Aguja, camello, comunidad


Para el día de hoy (28/02/11):
Evangelio según San Marcos 10, 17-27

(Un fundamento que ha de ser constante motivo de reflexión es lo que el Maestro nos enseña acerca de nuestra entrada al Reino de Dios.
Históricamente, con triste frecuencia se ha insistido en una circunstancia postrera, producto de la acumulación de méritos en atención a puertas celestiales que se abrirán post mortem, capitalismo de las almas que deja de mirar el hoy de la Salvación.

Es claro que no es el caso ignorar el más allá -destino de eternidad-, sino de que la existencia se defina por el aquí y ahora del Reino.
Nada es casual, hay una causalidad bondadosa en la enseñanza de Jesús: ante la pregunta del joven rico, el Maestro deliberadamente omite los mandamientos relativos a nuestra relación con Dios, y pone el acento en aquellos que refieren al respeto a la vida y a nuestra relación con el prójimo.
La plenitud -la eternidad, la felicidad, la vida en Dios- está signada por nuestra relación con el otro: el rostro de Dios se revela en Jesús y se descubre en el hermano.

Una vertiente no menor del Evangelio para el día de hoy: en nuestras comunidades quizás prevalezcan demasiados camellos perfectamente entrenados en pasar por otros tantos ojos de imposibles agujas. Porque si la comunidad es signo cierto del Reino en tiempo presente, debe abandonar todas esas riquezas estériles a las que se aferra sin asomo de vergüenza, vender todo lo superfluo y darse desde la misma pobreza que sólo espera en Dios.
Camellos y agujas del orgullo y la soberbia, del dogmatismo sin compasión, del desprecio, del destrato, del olvido del hermano, del culto impiadoso del ego antes que la plegaria del nosotros.

En un mundo que se inclina hacia un individualismo sin medidas, a un elitismo segregacionista, a la expulsión del que es distinto ¿puede ser esto posible? ¿acontecerá el Reino entre nosotros aquí mismo, en tiempo presente?

Nada es imposible para Dios, y nuestras tristes y pequeñas existencias se engrandecen por la Misericordia, cuando suceden la compasión y la solidaridad, frutos primeros del Espíritu de Aquel que no deja de buscarnos y reunirnos)

Paz y Bien

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