La otra justicia

Para el día de hoy (17/12/10):
Evangelio según San Mateo 1, 18-24

(En nuestro imaginario cultural occidental, tenemos presente con bastante firmeza la imagen de la justicia como la de esa dama de ojos vendados, con una espada en la mano derecha y una balanza en la mano izquierda. Su simbología traduce la imparcialidad al resolver -desde sus ojos vendados-, la espada su potencia coercitiva para aplicar las resoluciones y la balanza, el equilibrio y la objetividad en la consideración de los razonamientos de las partes enfrentadas.
Es claro que no se trata aquí de pretender instaurar cuestionamientos ni, mucho menos, comparaciones a todas luces estériles.

Sin embargo, hay otra justicia que se expresa plena en José de Nazareth, tekton, hijo de Jacob, padre de Jesús y esposo de María: esa justicia que nos descubriría el Maestro, la justicia del Reino, y que late plena en la misericordia.

José podría haber actuado legalmente, sin apartarse un ápice de la ley de Moisés y su comportamiento hubiera sido irreprochable a ojos religiosos y sociales de su tiempo, es decir, hubiera actuado conforme a derecho.
Desde esa perspectiva, las consecuencias era harto previsibles: María debía ser concienzudamente lapidada a las puertas de la ciudad, y con Ella moriría también el Hijo que crecía en ese embarazo sospechoso. El Niño -si Ella eludiera la condena a muerte- hubiera crecido como un bastardo despreciado, un sin raíces; probablemente si no moría víctima de alguna enfermedad infantil o de la desnutrición, crecería sin la sombra protectora y amorosa de un padre que lo proteja. María y el Niño quedarían a merced de cualquier violento, sometidos a las oscilaciones de la exclusión, el desprecio y el abuso de los poderosos.

Pero José tiene un corazón demasiado grande para ello, tan entrañable como el de su Dios, ese Dios al que llamaría Hijito, ese Dios al que acunaría, ese Dios al que daría nombre, ese Dios al que le regalaría identidad, ese Dios al que le brindaría una imagen paterna bondadosa e imborrable.

Es el tiempo nuevo, tiempo de Dios-con-nosotros en donde todo y en todo se muestra la Misericordia que sostiene al universo. Ese Hijo que el carpintero ha de criar, ya crecido enseñaría también los rayos de ese nuevo sol de justicia, la Misericordia, en donde no importan los méritos ni balanzas inclinadas hacia uno u otro lado, sino más bien que Dios se inclina en el día a día a todas sus hijas e hijos con su bondad y perdón.

José de Nazareth es un hombre misericordioso, y en él también brillan todas las gentes que hacen lo que sus corazones les dictan, que abdican de todo primer lugar, que desoyen objetividades normativas cuando hay vidas en juego, que sirven en silencio y luego parten, que no vendan sus ojos sino que los tienen bien abiertos y saben mirar y ver, que no imponen sino que están siempre disponibles, protegiendo la vida, abrigando desde la confianza que prodigan.

José de Nazareth nos abriendo la huella de la Navidad que está cercana, Navidad que nos dice que las respuestas las tiene un Niño Santo en brazos de su Madre, protegido y cuidados ellos por un padre que sabe bien de qué se trata toda la historia: Dios Salva)

Paz y Bien


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