El poder de la compasión y el compartir

Para el día de hoy (06/05/11):
Evangelio según San Juan 6, 1-15

(Vivimos en un mundo que rinde culto al poder.
El poder de las armas, el poder financiero, el poder físico, la devoción al más fuerte y el desprecio por el débil e indefenso. Un poder que supone la imposición de escalas en lo humano, de tal modo que a mayor poder más arriba en la pirámide de lo importante se ubica quien lo detenta.

Pero es claro que el Reino de Jesús no es de este mundo, nada de eso.
En esa montaña, aquel día, el Maestro repartiendo panes y peces para la multitud hambrienta muestra la verdadera faz del poder, un poder que se nos ha conferido por pura confianza y amor a todos y cada uno de nosotros.

El milagro de la multiplicación de los panes y peces no es tanto una cuestión espectacular y cinematográfica, sino más bien una profunda enseñanza, mandato e invitación.

El poder verdadero radica en el ejercicio de la compasión, es decir, hacer propio el sufrimiento del otro, y en el compartir desinteresado y generoso.
Desde allí se puede transformar el mundo de raíz, sin demasiados estudios ni cálculos financieros, y aún así habrá canastas preparadas para los que aún no han llegado.
Nos falta humanizarnos como Él)

Paz y Bien

4 comentarios:

Conchamare dijo...

No quiero ponerme tremendista,tengo fé en el ser humano, porque simplemente,cuando haces algo mal, alguien te da un raspapolvos, que duele y mucho. Un saludo.

Salvador Pérez Alayón dijo...

Ponerse en el lugar del otro es el lado más radical del amor. De esa manera todo se comprende y se soluciona. El amor, que si es amor, es gratuito, derrumba todas las fronteras y une a los hombres en justicia, amor y paz. ¿Hay algo más poderoso?

Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Savia, sinceramente quisiera creer que es así.
Al igual que tú, tengo fé en el ser humano, pero no siempre hay una voz de advertencia que nos haga corregir el rumbo.
Un saludo cordial.
Paz y Bien
Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Nada, Salvador, nada más poderoso ni más persistente ni más eterno ni más definitivo que el amor.
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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