Testigos del Cordero

Para el día de hoy (03/01/11)
Evangelio según San Juan 1, 29-34

(Fué en la noche de la primera pascua: con la sangre del cordero pascual se marcaron las puertas de las casas, señal que liberaba a los moradores de la muerte, signo cierto de liberación.

Ha comenzado un nuevo tiempo: Dios mismo se ofrece en Jesús como víctima para que todos se salven, para que la muerte no prevalezca, para que acontezca la liberación.
El Dios del Universo asume para sí la exclusividad del sacrificio: no hay ya más espacios para chivos expiatorios, no hay justificativos para el derramamiento de sangre...

Anónimo y silencioso, Jesús camina entre la muchedumbre que se agolpa a orillas del Jordán; sus pasos se dirigen a Juan el Bautista.
Y Juan, pleno del Espíritu desde antes de su nacimiento, tiene esa capacidad de verlo, de descubrirlo, el galileo que viene a su encuentro es el Esperado, y más aún: la humanidad puede retornar a la comunión con el Creador, a la vida plena.

El profeta del desierto se reconoce pequeño: el hombre al que señala, el Enviado, es mayor que él mismo, y en esa primacía también está su misión.
Ha visto descender al Espíritu como paloma y posarse sobre Jesús, templo vivo del Dios de la Vida.

Juan nos desafía cordialmente a través de los tiempos -las cosas del Espíritu atraviesan toda barrera temporal-: quizás sea preciso descubrir a ese Jesús que camina entre la multitud, humilde y anónimo, el que es vida y liberación, por el que cada mujer y cada hombre serán a su vez templos latientes y sagrados.

Y allí sí, encenderse con una mirada renovada y dar la mejor de las noticias, allí está Aquél que nos libera de la muerte.)

Paz y Bien


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