Ese galileo provocador


Para el día de hoy (16/09/11):
Evangelio según San Lucas 8, 1-3

(La verdad, no le daba importancia al que dirán. Y no ponía ningún empeño en respetar costumbres y tradiciones que Él consideraba opresivas e inhumanas, contrarias a todo aquello que latía en las honduras de su corazón sagrado, ajeno a esa vida plena que veía como regalo y bien mayor de su Padre.
Para señores bienpensantes y rigurosamente ortodoxos, no dejaba de ser un judío a contramano, un galileo marginal y provocador.

No existen las casualidades: menos aún en la Palabra, en donde cada término ha sido colocado por los Evangelistas con causalidad meditada e impulsada por el Espíritu.
Hoy lo vemos: no sólo acompañaban en su peregrinar, en su misión de anunciar la Buena Noticia los Doce discípulos, sino que muchas mujeres compartían con Él su ministerio. Una locura, algo impensado en su época: la mujer -en el mejor de los casos- debería remitirse al hogar, al silencio y a parir hijos.
Aquí podemos descubrir a María de Magdala, a la esposa del procurador de Herodes, a Susana y a muchas otras... ¿Cómo olvidarnos de Marta y María, sus amigas -las hermanas de Lázaro-, de Ana la profetisa octogenaria, de la viuda de Naím, de la otra viuda porbe que comparte sus moneditas en el Templo y es mostrada como modelo de virtud y discipulado, de la suegra de Pedro, de la sirofenicia, de la que padecía hemorragias, de la cananea del cántaro, de María su Madre, su hermana, su discípula y tantas más?...

Parecería haber aquí cierta intencionalidad en plantear una cuestión de género. Claro que sí, por supuesto, abiertamente y sin miedos, pero hay más, mucho más, siempre hay más.
Muchas de esas mujeres que seguían al Maestro corrían el riesgo de quedar al más absoluto desamparo, al establecer causales suficientes para ser repudiadas según la Ley por sus esposos, y así quedar al puro desamparo social y religioso.
El mismo Maestro a su vez podía ser acusado con insultos y ofensas graves, pero no le daba importancia, su trato con ellas era natural y sin tapujos, decididamente humano.
No se preocupaba por quedar bien frente a otros, sino abrir las ventanas para que a la vida llegue el aire puro y fresco del Reino sin excepciones.

En nuestro presente y a pesar de todo lo que hemos evolucionado y crecido, seguimos escondiendo en un rincón a nuestras hermanas. Las aplaudimos y a algunas de ellas las elevamos al honor de los altares, siempre y cuando sepan ubicarse y no rompan ni quebranten determinados reglamentos y cánones preestablecidos, y es menester, desde esta familia siempre creciente que somos y que conocemos como Iglesia, reflexionar y reconocer si estamos actuando de acuerdo a la Buena Noticia, y si por miedo o por costumbre no nos animamos a volvernos santamente provocadores como Aquel que nos ha rescatado de las tinieblas y de las sombras de la muerte)

Paz y Bien



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