
Una estrella amiga nos susurra que en el bienaventurado y sospechoso embarazo de una muchachita judía están todas las repuestas, y mejor aún, las preguntas que nunca nos atrevimos a hacer/nos.

Imperceptible al comienzo y sin embargo creciente, a medida que nos acercamos vamos escuchando una música que nos estremece, y el corazón nos baila, y enronquecemos de tan fuertes que son las ganas de cantar que nos ensanchan el pecho.

-parece que en ese horizonte hay una urdimbre extraña, tejida por Dios y la humanidad. Conjunción de Dios y pañales, de eternidad y leche, de infinito y bebé acunado en brazos de su Madre-

Es claro que ese horizonte es ilusorio para mentes serias, racionales y adultas.
Es cosa de niños: depositamos nuestras esperanzas en esa ignota muchacha de pueblo escondido, sabiendo que en sus entrañas viene creciéndonos la Salvación.

Sin dudas, es un tiempo extraño: es tiempo de Dios y también tiempo del hombre, era en la que el Creador decide hacerse creatura, frágil, anónimo, débil, poco glorioso a nuestras medidas.

Si esto que llamamos Adviento es peregrinar, tal vez sea también tiempo de desandar los pasos inciertos de aferrarnos a lo que Él no ha elegido.
Porque la Salvación es don de Dios que viene desde un Niño, por ternura de mujer, y deliberada y abiertamente elige a los pobres e indefensos para manifestarse.

Por ello mismo ya se han puesto en camino los innominados pastores de todos los tiempos, temerosos y confiados, yendo al encuentro de esa vida que se les ofrece especialmente a ellos, que florece entre ellos y que amanece toda la historia desde ellos.

Habrá que animarse a caminar con ellos para que la alegría no tenga fin.

Paz y Bien
Ricardo

De pié, despiertos y orantes, esperando su regreso

Para el día de hoy (27/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 34-36

(Hay que andarse con cuidado, dice el Maestro.
Son muchas las cosas del mundo que, cuando pierden el sentido, dejan de ser vino bueno y se nos vuelven vinagre que embriaga y aturde los sentidos. Esa embriaguez nos vuelve incapaces de leer los signos de los tiempos, de tener una conciencia capaz de discernir todo aquello que es ajeno al Reino, de adormecernos en el sopor de la comodidad y la injusticia.

Porque Él está volviendo y volverá...

Cada día, podemos descubrir que regresa y viene a nosotros en la mirada del hermano, en los ojos de los niños, en el rostro de los pobres. Y volverá de modo pleno y definitivo, quizás cuando menos se lo espere.

Quiera Dios que el reencuentro diario y en la vuelta final nos encuentre de pié y despiertos, firmes en la esperanza.
Sólo desde la oración el corazón se vuelve capaz de estar atento, lúcido frente a las injusticias y ávido de descubrir esas señales de reencuentro.
Sólo desde la oración se fundamenta nuestra esperanza y se alimenta la alegría de poder permanecer de pié para poder mirarnos a los ojos.)

Paz y Bien

Brotes nuevos de vida

Para el día de hoy (26/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 29-33

(Es un tiempo nuevo, Año de Gracia y Misericordia, que tiene la maravillosa lógica irrazonable de la semilla: por detrás de todo, con humildad imposible y con tenacidad inaudita, el Reino crece y crece sin detenerse.

Dios ha puesto el orbe en manos de la humanidad, pero no nos ha abandonado a la suerte falaz de nuestras miserias. Él teje el magnífico tapiz de la historia mano a mano con mujeres y hombres de buena voluntad a través de los tiempos.

Quizás por ello mismo sea menester comenzar a mirar y a ver lo que de suyo y habitualmente pasamos por alto; porque es claro que tiene la mejor prensa en nuestros corazones lo malo, el dolor y el sufrimiento.
Y no se trata tanto de elaborar una compleja y falaz estrategia de negación, sino más bien de redescubrir que aunque todo se nos haga dolorosamente decisivo y definitivo, hay más, siempre hay más, y hemos de aceptar el convite increíble del Maestro de mirar y ver con Su mirada.

Eso que llamamos Salvación tal vez tenga el profundo significado de reencontrar la bondad y la ternura aún en el dolor más contundente, el alba aún en la noche más cerrada, la vida que palpita aún cuando abunde la muerte.

Es tiempo de Dios y el hombre, y así la historia es tejido milagroso entre la Providencia de un Dios Padre y Madre y mujeres y hombres que día a día añaden sus pequeños granos de arena de bondad.

En cada lucha mansa por la justicia, en cada reivindicación de los pobres, cuando dos personas se aman, cuando los excluidos e ignorados se vuelven importantes, cuando la solidaridad se vuelve gesto habitual... allí hay pequeños y seguros brotes nuevos de vida que van dando aviso que no todo es final de espanto, sino signo cierto de comienzo nuevo.

El Reino, aquí y ahora, hoy mismo, está cerca, muy cerca, tan cerca que ha florecido en tu corazón y en cada alma que confía serenamente en que un mundo distinto es posible.

Locos inconmensurables, caravana tenaz de los que se juegan la existencia en el brote mayor, un Niño en brazos de su Madre)

Paz y Bien


Las ocho señales, la mirada en el cielo

Para el día de hoy (25/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 20-28

(Jesús viene abriendo nuestros ojos frente a ocho señales de los tiempos, para no desesperar ni rendirse, sino para ver -a pesar de todo- la presencia de Dios en la historia que sustente nuestra esperanza.

Una señal acerca de la aparición de los falsos mesías.
Una señal del surgimiento de guerras y revoluciones.
Una señal que muestra a naciones contra naciones, reinos contra reinos.
Una señal de desastres naturales tales como terremotos.
Una señal de hambruna, enfermedades y señales en el cielo.
Una señal de persecuciones contra los discípulos de Jesús.
Una señal encarnada en la destrucción de Jerusalem, arrasada hasta los cimientos.
Una señal de mudanzas y movimientos en el sol y la luna.

Los ojos de este mundo sólo serían capaces de observar dolor y espanto: en esas señales, quizás, esté atronando el fin que se presenta del peor de los modos.
Pero en este Año de Gracia y Misericordia -con todo y a pesar de todo- hemos de leer atentamente la historia comenzando por nuestra historia personal y comunitaria, con la mirada del Maestro.

Todas estas señales se transforman, bajo Sus ojos, no ya en signos de sufrimiento y muerte, sino en dolores de parto que preanuncian la vida nueva inminente que está llegando.

Pues todo cobra un sentido nuevo cuando se vé y se mira con ojos capaces de mirar al cielo sin perder de vista a los hermanos.
El Reino, ése que ahora mismo vá creciéndose entre nosotros humilde y tenaz, no ha de convivir con los frutos venenosos del poder, de los imperios, del egoísmo y de la opresión.

Mirando al cielo y a los hermanos, con el alma descansando en el Espíritu de Aquel que es nuestra esperanza, descubrimos que las catástrofes del mundo que conocemos -y esos maremotos en nuestras existencias- son también motivo de nuestra esperanza.

¡Ánimo! Está llegando nuestra liberación, con la humildad y el poder de un Dios que se hace uno de nosotros, desde la ternura de un Niño en brazos de su Madre)

Paz y Bien

Una ladera empinada

Para el día de hoy (24/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 12-19

(Como una consecuencia necesaria, el discípulo ha de ser denostado y perseguido; es decir, que en tanto se asuma la existencia de la misma manera que Jesús la asumió, sucederán las persecuciones y los oprobios.

Quizás por ello, las discípulas y discípulos de Jesús -esto que llamamos Iglesia- deberíamos preocuparnos si no hay un ápice de inconvenientes, y si por ello mismo nuestro compromiso con el Reino ha abandonado la subida empinada de la virtud y, en cambio, ha optado por el rodar cómodo de la rutina, por el adaptarse sin transformación, masa a la que la levadura no afecta.

Es claro que esa subida es dolorosa, difícil, durísima. A menudo se agrava porque quienes aplican el destrato del desprecio o el juicio despiadado y violento, son... cercanos. Hermanos nuestros. Gentes que con los mejores motivos, matan y torturan en representación divina.

Vaya a saberse de qué dios hablamos, sin dudas no del Dios de Jesús.

Pero en la magnífica paradoja que a menudo sucede con la Buena Noticia, en medio del temporal del dolor y la soledad comienza a asomarse el sol de la paz y la justicia.
Lo sabemos, no estamos solos y el Maestro sube esa ladera con nosotros.
Más aún, la sube a menudo por nosotros, y se nos vuelve a hacer Verbo cuando la mudez acecha.

En su compañía cierta se fundamenta nuestra esperanza, y es una esperanza que palpita en cada célula, en todo corazón.

Nada es ajeno a la bondad y la Misericordia)

Paz y Bien

La lectura de la historia

Para el día de hoy (23/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 5-11

(Para asombro de algunos, confusión de otros y espanto de muchos, el Maestro preanuncia el derribo del segundo Templo: de esa magnificencia no quedaría piedra sobre piedra.

Es razonable el estupor desatado: se depositaba en ese Templo una gran carga de afecto y devoción -para nada criticables- que tendía a esconder el auténtico motivo de la santidad que allí imperaba.
Y es que la santidad proviene de Aquel que es Santo, no de nuestras edificaciones ni de nuestras ideas y conceptos.

Desde ese fundamento, Jesús hace toda una lectura de la historia, muy distinta a la usual, que escucha las voces del interés y los susurros del miedo.

Tal es el paradigma infinito de la Buena Noticia: la historia humana es una increíble urdimbre realizada entre Dios y el hombre, y está en nosotros descubrir a través de los tiempos sus señales.

Más aún: es tan raigal esta cuestión, que el mismo Dios se hace hombre para que toda la humanidad pueda participar de su eternidad.

Viene un Niño Santo por el que todos los niños serán santos, y desde el que toda vida se nos revelará templo vivo y sagrado habitado por el Espíritu)

Paz y Bien


La donación de la existencia


Para el día de hoy (22/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 1-4

(En los tiempos de la predicación del Maestro, los huérfanos y las viudas eran los sectores sociales más desamparados. No existía -como puede suceder en nuestro presente- sistema alguno de seguridad social, por lo que niños y mujeres estaban totalmente desprotegidos, sin derechos legales ni sociales y por completo dependientes de la beneficencia pública.

Sin dudas, en el Templo de Jerusalem se recaudaba mucho dinero, dada la afluencia de peregrinos. Gran parte de ese tesoro se destinaba al sostenimiento del culto, a la manutención de los sacerdotes y al mantenimiento de las instalaciones; una parte -según prescribía la ley mosaica- se destinaba a la limosna, o sea, a brindar una pequeña ayuda a los necesitados, viudas y huérfanos.

El Maestro está en el Templo, y aún antes de decir nada ya está enseñando; hay toda una pedagogía allí, pues Él siempre mira pero también, vé.
Vé a los ricos depositar ingentes sumas de dinero, y vé especialmente a una viuda pobre echar dos moneditas en la alcancía del tesoro.

Pase lo que pase, suceda lo que suceda, Jesús no pierde la capacidad de ver en plenitud los detalles más pequeños...quizás, porque en esos detalles en apariencia ínfimos descubre la mano bondadosa de su Padre.

Y observando detenidamente ese pequeñísimo gesto, se pronuncia de manera contundente: aquella mujer había donado más que nadie, pues no vaciló en dar aquello que necesitaba para vivir.

Es la escala de valores del Reino, aquella que suele ser paradójica e inadmisible a ojos mundanos.
Esa viuda en dos centavos dá más que nadie pues -desamparada ella- entrega aquello que puede ayudarla a subsistir, para que a su vez se auxilie a otro necesitado.

Como espejo de la vida misma, el Adviento es una peregrinación; quizás, como los pastores, vamos vacilantes en búsqueda de ese rey que nos viene a nacer.
¿Qué mejor momento para valorar con Su Mirada el valor infinito de los gestos pequeños, la eternidad escondida en la ofrenda de los pobres, el valor incalculable de la donación de la propia existencia, por pequeña y escasa que nos parezca?

María fué así, y ofreció toda la pequeñez de su ser para que llegara el Dios del Universo a vivir entre nosotros.)

Paz y Bien

Un rey derrotado, hermano de malhechores

Jesucristo, Rey del Universo

Para el día de hoy (21/11/10):

Evangelio según San Lucas 23, 35-43

(Este Cristo. todo lo opuesto a esa imagen real que solemos representarnos: un monarca revestido de oro y poder, más identificado con un emperador guerrero e imponente, al que le es inaceptable la derrota.

Tristemente, a través de los tiempos, se ha reivindicado hasta límites insospechados esa idea de Rex Imperator que ha desembocado en el ejercicio desoladamente terrenal del poder y ha sido la excusa para ejercer la peor violencia en su nombre.

Pero lo que nos transmite el Evangelista Lucas es totalmente distinto.

Es un rey extraño, paradójico, escandaloso.
Al nacer, tiene por trono los brazos de su Madre.
Al morir, es coronado con espinas que taladran su piel y lo entronizan en la cruz, patíbulo reservado a los criminales más abyectos.

Porque la cruz es escandalosa. Supone una derrota que será finalmente aparente. Implica sufrimiento y torturas.
Jesús -maldecido y objeto de mofa hasta su último aliento- es condenado por blasfemo al decirse Hijo de Dios y políticamente peligroso: no acepta la deificación del César, e inculca en los suyos no afanarse por el poder, el dinero ni, mucho menos elegir el camino de la violencia.
Este extraño rey reinvindica el derramamiento de sangre siempre y cuando sea la propia y para que un hermano viva.

Frente al escándalo, nacen los gritos de de aquel entonces -por cierto, tan vigentes-: aún en tono de burla, se quiere imponer la salida egoísta: ¡sálvate a ti mismo!.
El ego por delante, yo primero, yo siempre.

Aún con la muerte a sus puertas, el Maestro rechaza librarse de ese cáliz; en el momento crucial de su vida terrena, elige salvar a otro. Ese otro es un malhechor -no como erróneamente se dice un buen ladrón, no en la didáctica de Lucas-.
Un malhechor, es decir, un hombre que hace el mal, y que sin hablar de arrepentimiento, sabe reconocer su marginalidad y la perversa injusticia en la ejecución de ese hombre bueno, Jesús. Tal es su sinceridad, que es el único en todo el Evangelio que al Señor lo llama por su nombre, Jesús.

Ese malhechor reconoce la injusticia, y suplica a Jesús que lo recuerde al llegar a su Reino.
Intuye en ese hombre bueno que muere a su lado una realeza que no es de este mundo.

A punto de expirar, Jesús ofrece la misericordia y la salvación a ese malhechor; y ese Paraíso, esa certeza de plenitud tiene la garantía de un presente.
La Salvación sucede hoy, ahora mismo, en este preciso instante se ha abierto la puerta de la eternidad.

Por ello, ha de ser día de serena celebración: si la cruz es signo y símbolo del amor mayor y si Cristo es en verdad nuestro rey, como súbditos deberíamos inclinarnos como Él mismo al servicio desinteresado, a la preferencia por los pobres, los excluidos, los marginales, los desechados, creando ámbitos de justicia y libertad en donde florezca la fraternidad.

Al fin y al cabo, es dable y santo sabernos también malhechores felices en sus brazos.

El Universo se sostiene por la Misericordia)

Paz y Bien

Retribución y mudanzas

Para el día de hoy (20/11/10):
Evangelio según San Lucas 20, 27-40

(Los saduceos eran una secta y, a la vez, se correspondían con la élite del poder económico y político, especialmente en Jerusalem.
Sostenían fervorosamente la teología de la retribución, es decir, que Dios retribuía con bienes y riquezas a aquellos que observaban puntillosamente la Ley; sin embargo, de suyo esta observancia y sus consecuencias conspira directamente contra la idea del reino de Jesús y, más todavía, le resulta diametralmente opuesta la idea de la Resurrección.
Es dable inferir que si -según los saduceos- Dios retribuye con riquezas a los observantes, pobreza y sufrimiento son el castigo prescrito para los pecadores.

Para una mentalidad así, para almas que enhebran tales ideas, la Resurrección supone una ruptura del status quo que los favorece y es opuesta a esa cómoda idea de un dios gestor de premios, mercader de recompensas.

La Resurrección implica ser capaz de mudarse del desorden establecido, volverse peregrinos de la esperanza, volverse niños felices capaz de aceptar regalos.

Porque la Resurrección es pura Gracia y significa asumirse desde el presente -ahora mismo- hijas e hijos de Dios, partícipes desde cada célula en el misterio de la vida divina y celebrar en cada respiración que entre nosotros está creciente el Reino y su justicia.

De allí la pregunta falaz que le formulan, especialmente formulada para llegar a una consecuencia absurda respecto de la Resurrección.

Las hijas e hijos de Dios, testigos del Resucitado son antorchas que alumbran con su resplandor las tinieblas afincadas en la historia.
Ser testigos de la Resurrección significa estar dispuestos a toda mudanza, ser capaces de desinstalarse y aceptar todo desafío contra la injusticia, desde el impulso del Espíritu.

Habrá entonces que volver a imaginarse pueblo de caminantes, peregrinos al encuentro del Dios de Jesús... o ser un grupo de privilegiados cómodamente instalados en los esquemas que convienen a la voracidad del egoísmo y al culto al falso dios del poder y de la prosperidad.)

Paz y Bien

Mercado de almas, traficantes de corazones

Para el día de hoy (19/11/10):
Evangelio según San Lucas 19, 45-48

(Un hombre solo, enfrentado a esa ciudad grande de corazón mínimo.
Un hombre, ese hombre, derribando las mesas de los cambistas, expulsando a los mercaderes de todo, demoliendo desde su autoridad el pingüe negocio de los apropiadores del Templo.

-posiblemente, ese hecho decidiría su posterior condena a muerte, tal la rabia que desataba-

Lo verdaderamente grave quizás fuera que a todo se le había puesto precio, inclusive a la piedad y al culto, como si pagando un valor predeterminado -y gravoso- se accediera a los favores divinos.

Todo se había pervertido: lo valioso no estaba ni en la magnificencia y belleza de la edificación, ni en las multitudes peregrinas, ni en el dinero que cambiaba de manos. Adrede, ignoraban que el Templo era sagrado por el Dios que lo habitaba.
Por ello mismo, ese Templo sería derribado, no como castigo, sino más bien por haberse perdido su fundamento. Se había pervertido su cimiento primero, transformando una casa de plegarias en un nido de maleantes.

Ese hombre, el más humano de todos y por ello mismo, Dios con nosotros, es el nuevo Templo. Y sus hermanas y hermanos -aquellos capaces de seguirlo- se convierten en templos vivos del Dios de la Vida y la Gracia.

Sometidos a los crueles dictámenes del falso dios Mercado -Moloch de falacias y primer productor de esclavos y miserias-, hemos de suplicar que el Maestro intervenga otra vez, con autoridad, con coraje y valor.

Nada de conformarse no de buscar la falsa paz de la comodidad; sería maravilloso que nos derribe todas esas mesas que vamos ubicando alma adentro, en donde asentamos el trueque de promesas por recompensas... nada más ajeno al amor y a la Gracia.

Volver a descubrirnos templos latientes, casas de oración en marcha)

Paz y Bien

Grandes ciudades, corazones pequeños


Para el día de hoy (18/11/10):
Evangelio según San Lucas 19, 41-44

(Un hombre solo frente a una ciudad.
Una ciudad que enfrenta y rechaza a un hombre solo. Una ciudad cultora del poder, del dinero, del destrato, de la exclusión, del desprecio, de la violencia.
Una ciudad como un monstruo que sólo quiere tragarse a las gentes.
Una ciudad como la tuya o la mía, una ciudad grande de corazón muy escaso o inexistente.

Jesús, Hijo del Hombre, el más humano entre los humanos, llora. Se anega de lágrimas por su patria, sabe lo que le sucederá a Jerusalem en pocos años.

Pero más allá de las legiones romanas de Vespasiano y Tito, las grandes ciudades sin corazón tienen el mismo destino: cuando rechazan la paz del Reino que le es donada, ofrecida gratuitamente, han de desaparecer licuadas en su propia violencia.

Quizás el rechazo de ese Shalom universal de Dios con nosotros sea el problema mayor, pues esa paz no es precisamente la ausencia de conflictos, sino la construcción de la fraternidad aún cuando el cemento agobie y los muros de hormigón se nos hagan obstáculos insalvables a nuestras almas.

¡Qué misión! Crear en estas ciudades tan inhumanas y crueles recintos de justicia y paz, espaciosas habitaciones con puertas y ventanas abiertas en donde se secarán todas las lágrimas.

El llanto de nuestros hermanos y el nuestro propio también son lágrimas del Maestro)

Paz y Bien

Rendición de cuentas

Para el día de hoy (17/11/10):
Evangelio según San Lucas 19, 11-28

(El Maestro utiliza en su enseñanza esta parábola de las diez minas: es preciso destacar que en los tiempos de su predicación, una mina equivalía a cincuenta talentos, es decir, era una suma astronómica.
Quizás -sólo quizás- la intención es que pongamos toda nuestra atención en todo lo valioso que se ha confiado a los servidores, a cada uno de nosotros.

Porque por escasas y limitadas que nos parezcan nuestras capacidades, nuestros dones, esas minas, están allí, dadas, entregadas, regaladas por pura gratuidad para que fructifiquen y se multipliquen.
Ese valor incalculable inscripto en cada existencia se nos ha confiado para que produzca.

Algunos producirán cinco, otros diez, otros mucho más.
Lo importante es no esconderlo no esconderse; la producción requiere coraje, exige valor y decisión, fuerza y dinamismo.

Conservar y esconder con pasividad y temor lo que se nos ha dado no es cosa del Reino, y se nos pedirá rendir cuentas. Al fin y al cabo, nada nos pertenece y las cosas son verdaderamente nuestras cuando las damos.

Y hemos de estar muy atentos: así como esa embajada -evocando quizás el entresijo político en la época de la tetrarquía de Herodes- iba por delante del Rey expresando el rechazo a su reinado a los cuatro vientos, nosotros también podemos actuar igual con la mejor de las intenciones.

El Señor viene, y manifestar que estamos empecinados amorosamente en su Reinado, tal vez exija menos declamación y más oración que produzca frutos santos de justicia)

Paz y Bien

Nadie es ajeno a la Misericordia


Para el día de hoy (16/11/10):
Evangelio según San Lucas 19, 1-10

(Nada a favor para Zaqueo.
Publicano -el jefe de ellos en Jericó- es decir, recaudador de impuestos para la potencia ocupante de la Tierra Sagrada de Israel, el Imperio Romano, y casi seguramente corrupto en sus exacciones.
Es rico, con lo cual aparentemente está excluido de la entrada al Reino -es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja...-
Es reconocido por sus paisanos como un pecador, la peor de las clasificaciones morales que lo equiparaba a las prostitutas.
El Maestro mismo lo reconoce como uno de los perdidos.
El mismo Zaqueo acepta haber hecho mal y ejercido concientemente la deshonestidad y la corrupción.

Nada a favor, y a nuestros ojos acostumbrados al cálculo preciso y a la clasificación del hermano, Zaqueo era un caso casi perdido, como tantos otros Zaqueos a los que prejuzgamos de imposibles de aceptar al Evangelio y convertirse.

Pero es Año de Gracia y Misericordia y -le moleste a quien le moleste- la Salvación es ofrecida a toda la humanidad. Nadie -ni el que nos parece peor, ni el más horrendo criminal- es ajeno a la Misericordia de Dios.
Como nos enseña el Apóstol: en donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia.

Quizás sea tiempo de volver a mirar a tantos Zaqueos que posiblemente, hayamos descartado de antemano como ajenos a la Buena Noticia. No es producto de nuestro juicio, ni cuestión de nuestras razones.

Es ante todo, voluntad universal de Aquel a quien Jesús nos enseñó a llamar ¡Abbá! ¡Papá!, que no quiere que ninguna de sus hijas ni de sus hijos se pierdan. Tal vez desde allí, podamos reencontrar el significado verdadero de esa universalidad que implica el término católico)

Paz y Bien

El grito mayor

Para el día de hoy (15/11/10):
Evangelio según San Lucas 18, 35-43

(A un lado del camino, apartado de la vida, excluido de caminar con los demás, se entera que pasa Jesús. Y lo llama, y le suplica compasión, lo reconoce como Mesías.
Su grito es molestia para muchos que intentan acallarlo, como se quiere silenciar los clamores de tantos hoy, ahora mismo, los gritos de los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los desterrados de toda justicia, gritos incómodos que crecen y crecerán a medida que más se intente un cómodo silencio.

El grito de ese hombre ciego es fuerte pues nace de las entrañas de su fé.
Es el grito mayor que clama desde la esperanza, es oración pura.

Y el Maestro, a esos mismos que trataban infructuosamente de quitar de en medio a ese molesto mendigo, ahora son mandados a llevarlo a Su presencia.

Alto ahí: especulemos un poco -en ese sentido primordial de espejarse, speculum-; debemos permitir que esos gritos que nos molestan crezcan, que sean ensordecedores para muchos, pues tenemos la tarea santa de llevar a la presencia de Jesús al imposibilitado de ir por sí mismo...

Pero el grito no basta: el grito es fuerte cuando se sabe bien porqué se grita, y es mayor cuando se tiene fé y no se abdica en la esperanza.
Por ello la pregunta del Maestro -¿qué quieres que te haga?-

Vidas orantes, don y misterio, signo y profecía: la fé expresada en una vida orante es la puerta que se abre para que el Espíritu transforma la existencia.

Cuando el Maestro pasa por la vida -y pasa en la vida diaria, esa de la que renegamos masticando la rutina- todo cobra nuevo sentido, sanamos y crece la alegría perdida que se expresa en alabanza compartida.

Quiera Dios que nos volvamos compañeros de tantas hermanas y hermanos nuestros que gritan su dolor y sus pesares. Que esos gritos no sean acallados, que esos clamores crezcan y se vuelvan sinfonías de fé que destierren todo rumor de muerte.

Así sea, Maestro y hermano nuestro)

Paz y Bien

Cerca, muy cerca


Para el día de hoy (14/11/10):
Evangelio según San Lucas 21, 5-19

(El Maestro es magníficamente insolente: basta con imaginarse los rostros demudados de aquellos que escuchaban su afirmación de que del Templo de Jerusalem no quedaría piedra sobre piedra.

Es que, por un lado, se quedaban en la belleza de los ornamentos y la delicadeza de las piedras, pura exterioridad que olvidaba al Dios que lo habitaba y que le daba sentido. Y por otro lado, es un tiempo nuevo, el tiempo de la Gracia.
Ahora, el Templo se multiplicará en millones de templos vivos y latientes en donde habitará el Dios de la Vida, piedras vivas que darán testimonio del Reino.

Ese testimonio es sanguíneo y visceral, surge de las mismas entrañas y se expresa con la totalidad de la existencia. No hay medias tintas: a menudo implica violencia y derramamiento de sangre.
No hemos de caer en la trampa de creer que esta violencia es agradable a Dios; el Creador es ¡Abbá!... ¿a qué Padre -que ama como una Madre- se le ocurriría desear el sufrimiento de uno solo de sus hijos?.
Sin embargo, a nosotros, mujeres y hombres que decimos seguir a Jesús de Nazareth, nos toca ser sus testigos; y el testimonio ha de ser así, extremo y total, asumiendo todo riesgo y superando todo miedo que nos ponga grilletes en el alma, pues somos testigos del Resucitado, mensajeros de la Pascua, portadores de la mejor de las noticias. La muerte no prevalece.

Él siempre estará cerca, muy cerca, y regresará definitivamente.

Cerca, muy cerca, en el rostro de los pobres, en los ojos de los niños, en la mano abierta y generosa, en la comunidad que recibe y contiene, en la solidaridad, en los que se aman a pesar de todo,en el Pan que se comparte y reparte, en la vida que se ofrece gratuitamente para que otros vivan.

Tan cerca está, que hablará por nosotros. Por ello mismo, no hay que prestar oídos a los profetas de lo nefasto, precursores del fin, agoreros de la tristeza, mundanos y -dicho con mucha tristeza- especialmente eclesiásticos.

Su cercanía debería impulsarnos a ese amor extremo en el hoy, en este presente, sabiendo que Él volverá y que la muerte no tiene la última palabra, desde la paciencia que es también constancia, desde la serena alegría que derrota todo dolor y vence cualquier amenaza que se cierne.

Está tan cerca, que nos habita en cada corazón)

Paz y Bien

Santamente fastidiosos

Para el día de hoy (13/11/10):
Evangelio según San Lucas 18, 1-8

(A ojos mundanos, los jueces deben ser quirúrgicamente asépticos y limitarse a hacer cumplir la ley.
Pero la mirada del Reino -que es la de Jesús y debería ser la nuestra- es bien distinta: el juez de la parábola es injusto porque nada le importa, ni Dios ni los hombres, es decir, no protege desde su función a los más pequeños y a los débiles, no se puede ir a él buscando equidad y equilibrio.

Y la viuda de la parábola es el símbolo por excelencia de los más débiles y desprotegidos, aquellos que sólo pueden valerse de sus súplicas y de su obstinación para obtener lo que les corresponde por derecho.

A esa viuda -sin nadie que hable por ella, sin nadie que la defienda-, no era escuchada, no podía lograr que se le hiciera justicia; por ello, sólo le queda su obstinación y su tenacidad.
Y lo logra: ese juez, por puro egoísmo -estaba saturado del fastidio que le causaba la súplica continua de la viuda- decide hacerle justicia.

Entonces el Maestro se toma el atrevimiento -sólo Él podría hacerlo- de comparar a su Padre con ese juez injusto... Si la obstinación de la viuda logró torcer la voluntad del juez injusto, ¡cuanto más lograrán las plegarias constantes de de las hijas e hijos a Dios que es un Padre que ama como una Madre!

Quizás haya que volver a mirar y ver con la mirada de Jesús, y dejar nuestros lentes mezquinos.
Quizás eso que entendemos por justicia tenga raíz primera en la oración pues signifique ajustar nuestras voluntades a la voluntad de Dios, que es la Vida plena para todos.

Por eso mismo es preciso volverse tenaces y obstinados en la oración, santamente fastidiosos desde la plegaria confiada. Más aún, mujeres y hombres orantes que tansforman la tierra y hacen presente aquí y ahora -en medio de estos fangos- el Reino de Dios en compañía de Jesús)

Paz y Bien

Gastarse

Para el día de hoy (12/11/10):
Evangelio según San Lucas 17, 26-37

(Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro crea, cría y sostiene la vida.
Y por un inefable designio de ternura y confianza, ha puesto ese río caudaloso en nuestras manos.
Sin embargo, es una herencia cuanto menos extraña: esa riqueza aumenta, esos bienes se incrementan cuando se dilapidan en favor de los demás.
Maravillosa locura del Reino...

Tristemente y aún sabiéndolo, el consejo y mandato de gastarse por el prójimo muy a menudo se ignora y se coarta. Porque es preferible ignorarlo cuando acecha el miedo y asoma la cobardía, pues es tiempo de reinado del egoísmo, de la prevalencia del yo, del interés individual por sobre todos los demás.

Y lo sabemos: se trata de quemar nuestras naves -pequeñas embarcaciones- nada más ni nada menos que para que el otro viva, y viva en plenitud. Esos barquitos pasibles de quemarse tienen el distingo de no volver atrás.

Quizás debamos suplicar poder entender desde lo profundo del corazón esta misión, y que el Maestro nos encienda de valor y coraje.
Porque Él está con nosotros, y no hay que ir a buscarlo en las tumbas vacías de nuestros esquemas.

El se manifiesta en la vida diaria, tal vez especialmente en lo que hacemos a diario y que a menudo detestamos por rutinario y agobiante.
Es cuestión de mirar y ver, está allí, presente y palpitando con nosotros, Dios viviente y hermano nuestro)

Paz y Bien



Aquí, entre nosotros


Para el día de hoy (11/11/10):
Evangelio según San Lucas 17, 20-25

(No pasa por lo sensorial. No es una cuestión perceptible a ojos mezquinos, a miradas calculadoras que sólo saben decir que todo sigue igual, que nada ha cambiado, que hay que hacer buena letra para que Dios se acuerde de nosotros.

El Reino tiene el perfume del aquí y el ahora, creciendo humildemente entre nosotros: Jesús ofrenda los signos, haciéndose Él mismo signo mayor del amor, Dios con nosotros.

Por eso, no pasa por los méritos o pretendidos derechos adquiridos; el Reino pasa por el samaritano que regresa a los pies de Jesús desbordante de gratitud por la bondad de Dios, y no tanto por los otros nueve que, quizás, se creían por pertenencia con ciertas prebendas.

Y aunque no se lo vé -pues tiene la tenacidad de la semilla y la fuerza de la levadura- aquí y ahora se lo puede descubrir, tesoro escondido en nuestros campos.

Allí está cuando sucede la solidaridad, cuando la gente se ama, cuando se hace justicia a los pobres, cuando se destierra la miseria, cuando acontece el perdón, cuando florece la liberación, cuando hay vidas que se ofrendan, cuando la prioridad de la existencia es el bien del prójimo, cuando hay gestos desinteresados de bondad, cuando el buen humor se comparte en serena alegría...

El Reino está aquí mismo, en este preciso instante, en nuestro presente; se lo puede descubrir y hay una invitación abierta a construirlo y engrandecerlo. En el horizonte se asoma el gran reencuentro, destino cierto de Su regreso, plenitud ofrecida a toda la humanidad)

Paz y Bien

Todo es Gracia

Para el día de hoy (10/11/10):
Evangelio según San Lucas 17, 11-18

(No debe asombrarnos la actitud de los nueve leprosos sanados en camino al templo, sin volver la vista atrás.
Es la misma conducta que hoy podemos observar en mucha gente -¿en nosotros mismos?-: ese vicio de creer que Dios nos debe algo, que está en deuda con nosotros y que, a la vez, debemos acumular méritos para lograr sus favores.
Es el talante de creerse con prebendas y preferencias por una determinada pertenencia religiosa.

Aunque sea ingenuamente, imaginémonos que en las cuestiones del Reino se trata, ante todo, de ser mujeres y hombres buenos.

Mujeres y hombres capaces de reconocerse pequeños, frágiles y limitados.
Mujeres y hombres que saben que Dios no es acreedor ni deudor; es Abbá!, Dios Padre y Madre.

Y, tal vez, se pueda redescubrir lo maravilloso de la existencia -con todo y a pesar de todo-, el regalo de la vida, los dones, el misterio de la ternura.
Y todo se vuelve Gracia.

Y allí sí, como el samaritano, regresar corriendo a los pies del Maestro: cuando permitimos que la Gracia nos ilumine, se nos enciende la gratitud y todo se ilumina y transforma)

Paz y Bien

Templos vivos

Para el día de hoy (09/11/10):
Evangelio según San Juan 2, 13-22

(Para el pueblo de Israel, el Templo es signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo: desde esa Tienda del Encuentro durante la peregrinación por el desierto hasta la magnificencia del Templo edificado por Salomón, el Templo expresaba la fidelidad y el amor de Dios para con su pueblo.

Pero es tiempo nuevo, tiempo de Nueva Alianza.
El signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo es ahora Cristo, templo vivo y latiente del Dios de la Vida.
Por ello mismo los amigos y discípulos del Maestro -antes que levantar enormes monumentos- saben que deben edificar/se desde el Espíritu que habita en Jesús.
Por ello, cada hija y cada hijo de Dios -como tal, hermanos de Jesús- también son Templos Vivos del Dios Viviente. De allí que la Vida se redescubre sagrada -don y misterio-, signo de ternura y esperanza, señal de que Dios no nos abandona.

Es dable suplicar al Maestro que se nos despierten esas ganas de barrer de nuestros patios tanto comercio que está adherido a la fé. Demasiados vicios de andar trocando oraciones y promesas a cambio de la obtención de favores divinos hemos permitido en nuestros patios, quizás nos permitimos instalar a cambistas de de recompensas.

Templos vivos de Dios -quizás- signifique volver a ser verdaderamente adoradores en Espíritu y en verdad, cultores de esa Vida sagrada que se nos otorga desde la ternura y la Gracia)

Paz y Bien


Desde el perdón y la reconciliación


Para el día de hoy (08/11/10):
Evangelio según San Lucas 17, 1-6

(El Maestro nos enseña rasgos fundamentales de esa comunidad que construimos con Él, y que llamamos Iglesia.
Ante todo, el cuidado y la preocupación por el otro. Ese cuidado implica, como primer medida, expresar de modo concreto y explícito que la vida de mi hermano, de mi prójimo, es importante para mí, aún más importante que mi propia vida.
Jesús vá más allá, y sus palabras tienen el filo de una espada: si bien los escándalos pueden llegar a ser inevitables -y en su raíz griega escándalo significa literalmente obstáculo o piedra de tropiezo, skandalon- hemos de andar con cuidado para no volvernos causa de tropiezo de los pequeños.
Esos pequeños, los más débiles, los excluidos, los pobres con los que Él se identificaba plenamente; de allí la mención a que es preferible ponerse una pesada piedra al cuello y arrojarse al mar. No se trata de castigo, sino más bien que en cada pequeño está Él: quien les haga daño, quien los haga tropezar le hace daño a Él -y no precisamente en sentido figurado-.

Y así como un distingo primordial es el cuidado y la preocupación por el otro, también la comunidad se edifica desde el perdón y la reconciliación, expresiones de la Gracia y la Misericordia del Padre.
Ser mujeres y hombres de perdón y reconciliación quizás signifique mirar al mundo con los ojos de Dios. Es una cuestión de fé que sana y salva, y hace un nuevo mundo porque descubro al otro como a mi hermano, con una trascendencia y una ligazón muchísimo más profunda que la traída por los lazos sanguíneos.

Perdón y reconciliación, cuidado del otro y corrección fraterna hacen recintos nuevos de justicia, espacios de libertad en donde sucede el Reino)

Paz y Bien

Peregrinos de la Resurrección

Para el día de hoy (07/11/10):
Evangelio según San Lucas 20, 27-38

(La intención de esos saduceos era tenderle una trampa dialéctica a Jesús, trampa que no estaba exenta de burla y desprecio.
Sin embargo, quizás lo verdaderamente gravoso de sus argumentos era ordenar e imaginar toda su vida pensando en un final que mutila toda esperanza, y que justifica el no cambiar, el mantener un status quo de miseria e indiferencia.

Pero el Maestro no cae en la trampa de una pregunta falaz, y responde a la pregunta que en verdad deberían haber/se hecho.

Abbá, Padre suyo y Padre Nuestro, es Dios Viviente y Dios de la Vida que se expresa desde su misma esencia amando.
Ese amor supone la donación de la vida; Jesús, astilla del mismo palo, no ha de ser diferente de su Padre y cumple totalmente esa esencia de amor y entrega.

El don mayor que es la vida se prodiga sin límites por ese Padre y Madre a todas sus hijas e hijos, que los quiere plenos y completos.
La Resurrección de Jesús es la noticia más extraordinaria de la Buena Nueva: la muerte no es final, ni principio. La muerte, para ese Dios viviente es Pascua, es decir, afirmar desde las entrañas que, a pesar de todo, la Vida prevalece.

Estamos de camino, peregrinos de la esperanza en la Resurrección, testigos de esa Vida que no se termina en este presente de tanta muerte, nutrido de tinieblas. Y la pregunta acerca de qué pasará después no procede, escapa a nuestra limitada razón; lo que importa es que las hijas e hijos de Dios vivirán para siempre.

En cada gesto, cada acción y cada palabra en la que la vida se haga presente y se acreciente, declaramos en silencio nuestra fidelidad al Resucitado y el Reino se hace presente con el empuje cierto de la pequeña semilla)

Paz y Bien

Sacrificios humanos


Para el día de hoy (06/11/10):
Evangelio según San Lucas 16, 9-15

(Todo documental acerca de culturas antiguas que acostumbraran ofrecer a sus dioses sacrificios humanos nos enmudece de espanto.
Sin embargo, es una costumbre que permanece hasta nuestros días, y tristemente, el horror ha dejado paso a la costumbre.

En los altares del falso dios dinero se sigue sacrificando al prójimo.

Allí está la Palabra del Maestro... y está también estratificada la burla de los fariseos, sorna que es actual y se expresa de manera explícita, o implícitamente -peor todavía- viviendo la dualidad de un amor ritual y un materialismo militante.

Porque cuando el dinero pierde su exclusivo carácter instrumental, comienzan los problemas. El dinero se vuelve fin en sí mismo y gira y gira el monstruoso productor de esclavos destinados a ser inmolados. Tal vez por ello, Jesús dice que el dinero es ajeno, sabe que puede tornarse muy peligroso y totalmente extraño a esa imagen y semejanza de su Padre que todos llevamos acuñada en nuestros corazones.

No se puede servir a Dios y al dinero, pues en este mundo el dinero se ha transformado en dios y el Dios de la Vida en estatua inmóvil de indiferencia cotidiana por parte de aquellos que dicen ser sus fieles.

El camino del dinero y la acumulación es sendero de miseria y ruina, signo de caducidad y muerte.

Nosotros hemos de decidirnos por el Dios Viviente, Dios de la Vida. Su Reino es el tesoro que no se gasta y disipa, antes bien, se acrecienta en tanto se dona incondicionalmente al hermano.

Y le rendimos culto en el altar del alma con ritos vitales de misericordia y compasión, cuando nos hacemos prójimo de los hermanos, cercanos y lejanos, cuando redescubrimos a cada paso la sacralidad de la vida humana)

Paz y Bien

De cuando la deshonestidad se vuelve virtud

Para el día de hoy (05/11/10):
Evangelio según San Lucas 16, 1-8

(Esta parábola ha sido motivo de hondas reflexiones y certeras exégesis. Además de ello, se llega a la conclusión habitual de quedarse en la astucia de este administrador deshonesto.

Sin embargo, podríamos intentar ver, desde la enseñanza del Maestro, algunas otras vertientes que quizás a simple vista escapen a nuestra mirada.

Ese administrador, en un momento crítico de su vida, asegura su futuro aún cuando su obrar sea en apariencia corrupto. Los bienes materiales que le han sido confiados los administra de otra manera pues se observa en perspectiva, es decir, actúa en el aquí y ahora sin perder de vista el final. Contra toda resignación o fatalismo, de algún modo construye su destino y reacciona con coraje frente a la posibilidad cierta de su ruina y su desgracia.

Más aún: se trata en el fondo de como nos relacionamos con los bienes materiales y con el prójimo.

Una llave/clave: el administrador condona las obligaciones de esos deudores, y esas obligaciones se transforan en oblaciones.
Tiene una musicalidad tan grata como la de Aquél que nos enseñaba a decirle a su Papá "...perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores")

Paz y Bien

Misión de rescate, alegría compartida

Para el día de hoy (04/11/10):
Evangelio según San Lucas 15, 1-10

(Hay un signo común entre la oveja perdida y la moneda extraviada: ninguna de ellas puede volver por sí misma a su lugar de origen, una al rebaño, otra al cofre o tesoro.

Pero esta característica compartida a su vez desata reacciones increíbles. El pastor -sabiendo que la oveja es incapaz de volver al rebaño- arriesga a las otras noventa y nueve con tal de recuperar a la perdida. La mujer -por esa dracma faltante- es capaz de despertar a toda la familia y en plena madrugada, poner patas arriba la casa con tal de recuperar la moneda; no cuenta que tenga otras nueve, importa que hay una que está faltando.

Tal vez -sólo tal vez- haya allí otro signo y otro símbolo: los que se han perdido tienen un valor inconmensurable para ese Dios que sale personalmente a buscarlos, como un Padre Pastor bueno que es capaz de todo por cada una de sus ovejas, como una Madre de familia haciendo lo indecible para reencontrar a sus monedas extraviadas.

Porque somos ovejas -aún cuando nos perdemos- de un rebaño infinito de puro eterno, porque somos monedas buenas que tenemos corazón adentro acuñada su imagen y su semejanza.

Y hay más, mucho más, siempre hay más: como si no bastara hacer cosas maravillosas -y por eso mismo, a menudo incomprensibles a nuestros ojos meticulosos-, hay una invitación clara y evidente hacia los demás. Es tal la alegría de Aquél que ha cumplido su misión de rescate, que no se guarda para sí su satisfacción, sino que se desborda de felicidad compartiendo con el otro.

El regreso del perdido -vos y yo, ella y él, ellos, todos nosotros- debe ser motivo de fiesta.

Siempre habrá una mesa preparada con el pan abundante que no se termina y en donde la vida se celebra y se recrea)

Paz y Bien

Resignificarse

Para el día de hoy (03/11/10):
Evangelio según San Lucas 14, 25-33

(Es bastante fácil decir/se e identificar/se como discípulo y seguidor de Jesús. Palabras y palabras, ruidos que no pueden contener la Palabra.
Y es menester dejar de oír y volver a escuchar desde nuestras profundidades la enseñanza del Maestro. Estamos allí, entre esa multitud que bebe de su voz, no podemos evitar de ir tras Él por las calles.

Y Él se da vuelta, nos mira fijamente a los ojos y nos habla. Y su Palabra es una estrella que refulge en nuestra oscuridad, espada afilada que rompe la corteza que nos hemos autoimpuesto y que nos aisla del otro y del totalmente Otro.

La invitación está hecha, y es decisión nuestra si seguimos siendo parte de esa multitud que vá tras Él por las calles de la comodidad y la tranquilidad, o si -decididamente- queremos ser discípulos y seguidores; opción de la totalidad de la existencia que no admite medias tintas.

A no confundirse: no se trata de un reglamento de juego, de un código de ética a cumplir, de normas a respetar. Es una elección radical, tan fundante y decisiva como decisivo es el amor y la misericordia del Creador para con cada uno de nosotros.

Es nuestra Pascua personal, el paso a dar para atravesar las penumbras cotidianas a una vida plena con Él, junto a Él y por Él.

Quizás sea preciso resignificarse: releer/se en todos los ámbitos de la vida, para que nuestra vida sea suya. Por eso mismo no se trata de renegar de los lazos familiares, sino más bien de amar a padre y madre, hermanos, esposa, esposo, hijas e hijos como ama Jesús, desde las entrañas e incondicionalmente, sin reservarse nada para uno mismo. Quitarse los anteojos del egoísmo y la soberbia para clarificar la mirada.

Descubrir que hay que planificar con especial cuidado la batalla de la existencia, la única guerra válida y legítima, el combate santo que se dá contra el egoísmo que permitimos que se nos crezca. Guerra total que no tiene derrotados porque sólo hay victorias y que admite un único derramamiento de sangre: la propia cuando se brinda generosamente para que el otro viva.

Volver a descubrir -aún cuando podamos anegarnos de dolor- que atreverse a portar a diario la cruz tiene un destino de alegría perenne.

Porque querer ser discípulos y seguidores -tal vez- signifique salirse de esa multitud que vá tras Jesús... y obstinarse con fervor decidido a que el Maestro sea el centro de toda la vida, sol nuestro de cada día alrededor del cual orbitamos para que la vida se renueve y florezca)

Paz y Bien

Melodía del reencuentro


Conmemoración de todos los fieles difuntos

Para el día de hoy (02/11/10):

Evangelio según San Lucas 24, 1-8

(A pesar del dolor y de la carga de la ausencia, con toda la incertidumbre y la soledad que puedan agobiarnos, tenemos una certeza: la muerte no tiene la última palabra.

Es claro: fácil es decirlo detrás de un teclado, en una monotonía de convenientes abstracciones.
Todo cambia cuando cala hondo la pérdida y se agota cualquier razonamiento.

Sin embargo, pueden faltarnos las palabras más siempre está la Palabra para sostenernos. Cuando enmudecemos, surge su Voz.

Extraña y maravillosa es nuestra esperanza: cuando parece que nos hemos vuelto capaces de oír solamente marchas fúnebres, comienza a sonar suave y persistente una melodía de reencuentro que brota de una tumba vacía.

Jesús fué maldecido y torturado, ha sufrido el desprecio, el escarnio y soportó los horrores mortales de una cruz voraz.
Pero aún en esa noche más cerrada, ha clareado el amanecer de la Resurrección.

Él ha abierto la ventana en donde ahora mismo podemos asomarnos: la vida eterna comienza en el aquí y ahora, y es don y misterio, gracia y ternura.
Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro es el Dios de la Vida: por ello mismo, la muerte ha de ser para nosotros no un vocablo de dolor sino más bien Palabra de esperanza, Pascua y comienzo.

Con nuestras lágrimas y nuestra tristeza al hombro, es día de serena celebración.
Sabemos que habrá un reencuentro con Él y con todos los que nos han precedido en estos caminos. Sabemos que también todas las estructuras de muerte no prevalecerán.
Tenemos inscrito corazón adentro un destino de vida abundante, plena e interminable.

Jesús ha Resucitado, y la humanidad tiene a su alcance -con todo y a pesar de todo- un comienzo y un renacer de feliz común unión de los que viven para siempre)

Paz y Bien

Felices de todo tiempo y lugar


Solemnidad de Todos los Santos

Para el día de hoy (01/11/10):

Evangelio según San Mateo 4, 25 - 8, 12

(Nunca será suficiente un calendario, ni diez, ni cien.
Ellos pueblan toda la historia humana.

Algunos de ellos son puntualmente recordados por sus nombres, sus obras, sus historias.
Quizás por vivir la Buena Noticia hasta las últimas consecuencias, también por negarse a sí mismos para que otros vivan. En ellos late el sacrificio heroico, la ternura silenciosa, la pasión por la vida plena, el socorro del necesitado, el corazón ilimitado, la entrega constante por el prójimo, la eternidad vivida a diario en el aquí y ahora.

Muchos son honrados con títulos exactos -santos, beatos- y su memoria perpetuada en los altares son signo vivo de la presencia de Dios entre nosotros.
Y muchos -muchos más- sazonaron los tiempos y germinan en nuestros días de modo anónimo y eficaz, levadura viva que nos hace superar la masa informe y hacernos humanos, cada vez más humanos, tan humanos como Aquél que se atrevió a llamarse Hijo del Hombre, Dios mismo acampando aquí, en estos desiertos.

Unos y otros tienen un color común que los identifica: la plenitud.
Han hecho vida la música infinita de las Bienaventuranzas del Maestro, y sus vidas fueron, son y serán un canto a la vida.

Es un día de celebración muy especial: ellos nos dicen, junto a Jesús, que ser felices y plenos es posible, y que esa felicidad es don ofrecido gratuitamente -¡Gracia!- a toda mujer y todo hombre de buena voluntad de todo tiempo y lugar.

Certeza de Dios con nosotros, de Dios por nosotros, de Dios con nosotros, de mujeres y hombres, jóvenes y viejos, niñas y niños testigos de la Vida abundante ofrecida y compartida desde la sencillez y profundidad de una mesa común)

Paz y Bien

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