Las ansiedades de los poderosos

Para el día de hoy (22/09/11):
Evangelio según San Mateo 9, 7-9

(La situación se estaba volviendo compleja y el peligro iba in crescendo: Herodes comienza a preguntarse quién es éste rabbí galileo del que todo el mundo habla.

Herodes Antipas era Tetrarca de Galilea, mientras que su hermano Herodes Arquelao gobernaba Judea. Ambos eran hijos de aquel Herodes llamado el Grande, el mismo que no vaciló en matar a los niños belenitas al saber del nacimiento del Salvador. Ambos eran déspotas absolutistas violentos, ambos lacayos fieles del imperio que sojuzgaba la tierra santa de Israel.

Herodes estaba ansioso respecto de Jesús: siendo un experto en suprimir mortalmente cualquier asomo que cuestionara su poder -había ordenado en medio de un banquete fastuoso la muerte del Bautista-, estaba confundido respecto del Maestro. Unos decían que era Juan resucitado, otros que el profeta Elías u otro de los antiguos profetas.
Él sabe que no: reconoce abiertamente ser el causante de la muerte de Juan, aquél que lo cuestionaba abiertamente y sin miedos. Sin embargo, este galileo se comporta de un modo extraño, tan extraño que se siente angustiado y amenazado sin poder explicarse el porqué.

La cuestión, de tan obvia, puede escapársenos de la mirada: el Maestro pasaba haciendo el bien, inclinándose hacia los enfermos y los caídos, rescatando a los olvidados a un costado del camino, sentándose a comer con los despreciados, hablando de Dios como Papá, desoyendo cualquier llamado hacia el poder o reivindicación mesiánica o de realeza. Eso mismo quizás era la causa de tales inquietudes: ¿cómo clasificar e identificar a un enemigo que no busca el poder, que no busca la derrota del oponente, que busca continuamente el bien de los otros?

A través de la historia lo podemos constatar, y es que el amor es una amenaza que pone ansiosos a los poderosos; tal vez sea porque se espejan, y la imagen con la que se encuentran es precisamente la que jamás quisieran ver, es decir, lo que ellos mismos deberían hacer.

Quiera Dios que nos volvamos así, mansamente peligrosos.
Y más aún, que el anuncio de la Buena Noticia vuelva a cuestionarnos, y a hacernos preguntar quién es éste Jesús al que los pobres aman, al que los pequeños reconocen y en quien los olvidados encuentran la esperanza)

Paz y Bien

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