Almas de vidrio y hormigón

Para el día de hoy (30/09/11):
Evangelio según San Lucas 10, 13-16

(Las conocemos, de un modo u otro. Van creciendo a lo alto, hacia cimas altísimas de tecnología, poder y cantidad de habitantes. Sin embargo de un modo directamente proporcional, se van sumergiendo en simas de inhumanidad, de rechazo, de exclusión.

Poseen muchos sitios esplendorosos, nuevos templos en donde sacerdotes del dios mercado pontifican acerca de la viabilidad de naciones, condenando sin piedad a millones a la miseria, a la indignidad del desempleo, a la sumisión de pueblos enteros a variables financieras que poco tienen de humanas.
En sus bordes, arrumbados en gigantescos desvanes citadinos, muchos agonizan amontonados en soledad y abandono. Son los que sobran, los que no cuentan, los siempre sospechados.

Los abordajes pueden ser oscuros o floridos, mirados desde varias perspectivas: es claro, lo que no resiste el menor análisis es que se han vuelto crecientemente inhumanas -tal vez nosotros también-.

Aún así, en estas tristezas metropolitanas palpita escondida y humilde la esperanza.

Los milagros no sólo son posibles, sino que los podemos descubrir en nuestra cotidianeidad.

Jesús se ha identificado absolutamente con los discípulos, está unido intrínsecamente a todos y cada uno de nosotros.
No hay bien mayor: Dios mismo vive en tí, en mí, en vos y en ella.
A Dios se le encuentra y descubre en el otro)

Paz y Bien

Portadores de buenas noticias

Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Para el día de hoy (29/09/11):
Evangelio según San Juan 1, 47-51

(A menudo esclavos de lo sensorial, se nos suele escapar la dimensión trascendente de la historia, una dimensión escondida, oculta, invisible que, sin embargo, está latiendo en nosotros y junto a nosotros.

En la Palabra los ángeles son mensajeros de que Dios actúa entre nosotros; no portan un mensaje de otro mundo lejano e inaccesible, sino que anuncian que la eternidad está palpitándonos aquí y ahora, que no estuvimos, estamos ni estaremos nunca solos, y que eso que llamamos Providencia no es ni más ni menos que el cuidado maternal que el Padre tiene para con la humanidad, tú y yo, todos nosotros.

Miguel -quién como Dios!-, que anuncia que el mal no tiene destino, que el Maligno puede aparecerse como príncipe de este mundo pero, a pesar de todo, prevalecerán el bien y la bondad.

Gabriel -fuerza de Dios-, quien trae a esa muchacha floreciente y pequeñísima la mejor de las noticias: Dios con nosotros, Emannuel, un Dios que le pide permiso a María para hacerse uno de nosotros.

Rafael -Dios sana-, que anuncia que Dios se desvive por la salud y la entereza de sus hijas e hijos.

En este sendero de fé, los ángeles reafirmar nuestra creencia en que Dios actúa desde su infinitud en nuestra historia cotidiana.

Quizás puedan descubrirlos mujeres y hombres sin doblez, con alma de niños íntegras y expectantes, capaces de asombro y que se alegran cada vez que redescubren que toda la creación clama su Nombre, y que esos mensajeros traen la mejor de las noticias: Jesús, Dios con nosotros ayer, hoy y siempre)

Paz y Bien



Condición de caminantes


Para el día de hoy (28/09/11):
Evangelio según San Lucas 9, 57-62

(Es raro este galileo; le dicen rabbí pero no tiene nada de los maestros de la ley que todos conocen. El acento lo vende, y las cosas que dice y enseña...nadie ha hablado hasta ahora como Él.

De otros maestros hubiera de esperarse un nutrido grupo de alumnos expectantes y atentos sentados a sus pies, memorizando sus enseñanzas durante largos períodos.
Parece que con este Jesús se trata de movimiento, y sus discípulos han de tener condiciones propia de los caminantes, de no quedarse paralizados, acostumbrados a la quietud de lo que no está bien, adormilados repitiendo línea tras línea de volúmenes religiosos mecánicamente aprendidos.

Se trata de no recostar los pensamientos en cómodas imágenes ni reclinar los ideales en guaridas de miedo o en nidos de pesimismo.

Se trata de dejar atrás toda muerte que nos ate, esas muertes que nos soslayan la mirada y nos desdibujan el futuro.

Se trata que la Buena Noticia es siempre arar nuestros campos hacia adelante, somos tierra que anda con promesa cierta de vides frondosas y vinos mejores, pura esperanza que palpita aún en las noches más cerradas.

Se trata de decidirse a seguirlo a ese Jesús de Nazareth que es nuestro hermano y Señor, el más humano de todos, Dios con nosotros.

Sabiendo que Él vá por delante, la huella se nos hace más sencilla)

Paz y Bien

Mensajeros falaces y violentos

Para el día de hoy (27/09/11):
Evangelio según San Lucas 9, 51-56

(El encono entre judíos y samaritanos era histórico; los judíos consideraban a los samaritanos impuros y herejes, causal más que suficiente para el desprecio y la exclusión.

Esto databa de siglos: durante la invasión asiria al reino del Norte, unos ocho siglos antes del nacimiento de Jesús, la población hebrea original fué deportada al exilio, implantándose en su lugar colonos a los que se educó con cierta religiosidad similar a la de los judíos. Los samaritanos consideraron al monte Garizim como sagrado, estableciendo un templo santo en su cima, cercano a su ciudad sagrada de Siquem -hoy Nablús-. Ese templo fue destruido en varias ocasiones y otras tantas reconstruido, por invasores asirios o romanos y por sus eternos rivales judíos, especialmente durante el reinado de los Macabeos.

Eran dos exclusivismos militantes: unos a otros se rechazaban con fervor, unos a otros se despreciaban y trazaban concienzudamente líneas de separación entre unos y otros; no nos es desconocido esto, hoy lo vemos en los enfrentamientos terribles entre israelíes y palestinos, o más cerca, entre cristianos y musulmanes.

Pero el Maestro está más allá de todas esas cuestiones: Él no quiere detectar enemigos, no se detiene en distintos, en puros, en exclusividades. Él sólo vé hijas e hijos que salvar, Él tiene una misión de rescate encomendada por su Padre y por eso mismo se encamina decidido a Jerusalem, allí mismo en donde está el centro del poder político y religioso y no se callará, a pesar de que se cierne ominosa en el horizonte la voracidad de la cruz.

Por eso envía mensajeros por delante de Él, para dar aviso e ir allanando el camino. Sin embargo, en la aldea samaritana se niegan tajantemente a recibirlo, y aquí hay que hacer un alto y reflexionar acerca de esta negativa. No se trata solamente del enfrentamiento habitual: esos mensajeros seguramente se adelantan anunciando al Mesías, al Rey de los judíos que va a tomar posesión real de Jerusalem, y no a un Salvador de toda la humanidad. El rechazo es automático, y no debe sorprendernos porque a menudo solemos sintonizar la misma frecuencia, es decir, un Redentor acotado a los cristianos y, dentro de ellos, a nosotros los católicos.

El rechazo samaritano es lógico, porque la exclusión crea ghettos que, a su vez, multiplican esa exclusividad con signo inverso. Y ese rechazo despierta las furias y la violencia entre los discípulos.
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo -conocidos tradicionalmente como hijos del trueno por sus caracteres bravos e irascibles- proponen a Jesús enviar desde el cielo una lluvia de fuego que elimine a los réprobos, que borre a los enemigos, que aniquile a los opuestos...Basta observar las noticias diarias para imaginarnos a misiles y bombas inteligentes arrasando a pueblos enteros -en el lugar que fuera- a partir de esa idea primera.

Pero Él, sin detener sus pasos, los reprende y sigue andando.
Es el Servidor manso y pacífico que no impone sino que anuncia y propone la Salvación desde la pura gratuidad, el Reino de su Padre, el tiempo de la Gracia.
La única violencia que tolerará será la que se ejerza sobre Él mismo, y esto será en favor de tantos, para que nadie más sufra, para que nadie más alce su mano contra otro, para que todos se sienten a su mesa.

Nos queda a nosotros la invitación y el desafío a seguir ese andar de mansedumbre que no admite resignaciones, y que destierra toda violencia, que en cada mujer y en cada hombre reconoce a un hermano, a un predilecto de Dios por ello mismo, por una cuestión de ternura de un Dios que es Padre y es Madre también)

Paz y Bien



Pretensiones

Para el día de hoy (26/09/11):
Evangelio según San Lucas 9, 46-50

(La discusión que se había suscitado no era menor: el Maestro había anunciado a los suyos su Pasión, y para sus almas limitadas la aparente derrota de Jesús a manos de sus enemigos no era un dato más. Es claro que los ánimos se caldeaban en una discusión sucesoria.

En plena batalla de egos y preeminencias, Jesús hace su elección, que es la misma de su Padre y expresa la ilógica del Reino: pone en el centro de toda atención a un niño, y no es una cuestión más: los niños eran el eslabón más débil de la sociedad de su tiempo, los que carecían de cualquier derecho, los que no cuentan para nada y nadie.

Este Cristo tiene pretensiones distintas a las de sus discípulos, elige para sí la debilidad y desecha títulos y poderes...al contrario de nosotros, que no funcionamos sin jerarquías, rótulos y primacías. Parece que el Reino es cosa de pequeños, y su Madre lo sabía bien, cantando a viva voz a ese Dios magnífico que hizo maravillas en Ella, en su nada, desde su finitud.

Y más aún: este rabbí y estas locuras que habla del Reino y de su Padre andan por andariveles distintos, sus ríos atraviesan otros cauces. A nadie excluye, y es un desafío a nuestros orgullos instaurados y a nuestras pretensiones elitistas considerar como uno de nosotros a todo aquel que, aún sin pertenecer a una confesión religiosa, se esfuerza porque acontezca el Reino aquí y ahora, expulsando tantos demonios de pobreza, de injusticia y de dolor.

Somos muchos más de lo que podemos imaginarnos, y nos congrega Aquél que se considera el servidor de todos, el último entre los postreros)

Paz y Bien

El escándalo de la Gracia

Para el día de hoy (25/09/11):
Evangelio según San Mateo 21, 28-32

(Se trata de una historia de hijos.
Uno de ellos que cumple a rajatabla con los mandatos, preceptos y normas establecidos, pero a la hora de encaminarse a la viña para trabajar/se, para volverse divinamente humano como su Creador se niega. Se cree lo suficientemente justificado con su puntillosidad.

Conocemos bien de qué se trata. Vidas adornadas con rutilantes y severos colores en vestidos, en ornamentos, en templos, y sin embargo, desvaídas y muy pálidas en su interioridad -quizás nosotros mismos nos podamos encontrar allí retratados-. Señoras y caballeros serios, estrictos en las fiestas de guardar, exactos en liturgias, morales y dogmas que rápidamente se horrorizan en cuanto se acerca cualquier portador de un estigma a priori conferido.
A menudo esta actitud está íntimamente asociada a la creencia en un dios que puede manipularse por plegarias repetidas y méritos acumulados, un dios de premios y castigos, una Iglesia de unos pocos que se sienten satisfechos de sí mismos y que disfruta señalando al réprobo, al publicano, a la prostituta, al adicto, al homosexual, al divorciado, al pobre, al que enarbola ciertas banderas ideológicas, al enfermo...ubicándose confortablemente en las antípodas del corazón sagrado de Jesús de Nazareth.

Y está el otro hijo.
El que no se halla ni a gusto ni libre en un sistema de creencias que lo agobia, y reniega y se niega a seguir cualquier llamado religioso a viñas que se le hacen generadoras de vinos malos, avinagrados, que hacen daño. Sin embargo, ese mismo hijo es capaz, con el tiempo, de decir sí a la Buena Noticia que se le anuncia gratuitamente, sin condiciones, y que se dirige con sus límites y vacilaciones a trabajar en la viña, haciéndose humano, cada día más humano junto a otros. Quizás eso, precisamente, sea lo que llamamos santidad.

Las palabras del Maestro pueden doler, y está bien que ello suceda, que acontezca el escándalo maravilloso de la Gracia, que es la Salvación ofrecida a toda la humanidad sin pedir nada a cambio, pura ternura y vida plena para todos.

Pero es una historia de hijos.
Ambos son mirados desde las mismas entrañas del Dios de Jesús, un Dios que es Padre y Madre también, un Dios preocupado por todos.

Ese Dios se pone abiertamente del lado de los olvidados, y se inclina con fervor hacia los excluidos, porque ellos van por delante en la gran caravana de la Salvación que Jesús encabeza desde su Cruz y su Resurrección.

Tal vez, por se una historia de hijos, habría por una vez que esforzarse y mirar con ojos de Padre.
Y embriagarnos de felicidad cuando acontece el Reino, cuando los hijos perdidos se descubren amados hasta el fin, únicos e irrepetibles más allá de las condenas y repudios, esas malas noticias a las que están acostumbrados.
Y está claro, ponerse de su lado, y reivindicar todo escándalo que signifique abrazar a los leprosos de cualquier condición o género, como hijas e hijos más queridos por el Dios de la Vida.

Hay una mesa grande y dispuesta para la fiesta con lugar para todos, y ningún hijo debe faltar.)

Paz y Bien




María de la Merced, la Buena Noticia de la liberación

24 de setiembre - Nuestra Señora de la Merced

Para el día de hoy (24/09/11):
Evangelio según San Juan 19, 25-27

(En el calor de su aldea nazarena, encendido del fuego del Espíritu, Él lo anunció.

Es Año de Gracia y Misericordia de nuestro Dios.

Él ha venido a anunciar la Buena Noticia a los pobres.

Él , con carácter definitivo, proclama la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos.

Él se pone abiertamente de lado de los oprimidos, y es cuestión santa, misión sagrada.

Nos ha hecho libres, en esa libertad que es hija dilecta de la verdad y por eso es capaz de entregarse y morir.

María no es ajena ni espectadora de estas cosas de su Hijo.
Ella es protagonista decidida de ese camino de redención y liberación.
Lo sabemos porque en ese dolor de espanto al pié de la cruz se hace Madre del discípulo amado, de todos los hijos amados, de tantas hijas e hijos que languidecen en tinieblas y en sombras de muerte, de los que agonizan paralizados por tantas cadenas impuesta

s, de los condenados a crueles exilios, de los sometidos como objetos descartables en la esclavitud de la trata de personas, Madre de tantos sometidos a los que se les niega continuamente -con gran pericia y enjundiosos razonamientos- su dignidad primera, fundamental.

Ella sabe que no tenemos vino, que la fiesta de la vida se apaga si no hay brindis de libertad en la mesa grande del Hijo.

Ella atesora todas las cosas meditándolas en su corazón, y es signo cierto de un Dios que se desvive, preocupado, por sus hijos extraviados.

Ella, muchacha judía de aldea ignota y embarazo sospechoso, se descubre muy pequeña, ínfima...y en su pequeñez descubre las maravillas que Dios ha obrado en Ella, un Dios inclinado siempre hacia los más pequeños.

Por eso canta decidida a ese Dios Magnífico enamorado de Ella y de toda la humanidad, un Dios que es Misericordia, que es alegría y felicidad para los pobres, que es brazo fuerte que protege a los humildes y derriba a los poderosos, que siempre cumple su Palabra.

Junto a Ella hoy también cantamos y celebramos la Misericordia de Dios, que los que nos

precedieron llamaron Merced, la Buena Noticia de nuestra liberación, el Hijo Santo que florece en la tierra perfecta de su seno, un Cristo que quiere nacernos en cada alma para que nadie más sufra, para que se rompa toda cadena de esclavitud y pesadumbre.Y que no hay amor mayor que dar la vida por ello.

Junto a las hijas e hijos de Pedro de Barcelona, muchos celebramos hoy el Día de la Madre, y volvemos a cantar esperanzados y confiados ese Magníficat infinito junto a María de la Merced, y sabemos que en donde encontramos a la Madre, está también el Hijo)

Paz y Bien

Una pregunta cotidiana

Para el día de hoy (23/09/11):
Evangelio según San Mateo 9, 18-22

(Estamos allí, junto a Él; más que meros lectores o virtuales espectadores de una situación perdida en el tiempo, el Maestro nos hace también a nosotros la pregunta, esa pregunta que es una cuestión primordial y que definirá nuestra identidad y la totalidad de la existencia.

Surgirán una multiplicidad de opiniones: que es un profeta importante, un sanador inefable, un revolucionario, un Redentor celestial desencarnado, un rostro muy parecido a fotos idealizadas que acotamos a pequeñas estampas, un Dios inaccesible y lejano, un Cristo que sólo encontramos en imágenes de yeso o en la solemnidad de los altares, un Salvador acomodado a nuestras mezquinas necesidades, atado a nuestros estados de ánimo.

O como gustaban de imaginar varios de los discípulos -y muchos de nosotros también- un Mesías del éxito y la victoria que se imponen, un triunfador que arrastra tras de sí a una élite perfectamente delimitada en planes de batalla y conquista.

Sin embargo, es necesario que Él vuelva a imponernos silencio. Y es menester volver a hacernos esa pregunta a diario desde una perspectiva de cruz.

Si hemos de reencontrarnos con el rostro verdadero de Jesús de Nazareth, nuestro hermano y Señor, hemos de volver a reconocer al servidor de todos, al Siervo sufriente, al que no impone ni levanta su voz, al que se sienta a la mesa con quien nadie se sentaría, a ese Cristo maldecido y despreciado, un atrevido que habla de Dios como Papá y que sólo se expresa en el lenguaje del amor y la compasión.

Tenemos una pregunta cotidiana pendiente, y desde un profundo silencio orante podremos responderla...más que con bellos discursos y sesudos sermones, con vidas que expresen humildemente la fé en el Crucificado que ha Resucitado)

Paz y Bien


Las ansiedades de los poderosos

Para el día de hoy (22/09/11):
Evangelio según San Mateo 9, 7-9

(La situación se estaba volviendo compleja y el peligro iba in crescendo: Herodes comienza a preguntarse quién es éste rabbí galileo del que todo el mundo habla.

Herodes Antipas era Tetrarca de Galilea, mientras que su hermano Herodes Arquelao gobernaba Judea. Ambos eran hijos de aquel Herodes llamado el Grande, el mismo que no vaciló en matar a los niños belenitas al saber del nacimiento del Salvador. Ambos eran déspotas absolutistas violentos, ambos lacayos fieles del imperio que sojuzgaba la tierra santa de Israel.

Herodes estaba ansioso respecto de Jesús: siendo un experto en suprimir mortalmente cualquier asomo que cuestionara su poder -había ordenado en medio de un banquete fastuoso la muerte del Bautista-, estaba confundido respecto del Maestro. Unos decían que era Juan resucitado, otros que el profeta Elías u otro de los antiguos profetas.
Él sabe que no: reconoce abiertamente ser el causante de la muerte de Juan, aquél que lo cuestionaba abiertamente y sin miedos. Sin embargo, este galileo se comporta de un modo extraño, tan extraño que se siente angustiado y amenazado sin poder explicarse el porqué.

La cuestión, de tan obvia, puede escapársenos de la mirada: el Maestro pasaba haciendo el bien, inclinándose hacia los enfermos y los caídos, rescatando a los olvidados a un costado del camino, sentándose a comer con los despreciados, hablando de Dios como Papá, desoyendo cualquier llamado hacia el poder o reivindicación mesiánica o de realeza. Eso mismo quizás era la causa de tales inquietudes: ¿cómo clasificar e identificar a un enemigo que no busca el poder, que no busca la derrota del oponente, que busca continuamente el bien de los otros?

A través de la historia lo podemos constatar, y es que el amor es una amenaza que pone ansiosos a los poderosos; tal vez sea porque se espejan, y la imagen con la que se encuentran es precisamente la que jamás quisieran ver, es decir, lo que ellos mismos deberían hacer.

Quiera Dios que nos volvamos así, mansamente peligrosos.
Y más aún, que el anuncio de la Buena Noticia vuelva a cuestionarnos, y a hacernos preguntar quién es éste Jesús al que los pobres aman, al que los pequeños reconocen y en quien los olvidados encuentran la esperanza)

Paz y Bien

Rasgos mateanos

San Mateo, Apóstol y Evangelista

Para el día de hoy (21/09/11):
Evangelio según San Mateo 9, 9-13

(Los publicanos eran tratados con especial y dedicado desprecio por sus paisanos: sentados a sus mesas recaudaban tributos para el ocupante imperial, y a menudo, su actividad era un foco de corrupción y abuso. Ellos abusaban de sus funciones y su poder en provecho propio y en desmedro de campesinos y jornaleros, con lo cual acumulaban groseras fortunas. Por ello mismo estaban moralmente considerados en una escala por debajo de las prostitutas.

En los otros Evangelios el publicano de la Palabra para el día de hoy es llamado Leví: aquí se llama Mateo, que en sus raíces significa "Don de Dios", y este nombre es precisamente un signo que debe llamarnos imperiosamente a la reflexión corazón adentro.

Jesús ha venido en misión de salvación y socorro, la más humana de las misiones y que es rescatar a los perdidos, a los lastimados, a los enfermos de sus miserias, egoísmos y mezquindades.
Es claro: las palabras de Jesús molestaban y causaban enojosos asombros, y al día de hoy producen cierto escozor. Porque el pecador, el extraviado -aún culpable de lo más abyecto- ha de ser considerado don de Dios para la comunidad, signo cierto de que la comunidad es abrazo y salvación, no rechazo, no consorcio cerrado para unos pocos pretendidamente puros y salvos.

Quizás entonces la Iglesia como comunidad y familia creciente sea precisamente el ámbito en donde todos nos descubramos con rasgos mateanos, pecadores rescatados de los brazos de la muerte diaria, sanados de las heridas que sufrimos y de las que solemos infringir.
Tal vez allí, saliendo de nuestros fangos nos encontremos hermanas y hermanos, porque en medio de nuestras noches -hasta en la más cerrada- prevalece la Misericordia.

Pablo lo sabía bien, y es menester recordarlo a cada instante: donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia)

Paz y Bien


Vínculos sagrados


Para el día de hoy (20/09/11):
Evangelio según San Lucas 8, 19-21

(La situación no era muy agradable: los familiares de Jesús se habían llegado hasta Cafarnaúm para llevárselo al incierto refugio nazareno, al terreno seguro de la tribu: estaba fuera de sí, las cosas que hacía y decía los avergonzaban a todos y, para colmo de males, los ojos avizores de la ortodoxia judía y del ocupante imperial siempre estaban prestos a suprimir cualquier atisbo de herejía o todo mínimo asomo subversivo.

Este Jesús hablaba de Dios con una familiaridad desconcertante, y actuaba de un modo que confundía a más de uno, e irritaba a varios; no se comportaba como esperaban sus paisanos, en la conservadora tranquilidad nazarena, haciendo y actuando como lo que de él se esperaba.
Por eso mismo van -con María- y tratan de atravesar el gentío para llevárselo con ellos, aunque sea a la fuerza.

Pero la Buena Noticia no puede detenerse, y el Maestro siempre está en marcha hacia nuevos horizontes, más allá de cualquier frontera. Por eso ampliará al infinito los lazos familiares: la familia no quedará limitada a lo circunscrito por la biología, la costumbre o lo establecido socialmente, sino que se hará santa pues se acrecienta desde vínculos profundos, aquellos signados desde el Espíritu.
Por eso mismo es una familia ilimitada, que cuando se reúne se reconoce y celebra.

Más aún: sin miedo a quebrantar magisterios ni dogmas, es dable animarse a reconocer que Dios es un Padre, una Madre, un hermano, un hijo.

Dios es familia)

Paz y Bien


Temas de luz

Para el día de hoy (19/09/11):
Evangelio según San Lucas 8, 16-18

(Las evidencias físicas están allí: la luz no es tangible, ni tampoco es visible por sí misma. Se la descubre en los objetos y las personas que ilumina, allí se hace patente, allí descubrimos su intensidad.
Y lo obvio: aún cuando no se la vé, basta que la luz se haga presente para que cualquier asomo de oscuridad cerrada se disipe.

La luz de la Palabra tiene fuerza propia e infinita, resplandece más allá de toda presunción o cálculo.

Lo sabemos, y conocemos a mucha gente luminosa, gentes que se dejan iluminar por la luz de la Buena Noticia, gentes prismas que hacen que ese candil esté bien a la vista de todos, gentes valiosas, gentes necesarias, gentes imprescindibles, gentes que desoyen cualquier tentación personal y egoísta y ponen por delante esa luz que a todos debe llegar.

Es claro que a través de la historia, el candil del Evangelio ha querido guardarse escondido bajo ciertas vasijas de exclusividad, para unos pocos pseudoelegidos, o bajo la cama en donde se duerme el sueño estéril del no compromiso, del desprecio, del elitismo.

Pero sinceramente, y a pesar de tantas miserias rutilantes y conocidas ¿alguien puede detener su fuerza? ¿Acaso tarde o temprano lo oculto no sale a la superficie?

Tenemos en nuestras manos un tesoro maravilloso y extraño, un tesoro que se agranda hasta límites insospechados cuando se comparte, especialmente más allá de las fronteras y los límites que solemos imponer, esos bordes de raza, género, religión, ideología...

Son todos temas de luz)

Paz y Bien

Una dudosa legalidad

Para el día de hoy (18/09/11):
Evangelio según San Mateo 20, 1-16

(A través del tiempo, nos hemos dibujado ciertas imágenes de un Jesús acicalado con ornamentos celestiales, un Cristo muy conveniente a nuestros estados de ánimos o, con mayor frecuencia, adaptado a nuestros preconceptos e ideas.
Y desde allí, anunciamos a un ídolo hecho a medida de vagas necesidades y prejuicios, un tótem cruel de pagos y premios, de méritos y castigos, un dios menor para unos pocos y condena de muchos.

Pero ése no es el Dios de Jesús de Nazareth, Abbá que Él nos anunciaba con mansedumbre y valor, tejiendo ternura y coraje y sin preocuparse demasiado acerca de lo que de Él pudieran decir.
Más aún, el modo y el tenor de Su palabra irritaba a muchos, al punto de desatar en almas mezquinas violentas respuestas: este rabbí nazareno se atreve a cuestionar a la élite farisea esa idea de un Dios cuya presencia se acota al Templo y al que sólo se accede en el cumplimiento puntilloso de la ley.

El Dios que anuncia Jesús tiene un accionar de dudosa legalidad: ese galileo es un irreverente que afirma sin vacilar que a su Padre se lo puede encontrar en cada instante de la existencia, en la naturaleza, en el cosmos, urdiendo la vida junto a mujeres y hombres a través de la historia.
Un Dios que se desvive por todas sus hijas e hijos, que le place llamar a los primeros sitios a los pobres y a los perdidos, un Dios compañero que se anima a la fiesta cuando el que trabaja gana su sustento y es respetado en su dignidad única, un Dios cuyos senderos van a contramano de envidiosos, egoístas y soberbios.

Un Dios cuya única ley es el amor y cuya justicia -mal que nos pese a unos cuantos- es la Misericordia, flor primera y fragante de la Gracia.

¿Cómo anunciaremos al Dios de Jesús?
Quizás -sólo quizás- empeñando estas escasas existencias terrenales que somos en procurar, mansa y humildemente, que los últimos, los que nadie quiere, los que todos olvidan, los ninguneados y sometidos estén en los primeros lugares y allí, en la plenitud, podamos reunirnos todos en torno a su mesa grande en el aquí y ahora que es donde se nos crece la eternidad)

Paz y Bien


Semilla increíble, sembrador confiado, tierra dispuesta

Para el día de hoy (17/09/11):
Evangelio según San Lucas 8, 4-15

(Esta parábola -que recogen, cada uno a su manera, los Evangelistas Mateo, Marcos y Lucas- nos enciende la mirada en la santa ilógica del Reino.

Es claro que cierto aspecto de escándalo puede desatarse: la parábola en sí misma en ningún momento habla directamente de Dios, ni de la Palabra ni del Reino.
Esto es signo para todos y cada uno de nosotros también: el Maestro les está hablando a campesinos, a gentes que saben de cosechas y sembradíos. De allí, un salto infinito, pues lo sagrado se nos vá revelando en la cotidianeidad, en las cosas rutinarias que solemos pasar por alto: en el acontecer diario está escondido -humilde, tenaz e imparable- la Salvación y la eternidad, Dios mismo entre nosotros.
Y tiene otro rescoldo palpitante, aguardando a almas buenas que enciendan otros fuegos: las cosas del Reino deben proclamarse y enseñarse desde las realidades de las gentes, y nó tanto desde abstracciones desencarnadas.

Se trata de una semilla increíble, sencilla e inadvertida que tiene una fuerza escondida que no puede detenerse. Su ímpetu siempre es el crecimiento, su destino siempre es el de la abundancia de frutos buenos que han de compartirse.

La semilla es la Gracia, la semilla es la clave: hacen falta sembradores que confíen en las virtudes de su pequeñez, antes que en su propia pericia.
Luego, si hay buena tierra dispuesta -estas vidas que somos, sencillos retazos de tierra que anda- la cosecha será múltiple, impensada, trigo fantástico que será pan para todos.

Por eso mismo, cuando el acento se pone en la experticia de los sembradores antes que en las bondades eternas de la semilla, comienzan nuestros problemas, pues se intenta desvirtuar la gratuidad y a infinitud de lo eterno regalado a toda la humanidad sin condiciones, pura ternura de un Dios que es Padre y Madre también.

Lo eterno palpita vital y urgente en el aquí y ahora, entre nosotros por la bondad de Aquél que nunca dejará de querernos)

Paz y Bien



Ese galileo provocador


Para el día de hoy (16/09/11):
Evangelio según San Lucas 8, 1-3

(La verdad, no le daba importancia al que dirán. Y no ponía ningún empeño en respetar costumbres y tradiciones que Él consideraba opresivas e inhumanas, contrarias a todo aquello que latía en las honduras de su corazón sagrado, ajeno a esa vida plena que veía como regalo y bien mayor de su Padre.
Para señores bienpensantes y rigurosamente ortodoxos, no dejaba de ser un judío a contramano, un galileo marginal y provocador.

No existen las casualidades: menos aún en la Palabra, en donde cada término ha sido colocado por los Evangelistas con causalidad meditada e impulsada por el Espíritu.
Hoy lo vemos: no sólo acompañaban en su peregrinar, en su misión de anunciar la Buena Noticia los Doce discípulos, sino que muchas mujeres compartían con Él su ministerio. Una locura, algo impensado en su época: la mujer -en el mejor de los casos- debería remitirse al hogar, al silencio y a parir hijos.
Aquí podemos descubrir a María de Magdala, a la esposa del procurador de Herodes, a Susana y a muchas otras... ¿Cómo olvidarnos de Marta y María, sus amigas -las hermanas de Lázaro-, de Ana la profetisa octogenaria, de la viuda de Naím, de la otra viuda porbe que comparte sus moneditas en el Templo y es mostrada como modelo de virtud y discipulado, de la suegra de Pedro, de la sirofenicia, de la que padecía hemorragias, de la cananea del cántaro, de María su Madre, su hermana, su discípula y tantas más?...

Parecería haber aquí cierta intencionalidad en plantear una cuestión de género. Claro que sí, por supuesto, abiertamente y sin miedos, pero hay más, mucho más, siempre hay más.
Muchas de esas mujeres que seguían al Maestro corrían el riesgo de quedar al más absoluto desamparo, al establecer causales suficientes para ser repudiadas según la Ley por sus esposos, y así quedar al puro desamparo social y religioso.
El mismo Maestro a su vez podía ser acusado con insultos y ofensas graves, pero no le daba importancia, su trato con ellas era natural y sin tapujos, decididamente humano.
No se preocupaba por quedar bien frente a otros, sino abrir las ventanas para que a la vida llegue el aire puro y fresco del Reino sin excepciones.

En nuestro presente y a pesar de todo lo que hemos evolucionado y crecido, seguimos escondiendo en un rincón a nuestras hermanas. Las aplaudimos y a algunas de ellas las elevamos al honor de los altares, siempre y cuando sepan ubicarse y no rompan ni quebranten determinados reglamentos y cánones preestablecidos, y es menester, desde esta familia siempre creciente que somos y que conocemos como Iglesia, reflexionar y reconocer si estamos actuando de acuerdo a la Buena Noticia, y si por miedo o por costumbre no nos animamos a volvernos santamente provocadores como Aquel que nos ha rescatado de las tinieblas y de las sombras de la muerte)

Paz y Bien



María de los Dolores, Dios se te parece

Nuestra Señora de los Dolores

Para el día de hoy (15/09/11):
Evangelio según San Juan 19, 25-27

(La pequeña muchacha galilea no salía de su asombro: primero, el saludo respetuoso y cálido del Mensajero, y justamente a ella, la más pequeña entre los pequeños.
Y un Dios enamorado de Ella que le pide permiso.

Un Dios que se crece al calor de sus entrañas, un Hijo que nacerá en la miseria, y que Ella no deja de mirar y ver con sus ojos grandes, tan grandes como su corazón.
Un Niño que es Hijo, Maestro y Señor, un Dios que se le parece, que tiene su mirada, un Dios que se descubre en su rostro, de tan parecidos que son.

Es claro que no tiene solamente un parecido físico -que sin duda lo hay-. Tampoco que Ella es muy parecida a su Dios -que es el nuestro.

Dios se le parece, y ello no es ese falso ídolo triste que solemos inventarnos para nuestra conveniencia, sino que el Dios del Universo muestra su rostro materno a través de sus ojos morenos y mansos.

Dios se le parece, y Ella lo cantará con voz fuerte y confiada: Dios defiende a los pobres, auxilia a los oprimidos, rescata a los olvidados, derriba a los poderosos, dispersa a los soberbios, un Dios que siempre cumple y paga al contado lo que promete.

Dios se le parece, y Ella lo dice desde su silencio humilde, acompañando siempre a ese Hijo al que, a veces, quizás no entendía pero que siempre volvía a gestarlo pacientemente corazón adentro.

Dios se le parece, por eso Ella se preocupará de que toda fiesta no se apague, de que haya vino bueno, de que hagamos lo que Él nos diga.

Dios se le parece, por eso Ella permanecerá de pié aún en su dolor mayor, viendo morir a ese Hijo quebrantado, torturado, que carga cruz de suplicio y maldición, de humillación y soledad. Ella permanece por fé y fidelidad, dos palabras de igual raíz, dos vertientes del mismo río.

Dios se le parece, porque aunque se desviva por el sufrimiento de los hijos no se abandona al pesar ni se resigna a la tristeza, ni permite que se apague su esperanza.

Dios se le parece, porque su Dios y Ella no tienen casa propia: desde esa cruz del Redentor, su casa será aquella en donde vivan sus hijas e hijos, su hogar estará en donde se le reciba, imagen y signo de aquella posada que les fue negada en las urgencias del parto.

Dios se le parece porque es olvido de sí mismo y entrega sin medida al cuidado de los demás.
María, Dios se te parece porque como vos, es siempre presencia constante aún cuando campee el dolor)

Paz y Bien

Exaltando la cruz

Exaltación de la Santa Cruz

Para el día de hoy (14/09/11):
Evangelio según San Juan 3, 13-17

(Cuando exaltamos la cruz, debemos hacer un alto en la huella para reencontrarnos con su significado más profundo.
Cadalso e infamia para los condenados, escándalo y locura para algunos, símbolo de muerte para otros tantos.

Cuando exaltamos la cruz, decimos amor mayor, y renegamos de todo sufrimiento impuesto.

Cuando exaltamos la cruz, afirmamos desde la humildad y el silencio que Dios es un Padre y una Madre que no quiere que sus hijas e hijos padezcan, y que es capaz de des-vivirse por todos y cada uno de ellos.

Cuando exaltamos la cruz, enmudecemos frente a los ojos cálidos de María, que vé morir al Hijo que supo acunar en sus brazos, ese Hijo que es su Maestro y Señor.

Cuando exaltamos la cruz, reivindicamos el valor santo de la entrega y el servicio desinteresados.

Cuando exaltamos la cruz, hacemos propia esa aparente derrota para hacernos hermanos de todos los derrotados de la historia, de los que agonizan en silencio, de los sojuzgados por la injusticia y el desprecio.

Cuando exaltamos la cruz, decimos que -a pesar de llantos y dolores que nos agobien- la muerte no tiene la última palabra.

Cuando exaltamos la cruz, volvemos a afirmar que ese Cristo lastimado, torturado y maldecido es el Redentor que ha cargado voluntariamente todo llanto, y asume en su cuerpo y en su alma todo sufrimiento para que nadie más muera, para que nadie más sea presa de la violencia voraz.

Cuando exaltamos la cruz, sabemos que esa entrega sin límites de Jesús se nos hace camino para hacernos definitivamente humanos, portadores de esperanza)


Paz y Bien

Una muerte previsible, dos vidas rescatadas


Para el día de hoy (13/09/11):
Evangelio según San Lucas 7, 11-17

(La escena es tristísima, y seguramente la mirada del Maestro se conmovió en sus mismas entrañas: ese grupo de gente acompañando al cementerio a esa mujer en las honduras de su dolor y su soledad total. No debe haber dolor tan profundo como despedir a un hijo.

Pero Jesús vé más allá: mira a una mujer abandonada a su suerte, una muerte que viene programándose aún cuando su corazón siga latiendo. Es mujer, por lo tanto no tiene derechos excepto aquellos que le llegan como sobras desde la mesa de los deseos del esposo: cada mujer era -literalmente- considerada propiedad del marido, objeto destinado al cuidado de la casa y a parir la prole.
En el caso del Evangelio para el día de hoy, es una mujer que ya ha quedado en el desamparo al quedarse viuda; sólo resta esperar protección y cuidado de otro varón de la familia -su hijo- y esta última garantía que le quedaba vá camino a su tumba. Está muerta socialmente, en el más absoluto desamparo, y ese cortejo fúnebre es por la madre y por el hijo, y somos conocedores de muchos cortejos -a menudo, integramos varios de ellos, cortejos de resignación y de aceptación silenciosa de lo que impone la muerte a los demás.

Como un signo para todos los tiempos, a Jesús no le importa transgredir todo aquello que, aunque esté férreamente establecido como costumbre y tradición, sea contrario a la Buena Noticia de su Padre. No hay tabú ni regulación que pueda detener sus pasos ni esa misericordia entrañable que lo impulsa.

La Ley prohibía taxativamente todo contacto con cadáveres y con todo lo que se relacione con la muerte pues era consecuencia directa de la impureza ritual. Esa impureza implicaba ser separado de la comunidad pues esa impureza era considerada maldición contagiosa que impedía la relación con el Dios de Israel.

En un solo gesto, Jesús de Nazareth se atreve a ser considerado impuro y blasfemo, a ser excluido de toda vida social, a ser despreciado y condenado por almas mezquinamente establecidas que habitualmente se creen mejores y más puros que los otros, con derecho a decidir la salvación o condenación de otros.
Ese gesto de tocar el féretro es el verdadero milagro que la Palabra nos regala el día de hoy.

Es un gesto simple, sencillo y a veces inadvertido, la humildad de una mano tendida hacia quien está considerado muerto, es decir, olvidado e ignorado, social y religiosamente destinado a habitar un mundo que tiene mucho de necrópolis, hogar de aquellos que sólo entienden como paz la quietud de los cementerios.

Más aún: las primeras palabras de Jesús no van previsiblemente hacia el hijo yacente en el ataúd, sino que son palabras de consuelo hacia esa madre muerta en vida. En el -No llores- se condensa toda la Buena Noticia, la compasión, la ternura, la vida que prevalece aún cuando todo grite que nó, que es tiempo de llantos.

La gente lo sabe, lo intuye, se dá cuenta: está entre ellos el más grande de los profetas, Dios que visita y se queda con su pueblo, dos vidas rescatadas para la vida.

Quizás no haya otra misión más importante que ésta para la Iglesia: atreverse a tender una mano hacia los que agonizan en las tinieblas de la exclusión y en las sombras de la muerte, misión de rescate y de abrazo sin pedir permiso, asumiendo todo riesgo, signo cierto de que Dios se ha quedado y vive entre su pueblo)

Paz y Bien

Decir tu nombre, María

12 de setiembre - Santísimo Nombre de María

Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.

Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.

Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.

Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.

Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.

Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.

Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.

Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.

Dom Pedro Casaldáliga, cmf
Obispo Emérito de Sao Félix de Araguaia, Brasil

Lo que queda en pié

Para el día de hoy (12/09/11):
Evangelio según San Lucas 7, 1-10

(Era un centurión, militar del ejército de ocupación. Seguramente pagano en su religiosidad: a contrario de las prácticas habituales de los romanos, que decidían la suerte de las naciones ocupadas por los caprichos de césares y pretores mediante el uso indiscriminado de la fuerza de sus armas -y cierto antisemitismo militante-, éste centurión quería y respetaba al pueblo que debía someter.
Les había hecho construir una sinagoga, confía en ellos como interlocutores.

Se le ha enfermado su sirviente, el que se encuentra a las puertas de la muerte. La medicina convencional no ha podido hacer nada por el enfermo, y la fama de Jesús no le es desconocida.
Pero aún pudiendo ir personalmente -¿quién se le opondría?- a rogar por su criado, sabe que es un extranjero y un pagano: por eso envía como mensajeros a notables de la comunidad, para que en su nombre supliquen al Galileo.
Más aún: conoce su justa medida -se humilla- y confía en la extraña fuerza que surge de aquel rabbí: no se considera digno de que Jesús se llegue hasta su casa, la Palabra del Maestro será vida para el que agoniza.

Su actitud confiada y humilde es reconocida por Jesús con voz clara y contundente; tanto, que dos milenios después hemos asumido como propia la expresión del centurión, descubriéndonos como indignos de su presencia cada vez que nos reunimos en torno a su mesa.

La fuerza de la Buena Noticia es inconmensurable, no se circunscribe a algunos, no está acotada por esquemas culturales, sociales, políticos y religiosos.
Es vida plena para todos.

Pasarán los que se creen únicos depositarios de la Salvación. Pasarán las torpezas del poder que se afirma en la fuerza de las armas. Pasarán los imperialismos. Pasarán las exclusiones por pertenencia o nacimiento, por religiosidad o funciones.

Lo que queda en pié es la humildad y la compasión, lo que prevalece en este tiempo nuevo es la Misericordia.)


Paz y Bien


Reglamentos

Para el día de hoy (11/09/11):
Evangelio según San Mateo 18, 21-35

(Más de uno miraba al Maestro con ojos de simpatía, pero hasta allí, nada más.
En el mejor de los casos, se trataba de un soñador fantástico que, sin embargo, poco tenía que ver con la realidad y con las complejidades humanas.

Hay demasiados conflictos y problemas que exigen normas claras y precisas, códigos de conducta que regulen y morigeren las consecuencias de envidias, egoísmos, resquemores y conflictos de menor o mayor grado.

Por ello mismo Pedro interpela a Jesús con extrema razonabilidad: sabe que su Maestro ha inaugurado un tiempo nuevo, y que deben comportarse ellos también de manera novedosa. Presume que hay que superar la ley de la venganza -Talión- y las posibilidades de perdonar al otro, y dá un paso más: con patente generosidad, él mismo le sugiere que puede esforzarse hasta siete veces en el ejercicio de la reconciliación.

Hay dos vertientes aquí: Pedro necesita que se le especifique un canon de convivencia en el que no haya lugar a dudas ni zonas grises. En su alma las cosas están cuantificadas de tal modo que actuará con humana justicia entre iguales: es claro que cuando pregunta, tácitamente no incluye al extranjero, al ajeno al pueblo elegido, al distinto.
Y más aún: aún cuando tiene sed de verdad -que expresa en esa pregunta crucial-, también pretende adelantarse en la interpretación de la voluntad de Dios, imponiendo sus moldes y razones teñidos de temporalidad a las cosas eternas.

Nosotros no somos demasiado distintos.
Nos aferramos fervorosamente a casuísticas y normativas que delimiten y regulen nuestra relación con Dios y con el otro... siempre y cuando ese otro sea par, esté vinculado por pertenencia común religiosa, nacional, cultural o de género. No hay lugar para el distinto, para el extranjero, para el extraño.
Estamos presos de los reglamentos porque somos esclavos del menor o mayor poder que podamos ejercer sobre el otro, y porque todo tiene su precio.
Cuando eso sucede, la gratuidad se vuelve algo imposible e impensado y allí, justamente allí, está la raíz de toda des-gracia.

Frente a todo cálculo mezquino, Jesús nos revela el rostro de Abbá Padre suyo y nuestro que no anda tabulando los yerros, tropiezos y miserias de sus criaturas.

Ante todo, es un Padre y más aún, una Madre que no quiere hijas e hijos lastimados, heridos de rencor y violencia. Ninguno debe perderse, y es capaz de morirse en la cruz, Dios que se des-vive para que nadie más se muera.

Quizás entonces la Iglesia sea una familia de mujeres y hombres que se han descubierto rescatados de todo dolor, sanados en perdón y misericordia que se animan desde el coraje y la humildad a anunciar la desmesura de un mundo que es posible recrear desde la cruz, el amor mayor que ofrece la resurrección, incondicional y gratuita, vida plena para todos.)

Paz y Bien

ir arriba