El Dios de las tormentas obedientes y las aguas mansas

Para el día de hoy (28/06/11):
Evangelio según San Mateo 8, 23-27

(Los Evangelios no son relatos históricos propiamente dichos; antes bien, son relatos espirituales -teológicos- si se quiere, más allá de la historicidad de los sucesos allí descriptos.

En la Palabra para el día de hoy, sin embargo, hay ciertas cuestiones a las que es menester prestarle especial atención para enriquecernos, para que sea más honda la reflexión, para que llegue a las honduras de nuestros corazones.

Los discípulos y Jesús suben juntos a una barca: si nos detenemos un momento en este detalle, recordaremos que varios de ellos eran pescadores experimentados, vastos conocedores de las aguas del mar de Galilea. Las vicisitudes de la navegación a las que podían enfrentarse estaban dentro de su universo personal, los peligros no le eran desconocidos, toda una vida navegando por las mismas aguas.

Sin embargo, sobreviene la tormenta y parece que toda experiencia anterior se vuelve inútil, que lo consabido desaparece y son presa del miedo y el temor.
Hasta parece que han olvidado que el Maestro iba con ellos, y a los gritos requieren su auxilio...

Nada de esto nos es desconocido o ajeno.
A pesar de todo un bagaje de experiencias y vivencias, solemos rendirnos al temor y subordinarnos al miedo apenas sobreviene alguna turbulencia.
Y al igual que ellos, nos acordamos de Jesús y somos conscientes de su presencia cuando nos acosa algún peligro.

A pesar de nuestra falta de fé, de nuestras desmemorias, de la abdicación de nuestra confianza, aún en medio de la marejada que parece imposible de superar y que amenaza con hacernos desaparecer, Dios puede más.

Es más que capear el temporal: aunque nos parezca que se ha dormido, a Él le obedece la tormenta más terrible y se le amansa toda agua inquieta.
Nada hemos de temer, Él va con nosotros en nuestra misma barca, esa barca que llamamos existencia)

Paz y Bien

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