Pan de vida, pan de coraje, pan de compasión

Para el día de hoy (08/01/11)
Evangelio según San Mateo 6, 34-44

(Sin dudas, el Maestro y los discípulos estaban cansados.
La misión de anunciar la Buena Nueva del Reino es maravillosa pero nada fácil: a ellos acudían sin cesar miles y miles llevando sus dolencias, tristezas y miserias, y esa empatía de Jesús -más allá de toda razonabilidad- lleva al cuerpo a traspasar las fronteras del cansancio y el agotamiento.
Algunos sabrán de qué se trata: es un cansancio que supera largamente el agotamiento físico; quizás, porque se trata de ponerse al hombro el dolor del otro, hacer propio el dolor del otro, y eso, humanamente, desgasta.
Y el Maestro es el más humano de todos, y hace propio el sufrimiento del prójimo: es la esencia misma de eso que llamamos compasión, es decir, com pathos, compartir lo que se sufre.

Allí mismo, al borde del lago y adentrándose en el desierto, las gentes lo seguían. Un número incontable de niños, hombres y mujeres ansiosos de estar con Él.

El Maestro desciende de su barca, y se conmueve en sus entrañas: la multitud se encontraba librada a su suerte, a los vaivenes de su soledad, a la ventura del dolor.
Jesús se compadece, y de golpe su cansancio desaparece. Allí mismo, en el lugar menos impensado se pone a enseñar, devuelve la Palabra a tantos enmudecidos.

A muchos nos ha sucedido, y a ese nutrido grupo de gentes también: cuando se está tan a gusto, cuando la paz se vivencia hasta los poros el tiempo ya no tiene decisión, y talla esa necesidad de prolongar esos momentos de eternidad.
Es claro, sucede que cae la noche; estaban en un sitio apartado, lejos de cualquier poblado. Y está Jesús, y son tiempos nuevos: ya es hora de ver todas las necesidades del prójimo.

En esa lógica ajena a toda razón -la ratio del Reino- Jesús hace intervenir activamente a los discípulos en la búsqueda de la solución al grave problema de sus hermanos: la gente también se había cansado, estaban hambrientas y había que encontrar una solución. No puede haber diferencias entre la compasión que vive y ejerce el Maestro y lo que viven y hacen sus discípulos -tu y yo, todos nosotros-.

Sin embargo, a los discípulos aún les cuesta despojarse de ciertos criterios mundanos, y buscan una solución de compromiso por fuera de la gente: es mejor enviarlos de regreso a aldeas y pueblos a que ellos mismos procuren su alimento.
No se habían dado cuenta, y nos cuesta darnos cuenta: es tiempo de tener coraje, las soluciones se encuentran en el centro de la misma gente, no por fuera. Basta con un corazón compasivo capaz de ver y mirar y actuar con mansa bravura.

Cinco panes y dos peces se nos pueden aparecer como nada: sin embargo, en el compartir sucede el milagro, y desde la gente misma todo se multiplica, todos se sacian y aún quedarán doce canastos llenos... para los que aún no han llegado.

Cuando la Eucaristía -la cena del Señor, acción de gracias de eternidad- queda relegada a los templos, a un hecho meramente cultual, se vulnera y ofende a Aquél que está allí mismo vivo y presente.

Tal vez, debamos ir junto al Maestro a un sitio apartado y reencontrarnos con ese Pan de Vida que nos alimenta de vida eterna, que es eterna porque es Amor, que es eterna porque es compasión, que es eterna pues es vida compartida, vida ansiosa que olvida todo cansancio en el afán de procurar el sustento del hermano.)

Paz y Bien



0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba