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Para el día de hoy (31/10/11):
Evangelio según San Lucas 14, 1.12-14


(Es fácil caer en la trampa tentación de suponer al Maestro como un hábil ilusionista que irrumpió en el decurso normal de la historia, o bien como un agradable promulgador de un código de conducta y canon religioso establecedor de modales; sin embargo así borramos de un plumazo la interpelación raigal que el Evangelio nos hace, cuestionando todo aquello que damos por supuestamente establecido y tolerado.

A la mesa de la injusticia acostumbrada se sientan aquellos unidos por lazos de amistad, de consanguinidad, de afinidad y poder económico: es la estructura de poder que se enquista socialmente y que se autoprotege, que no es capaz de ver al otro ni de entrever futuro al buscar la magra recompensa que pueda obtenerse en un presente que supone solamente propio.
Pero hay muchos más que no participan del banquete de la vida, que han sido deliberadamente excluidos, que sólo pueden vincularse entre sí en el dolor, en el olvido y en el desprecio; son aquellos con los que se identifica plenamente Jesús de Nazareth, y desde ellos se edifica la esperanza en el tiempo nuevo de la Gracia y la Misericordia.

Si se quiere, el banquete de Jesús es en cierto modo escandaloso: rompe el hielo inhumano de una mesa de pares, de iguales, de homogeneidad -la gente como uno- en donde no hay lugar para el distinto, para el extranjero, para el enfermo, para el impuro.

La mesa del Señor es recinto amplio en donde se incluyen con alegría y determinación todas las diversidades porque palpita la fraternidad y la generosidad, donde son llamados con especial deferencia aquellos a los que nadie invita, los que están a la vera de todo, los que no pueden andar, los que no pueden ver más allá de su horizonte de dolor)

Paz y Bien

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