La más humana de las noticias

Para el día de hoy (31/01/11):
Evangelio según San Marcos 5, 1-20

(Los corazones atados son causan de dolor: se autoinflingen dolor o lastiman a los demás.

Por eso el Evangelista también asocia la alienación al temor y a la muerte: es el mal que oprime, despersonaliza, destruye y asusta. Por eso el hombre de Gerasa está condenado a cadenas y grilletes por salirse de los moldes sociales, por eso es habitual su presencia en el cementerio, por eso su figura está asociada a las almas enturbiadas a partir del símbolo de animales impuros, una piara de cerdos.

Sin embargo, no se trata de un hecho aislado e individual: también ese mal que desdibuja la humanidad de ese hombre es el mismo mal de los imperios que someten a las gentes desde el ejercicio de la fuerza, la prepotencia de los poderosos: el mal se descubre como Legión.

No debe sorprendernos quizás la actitud de los gerasenos antes de la llegada de Jesús y luego de que Él se hiciera presente, pues solemos hacer exactamente lo mismo.
Nosotros también nos acostumbramos en nuestra cotidianeidad a que un semejante sufra, esté aislado y se haga daño. Y nuestro presente es prolífico en anteponer los intereses materiales al bien humano: ¿acaso no se vacila al razonar que una sola vida es más valiosa que toda la riqueza del mundo?

Tal vez nos haga falta recorrer nuevamente esas veredas junto al Maestro, redescubriendo aquellos tesoros escondidos que superan largamente cualquier acontecimiento religioso o la anécdota mirada de manera mezquina: cuando los alienados y oprimidos recuperan su rostro y sus identidades humanas, desde esa compasión que Él nos ha enseñado -lejana a cualquier cálculo y hermana de toda generosidad- es cuando acontece el Reino y cuando sucede la Buena Noticia, la mejor de todas, la más humana y la más divina)

Paz y Bien

Los signos del buen viaje

Para el día de hoy (30/01/11):
Evangelio según San Mateo 5, 1-12

(Estamos de paso, peregrinos menores en un viaje a menudo corto pero increíble.
Este viaje puede ser un bogar sin rumbo, sometidos a los vaivenes del oleaje, o el navegar cierto a puerto seguro.

Es viaje en tiempo presente, y en tiempo presente se construye eso que solemos llamar destino, ola a ola, ladrillo a ladrillo, día a día.

Buena ventura para los corazones desprendidos, capaces de abrazar a sus hermanos sumidos en la miseria desde la misma pobreza aceptada como propia.

Buena ventura para los que no imponen, no ejercen la fuerza y rechazan todo poder.

Buena ventura para las almas capaces de compasión, de compartir el llanto de los afligidos.

Buena ventura para aquellos que no resignan su hambre y su sed de justicia.

Buena ventura para aquellos que se vuelven como Dios, compasivos y misericordiosos.

Buena ventura para los de corazón despejado y limpio, porque descubren a Dios en todo sitio.

Buena ventura para los que construyen la paz y se niegan a sí mismos, como Jesús, hijos dilectos de Abbá.

Buena ventura para los que sufren por vivir la pobreza, la justicia. la paz, el consuelo, la misericordia como Jesús.

Buena ventura para todas las mujeres y hombres que viven estos valores eternos sin importan su origen ni su pertenencia, pues el Reino acontece con ellos.

Buena ventura para tí, para vos, para todos nosotros)

Paz y Bien



Confianza de navegantes

Para el día de hoy (29/01/11):
Evangelio según San Marcos 4, 35-41

(El Maestro está agotado: ha pasado horas y horas enseñando a la multitud, sanando enfermos, anunciando la Buena Noticia parado en esa misma barca en la que ahora duerme a su popa, sobre un cabezal.
Duerme de puro cansado, pero duerme sin sobresaltos: está tranquilo por la total confianza en Abbá, y también, confía en sus amigos, sabe de sus capacidades, aquí a ellos se los conoce como experimentados pescadores.

Pero sobreviene una borrasca brava, y esos pescadores expertos -hombres de mil tormentas- quedan son presa del temor y se paralizan de miedo. Sin dudas, la situación hubo de ser harto peligrosa. Quizás nunca tuvieron que enfrentarse a una tormenta así, de esas que amenazan dar una vuelta de campana a la embarcación.
Y el Maestro que estaba durmiendo a popa, finalmente se despierta de su sueño manso; es claro, no lo ha despertado la gravedad de la tormenta, sino los gritos angustiados de Pedro y los otros que creían perecer en ese preciso instante.
Con autoridad, habla a las aguas y su voz fuerte es irresistible; el mar de Galilea se aquieta al instante...tal vez, levantó su voz no tanto para calmar las aguas, sino para acallar los gritos desvestidos de confianza de sus amigos.

Tenemos una misión y destino de pescadores, todos y cada uno de nosotros, mandato de navegar mar adentro al rescate de pequeños peces en las redes de la vida, con una extraña confianza de navegantes.
Tenemos la certeza de que este pequeño bote-existencia no será doblegado ni sucumbirá a cualquier borrasca grave porque Él viene a bordo, con la fuerza del Padre que cuida a sus hijas e hijos y con la confianza puesta en nuestras capacidades de navegantes -aún cuando las perdamos de vista en pleno temporal-; y tenemos la certidumbre también de que esta barca-familia que llamamos Iglesia tampoco ha de perecer, sea cual fuera la intensidad de la tormenta que arrecie.

Él viene tranquilo a bordo, y quizás debamos cederle el timón.
El reposo y el descanso esperan allí, yendo hacia la otra orilla, la orilla en donde esa masa agobiada y uniforme se percibe multitud de hermanas y hermanos con rostros claros y definidos, la orilla de la liberación y la plenitud, la orilla en donde esperan ansiosos tantos caídos en las afueras de la vida.
Nada hay que temer)

Paz y Bien



Con certeza campesina

Para el día de hoy (28/01/11):
Evangelio según San Marcos 4, 26-34

(Muchos de los coetáneos de este presente tan tecnológico y veloz, somos generalmente hijos de las grandes urbes, raíces extendidas en el cemento; de allí que, si bien podamos tener un acercamiento estrictamente racional a las parábolas de Jesús, en el caso de hoy -cuestiones de sembradores y semillas- se nos pueden llegar a hacer cosas muy lejanas o ajenas y como tales, algo complicadas en cuanto a lo vivencial.

Sin embargo, hay más -siempre hay más, nunca hay que ceder ni un ápice en nuestra esperanza- y tal vez podamos oír y escuchar nuevamente al Maestro en su enseñanza, para beber su Palabra y transformarnos.

La vida a la que se nos invita -don y misión- tiene una certeza campesina, de profunda comprensión, confianza y esperanza en las bondades de la tierra y en la fuerza de la semilla.

No es una cuestión de plazos exactos.

El campesino sabe que hay tiempos para cada semilla, que sucederá algo maravilloso -en humildad y silencio- al abrigo de los pliegues de la tierra buena. Que luego asomará sin hacer ruido un pequeño brote, yuyito fértil y verde en promesa de espiga que irá creciendo, luego tallo aparentemente insignificante de tan escasos, y que sin embargo le vá anunciando un futuro de espigas y pan.

Hay todo un misterio y un hecho asombroso que excede largamente sesudas explicitaciones científicas; éstas explican sin dudas el cómo, más es improbable que puedan expedirse en cuanto al porqué y a los motivos primeros de esa mínima semilla que será espiga, trigo y pan.

Es toda una invitación a la sencillez y a que se vuelva renuevo nuestra esperanza.
Porque con las cosas de ese Reino por el que suplicamos a diario su venida, sucede lo mismo: más allá de toda lógica, hay que confiar en la bondad de esta tierra caminante que somos y en la fuerza imparable de esa pequeña semilla que portamos al abrigo de nuestros corazones.
Con dedicación y esmero, indefectiblemente nos espera un destino de trigo y pan, pan compartido y abundante para todos, pan de sustento y de vida infinita)

Paz y Bien

De cara al sol

Para el día de hoy (27/01/11):
Evangelio según San Marcos 4, 21-25

(La verdad tiene una fuerza y empuje propios: el Maestro nos enseña que nada ha de quedar oculto, escondido, que habrá un día en el que todo, lo bueno y lo malo, ha de quedar expuesto a la luz, visible y evidente.

Con esa certeza y en palabras sencillas, hay toda una ética de la existencia: aquella que prefiere abandonar todo sendero de oscuridad y de muerte, y caminar con pasos seguros como hijas e hijos de la luz, aún cuando ese caminar no pueda por ahora visualizarse.

Ése, precisamente, es el modo de hacer vida la Palabra: de otro modo, sólo hablaríamos de textos medianamente atractivos, acotados a la exégesis, al análisis histórico y a una lectura pseudoromántica que no pasa de allí.

Pero en estas oscuridades mundanas es imperioso encender la lámpara de la Palabra que ilumine nuestros pasos y los de toda la humanidad.

Caminantes solidarios, albañiles del Reino en estos arrabales, hijas e hijos de Dios caminando de cara al sol sin titubear, sin miedo a mostrar/se, sabedores de la invitación hecha, conocedores de que la luz se agranda y magnifica en tanto se comparte.

Hay muchas mesas oscurecidas que aguardan ansiosas la luz de estos candeleros vivos que somos, mesas ansiosas de ser punto de encuentro para el pan compartido de los hermanos)

Paz y Bien

Portavoces

Para el día de hoy (26/01/11):
Evangelio según San Lucas 10, 1-9

(Muchos análisis -todos ellos importantes- se han hecho acerca del número de setenta y dos enviados; en varios casos, se ha buscado cierta interrelación entre las doce tribus iniciales multiplicadas varias veces, en este caso por seis.
Y vale como símbolo, claro está, pero por ahora aferrémonos al signo más sencillo y es que no sólo una élite de unos pocos -los Doce- tienen una tarea puntual, sino que todo discípulo tiene en su esencia y vocación primordial ese carisma misionero. Allí, atentos a sus palabras, entremezclados entre aquellos setenta y dos designados estamos todos y cada uno de nosotros.

La tarea es adelantarse allí mismo a donde Él debe ir; por el nacer bautismal, tenemos un sino de portavoces en el sentido literal del término, es decir, que llevamos hasta los confines de la creación una voz que es nuestra, y sin embargo no nos pertenece. La Buena Noticia es de Jesús y es Jesús, y gratamente se escapa de cualquier intento de apropiación.

La imagen de la mies significa campos plenos de trigo maduro, a la espera del trabajador que coseche los frutos; hay muchos -muchísimos, miles- corazones prestos para convertirse en mujeres y hombres de pan, trigo a punto al que le falta la levadura de la Palabra. Por ello mismo, quizás el primer cariz de la misión es descubrir la maravillosa enormidad de la tarea a realizar y suplicar al Espíritu dador de vida que envíe más, cada día mas obreros y trabajadores a estos campos, a esas almas de trigo urgente.

En pleno siglo XXI es menester redescubrir esa vocación: ante todo, la misión nunca es individual, siempre tiene un cariz comunitario, signo cierto de que el fin de la soledad ha llegado, de que hay una nueva familia creciente.

La misión es misión de paz: es la paz que trasciende y se comparte, es la paz que vá mucho más allá de la ausencia de conflictos, y que se edifica desde los mismos hogares, con mirada concreta de justicia y solidaridad. Desde los mismo hogares, a partir del respeto de la cultura y acrecentando la hospitalidad, se construye el mundo nuevo.
Y es misión que anticipa el Reino -que ya está aquí, creciéndose en silencio- poniendo el acento y la urgencia en los más necesitados... quizás porque ese Reino comienza desde los márgenes, en donde campea el dolor, en donde sólo se conoce la mala novedad del dolor y el sufrimiento.

Son dables y necesarios los proyectos, más ello no debe hacernos perder de vista el distingo principal, que es el vayan: se trata, ante todo, de salir de nuestro encierro, de aventurarse más allá de todo confort y seguridad, y ésa precisamente es la raíz de aquello que llamamos amor, la mejor de las noticias)

Paz y Bien

De cuando Dios se hace presente

Conversión del Apóstol San Pablo

Para el día de hoy (25/01/11):

Evangelio según San Marcos 16, 15-18

(Hay ocasiones en la vida en las que es preciso advertir la necesidad de ser derribados de la confortable montura de nuestras ideas, nuestros esquemas y preconceptos. También, enceguecerse temporalmente: es ese deslumbrarse que suele suceder cuando se mira al sol de frente.

La caída será dura, a no dudarlo, ¿acaso hay un dolor más fuerte que aquel que se nos produce cuando se nos desgarra el orgullo y la soberbia profundamente enquistados en el alma?...

Viajeros de premios y castigos, cazadores de recompensas divinas, en galope hacia el falso dios que pretendemos encerrar en los templos de piedra y cemento, necesitamos con urgencia que nos sobrevenga una caída, una caída brava, un derribo decisivo.

No somos tanto buscadores de Dios, sino más bien criaturas que se dejan encontrar por un Padre que busca a sus hijas e hijos sin descanso. No ya centrados en los edificios, y en nuestras fuertes construcciones racionales, sino más bien devotos de ese Dios que habita en templos vivos -cada ser humano- y cuyo rostro resplandece en los más pobres.

Recuperados de los golpes de la caída, y curados los ojos del deslumbre de la verdad, se descubre la misión de los testigos del Resucitado, testigos de tumba vacía, mansos luchadores contra los demonios que alienan mentes y aislan corazones, inmunes frente a la ponzoña del egoísmo, constructores de un mundo nuevo desde los que sufren y los marginados, hablando la lengua universal del amor, de la solidaridad.

Felices mensajeros de un Dios vivo y presente entre nosotros y en nosotros, a lomos de la esperanza y de la Gracia)

Paz y Bien

Interpretaciones


Para el día de hoy (24/01/11):
Evangelio según San Marcos 3, 22-30

(La Palabra, los gestos y las acciones de Jesús -necesariamente- no pueden dejar a nadie indiferente: sea expresando gratitud, sea expresando asombro, despertando la alabanza o la maldición, abriendo corazones o retrayendo almas a seguras cobardías, todos de algún modo u otro se expresan frente a Él. Más aún, la aparente ausencia de una respuesta es también un aserto, un modo de expresarse con una connotación ética muy baja.

Pero hay más -siempre hay más-: quedarnos solamente en los postulados anteriores, supone atar el mensaje de la Buena Noticia a la subjetividad de los que entran en contacto con su obrar o su Palabra. No está mal, claro está, pues todos y cada uno de los seres humanos pretendemos al menos ser sujetos que pensamos y sentimos -aunque ésto nos resuene ingenuo e irreal-; sin embargo, Él aún está más allá de toda interpretación, aún de ortodoxias y heterodoxias, doctrinas y blasfemias, lealtades y herejías.

Frente a lo evidente, las interpretaciones son parciales y secundarias.

¿Qué es lo evidente? Quizás las palabras de Pedro al Sanedrín lo reflejan con hondura y sencillez -Pasó haciendo el bien-.

Los enfermos curados, la alegría renovada, los excluidos aceptados de nuevo como iguales, la negación de cualquier desprecio, el perdón generoso, esa entrega sin medida ni condiciones que suele llamarse amor.

La cuestión de la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede tomarse a la ligera, pasarse por alto pero tampoco, intentar una explicación predigerida.
Un modo de subirnos a esa barca -arca nueva de Salvación- quizás lo encontremos en estos pasajes que nos regala el Evangelio para el día de hoy: todo será perdonado a los hombres, por mucho que fuera, y en esta afirmación que Él nos hace se condensa ese rostro increíble de un Dios que es Padre y Madre des-viviéndose por todos y cada uno de sus hijos, aún también por los Herodes y los Caifás.

El perdón, la Misericordia, es un manantial inagotable imposible de ser mesurado o acotado a normas o preceptos, y allí mismo está lo evidente que excede infinitamente cualquier interpretación.
Tal vez debamos aferrarnos de esa mano para no hundirnos, quizás de allí podamos salir a flote de una vez y para siempre)

Paz y Bien


Con raíces galileas

Para el día de hoy (23/01/11):
Evangelio según San Mateo 4, 14-23

(Los Evangelios no son crónicas ni narraciones historiográficas; antes bien, son relatos teológicos, es decir, espirituales en los que abundan signos y símbolos, para abrirnos el alma, para aguzarnos la mirada interior.

Y Jesús sabe leer bien los signos, sus ojos están siempre atentos: ha sido detenido Juan en los calabozos herodianos. Allí percibe que es el comienzo de su misión, que es hora de ponerse en marcha a pesar de las amenazas y de la muerte que flota en el ambiente.

Al contrario de lo que cabría esperarse del Mesías de Israel, el Maestro no quiere iniciar los nuevos tiempos unido al poder político y al poder religioso desde Jerusalem.
El Reino será cuestión de los humildes, de los pequeños, de los desvalidos, de los servidores.
El templo ya no es el centro: cada hija y cada hijo de Dios ahora es templo vivo del Altísimo, creatura habitada por el Espíritu de Aquel que nos descubre la vida como sagrada.

Un Rey extraño: se retira a los arrabales, a la siempre sospechosa Galilea, tiznada de paganismo, peligrosamente mestiza, demasiado alejada de ortodoxias y del Templo como para que pueda esperarse que salga de allí algo bueno -eso mismo dirían tiempo después de Él, nada bueno puede venir de Nazareth-.
En el lugar menos previsible, comienza el anuncio de la Buena Noticia.

Rara misión de conquista que no impondrá por la fuerza, sino que buscará corazones convertidos; un ejército que sólo tolerará el derramamiento de sangre cuando sea propia y para que otro viva, combate intenso para que nadie muera.

Cuando se oye y se escucha la voz del Maestro, quién puede decir que nó?
Los primeros convocados son pescadores, dos pares de hermanos, Simón y Andrés por un lado y los hijos de Zebedeo -Santiago y Juan- por el otro.
En la invitación se define la misión: serán pescadores de hombres; no tanto por cantidades de piezas a atrapar, tampoco por múltiples anzuelos a enganchar.
Se trata de mantener con vida a una infinidad de pequeños peces en redes que no son prisiones, redes que liberan.
Los pescadores dejan todo y lo siguen... sin embargo, seguirán haciendo lo que mejor saben y conocen, solo que ahora tendrá un destino de eternidad. Seguirán siendo hermanos y también hijos, pero no se limitarán a los lazos de sangre, agrandarán la familia hasta límites increíbles.

¿Dónde nos hemos quedado?
En algún punto del caminar a través de los siglos, nos hemos perdido y esos signos y esos símbolos ya no nos revelan el sentido, el hacia dónde de Jesús; hemos renegado de esas raíces galileas.
Raíces galileas que no referencian tanto a un punto geográfico, sino a emprender el camino del mismo modo del Maestro. En la periferia de la vida, en donde están los sospechosos de siempre, los permanentemente despreciados, ese pueblo que habita en tinieblas, en donde campea la muerte, allí mismo, que brille la luz de la Buena Noticia en donde toda novedad es habitualmente mala.
Raíces de pescadores de hombres, llamados a ser plenos y servidores desde lo cotidiano, lo conocido, felices desde la vida de todos los días)

Paz y Bien




Los anormales

Para el día de hoy (22/01/11):
Evangelio según San Marcos 3, 20-21

(Las cosas iban de mal en peor: cada vez más gente lo buscaba, se amontonaba allí donde fuera.
Él había dejado su querencia nazarena, y se había afincado en Cafarnaúm, quizás porque siempre es bueno tener un pequeño refugio hacia donde volver, una casa en la que pensar cuando se está lejos. De regreso a ese hogar nuevo, la muchedumbre se entera de su presencia y se agolpa a las puertas de su casa, tal es su necesidad desbordaba, su hambre de vida nueva... a tal punto de no permitirle a Él y a sus amigos siquiera sentarse a comer.

Sin embargo, no todo reluce. Seguramente abriéndose paso a empujones, llegan sus parientes: se lo quieren llevar de regreso a Nazareth, es un exaltado, un anormal, un loco, está fuera de sí... Este conflicto debe haber calado hondo en su corazón y en el de María, un dolor profundo y prolongado.

Hay cierta conexidad entre el rechazo de escribas y fariseos y el repudio de sus parientes: este galileo está muy por fuera de los esquemas preadjudicados al Mesías de Israel, al Salvador, al Rey de los judíos. Esto -traducido en la mentalidad de sus paisanos- implica sentir vergüenza por la altísima exposición pública de ese artesano hijo de María y José, un don nadie galileo a quien el acento traiciona, alguien a quien vieron crecer y hacerse hombre en la polvorienta aldea... No era normal, no podía ser, ¿qué se cree, quién se cree?.

Afortunadamente, el Espíritu sigue suscitando a cada minuto anormales como Él, ignotas hijas e hijos de Dios que rompen cualquier molde pre impuesto, locos capaces de abandonar todo por servir a sus hermanos, exaltados solidarios que se atreven a todo riesgo y lloran en silencio su dolor, aún el rechazo de los más cercanos, maravillosos amigos del Maestro que atraviesan toda frontera para que no haya más afuera y adentro, que impulsan el más allá de las limitaciones de la biología, la cultura y la raza para que la familia sea ligazón espiritual y crezca cada vez más.
Esa familia que a menudo y sin saberlo, solemos llamar Iglesia)

Paz y Bien


Espejos

Para el día de hoy (21/01/11):
Evangelio según San Marcos 3, 13-19

(La promesa se mantuvo por siglos sobre las doce tribus de Israel, signos certeros del pueblo elegido, anclaje frente al devenir del tiempo.
Pero ha llegado Jesús, nos ha nacido un Salvador y el tiempo se ha renovado y expandido: por ello, las viejas tribus son sucedidas por doce hombres, señales latientes de ese Dios que no olvida sus promesas.

Doce hombres, doce vidas, doce personas claramente identificables y reconocibles.
Pescadores, publicanos, campesinos, estudiosos que se congregan alrededor del Maestro, llamados por Él; nos relata la Palabra que llamo a los que quiso, y ese querer expresa deseo pero también un afecto entrañable.

Doce hombres convocados por sus nombres, cada uno con sus peculiaridades, sus caracteres, sus luces y sombras. No se trata de abstracciones, sino de hombres concretos, de los que las comunidades han guardado cuidadosamente en su memoria cada detalle y lo transmitieron de generación en generación impulsados por el Espíritu en los Evangelios, revelando ese Verbo que convoca a hombres de carne y hueso y corazón, llamados para andar junto al Maestro, dejando que Él edifique comunidad, permitiéndose crecer con Él.

Tendrán una misión marina que desembocará en dos ríos santos: misión de permanecer unidos a Él como sarmientos a la vid -destino de vino bueno que anima y vivifica-, y misión de anunciar de la Buena Nueva.
Ese río de agua viva lleva en sí un poder increíble y magnífico: el de expulsar espíritus malignos, es decir, la fuerza mansa de poder desalojar de un mundo arrasado todo mal que aliena y oprime a las gentes, la mejor de las noticias, la liberación deseada para todas sus hijas e hijos por un Dios que es Padre y Madre y es capaz de lo imposible por ellos.

Doce hombres, doce nombres, doce espejos en donde mirarnos, reflejarnos y redescubrirnos.
Doce espejos que al día de hoy nos siguen diciendo insistentemente que es Dios quien nos busca y elige antes que nosotros a Él, y que esa búsqueda y llamado es decididamente personal, por nuestros nombres y apellidos, con nuestras luces y a pesar de nuestras sombras, con todo aquello que somos y por todo lo que podemos llegar a ser, vos y yo, tú y él, ella y todos nosotros, misión de vida y rescate de tiempo recreado y renovado, tiempo santo tejido entre Dios y el hombre)

Paz y Bien


Espacios abiertos

Para el día de hoy (20/01/11):
Evangelio según San Marcos 3, 7-12

(El Maestro construye la comunidad; las primacías son suyas antes que nuestras.
Se trata de edificar el Reino, familia de espacios abiertos en donde toda la humanidad -sin excepción- tenga su lugar.

Ha roto los muros de la unicidad de la sinagoga y quitado los obstáculos serios de la exclusividad de la Salvación por la pertenencia a un pueblo.

El pueblo nuevo se gesta desde la filiación y no desde la sanguinidad: Jesús convoca a las gentes desde su trascendente condición de hijas e hijos de Dios, revelando un rostro compasivo y Misericordioso de un Dios que es Padre y Madre.

Quizás por eso mismo el relato de la predicación desde la barca: la multitud que los busca denodadamente está asombrada de ese Maestro que habla en el mismo lenguaje de ellos, con los mismos modos y sin embargo, enseña con ternura y autoridad... Sin embargo, aún falta un camino que recorrer.
Esas hijas e hijos de Dios -condición que nace por un amor entrañable- deben a su vez vivir como tales; deben peregrinar por ese desierto que llamamos conversión.

También, la imagen es un símbolo fuerte: el Maestro enseña desde la orilla, desde el borde, desde la periferia, convocando en primer lugar a aquellos excluidos de todo por los que Abbá tiene una especial predilección.
Allí germina fuerte el Reino en su justicia, y no hay mal que pueda resistirse a Su Palabra.

En ese camino de descubrirnos hijas e hijos del Dios viviente, hemos de desterrar de nuestras almas todo temor al mal, al Maligno.
Junto a nuestros pasos se ahondan las huellas de Jesús, y sólo Él prevalece)

Paz y Bien


Almas atrofiadas

Para el día de hoy (19/01/11):
Evangelio según San Marcos 3, 1-6

(Dejando de lado expresiones televisivas o de impacto mediático, se trata de cuestiones de vida o muerte.

Por un lado, el Maestro haciendo presente el Reino, poniendo en el centro y por delante de todo otro interés la necesidad del que sufre.
Por otro lado, el poder religioso -fariseos- y el poder político -herodianos-, buscando perpetuar un status quo opresivo, cruel e inhumano, aferrándose al poder aún cuando se deje de lado la vida, enmascarando esos intereses detrás de los pretextos de observancia religiosa y de legalismo puntilloso.

Almas atrofiadas, corazones discapacitados en el descubrimiento del prójimo que no sólo impiden que el otro viva en plenitud, sino que buscarán eliminar a ese molesto rabbí galileo, atrevido e insolente que no les pide permiso para hacer el bien -blasfemia superlativa vigente hasta nuestros días-.

Cuando la comunidad no tiene por delante de sí y como centro al necesitado, cuando su prioridad no es salvar vidas a toda costa, a cualquier precio, comienza a estancarse y a fosilizarse.
Cuando leyes, normas y preceptos no tienen por interés y objetivo primordial el compromiso con la vida, se vuelven automáticamente ilegítimas e inhumanas.

El hombre de la mano paralizada no era un discapacitado en esa sinagoga; por el contrario, los verdaderos discapaces eran allí mayoría, negadores consecuentes de la compasión y la misericordia.

Una comunidad que no tenga por centro el Reino, es decir, hacer presente la ternura de Dios en el mundo comenzando con las urgencias de los necesitados y marginados, ha perdido el rumbo y desdibujado su identidad.
Es sólo un grupo de gentes afectas a ciertas modalidades de culto y formalidades de piedad, pero en las que Jesús no ha de sentirse a gusto)

Paz y Bien

La licitud de espigas al sol

Para el día de hoy (18/01/11):
Evangelio según San Marcos 2, 23-28

(Jesús revela un rostro maravilloso de un Dios que es Padre y Madre, que ama infinitamente a todas sus hijas e hijos por igual, y que no quiere menos que la plenitud, la vida en abundancia para todos y cada uno de ellos.

De allí se desprende una rama frutal más que una lógica: todo debe estar orientado a ese sueño tan real de felicidad.

Quizás, el comienzo pase por el sustento mismo: no hay ley ni norma que pueda anteponerse a las necesidades primarias de tantos que sufren la miseria y el hambre. El aferrarse a cánones que prolongan esas cadenas intolerables, bajo cualquier justificativos -hasta razones pretendidamente divinas- son ajenas al proyecto de Dios, eso que Jesús nos ofrece y llama el Reino.

Así también, en todos los aspectos de la existencia: leyes, ordenanzas y preceptos que sojuzguen las almas y no sean caminos de liberación y plenitud, deberían ser para nosotros una señal de alarma, un llamado de atención, un poner en atención el alma para no caer en la banalidad, la costumbre malsana y la comodidad.

Esas críticas despiadadas hacia el Maestro y sus amigos, por frotar entre sus manos esas doradas espigas para acallar el hambre eran verdaderamente blasfemas y, si se quiere, ilegales.

Con la sencillez de espigas brillando al sol, Jesús nos revela con ello que toda vida es sagrada y que como tal debe ser cuidada, protegida y respetada)

Paz y Bien

Ese vino nuevo

Para el día de hoy (17/01/11):
Evangelio según San Marcos 2, 18-22

(Además del ayuno obligatorio del Yom Kippur, los judíos observantes y especialmente los fariseos, ayunaban dos veces a la semana, los lunes y los jueves.
Los discípulos del Bautista también participaban en esa costumbre religiosa.
Si bien respondía a una práctica piadosa, devocional, espiritual, también señalaba otra mentalidad, aquella que pretendía apresurar la llegada del Mesías mediante las prácticas meritorias y virtuosas.

Pero es un tiempo nuevo y santo, el tiempo de la Gracia, el tiempo en el que todo se nos descubre don, regalo, ofrenda amorosa del Dios de la Vida, incondicional y por pura generosidad a todas sus hijas e hijos.

Sin embargo, les resultaba difícil, sino imposible, aceptar este ir a más del Maestro. Porque Él es la novedad perpetua y permanente, que abiertamente quiere humanizar en su totalidad a la humanidad, que se pone decididamente del lado de los pobres y los pequeños.

Los cuestionamientos que le hacen a Jesús no son nuevos, ni están acotados a aquellos tiempos. Hemos sido testigos impávidos y pasivos de almas jóvenes acalladas en pos de no sacudir estructuras demasiado anquilosadas en el tiempo.
A menudo lo nuevo -aún cuando tenga matices de error- provoca a ciertas mentalidades temor y rechazo.
Es claro, que no se trata de reivindicar lo nuevo por la novedad misma, sino por ser signo de ese Cristo siempre joven y siempre renovado, hijo de hombre Resucitado, pura alegría y coraje que se expresa en confianza en la Providencia y abunda en gestos de compasión y misericordia.

Habrá que animarse a beber de su copa, ese vino nuevo que vivifica a toda mujer y todo hombre, cualesquiera fuera su edad.
El vino de la Buena Noticia, tiempo santo de la Salvación, y allí sí, de manera totalmente justificada decir ¡Salud!)

Paz y Bien

Mansos testigos del Cordero

Para el día de hoy (16/01/11):
Evangelio según San Juan 1, 29-34

(La lectura orante y silenciosa de la Palabra par el día de hoy puede llevarnos, en primer lugar, a un signo sensible y cercano: el Bautista es el protagonista central aún cuando habla de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo.
Juan es un protagonista extraño, que ansía minimizarse para que resalte precisamente el Mesías y sus palabras honestas y brillantes atraviesan en entramado de la historia; desde esa atención primera, no hay destinatarios evidentes de ese testimonio que está dando. No hay mención explícita a bautizandos, escribas, fariseos, funcionarios herodianos, discípulos suyos. Quizás por ello mismo, los auténticos destinatarios somos todos nosotros, mujeres y hombres que intentamos escuchar la Buena Noticia en el transcurrir de los siglos.

Juan está señalando al Mesías, al Redentor, a Aquél que es nuestra Salvación desde su misma señal: es el Cordero de Dios.
No es el águila imperial, no es el león de realezas. Es un pequeño y frágil cordero que se ofrece en sacrificio por los demás.

Pequeñísimo y débil, no parece tener demasiadas posibilidades de nada excepto la de verter sangre en el degüello; sin dudas, lo suyo no es el imponer nada a través de la fuerza y desde la violencia y el poder.
Sin embargo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: no es un eficiente perdonador de faltas particulares, individuales, sino más bien un eficaz liberador que es capaz de poner sobre sus hombros todo lo que oprime y deshumaniza, la raíz de todo mal, y quitarlo de estos campos yertos desde el sacrificio voluntariamente aceptado.

Ese sacrificio no es sumisión automática, inercia no consciente, ofrenda miedosa a un cruel Moloch hambriento de niños. Ese sacrificio es pura cuestión de amor, y es precisamente el amor extremo -la generosidad en la ofrenda de la vida por los demás- la fuente de la liberación.

Al hablarnos directamente a cada uno de nosotros, Juan nos pone en una situación complicada para nuestros egos, y peor aún, para ciertos vicios eclesiásticos profundamente enraizados.
Pues tenemos una misión concreta que es la de disminuir hasta desaparecer -anonadarse- para que Él crezca, ser mansos testigos del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Ese Cristo inmolado por la liberación de la humanidad entera es nuestro punto de partida y nuestro destino misionero.

Debería ser ajena a nosotros toda imposición, toda cuestión resuelta mediante el poder y la fuerza, toda violencia.
No hay justificativo alguno para derramar sangre -ni aún con la más justa de las causas- excepto la propia, y para que otro viva, y viva pleno. Porque ninguna víctima propiciatoria, ningún chivo expiatorio será agradable a la paloma del Espíritu que quiere hacer nido en nuestros corazones porque el tiempo se ha vuelto santo, tiempo de Gracia y Misericordia, era de liberación de toda la humanidad.

De algún modo, somos aún esclavos del éxito y el poder. El águila imperial y el león real siguen tentándonos.
Pero la Iglesia -tú y yo, todos- ha de ser testigo manso del Cordero Santo, es decir, vidas entregadas en ofrenda perpetua por la liberación de cualquier opresión que hace retroceder en humanidad, mujeres y hombres felizmente perdedores, renegados conscientes de todo aquello que no sea entregarse, darse sin medida, solidaridad que trasciende, ofrenda que de tan pequeña se vuelve infinita)

Paz y Bien



La mesa grande


Para el día de hoy (15/01/11):
Evangelio según San Marcos 2, 13-17

(Las gentes acudían en gran número a escuchar al Maestro galileo. En la montaña, en un prado, en el desierto, a orillas del mar, Él siempre estaba dispuesto a enseñar, y la multitud ansiaba beber sus palabras, alimentarse de lo que les contaba.

Era sin dudas un rabbí extraño: no transmitía doctrina, no citaba autores, no frecuentaba cánones y normas. Más aún, tampoco intentaba instaurar una religión alternativa a la oficial... no pretendía instaurar religión alguna -porque quizás eso sea nuestro-.
Él les anuncia la Buena Noticia de Dios. Desde el más profundo y arraigado de los saberes -sus propias vivencias, sus experiencias profundas- les vá revelando el rostro impensado de un Dios que es un Padre bondadoso que se des-vive por todas sus hijas e hijos.
Y las gentes estaban conmovidas en sus corazones, a tal punto de volverse capaces de hacer cualquier cosa con tal de escucharlo: lo que Él sabe y conoce sin dudas proviene de vivir en contacto permanente con Dios. Más todavía, Él sólo podía hablar así por conocer a Dios desde su misma interioridad, por vivir en Dios y porque Dios moraba en Él.

Además, sabían que había algo más: Jesús no se limitaba a contar acerca de ese Padre Misericordioso, sino que todas sus acciones y sus gestos reflejaban con exacta precisión esas palabras que transformaban la existencia desde la misma raíz...

Leví estaba en la categoría de los más despreciados: era un hijo de Israel que como funcionario público trabajaba subordinado a la potencia imperial romana, recaudando entre sus paisanos impuestos para pagar tributos al César; y un empleo así a menudo es fuente de abusos y corrupción. Por eso mismo los recaudadores de impuestos -publicanos- estaban catalogados en la misma categoría moral de las prostitutas.

Pero sólo Jesús tiene una mirada profunda capaz de atravesar los velos del tiempo; con todas las sombras que puedan estar instauradas, Él puede ver más allá, a esa pequeña luz que siempre palpita a pesar de todo, e imagina a cada uno de nosotros en toda nuestra plenitud, viendo lo que somos y cómo somos y todo lo que podamos llegar a ser. Más sencillamente, cual es el modo de ser felices.

Cuando Él pasa, la muerte se vá al destierro, y quien estaba postrado en sus propias miserias -a menudo conscientemente elegidas- se pone de pié. Es signo cierto y anticipo perfecto de la Resurrección, cuando de modo definitivo la muerte dejará de tener la última palabra, cediendo inefablemente el paso a la Palabra.

Así Leví: frente al llamado, se siente reconocido en toda su dignidad y potencialidad, más allá de una realidad sombría, y descubre que ese Maestro le ha abierto una puerta nueva, eso que llamamos Salvación. Sin vacilar, se pone de pié y lo sigue, y se hace discípulo, es decir, otro Jesús. El bien y la bondad germinan y florecen sin detenerse, desde la humildad.

Estas cuestiones no pasan inadvertidas, y otros marginales -y marginados- se acercan al Maestro. Él los recibe a todos, no rechaza a nadie aún cuando pueda haber cometido lo que a nuestros ojos parezca tenebroso.
Más aún, se sienta a comer con ellos: su mesa estará integrada por pecadores hambrientos de Salvación y por obstinados discípulos, felices ladrones descubridores del Reino.

Quizás lo hemos olvidado: nuestra mesa -nuestro corazón- no suele ser la misma que la de Jesús. Hay muchos a los que expresamente rechazamos, instaurando normas e impedimentos, condicionantes y preceptos, separando falsas aguas de santos y pecadores.
Todos -sin excepción- dependemos en todo de la Misericordia de ese Padre bondadoso.

Allí mismo, desde esa tabla pequeña a la que llegamos a transformarnos, es imperioso volver a escuchar con ansias su Palabra. Como la multitud, hambrearnos fervorosamente de las ganas de descubrir a ese Dios Padre y Madre bondadoso que no quiere perder a ninguno de sus hijos, y busca a su vez que los suyos sean como Él)

Paz y Bien

La fé que levanta al caído

Para el día de hoy (14/01/11):
Evangelio según San Marcos 2, 1-12

(El gran misterio revelado en la Palabra para el día de hoy es que Jesús manifiesta su poder sobre el pecado, sobre todo mal.
Jesús es capaz de perdonar todo pecado, y eso precisamente viene de Dios: el perdón es Dios mismo que viene a la humanidad por un amor sin medida, gratuito -Gracia- y más allá de todo mérito -Misericordia-.

La parálisis de ese hombre es símbolo de ese mal que hace perder la identidad, que impide moverse... A no engañarse, en esta tierra somos peregrinos hacia la casa del Padre, y cuando nos quedamos quietos, directamente retrocedemos.
Quizás por eso mismo, el paralítico no tiene nombre, está postrado, no habla: lo fundamental es que el Maestro lo reconoce como hijo, con una ternura inconmensurable, y allí obra el milagro: es una nueva creación, se vuelve signo y símbolo del destino proyectado por Abbá para toda la humanidad, mujeres y hombres nuevos resucitados y caminantes.

La fé de esos cuatro camilleros que despierta la admiración de Jesús -porque son aquellas gentes que mantienen viva la esperanza, porque son signo de que el Padre es capaz de todo por sus hijos- no se resignan ante lo que parece imposible.
El techo perforado es el tiempo nuevo que no admite el no se puede, que no tiene lugar para los imposibles, fé y solidaridad que hace levantar al caído.
Allí mismo palpita una comunidad cuando se pone en marcha por el hermano que ya no tiene esperanza, y que se tiende en la camilla de la resignación aguardando la muerte.

La fé se sostiene y alienta desde el Espíritu y desde una comunidad capaz de hacer lo que sea necesario por el hermano caído, tiempo santo de Dios y el hombre)

Paz y Bien

Exclusiones


Para el día de hoy (13/01/11):
Evangelio según San Marcos 1, 40-45

(Por lo general, hay términos que ya están preclasificados de antemano en cuanto a su uso o a su intencionalidad. Así, la palabra exclusión puede remitir a cuestiones contractuales -que cosas no están incluidas en determinado contrato- o bien tener una connotación especialmente negativa; exclusión de un ser humano de la vida social, religiosa, económica, política o de todo ámbito por una gran variedad de motivos.

Sin embargo, Dios habita entre nosotros y Jesús abrió para toda la humanidad las puertas del tiempo santo, tiempo de Dios y el hombre, conjunción milagrosa de materia y eternidad. En este tiempo santo la exclusión -¡maravillosa ilógica!- puede volverse sagrada.

Un leproso, en aquellos tiempos, sufría doblemente: por un lado, las consecuencias propias de la enfermedad en su cuerpo y, por otro, los efectos sociales.
Considerado impuro por la ley mosaica y la visión religiosa predominante, estaba obligado a vivir fuera de las ciudades, sin contacto con nadie; a ello, debía añadir la humillación de avisar a los gritos su condición de impuro ante el paso -aunque fuera lejano- de un eventual viajero. Más que con desechos de telas, los leprosos vivían permanentemente vestidos de dolor y soledad.

El Reino que anuncia y hace presente el Maestro tiene un perfume predominante: el de la compasión, y aún hoy no terminamos de aceptarlo y entenderlo. Compasión en su sentido más profundo y compasión también en su sentido literal, es decir, compartir el dolor, compartir lo que se sufre, com pathos...

En ese leproso florecía la confianza en Jesús y también el coraje: por aquel entonces, muy pocos enfermos de lepra se hubieran atrevido a quebrar las normas imperantes. Él nó, se acerca con valor al Maestro y, conocedor de su condición de impuro, le suplica lo libre de tan terrible mal, ruega que Jesús lo purifique.

Hubiera bastado con una mirada, con una oración con un deseo de su corazón sagrado.. aún así, Jesús sabe que hay más de un mal a curar, y que el mayor no es precisamente la lepra. Desde una ternura difícil de expresar en palabras, toca al leproso y éste queda sano: al tocarlo, lo reconoce como próximo/prójimo, lo redescubre como hermano, lo reconstituye desde la misma miseria de la exclusión.
No sólo será libre de sus llagas, sino de todo aquello que cruelmente lo separaba de la comunidad.

Las consecuencias fueron inmediatas: Jesús debe retirarse a lugares apartados sin poder ingresar a ninguna ciudad. Él mismo se había convertido en impuro al tocar al leproso, y por eso mismo, las gentes deberían privarse a su vez de acercarse a Él.
Jesús se vuelve un excluido, y es una exclusión sagrada, pues se trata de amor en su grado máximo, el de la vida ofrendada por el bien del otro.

Quizás debamos reconstituirnos nosotros también como comunidad, y aceptar esta exclusión que se vuelve santa y magnífica, asumir el dolor y la exclusión del otro como normalidad y culto diario, sacrificio a los pies de Dios de la propia vida en ofrenda latiente)

Paz y Bien




Misión, carisma y tareas en común


Para el día de hoy (12/01/11):
Evangelio según San Marcos 1, 29-39

(Es el hogar de sus amigos, morada humilde de pescadores, casa de Andrés y Pedro.
Por los cánones de su época, la suegra de Pedro seguramente estaba resignada a su suerte, esperando la muerte en silencio; mujer, anciana y enferma -para esos tiempos y tristemente, para éstos también- son características muy poco favorables, y que casi necesariamente conducen al destrato y al olvido.

Pero llega Jesús: nada será igual, lo increíble e inesperado -faz de eso que llamamos milagro- sucede.
En un gesto de ternura y solidaridad -flores primeras del Reino- el Maestro se acerca, la toma de la mano y la hace poner de pié.
Inmediatamente, su salud queda restablecida, es una mujer sana que se pone a servir: allí, acontece el Reino y su signo es precisamente ése. La liberación es pascua, paso de la servidumbre al servicio.

Lo que nos transmite el Evangelista Marcos debe ser signo y símbolo para todos nosotros: hemos de tener en cuenta todos y cada uno de los detalles, especialmente los más pequeños -dicen que allí encontramos a Dios-.
La curación de la suegra de Pedro sucede en el interior de la comunidad primera, dentro del hogar de los discípulos, y es señal cierta del misión, el carisma y las tareas en común que le son características a los que siguen al Maestro, todos y cada uno de nosotros, esta familia que llamamos Iglesia.

Acercarse al que sufre, tomar la mano del excluido, levantar al que está caído al borde del camino. Arrimarse y fundirse con los que están doblegados, animarse a tocar con las propias manos una realidad a menudo tan dura y agobiante que es preferible mirar hacia otro lado, tener el coraje de prestar auxilio para que tantos que están al margen de toda vida puedan ponerse de pié, en integridad y libertad.

Cuando resignamos -todos y cada uno de nosotros, la Iglesia- la solidaridad y el servicio en pos de otros intereses, cuando se abdica el ponerse abierta y expresamente en el lugar del pobre y del lado del oprimido, el Reino no acontece y se reniega de la Buena Noticia de Jesús.

Quizás debamos volvernos con Él, a momentos de soledad y oración, a mirarnos a la luz de la sinceridad y la verdad y redescubrirnos hijos y amigos con una tarea y misión en común a todos, que se expresa de múltiples maneras pero que tiene la misma raíz: Dios es Padre y Madre, y por ello somos todos hermanas y hermanos)

Paz y Bien

Los malos espíritus


Para el día de hoy (11/01/11):
Evangelio según San Marcos 1, 21-28

(En los tiempos de la predicación del Maestro, nada causaba más aversión y espanto que varias psicopatologías y, junto a ellas, los síntomas de la epilepsia.
Se consideraba a todo enfermo de estas características "poseído" por un espíritu inmundo o impuro, es decir, que esa persona no tenía dominio sobre sí mismo, no decidía sobre su existencia. En los últimos siglos se había tornado causa de marginalidad y exclusión, al atribuirse al pecado del enfermo -o de sus padres- la causa primera de la enfermedad, esto es, el sufrimiento como castigo divino por torcer el sendero recto de la Ley.

Esta situación no ha de sernos extraña: así como considerar de tal modo al enfermo era consigna habitual, de práctica corriente, así también hay una serie de espíritus malos que agobian nuestras almas, espíritus impuros que son motivo de no ser nosotros mismos.
Espíritu malo del egoísmo, de la indiferencia, de la melancolía permanente. Espíritu impuro del confort, del acostumbrarse a la injusticia, de la sumisión, de la falta de coraje, del materialismo, de la negación del hermano...

Hay que confiar.
Basta que Él se haga presente para que estos males retrocedan sin excusas ni calmantes.
Puede suceder que se enciendan los gritos de indignación, pues la Palabra de Jesús es eficaz: no sólo se la oye, sino que puede verse en lo que efectivamente produce. Y es congruente con esos mismos espíritus que sojuzgan tantos corazones, que cuando nuestra liberación se haga presente, surjan las quejas airadas.
Ni modo, Él todo lo puede aún cuando parece que no hay otra posibilidad.
Pero el Reino entre nosotros significa que siempre hay más, mucho más.

Los presentes en aquella sinagoga de Cafarnaúm no podían salir de su asombro: el rabbí galileo hablaba con autoridad, con una autoridad que seguramente no tenía origen académico ni vertiente de ortodoxia, sino que estaba enraizada en su vivencia íntima y personal de Abbá Padre suyo y nuestro.
Esa autoridad -en su misma raíz, en su etimología augere- significa hacer crecer.

De eso se trata: que Él nos haga crecer trigo santo para hacernos mujeres y hombres de pan, desmalezándonos el corazón.

Quiera Dios regalarnos a menudo gritos escandalizados, que son signo cierto de la liberación inminente)

Paz y Bien


Kairos

Para el día de hoy (10/01/11):
Evangelio según San Marcos 1, 14-20

(Jesús es el que por toda la historia ha sabido leer con total certeza los signos de los tiempos. Por esa causa, no es azaroso que al enterarse de la detención del Bautista en las mazmorras herodianas, decida emprender la marcha hacia Galilea y desde allí, comenzar a proclamar la Buena Noticia.

La historia está grávida de vida nueva, ya no hay que esperar más.
Ha llegado el momento, se han cumplido los plazos, el fruto está maduro: es el tiempo de Dios -Kairós- un tiempo nuevo y bueno que supera infinitamente la sujección de la humanidad a la tiranía del Chronos de la razón y el discurrir de las horas.

Kairós de Gracia y Misericordia, tiempo de Dios y el hombre que se teje en la historia, Buena Noticia que no sólo proviene de Dios sino que expresa a Dios mismo entre nosotros.

Kairós Jesús, Verbo Eterno que se hace hombre, palabra hecha carne, vida que germina en la historia, en la cultura, en la sociedad, en todos los ámbitos de la existencia humana y la creación.

Kairós de un Dios que defiende a los pobres y expresa esas ansias de estar con el caído, con el que está al margen de todo, con el cautivo de sus miserias, con el oprimido que clama liberación, con el enfermo abandonado, con el sometido por la injusticia.

Extraño tiempo que escapa a palacios, templos y poderes: se trata de amor y ternura, de vida que se nos descubre sagrada, de templos vivos y latientes, de pescadores cuya misión será la de mantener con vida en esas redes de caridad a tantos peces pequeños a la deriva.

Como Jesús, encendidos del Espíritu, hemos de descubrir a ese tiempo Bueno y Nuevo.
A través de los siglos -hoy mismo- nos han surgido en estos desiertos muchos Juanes de la conversión y la entereza, Bautistas que dan aviso del que está por llegar y que no vacilan en denunciar todo lo que es ajeno a la vida, es decir, a Dios mismo, mujeres y hombres de voz clara y profética que han dejado su sangre como señal de ese amor mayor.

Aún en la gravedad y el dolor, en la tristeza y la aparente derrota, nuestros Bautistas con sus martirios engendran vidas multiplicadas, signos ciertos y eficaces del tiempo de la Gracia y la Misericordia, Kairós en perpetuo presente, Dios entre nosotros y nosotros en Dios)

Paz y Bien

Cercanía solidaria, humildad y misión: Dios entre nosotros

Bautismo del Señor

Para el día de hoy (09/01/11):

Evangelio según San Mateo 3, 13-17

(Jesús está allí, anónimo entre esa multitud que buscaba recibir el bautismo por parte de Juan.

Es el Salvador del mundo, y sin embargo está allí, esperando pacientemente su turno a orillas del río, junto a todos aquellos que esperaban ser bautizados y el perdón de sus pecados y miserias.
Es claro, Él no lo necesita, pero persiste en estar entre esas gentes dolidas y lastimadas.

Jesús comienza su misión, trayendo una vida nueva para toda la humanidad en el silencio humilde del hacerse uno más entre los hombres.

La mirada profunda del Bautista -ojos de hombre de fé- lo descubre, y Juan, el más grande entre los nacidos de mujer, está visiblemente incómodo.
No debe él bautizar a Jesús, por el contrario es el mismo Juan el que ansía ser bautizado por Jesús.
Con los mismos ojos capaces de descubrir al Salvador por entre la multitud, Juan se descubre a su vez pequeño y totalmente inferior a ese galileo que es su Dios y Señor. La entereza del Bautista se funda en el Espíritu y se expresa en su humildad.

Han pasado treinta años de vida oculta a la vista de todos, de existencia silente y por demás elocuente. El Maestro comienza a recorrer la huella de su misión de salvación, y en el Evangelio de San Mateo las primeras palabras que pronuncia se refieren a la justicia, al proyecto de su Padre, a la vida plena y abundante, sinfonía de las almas que cantan la voluntad del Dios de la Vida. Justicia de los que reniegan de todo interés mezquino, que abdican de todo protagonismo, que destierran cualquier formalismo que cercena el centro de la existencia humana: es la justicia que se expresa en solidaridad y misericordia.

Un cielo se abre, y es signo cierto de que ese galileo es de Dios y es Dios, y que lo divino y lo humano, por Él, comienzan juntos a tejer la historia.

En la celebración del Bautismo del Señor está declarada sin ambages toda nuestra misión y, por ello mismo, toda nuestra existencia.
Dios está entre nosotros, allí mismo, entre la multitud que nos encontramos a diario, uno más entre nosotros, adentrándose en nuestros dolores y asumiendo nuestras miserias.
Por ello mismo su misión también es la nuestra, misión de justicia, compromiso santo de asumir el sufrimiento y la marginalidad de tantos para que se cumpla el proyecto del Abbá, eso que llamamos Reino y que suplicamos a diario.

No hay resquicio para la rutina ni posibilidad para el desánimo: nos basta con sabernos queridos, amados, elegidos especialmente todos y cada uno de nosotros, muriendo a todo egoísmo y emergiendo nuevos desde las aguas purificadoras del servicio y la entrega, anticipo seguro de la Resurrección definitiva)

Paz y Bien

Pan de vida, pan de coraje, pan de compasión

Para el día de hoy (08/01/11)
Evangelio según San Mateo 6, 34-44

(Sin dudas, el Maestro y los discípulos estaban cansados.
La misión de anunciar la Buena Nueva del Reino es maravillosa pero nada fácil: a ellos acudían sin cesar miles y miles llevando sus dolencias, tristezas y miserias, y esa empatía de Jesús -más allá de toda razonabilidad- lleva al cuerpo a traspasar las fronteras del cansancio y el agotamiento.
Algunos sabrán de qué se trata: es un cansancio que supera largamente el agotamiento físico; quizás, porque se trata de ponerse al hombro el dolor del otro, hacer propio el dolor del otro, y eso, humanamente, desgasta.
Y el Maestro es el más humano de todos, y hace propio el sufrimiento del prójimo: es la esencia misma de eso que llamamos compasión, es decir, com pathos, compartir lo que se sufre.

Allí mismo, al borde del lago y adentrándose en el desierto, las gentes lo seguían. Un número incontable de niños, hombres y mujeres ansiosos de estar con Él.

El Maestro desciende de su barca, y se conmueve en sus entrañas: la multitud se encontraba librada a su suerte, a los vaivenes de su soledad, a la ventura del dolor.
Jesús se compadece, y de golpe su cansancio desaparece. Allí mismo, en el lugar menos impensado se pone a enseñar, devuelve la Palabra a tantos enmudecidos.

A muchos nos ha sucedido, y a ese nutrido grupo de gentes también: cuando se está tan a gusto, cuando la paz se vivencia hasta los poros el tiempo ya no tiene decisión, y talla esa necesidad de prolongar esos momentos de eternidad.
Es claro, sucede que cae la noche; estaban en un sitio apartado, lejos de cualquier poblado. Y está Jesús, y son tiempos nuevos: ya es hora de ver todas las necesidades del prójimo.

En esa lógica ajena a toda razón -la ratio del Reino- Jesús hace intervenir activamente a los discípulos en la búsqueda de la solución al grave problema de sus hermanos: la gente también se había cansado, estaban hambrientas y había que encontrar una solución. No puede haber diferencias entre la compasión que vive y ejerce el Maestro y lo que viven y hacen sus discípulos -tu y yo, todos nosotros-.

Sin embargo, a los discípulos aún les cuesta despojarse de ciertos criterios mundanos, y buscan una solución de compromiso por fuera de la gente: es mejor enviarlos de regreso a aldeas y pueblos a que ellos mismos procuren su alimento.
No se habían dado cuenta, y nos cuesta darnos cuenta: es tiempo de tener coraje, las soluciones se encuentran en el centro de la misma gente, no por fuera. Basta con un corazón compasivo capaz de ver y mirar y actuar con mansa bravura.

Cinco panes y dos peces se nos pueden aparecer como nada: sin embargo, en el compartir sucede el milagro, y desde la gente misma todo se multiplica, todos se sacian y aún quedarán doce canastos llenos... para los que aún no han llegado.

Cuando la Eucaristía -la cena del Señor, acción de gracias de eternidad- queda relegada a los templos, a un hecho meramente cultual, se vulnera y ofende a Aquél que está allí mismo vivo y presente.

Tal vez, debamos ir junto al Maestro a un sitio apartado y reencontrarnos con ese Pan de Vida que nos alimenta de vida eterna, que es eterna porque es Amor, que es eterna porque es compasión, que es eterna pues es vida compartida, vida ansiosa que olvida todo cansancio en el afán de procurar el sustento del hermano.)

Paz y Bien



Luz de los pueblos

Para el día de hoy (07/01/11)
Evangelio según San Mateo 4, 12-17.23-25

(Al Maestro le había llegado la noticia de que Juan el Bautista estaba en las prisiones de Herodes. Sin dudas, su voz valiente que alentaba a convertirse por la inminencia de la llegada del Reino de Dios se había vuelto demasiado peligrosa.
Al saber esto, Jesús se retira a Galilea y se instala en Cafarnaúm; desde allí comienza su misión y su predicación del Reino.

Galilea de los gentiles, refería el profeta Isaías, y era mucho más que ello.
La Galilea de aquel entonces era considerada como de poca valía, tan heterodoxa que se acercaba a la herejía y, especialmente, marginal.

Desde allí, desde los bordes, fuera del templo y el palacio, desoyendo toda lógica de poder, Jesús comienza a desarrollar el proyecto de salvación de Abbá.
No se queda quieto, no se instala cómodamente en una casa a la vera del lago: Él personalmente vá a las gentes, sale al encuentro, busca los sitios en donde la comunidad se reúne y lleva encendida una antorcha de misericordia y compasión.
Quizás por ello, todos los enfermos que eran llevados a su presencia eran curados. El restablecimiento de la salud -entendida en su sentido más profundo, más integral, más pleno- será de allí en adelante señal certera de la presencia del Reino entre nosotros.

La luz brilla en las tinieblas y se cumplen las promesas de varios siglos hechas al viejo pastor de Ur, Abraham del desierto: desde él, se bendecirían todas las naciones de la tierra.
Debe ser porque el Reino acontece en templos y palacios de los opresores, sino más bien florece allí en donde sucede la liberación, la vida, la salud.

Desde las pequeñas ciudades hasta las grandes urbes, dondequiera que estemos, nuestras comunidades tienen ese mandato increíble: ser luz de los pueblos, es decir, salir al encuentro del oprimido, del caído, del marginal, del enfermo, sin distingos ni condiciones, haciendo que suceda ese Reino de amor y misericordia ofrecido entrañablemente desde el corazón del mismo Dios.)

Paz y Bien

Una estrella amiga


Epifanía del Señor

Para el día de hoy (06/01/11)

Evangelio según San Mateo 2, 1-12

(Sabemos que los Evangelios no son libros históricos en el sentido estricto del término: son, ante todo, escritos teológicos, es decir, textos espirituales plenos de signos y símbolos.
En este orden de ideas, exégetas y estudiosos han sostenido la improbabilidad de un fenómeno cósmico -una estrella movediza- que guíe a esos sabios venidos de Oriente y que, milagrosamente, se detiene en la pequeña Belén de Judá, exactamente sobre el pesebre en donde ha nacido el Mesías.
Más aún: la Escritura menciona a unos "sabios" venidos de Oriente; la cuestión de tres reyes magos nos viene por ciertas tradiciones y costumbres a través de los siglos.

Así, quizás erróneamente, se habla de este día como día de Reyes Magos; tal vez sea necesario detenerse un momento en esa inercia espiritual a la que posiblemente nos hemos acostumbrado mal y recuperar el sentido profundo de esta fiesta. Pues Epifanía significa manifestación, y es cada vez más imperioso redescubrir cómo se manifiesta ese Dios que ha venido a salvarnos.

Es extraño: los poderosos lo rechazan, y sin remilgos buscaran matarlo. Los eruditos y entendidos lo ignoran con un intenso desprecio.
Ese Mesías reniega de templos y palacios, del poder ajeno al amor y del culto formal vacío de corazón.
Es el rey del universo que se manifiesta en un Niño Santo que llora su hambre y su frío en la noche en un altar de pañales. A ojos serios, su linaje real no es evidente: la Madre de ese rey es una muchachita judía -casi adolescente- y su padre un tekton nazareno, carpintero galileo pobre que sabe de sacrificarse por ganar el sustento para los suyos. Una corte de sospechosos amigos de lo ajeno -pastores nocturnos- lo rodean con miradas plenas de asombro.

Dios se manifiesta, y lo hace de modo sorprendente.
No hay sucesos espectaculares, declaraciones de heraldos reales, palacios en clima de fiesta: sólo un Niño escondido en la historia. Y sin embargo, todo el universo conspira de ternura y apunta hacia Él.

En la noche de la humanidad, Dios se manifiesta y brilla la luz de la Salvación, una estrella amiga -movediza, imposible de atrapar- que señala caminos ciertos a mujeres y hombres de buena voluntad, corazones grandes y nobles como los de esos magos venidos de Oriente.

Dios se manifiesta y es un Dios que declara abiertamente que no es propiedad de algunos... por ello pertenece a todos, especialmente a los más impensados.
Sale al encuentro de la humanidad, y sin embargo anda exiliándose de poderosos y sabios oficiales: lo encuentran plenos de asombro oscuros pastores e ignotos extranjeros, ajenos a toda especulación de pertenencia.

En cada noche de la existencia, Dios se manifiesta: una estrella amiga e inquieta -encendida por ese Espíritu que es compasión y misericordia- está siempre disponible para las almas dispuestas a mirar y a ver, corazones capaces de todo despojo, mujeres y hombres que le restan importancia a preconceptos y orígenes y que atesoran el encuentro con ese Niño que es la Vida que se abre paso desde los pobres, desde los márgenes.

Quizás debamos recuperar a ese niño capaz de asombrarse y alegrarse por los regalos en promesa, ojos de asombro y alegría frente a lo dado generosamente.
Ésa es la Gracia)

Paz y Bien

Integridad e imposición

Para el día de hoy (05/01/11)
Evangelio según San Juan 1, 43-51

(La invitación a ser partícipes de la vida de Jesús -eso que llamamos vocación- es siempre, indefectiblemente personal. Se trata de personas concretas, de carne y hueso con sus luces y sombras, asumidas en la totalidad de su existencia, en un momento específico de la historia.
En parte por ello, las primeras comunidades cristianas guardaron en la memoria colectiva cuidadosamente los nombres de personas concretas, para que recordemos, para que nos demos cuenta: Felipe, Pedro y Andrés, Natanael; hasta persiste el detalle de su lugar de origen, Betsaida, Caná de Galilea...

Así también la Palabra hoy nos impulsa a redescubrir esas cuestiones de identidad de los primeros discípulos que también son las nuestras, y esa fuerza que mueve a compartir, llamar, encontrar, descubrir, ir a Jesús con los hermanos.

Porque uno de los distintivos de esa identidad que nos es propia debería siempre abdicar de toda imposición, imposición que es ajena y hasta contraria a ese Reino que el Maestro nos ha regalado. Quizás debamos, desde nuestros silencios y nuestros desiertos, ahondar en esas cuestiones tan tristemente repetidas en la historia: la cruz debe ser asumida en libertad, no impuesta compulsivamente y. mucho menos, a través de la violencia.

Así también, la vocación -gracia y misterio- tiene una faz de integridad.
Esa integridad no supone hombres inquebrantables: Jesús nos conoce demasiado bien, sabe de nuestras luces y sombras.
La integridad implica hombres -mujeres y varones- que son capaces de permanecer fieles a la presencia de Dios en sus vidas antes que a sus propios esquemas y preconceptos.

Natanael, paisano de esa Caná que sería de bodas y vino, inquiere ¿acaso algo bueno puede salir de Nazareth?... Volvemos a la experiencia que no se exige sino que se invita: -Ven y verás-.
Natanael está bajo la higuera frondosa de la misericordia de Dios, y tiene la integridad de despojarse de todo aquello que le impide ir al encuentro del Maestro.
Se despoja de esa idea localista, de todo esquema preconcebido -un Mesías glorioso, vengador de Israel, pleno de realeza y poder- y no vacila en reconocer en ese Jesús manso y pobre, humilde y servidor al hijo de Dios, su salvador, su hermano, su igual, su Señor.

La Nueva Alianza -tiempo de Dios y el hombre- se renueva a diario en cada corazón que descubre el paso de Jesús en su vida y es capaz de transformarse y saber que ya nada será igual)

Paz y Bien



¿Dónde vives, Maestro?

Para el día de hoy (04/01/11)
Evangelio según San Juan 1, 35-42

(Él camina por las orillas del mar de la cotidianeidad.
Y somos tierra que anda, y como tales portamos las ansias de que sus pasos nos dejen huella.

No vá a pasar de largo: con toda certeza, en el momento menos esperado, Él se volverá y fijará su mirada en nosotros, corazón en la mano.
Es claro que no hablamos de abstracciones, o de hermosas fantasías o urgencias proyectadas por nuestra psiquis: hablamos de hechos concretos, de ese Cristo totalmente humano y totalmente Dios que en una hora precisa de la existencia se hace presente, evidente, tangible!, y se queda para siempre.

Seguramente, se nos vá a despertar el hambre corazón adentro, y esas ansias de saber más, de conocerlo más. Y allí la pregunta: -¿dónde vives, Maestro?-

Ya no es el Dios del Sinaí, escondido en la Tienda sagrada, oculto en el Templo.
Es un Dios cercano, muy cercano, hermano, amigo, pariente.
Él está allí, en el rostro del prójimo, sus ojos brillando en la mirada de los niños, en las lágrimas de los pobres, palpitando en mujeres y hombres solidarios, latiendo en cada gesto de compasión.

Andrés deja su oficio, deja la seguridad de lo que sabe, deja todo, lo sigue y lleva a su presencia a su hermano.
Simón tiene otra misión de fundamento de sus hermanos: su vida ya no será igual, por ello también su nombre será otro.

Vengan y vean es misión y mensaje)

Paz y Bien

Testigos del Cordero

Para el día de hoy (03/01/11)
Evangelio según San Juan 1, 29-34

(Fué en la noche de la primera pascua: con la sangre del cordero pascual se marcaron las puertas de las casas, señal que liberaba a los moradores de la muerte, signo cierto de liberación.

Ha comenzado un nuevo tiempo: Dios mismo se ofrece en Jesús como víctima para que todos se salven, para que la muerte no prevalezca, para que acontezca la liberación.
El Dios del Universo asume para sí la exclusividad del sacrificio: no hay ya más espacios para chivos expiatorios, no hay justificativos para el derramamiento de sangre...

Anónimo y silencioso, Jesús camina entre la muchedumbre que se agolpa a orillas del Jordán; sus pasos se dirigen a Juan el Bautista.
Y Juan, pleno del Espíritu desde antes de su nacimiento, tiene esa capacidad de verlo, de descubrirlo, el galileo que viene a su encuentro es el Esperado, y más aún: la humanidad puede retornar a la comunión con el Creador, a la vida plena.

El profeta del desierto se reconoce pequeño: el hombre al que señala, el Enviado, es mayor que él mismo, y en esa primacía también está su misión.
Ha visto descender al Espíritu como paloma y posarse sobre Jesús, templo vivo del Dios de la Vida.

Juan nos desafía cordialmente a través de los tiempos -las cosas del Espíritu atraviesan toda barrera temporal-: quizás sea preciso descubrir a ese Jesús que camina entre la multitud, humilde y anónimo, el que es vida y liberación, por el que cada mujer y cada hombre serán a su vez templos latientes y sagrados.

Y allí sí, encenderse con una mirada renovada y dar la mejor de las noticias, allí está Aquél que nos libera de la muerte.)

Paz y Bien


Hacerse palabra

Para el día de hoy (02/01/11):
Evangelio según San Juan 1, 1-18

(Desde toda la eternidad, la mano del Altísimo podía descubrirse en toda la creación, y desde allí el hombre se encontraba en comunión con Su mano bondadosa.
Pero aquello que entendemos por el pecado original supuso una fractura tan grande, que el hombre enmudeció, y se volvió incapaz de descubrir a su Dios en la naturaleza que le había sido regalada. No podía hablar con Él, no lo entendía y a su vez, desoía a sus semejantes y todo diálogo se le hacía ímprobo.

Desde el mismo centro del misterio, desde la misma intimidad de la divinidad, Dios ha salido: debe ser porque el amor -su misma esencia- implique ante todo salir de sí mismo al encuentro del otro.

Dios ha salido al encuentro de ese hombre -varón y mujer- perdidos en su soledad, mudos en sus múltiples lenguas.
Palabra de amor, Logos creador que se ha hecho carne -uno de nosotros, otro más como tú y yo igual en todo menos en el pecado- para que recuperemos la voz.

Inefable misterio de ternura, de ese Dios infinito e invisible que decide llegarse a estos arrabales siendo un Niño frágil, hijo de mujer, pobre y marginal.

En la insondable Misericordia de este Jesús presente y vivo hoy, ahora mismo entre nosotros, palpita un mandato y una invitación: la de hacernos Palabra.

Palabra de consuelo para el agobiado por el dolor, Palabra de esperanza, Palabra de luz y verdad, Palabra eficaz que construye la justicia y la fraternidad.

Hacerse Palabra quizás implique salir de nosotros mismos para volver a conocernos y a re-conocernos, eso que llamamos amor)

Paz y Bien

Madre de Dios, camino de la paz


Santa María, Madre de Dios

Para el día de hoy (01/01/11):

Evangelio según San Lucas 2, 16-21

(Noche extraña: los pastores -sindicados desde siempre como gentes al margen, amigos de lo ajeno- eran, a ojos de la ley mosaica, totalmente impuros por el contacto habitual con animales. A nadie en su sano juicio se le habría ocurrido invitar a ninguno de ellos a acercarse a un recién nacido.
Sin embargo, tienen una invitación preferencial -con sus nombres claramente definidos- a descubrir a Aquél que se su Señor y Salvador, la liberación esperada.

El signo de la Salvación está en un Niño pequeño y frágil, un Niño pobre acunado por la ternura de su Madre, y quizás seguimos pasando por alto esta señal.

Día de triple celebración: por una parte, nos deseamos un año nuevo pleno y feliz. A la vez, se recuerda la Jornada Mundial por la Paz. Y como si no fuera suficiente, muchos cristianos celebramos a Santa María, Madre de Dios, Theotokos.

No existen las casualidades, sin aquellas causalidades que, quizás, sean signos de la mano bondadosa con la que Dios quiere escribir junto al hombre la historia.

Decimos María Madre de Dios, Theotokos -literalmente "la que ha parido a Dios"- y el Dios invisible, inaccesible y lejano se nos hace cercano, humano, uno de nosotros, quizás el más humano de todos para que todos nos hagamos Dios.

Decimos María y decimos nuevo, novedad, más aún, Buena Nueva... el Espíritu que renueva todas las cosas la ha recreado desde toda la eternidad y deseamos con Ella también que en este año calendario que iniciamos también hagamos espacios para que ese Niño Santo nos nazca.

Decimos María y decimos paz verdadera, plena y total, paz que es don y misterio, paz que crece en un corazón que rumia la Palabra de Dios y deja que germine y transforme su vida, paz que se edifica en el día a día, paz que no es la ausencia de guerras o conflictos sino más bien que es hija dilecta de la justicia, la fraternidad, la verdad vivida en plenitud y la derrota corazón adentro de todo egoísmo.

Decimos María y bendecimos -decimos bien-: bendecimos todo este año que comienza como vida nueva y plena, ajenos a todo éxito, felices por creer, plenos por descubrir todo lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y deseosos de que Él nos lleve de la mano durante todo este año que está en pañales como la vida misma, Cristo que nos nace para nuestra liberación)

Paz y Bien

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