Semilla increíble, sembrador confiado, tierra dispuesta

Para el día de hoy (17/09/11):
Evangelio según San Lucas 8, 4-15

(Esta parábola -que recogen, cada uno a su manera, los Evangelistas Mateo, Marcos y Lucas- nos enciende la mirada en la santa ilógica del Reino.

Es claro que cierto aspecto de escándalo puede desatarse: la parábola en sí misma en ningún momento habla directamente de Dios, ni de la Palabra ni del Reino.
Esto es signo para todos y cada uno de nosotros también: el Maestro les está hablando a campesinos, a gentes que saben de cosechas y sembradíos. De allí, un salto infinito, pues lo sagrado se nos vá revelando en la cotidianeidad, en las cosas rutinarias que solemos pasar por alto: en el acontecer diario está escondido -humilde, tenaz e imparable- la Salvación y la eternidad, Dios mismo entre nosotros.
Y tiene otro rescoldo palpitante, aguardando a almas buenas que enciendan otros fuegos: las cosas del Reino deben proclamarse y enseñarse desde las realidades de las gentes, y nó tanto desde abstracciones desencarnadas.

Se trata de una semilla increíble, sencilla e inadvertida que tiene una fuerza escondida que no puede detenerse. Su ímpetu siempre es el crecimiento, su destino siempre es el de la abundancia de frutos buenos que han de compartirse.

La semilla es la Gracia, la semilla es la clave: hacen falta sembradores que confíen en las virtudes de su pequeñez, antes que en su propia pericia.
Luego, si hay buena tierra dispuesta -estas vidas que somos, sencillos retazos de tierra que anda- la cosecha será múltiple, impensada, trigo fantástico que será pan para todos.

Por eso mismo, cuando el acento se pone en la experticia de los sembradores antes que en las bondades eternas de la semilla, comienzan nuestros problemas, pues se intenta desvirtuar la gratuidad y a infinitud de lo eterno regalado a toda la humanidad sin condiciones, pura ternura de un Dios que es Padre y Madre también.

Lo eterno palpita vital y urgente en el aquí y ahora, entre nosotros por la bondad de Aquél que nunca dejará de querernos)

Paz y Bien



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