Frutos de compasión y justicia

Para el día de hoy (25/05/11):
Evangelio según San Juan 15, 1-8

(En el lenguaje del Antiguo Testamento, Israel es descripto alegóricamente como la vid del Señor, vid cuidada por su Dios para que diera frutos buenos, vid que se podaba para quitar el ramaje estéril de los quebrantos e infidelidades.
A la vez, en los tiempos de Jesús y para culturas como la galilea -suelos duros, no demasiado pródigos en las cosechas- toda cuestión relativa a frutos era de vital importancia: en los frutos obtenidos se determinaban las bondades del árbol, ligados directamente al sustento y a la supervivencia.

El Maestro asimila estas dos vertientes y las hace suyas: habla y enseña desde el lenguaje que la gente entiende y conoce, y asume en su propia existencia la historia de su pueblo para transformarla.

Probablemente hemos dejado de lado cosas tan raigales para este camino y este don que llamamos fé: es imperioso volver a asumir desde las honduras del corazón, desde las entrañas, a ese mundo que habitualmente nos es tan ajeno y adverso, asumirlo como propio desde el barrio, la ciudad, la Patria, el pueblo, para transformarlo, renovarlo y recrearlo, hablando con palabras habituales, con el mismo lenguaje de la gente más sencilla, abandonando por una vez ciertas tendencias a las abstracciones y a la difusión doctrinaria que, a menudo, están muy distantes de la realidad concreta y vital.

En ese talante, mandato e invitación del Maestro de permanecer frutales, de atarse a Él para liberarse, de unión esencial, de savia nutriente del Espíritu, la cosecha se nos vuelve frutos de compasión y de justicia: esa historia asumida en la propia existencia poco a poco vá abandonando el rictus formalista y cultual, y por la poda santa de la Palabra glorifica a Dios en la compasión hacia el hermano más pobre, en la búsqueda apasionada e incansable de la justicia.
Allí comienza el culto verdadero, allí se vé la frondosidad y la calidad de la vid, en el vino nuevo y abundante que somos capaces de compartir.

El agua de la purificación ha dejado paso al vino de fiesta, a las tinajas llenas de las bodas en Caná, al vino que es Él mismo, lo que corre por sus venas e impulsa su corazón)

Paz y Bien


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