Sendero inevitable

Para el día de hoy (23/10/11):
Evangelio según San Mateo 22, 34-40


(En 613 preceptos -248 de carácter positivo y 365 prohibiciones- podían los estudiosos desglosar la ley mosaica.
Es claro que no era tarea sencilla, exigía muchísimo tiempo de intrincado estudio, una exégesis rigurosa y, entre los estudiosos y expertos, pocos de ellos podían recordar todas y cada una de estas normas.

A la vez, este laberinto religioso se trasladaba al pueblo -una prohibición para cada día del año-, con más las normas de culto, de pureza, abluciones y rituales a cumplir a rajatabla, orbitando toda la fé de Israel alrededor del Templo de Jerusalem; la carga era demasiado gravosa, por no decir insoportable para la gente más sencilla. Por ello mismo, los rabbíes que tendían a simplificar esta maraña de normas eran escuchados con una atención especial.

Pero a contrario de una enseñanza que aligerara progresivamente al pueblo de esa carga religiosa, el Maestro habla con palabras claras de libertad, de santa rebelión, desatando la alegría en las almas agobiadas de los más pequeños y el escándalo en los apropiadores de espíritus y vidas. Ha borrado todas las fronteras de mezquindad y exclusión, ha cambiado el centro de toda existencia.

Dios se ha hecho historia, es Palabra que se ha encarnado en Jesús de Nazareth para que recuperemos el habla: por ello mismo, lo sagrado habitará en cada mujer y en cada hombre, templos vivos del Dios de la Vida, y no tanto en recintos de piedra u hormigón.

Hoy solemos pisar las mismas veredas riesgosas de aquel entonces si nos internamos en el laberinto de normas a cumplir, si deificamos cánones y libros, pues nosotros no creemos en un libro...Nosotros creemos en Alguien, Cristo Jesús nacido en Nazareth de María, que vivió, murió y resucitó y está y estará siempre presente en medio de su pueblo.

Para la fé del pueblo elegido, el mandato de amar al prójimo no era desconocido; sin embargo, el prójimo estaba acotado por la raza, la pertenencia nacional, la pureza religiosa. Jesús expande esos límites al infinito, el prójimo es especialmente el extranjero, el que está lejos, el despreciado, el portador de estigmas, aquél que ni en broma ni por casualidad sentaríamos a nuestra mesa.

Jesús no anula la ley, ni plantea una nueva religión a partir de un nuevo plexo normativo; Él mismo expresa que todo es nuevo, que ya no vale la imposición ni el recurso al temor: todo se hace y construye por amor.
Es claro que el Reino está muy lejos de cualquier asomo de romanticismo pasajero o buenas intenciones declamadas: se trata de un compromiso, una transformación y un diálogo con un Dios que se nos revela Padre y Madre, y al que se lo encuentra en el otro.

El mandamiento del amor al prójimo no corre en paralelo con el del amor a Dios: es más bien su consecuencia directa, el sendero inevitable que hemos de transitar si queremos recobrar una identidad que se nos ha ido desdibujando a través del tiempo, pues nos hemos dedicado con puntillosidad y exactitud a buscar lo que nos diferencia y separa, se nos han hecho imprescindibles y primeras normas litúrgicas y dogmáticas, y en el altar de nuestra soberbia y a los pies del ídolo de nuestra indiferencia hemos sacrificado al otro, al hermano.

No hay otra medida que el amor vivido a diario, la entrega desinteresada y generosa que significa desvivirse para que nadie quede afuera de esta familia grande que solemos llamar Iglesia, y que tristemente confundimos a veces con un grupo selecto para unos pocos.)

Paz y Bien




1 comentarios:

Marian dijo...

No hay otra medida que el amor vivido a diario, la entrega desinteresada y generosa que significa desvivirse para que nadie quede afuera de esta familia grande que solemos llamar Iglesia, y que tristemente confundimos a veces con un grupo selecto para unos pocos.)
Gracias Ricardo por tan gran reflexión.
Creo que estamos muy lejos de Dios.
¡Muchas gracias!
Bendiciones!!!

Publicar un comentario

ir arriba