Presencia y Palabra

Para el día de hoy (31/12/11):
Evangelio según San Juan 1, 1-18

(Finaliza un año y comienza otro. En cierto modo, es como el devenir irrevocable de las estaciones, veranos y otoños, primaveras e inviernos.

En ese transcurrir, el tiempo se nos puede volver triste repetición, el cielo nublado por las aves negras de la resignación y la soledad. Porque aún en la ciudad más populosa, rodeados de multitudes, podemos descubrirnos más solos que nunca, abandonados a nuestra suerte, incapaces de todo excepto del llanto y la tristeza, sordos del aliento, ciegos de novedad.

Y cuando la contundencia de esa mirada escasa parece demolernos, un pequeño sonido humilde nos sale al encuentro en la cada encrucijada diaria de la existencia.

Es el llanto de un bebé.

Tiene un nombre esperanzador -Yehoshua, Jesús, Dios Salva-, un apellido estremecedor -Emmanuel, Dios con nosotros-, pero por sobre todas las cosas, decide y determina el fin del silencio, para recuperar el habla, para volver a entendernos, para no esconderse y mostrarse tal cual es, humano, decididamente humano, el más humano de todos.

Es el fin de toda soledad.

Con otros ánimos y mirada renovada, lo descubrimos tejido en la historia. No ha sido un frío y distante espectador. Esta locamente enamorado de lo que ha creado por ese amor entrañable y esencial.

Es Palabra que nos rescata del silencio y Presencia que quiebra nuestros abandonos.

Entonces, cuando no nos callamos, cuando no nos guardamos esas Palabras que hacen bien, que traen esperanza al que sólo conoce malas noticias, cuando nos acercamos al que está solo y abandonado, al que le dimos la espalda o al que nos deja de lado, allí, precisamente allí, Dios vuelve a nacer y se disipa toda oscuridad.

Presencia y Palabra, escucha y encuentro serán ancla y timón que nos llevarán a puerto seguro en el mar de 2012.

Felicidades y mucha, muchísima esperanza)

Paz y Bien

Secretos familiares

La Sagrada Familia

Para el día de hoy (30/12/11):
Evangelio según San Lucas 2, 22-40

(Son un joven matrimonio campesino, de aldea ignota -judíos hasta los huesos-, con un niño pequeño en los brazos. Siguen al pié de la letra la ley de Moisés y las tradiciones de sus mayores.
Acuden al Templo en el momento preciso, pues la ley consideraba impura litúrgicamente a la parturienta reciente, la cual sería readmitida mediante el holocausto sacrificial de una res, o eventualmente, de un par de pichones de paloma o tórtolas. Ellos hacen la ofrenda de los pobres, nada más pueden. Por otra parte, todo primogénito de Israel había de ser consagrado a Yahveh, y a la vez, su padre pagaría a los sacerdotes del Templo una suma específica como rescate por su hijo: toda vida pertenece a Dios, y en cierto modo, debe "comprársele", en recuerdo a los primogénitos de Israel rescatados de la muerte durante las plagas egipcias - Kidush Bejorot y Pydion HaBen-.

Dios extraño el de esta gente... la más pura entre todas acude a purificarse, Aquél que rescatará a la humanidad es rescatado por José de Nazareth, su padre carpintero...

Son tres galileos pobres. Están en medio del gentío, humildes y sencillos, casi invisibles en ese Templo imponente. ¿Quién los vería, si parece que están pidiendo permiso?

Sin embargo, dos abuelos magníficos no los pierden de vista.
Tienen la mirada profunda de los que no resignan su esperanza, de los que permanecen fieles más allá de toda previsión.
Los podemos imaginar hoy. El abuelo Simeón que se estremece con ese Niño en los brazos, que ha sabido reconocer en ese Bebé a la luz de todas las naciones, que se hace profecía desde los ojos mansos de María de Nazareth. La abuela Ana -a quien cualquiera le adjudicaría una cercana muerte-, que se hace canción y sonrisa con el Niño en sus manos ancianas, abuela de vida que vibra y celebra, abuela que no se calla y cuenta a todo aquel que quiera escucharla que allí está Él, Aquel que ha de rescatar al pueblo de su opresión y sus miserias.

Ellos tres, galileos y judíos, son símbolo perfecto de ese Dios Trinidad que se nos revela.
Un Padre que nos cuida, José del servicio atento, protector tenaz de la existencia.
El Espíritu que genera la vida, María Madre de Dios y de todos los vivientes.
El Hijo Niño, humilde, que se hace uno de nosotros.

Pero hay más, siempre hay más.

Dios no se impone, no exige, adopta la cotidianeidad para transformarla, viene con humildad y en silencio, sin otra estridencia que el llanto de un Niño que necesita pechos de madre y brazos que lo acunen.

Y cuando la enormidad de un mundo voraz parece engullirnos, nos saldrán al encuentro abuelos entrañables, heroicos en la ternura y firmes en la esperanza, capaces de mirar y ver más allá de las apariencias, celebrando la vida que está creciendo en Gracia y desde la Gracia, para recordarnos que no hay más impuros de cualquier exclusión, para que Aquél que nos rescata de la opresión y las miserias está hoy, aquí mismo, entre nosotros.)

Paz y Bien





La lejana mirada de la esperanza


Para el día de hoy (29/12/11):
Evangelio según San Lucas 2, 22-35

(Los jóvenes esposos galileos están ingresando a ese Templo imponente: son judíos fieles -anawin de Yahveh- que van a cumplir con lo prescripto por la ley de Moisés por el pequeño hijo y por la madre; en esas cuestiones, apenas pueden ofrecer un par de tórtolas o pichones de paloma, la ofrenda de los pobres. No tienen más, pero cumplen aún desde lo poco y lo pequeño.

Tienen los ojos más grandes que nunca: el gentío inverosímil - ellos provienen de apenas un caserío nazareno- que recorren el atrio de los gentiles, el humo constante de los altares en donde se queman los animales sacrificiales, el incienso, las inmensidad de ese Templo enorme no deja de asombrarlos.

Ellos están perdidos en ese mar de multitudes, invisibles, pues son dos jóvenes campesinos pobres con su bebé; aún así, hay alguien que no los pierde de vista, pues hace décadas que está esperando a ese Niño. El paso de los años en su cuerpo y el peso de la opresión de su pueblo no disminuyen la capacidad de ver: Simeón se sustenta en su esperanza, y su mirada tiene la lejanía de aquellos que confían y esperan, sabedores que Dios siempre cumple sus promesas.
Esa esperanza lo sostiene a pesar de que todo indica que hace tiempo debería haberse retirado al silencio; su vida se ha prolongado en esa espera atenta.

El Salvador que su pueblo espera, el Redentor de todos los pueblos está allí, envuelto en pañales, cuidado por sus jóvenes padres, y ahora sí puede irse en paz, ha visto fructificar su paciencia, y agradece a su Dios ser un cumplidor a rajatabla de lo prometido.
Incluso vá más allá: sabe que sucederá con ese Niño, sabe que con el tiempo ese Bebé dividirá las aguas, sabe que su joven Madre partirá su corazón con la espada del dolor y el rechazo.

Quizás porque sobreadundan multitudes, rutinas y angustias, la figura del abuelo Simeón se nos hace más entrañable, afectuosa e imperiosamente necesaria en estos tiempos.
Mujeres y hombres fieles capaces de ver más allá, con la lejana mirada de la esperanza, fantásticos descubridores de esa Salvación que nos suele salir al paso cada día, del modo más impensado, confiados compañeros que no se resignan y que nunca abdicarán en lo profundo de su corazón porque Dios siempre cumple, porque nuestra liberación está ya entre nosotros, y sólo basta saber abrir bien los ojos y el alma, abuelos magníficos en su fortaleza y en su ternura que nos abracen y bendigan, para juntos volver a agradecer a ese Dios de la Vida que jamás ha de dejarnos solos)

Paz y Bien

Las víctimas de siempre

Santos Inocentes, mártires

Para el día de hoy (28/12/11):
Evangelio según San Mateo 2, 13-18

(La ferocidad e implacabilidad de Herodes no es desconocida, así como también que es un hombre totalmente pragmático. Hará lo que sea para sostenerse en el poder, y allí intuimos esa concepción de la política como arte de lo posible, la pura praxis carente de sustento ético.
Por eso no vacilará a la hora de ejecutar a Juan el bautista. Por eso, luego de la información recabada de los sabios de Oriente y enfurecido por su partida, ordena el degüello de niños belenitas desde dos años para abajo sin hesitar. Teme el surgimiento de un pretendiente de ascendencia real a su trono, y evita cualquier crisis política matando. Es parte de su obrar habitual, es consecuencia de su ejercicio del poder.

Entre esas vidas que van brotando y son sesgadas concienzudamente y sin piedad, debería haber estado Jesús de Nazareth. Dios envía a su Hijo y a su familia a Egipto no sólo para que se cumpla el plan de Salvación, sino también porque los vivos deben perpetuar la memoria viva de los muertos injustamente, ¿quién mejor que Jesús?. El Maestro será el testigo que gritará contra toda violencia, especialmente la ejercida contra los niños, grito que se une al llanto desconsolado de tantas madres dolientes.

Tal vez nos hemos olvidado el sentido primero del significado de inocente, pues estamos algo intoxicados por los medios de comunicación: asociamos al término con la idea de no culpable. En realidad, proviene de in noccere, es decir, incapaz de hacer daño. Desde esa perspectiva, comprendemos que a través de la historia y en nuestro duro presente las víctimas inocentes son multitudes.

Quizás la tentación primera es la de detenernos en el drama del aborto: miles de niños indefensos impedidos violentamente de nacer, bajo los más diversos argumentos. Es innegable que es un espanto, pero también hay otros dramas que solemos pasar por alto, tan habituados al horror como estamos.

Los inocentes que sí nacen, pero a los que olvidamos inmediatamente luego de nacer, y están allí los Herodes del narcotráfico, de la prostitución infantil, del abuso, del tráfico de órganos, las aves negras del trabajo esclavo, los honorables buitres de la seguridad nacional para quienes las muertes de niños en guerras son sólo casualties, daños colaterales, cuanto lo siento. Los juiciosos funcionarios de la inmigración ilegal, niños delictuales por haber nacido en otra patria -y la familia de Nazareth hubo de emigrar a Egipto escapando de la espada seguramente sin papeles-. Los masters de la economía que elaboran profusos razonamientos para justificar el hambre de tantos niños. Los ideólogos permanentes de la falta de escuela y doctor, de la panza hinchada y las piernas de alambre, del no futuro, de la miseria, de las malas noticias perpetuas.

Navidad significa también que por un Niño Santo todos los niños -todos- son sagrados. Y un sólo niño violentado es una tragedia que a todos nos involucra sin excepción.

Con tantas víctimas, con las víctimas de siempre, quizás nos ande faltando cierto exilio interior para descubrir en qué punto hemos perdido el rumbo, y volver a desacostumbrarnos al horror para que la vida prevalezca)

Paz y Bien


De la misma vertiente

San Juan, Apóstol y Evangelista

Para el día de hoy (27/12/11):
Evangelio según San Juan 20, 2-8

(María de Magdala regresa urgente hacia donde se encontraban Pedro y Juan. Había ido en su tristeza a rendir su afecto al Maestro que había muerto en la cruz -el mismo que había sido sepultado de apuros, casi clandestinamente-, y a pesar de la custodia de soldados, la tumba se encuentra vacía.
Al no encontrar el cuerpo muerto de su Jesús amado, corre desesperada pues entiende que las bestias enemigas ni siquiera lo dejan en la paz del sepulcro: supone que previendo cualquier levantamiento popular, se han robado el cadáver.

A pesar de su afecto completo y su total devoción, aún no asume que Jesús ha resucitado.

Juan y Pedro, al enterarse, salen disparados hacia la tumba cedida por un amigo -José de Arimatea-. Ellos corren con la misma angustia de la Magdalena, aunque en lo profundo de sus almas abrigan cierta pequeña esperanza por todo lo que aprendieron junto al Maestro.
En su urgencia, les sucede que pasan de largo algo evidente: la tumba está en medio de un huerto, el reducto de la muerte está en medio de donde florece la vida.

Juan llega primero: quizás porque es más joven, pero seguramente porque el amor se adelanta a cualquier previsión o razonabilidad.
La tumba está vacía. La mortaja, tirada en el suelo, pues no hay cuerpo al que aferrar. El sudario, prolijamente colocado en otro sitio, como si el que creían muerto hubiera dejado deliberadamente los utensilios de la muerte a un lado, indicando su inutilidad.
Finalmente, ellos comprenden.
El sepulcro vacío no es casa de muertos ni sitio de dolor: el Maestro ha resucitado, el sepulcro es reducto de la esperanza que nos sostiene hasta el día de hoy.

El pesebre de Belén y la tumba vacía del huerto proceden de la misma vertiente de agua viva, del río de la Gracia.

Allí, en donde nadie esperaría nada -una cueva de animales, un sepulcro en donde todo finaliza- Dios hace suscitar la vida, con todo y a pesar de todo.

Quizás debamos preguntarnos si continuamos pasando por alto esos sitios a los que preadjudicamos, con poca compasión, ninguna utilidad o peor aún, esos sitios a los que consideramos reductos de la muerte y la corrupción.

Allí, en donde menos lo esperamos, el Dios de la Vida, padre de Jesús de Nazareth y Padre nuestro sigue haciendo que brote la vida como un manantial para que todo se transforme, para que no nos rindamos, para que los regalos que nos entreguemos no sean resignación y conformidad.

Un pesebre y una tumba inhabitada son nuestra esperanza)

Paz y Bien

De pesebre y cruz

San Esteban, protomártir

Para el día de hoy (26/12/11):
Evangelio según San Mateo 10, 17-22

(Hasta ayer nos emocionábamos con las imágenes mansas del pesebre y el Niño que nos ha nacido.

Y hoy pasamos de golpe al espanto del martirio de Esteban, diácono -servidor- dedicado a auxiliar a las viudas pobres. Era un hombre íntegro, cabal, capaz de vivir al extremo la justicia de la Buena Noticia, esa justicia que supone la entrega desinteresada, el destierro de toda intolerancia, el rechazo de la violencia, el cuidado de los pequeños y abandonados.
Un hombre que a pesar de tener todo en contra -el sistema religioso, el sistema político, la marginalidad de su fé vivida a pleno- no abdicó de ese Cristo al que amaba y que tenía siempre delante de sus ojos.

Es claro: vivir la Buena Noticia en plenitud significa ponerse en la otra vereda del poder. El amor y el servicio son considerados amenazas graves y peligrosas, y los poderosos se valdrán de mecanismos religiosos, políticos y económicos para acallar a los testigos de que otra vida y otro mundo, con Jesús, son posibles.

Parecería que nos vamos al extremo de lo vivido estos días pasados.
Nada de eso.
Es el mismo misterio el de Belén y el de Esteban, porque expresan el mismo amor)

Paz y Bien

Las señales del pesebre y los pañales

Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

Para el día de hoy (25/12/11):
Evangelio según San Lucas 2, 1-14

(Los datos históricos no son cuestiones prioritarias a la hora de sumergirnos en las aguas buenas de los Evangelios; por lo general, tienen una intencionalidad que está más allá de la crónica historiográfica.

Pero estos hechos -el imperio regido por César Augusto, Quirino gobernador imperial en Siria, el censo que se determina para establecer cuántas almas se someten a la autoridad de la espada romana- nos reorientan la mirada hacia lo verdaderamente importante, y es que Dios interviene en la historia humana en un momento concreto, en un pueblo específico. La Salvación no es un hecho abstracto ni una elucubración más o menos profunda, sino que acontece en la vida de hombres y mujeres concretos, encarnándose en el devenir de su existencia.

Si nos detenemos en su humildad y sencillez, los podemos mirar, ver y acompañar.
Esos jóvenes esposos judíos y pobres encaminándose a Belén para cumplir con los menesteres del censo, con esa panza enorme, ya con las urgencias del parto cercano. Es que los bebés -éste y todos- no andan posponiendo los arribos.

La angustia de la urgencia, y el rechazo del posadero. Sólo un refugio de animales les queda. La angustia de José, hombre hábil con sus manos en la madera pero que ahora no sabe qué hacer, teme por la mujer que ama, teme por el hijo que llega, le pesan muchos los gravosos pudores de su cultura. María, muchacha con sabiduría de mujer, mamá primeriza que debe aprender todo de golpe -¿cómo habrán cortado el cordón?-, parto de apuro sin partera ni doctor, sin lecho cómodo ni sábanas limpias.
Pero el Bebé nace, y la Madre agotada lo envuelve en pañales y lo recuesta en el pesebre, dispuesta a darle el pecho, leche de bondad y ternura, el hecho milagroso de la vida que se renueva en cada nacimiento.

Allí cerca acampaban al abrigo de la noche unos pastores que se turnaban para cuidar los rebaños. Sinceramente, uno no los invitaría así nomás al nacimiento de un hijo reciente: no visten mejores ropajes que ciertos andrajos de pieles con costurones sucesivos, el perfume que portan no es recomendable para bebés, al estigma de la pobreza le suman una fama de ser amigos de lo ajeno.

Es de suponer el buen susto que se llevan: un Mensajero se les aparece en plena noche para avisarles que les ha nacido un Salvador, el Mesías esperado por siglos y que lo encontrarán en un pesebre, envuelto en pañales. Justo a ellos, pero precisamente por ser ellos el Mensajero transmite la Palabra de Aquél que los ama y prefiere por sobre todo: esa Palabra no deja espacios al temor, esa palabra es el fin del miedo y el comienzo de la alegría que no terminará jamás.

Dios ha venido. Dios con nosotros.
Las señales para encontrarlo están allí: no destellará en los palacios, en la grandeza de los templos, en la opulencia de las celebraciones. Está esperándonos, llorando de frío y hambre, un Salvador que se ha hecho uno de nosotros en nuestra fragilidad, un Dios que quiere ser acunado en lo profundo de nuestros afectos primeros, un Jesús que viene a nacernos humilde y sencillo pidiendo permiso porque no ha encontrado demasiados espacios, un Redentor amigo indeclinable de los que nadie quiere y nadie invita.

Hay celebración en el cielo porque Dios nos ama sin condiciones, y la Gloria de Dios se expresa cuando edificamos la paz y la justicia desde ese pesebre y esos pañales, un Bebé Santo que transforma la historia.

Feliz Navidad que nos nace hoy)

Paz y Bien

Los surcos de la Palabra

Para el día de hoy (25/12/11):
Evangelio según San Juan 1, 1-18

(Es el misterio del universo y más lo que se nos revela hoy.
Se trata de aquella Palabra por la que las demás palabras sean secundarias.
Es la Palabra creadora del cosmos, Palabra que otorga y transmite la vida por esencia de amor, Palabra que no reserva nada para sí.

De esa Palabra dependen y se subordinan todas las otras palabras.
Y la revelación mayor es que esa Palabra Divina se ha hecho una persona, uno de nosotros, Jesús de Nazareth. Creemos en una palabra que es Persona, Jesús de Nazareth, y ello define nuestra existencia: nos atrevemos a decir que ello es más decisivo que libros santos, religiones, creencias y piedad. Todo depende de la Palabra, todo depende de Jesús de Nazareth, todo encuentra en Él su centro y su sentido.

Más aún: al ser la creación producto del amor de esa Palabra Divina, toda vida entonces deviene sagrada, única, santa.

En el transcurrir de la historia, hemos enmudecido, pues nos hemos ahogado con asiduidad en una multiplicidad de palabras menores sin sentido. Y al no escucharnos ni entendernos, nos sumimos en las sombras, en las tinieblas de la muerte cotidiana.

Esa Palabra es una Palabra inquieta, tenaz, obstinada: todo aquello que amorosamente ha creado no lo ha dejado abandonado a su suerte, ni a la ventura azarosa de sus miserias.

Por ello la Palabra ha venido a nuestro rescate, para que recuperemos el habla, para que nadie más quede sumido en el silencio ni en la mudez de la soledad impuesta.

El Dios del Universo abre los surcos en donde se sembrará la semilla de la Salvación, en el seno puro de una muchacha judía pequeña de corazón enorme.
La Encarnación es la reafirmación de la sacralidad de la vida, y del amor infinito de ese Dios que no nos abandona, un Dios que asume nuestra condición limitada, nuestra fragilidad.

En los brazos firmes y humildes del carpintero nazareno, en el pecho bondadoso de muchacha y madre, llora y se duerme nuestro Dios, rey extraño con cueva de bestias por palacio y ternura de padres por trono, en un lugar en donde razonablemente nadie buscaría.

Quizás debamos ir precisamente allí, a esos sitios marginales, en donde la vida se amanece en plena noche quebradiza y a punto de perecer, y que sin embargo persiste por la fuerza imparable del amor.

Él está entre nosotros, y es la mejor de las noticias.
Feliz Navidad, y que Dios nos nazca y se acune en nuestros brazos)

Paz y Bien

De urdimbre en la historia, por caminos insospechados, nacido de mujer

Vigilia de Nochebuena

Para el día de hoy (24/12/11):
Evangelio según San Mateo 1, 1-25

(La genealogía que nos plantea el Evangelista Mateo no es sencilla; más aún, se nos puede aparecer desmedidamente inexacta. Y es quizás en esa aparente argumentación errónea y falta de precisión en donde esté escondido el mensaje mayor.

Hay un factor clave que a menudo olvidamos: los Evangelios no son crónicas históricas, sino más bien teológicas, es decir, espirituales.
Reyes, guerreros, sacerdotes, nobles...y cinco mujeres insospechadas.
Mujeres de las que a menudo no se las tendría demasiado en cuenta como tales, y por lo que han hecho.

Tamar, la cananea que seduce con engaños a Judá para que Israel tenga descendencia y se cumpla la Ley.

Raab, otra cananea...que además era prostituta, pero que fué imprescindible para que las tribus errantes del desierto pudieran llegar al fin a la tierra prometida.

Ruth, la moabita que confiaba en ese Dios al que no conocía, y que por amor se convertiría en la abuela del rey David.

Betsabé, la hitita -esposa de Urías- con la que por la fuerza el rey David tendría descendencia, su hijo el rey Salomón.

Y María de Nazareth. Campesina, muchachita ignota y comprometida, aún no desposada, que exhibe un embarazo extraño, insólito, sospechoso.

¿Qué celebraremos?
En los banquetes navideños nos hemos tragado lo fundamental de este Dios que nos nace.
En el fasto y la ampulosidad de las celebraciones dejamos de lado lo verdaderamente crucial: Dios conjuga la eternidad con aquellos que para nadie cuentan, que a menudo son despreciados, para hacernos llegar gratis -Gracia- y sin condiciones la salvación para toda la humanidad.

Desde la periferia de la historia, en silencio y humildad, en el vientre puro de una mujer pequeña que será feliz por descubrir el obrar de Dios en ella, nos llega un salvador, un Dios que se hace un Niño frágil, un Bebé en peligro que requiere protección, un Dios que busca ser acunado en las profundidades de esa ternura que a menudo dejamos de lado, un Dios que nos está naciendo en este preciso momento para que la vida se recree y sea plena.

Dios con nosotros, Dios entre nosotros, la mejor de las noticias.

Feliz Navidad)

Paz y Bien


Benedictus

Para el día de hoy (24/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 67-79

(Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.

Él no se ha desentendido de la historia, no reniega jamás de mujeres y hombres a través de los siglos, es un Dios enamorado de su creación, un Dios tenaz en sus afectos, en su corazón sagrado.

Bendito sea el Señor, porque siempre cumple sus promesas, porque paga con creces inauditas sus compromisos, porque no nos abandona.

Bendito sea el Señor, porque se hace uno de nosotros, desde un pueblo, hijo de una mujer de sol.

Bendito sea el Señor, porque libra nuestras batallas y nos libera desde la fuerza imparable del amor.

Bendito sea el Señor, porque nos visitará el Sol Naciente, Él mismo hecho Niño, un Bebé Santo para que nadie más camine en tinieblas, para que no campee la muerte, para reinen orgullosas la paz y la justicia.

Bendito sea el Señor que nos está naciendo.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, Dios de Zacarías e Isabel, Dios de Juan, Dios de José y María de Nazareth, Dios de mis padres y mis abuelos, el Dios de mis amigos, el Dios de mis hijos, el Dios de mi pueblo, el Dios de la Iglesia, el Dios de Jesucristo, nuestro hermano y Señor)

Paz y Bien

Kairos en clave de niños

Para el día de hoy (23/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 57-66

(Es el tiempo santo, kairos, Dios en la historia humana.

A contrario de lo que pudiera imaginarse, interviene sin estridencias, sin imposiciones, sin otro poder que el de la ternura, y será en clave de niños.

Es una pequeña aldea de montaña. Un caserío pequeño, unos cuantos vecinos, uno de esos lugares en donde todos se conocen y se comparten penas y alegrías.
Es dable pensar a las vecinas y parientes acudiendo sin demora a la casa de Isabel: le ha nacido un hijo un hijo que es bendición -todo hijo es bendición- pero en ella es mayor, pues Isable y Zacarías eran ancianos y hasta el momento, no habían podido ser padres.

Ese niño ha transformado sus vidas y su llegada ha quebrado la monótona esterilidad de sus existencias: por ello mismo ese hijo añorado no seguirá las costumbres habituales, es decir, llevar el nombre de su padre Zacarías.
La mamá se muestra firme y decidida: el hijo se llamará Juan, nombre que recordará siempre la misericordia de Dios.
Es claro que las comadres se animan a discutir esa decisión -son casi familia-; pero Isabel se mantiene firme.
Quien debía zanjar en la cuestión era el viejo sacerdote Zacarías. Hacía varios meses que llevaba una mudez impuesta por el Mensajero, ese silencio a menudo necesario para que nos nazcan cosas nuevas.
Zacarías repalda: -Juan es su nombre-, tablilla mediante y para asombro de todos.
E inmediatamente la Palabra nos regala una figura maravillosa: "se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios".

Por este niño que será grande y será profeta -los vecinos lo intuyen- al viejo sacerdote fiel se le sueltan las palabras, recupera la voz.

Un Niño Santo nos está naciendo, el Verbo de Dios se encarna para que recuperemos la Palabra y volvamos a cantar las maravillas de un Dios que no nos abandona jamás.)

Paz y Bien



La canción de María de Nazareth


Para el día de hoy (22/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 46-55

(El anciano sacerdote Zacarías, ante el anuncio del Mensajero, se había quedado mudo hasta que naciera ese hijo soñado.
No se trata sólo de sus dudas: los sacerdotes, los guerreros y los reyes se callarán para que hablen las mujeres, y para que el llanto de los niños recobre significado.

Zacarías enmudece porque, a veces, es mejor llamarse a silencio para que nos nazcan cosas nuevas.
María de Nazareth, en cambio, desborda de alegría incontenible y le canta a su Dios.
Se sabe pequeña, mínima, insignificante -una esclava- y desde su enorme pequeñez descubre la acción bondadosa de Dios en su vida, y su vida entera se hace canción y profecía.

A algunas almas algo mezquinas y demasiado circunspectas les cuesta horrores aceptar la Buena Noticia expresada en el canto nuevo del Magníficat: prefieren una Señora alejada en las alturas de los altares, vestida con ropajes costosos y portadora de joyas y valiosas coronas.
Pero en la ilógica del Evangelio, María de Nazareth es aquella muchachita judía, campesina de aldea polvorienta que desde su confianza y su fidelidad inaugura el kairós, el tiempo santo de la Gracia y la Misericordia.

Recuperar su pequeñez y su frescura es volver a honrarla, es enamorarse de ella como Dios mismo, es cantar decididos y sin temor que Dios no se ha olvidado de la humanidad, que Dios se pone abiertamente del lado de los pequeños, que en ellos está el secreto para transformar la historia, que los poderosos no tienen destino porque Él exalta a los humildes, porque no bajará su brazo jamás, porque siempre cumple sus promesas al pié de la letra, porque es justicia y misericordia por puro amor, porque es un Dios que detesta que sus hijas e hijos pasen hambre, porque es un Dios que interviene en la vida transformándola.

Con esa muchacha volvemos a cantar y a celebrar hoy que no abdicamos en la esperanza, que no nos resignaremos jamás a opresiones y exclusiones, y que es maravilloso que Dios se nos aparezca y nos sorprenda allí precisamente en donde nadie esperaría demasiado, en medio del pobrerío, desde el llanto de un Bebé Santo que viene para quedarse definitivamente, un Dios que quiere que lo acunemos en nuestros brazos)

Paz y Bien

Dos mujeres cercanas y un Dios que se hace pariente


Para el día de hoy (21/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 39-45


(La ley mosaica era dura, durísima e inmisericorde cuando se trataba de una mujer recién desposada y con un embarazo, cuanto menos, sospechoso; por Dt 22, 20 y ss sabemos que María de Nazareth y su bebé se hallaban frente a un peligro cierto de morir por lapidación en las afueras de su pueblo. Sabemos también que la controversia se había desatado, por eso José de Nazareth decide repudiarla en secreto, para evitar tanto el peligro mortal como la ignominia del repudio público normado.
Desde allí, es dable pensar que María se pone en camino no sólo por la necesidad de su parienta Isabel, sino también porque lleva ya tres meses de embarazo de ese Niño Santo...y a los tres meses comienza a notarse maravillosa la vida en ciernes, pero ese vientre que asoma con orgullo desde su Dios es también acusatoria. María se pone en camino solitario por esos ciento veinte kilómetros que separan Nazareth de Ain Karem en busca de refugio y protección.
Sólo por un momento imaginemos a esa muchachita judía tratando de justificar un embarazo sin estar casada, esperando un hijo de Dios y que esto le había sido comunicado por el Ángel Gabriel.  En aquél entonces y ahora se le habría conferido un status por lo menos absurdo e irrisorio.

La Palabra nos abre el horizonte del más, del siempre hay más.

María de Nazareth llega a casa del sacerdote Zacarías y de su esposa Isabel, casi abuelos y, sin embargo, a la espera de un hijo soñado. Isabel luce orgullosa una panza de seis meses, y podemos imaginarnos sin dificultad esos pómulos redondeados y brillantes, esa mirada encendida de vida creciente, de Juan el Bautista que llegará como bendición en poco tiempo.

Son dos mujeres cercanas, pertenecen a la misma familia; aún así, hay un abismo aparente entre ambas.
Isabel es descendiente de Aarón, tiene raíces nobles, es esposa de un sacerdote del Templo de Jerusalem, vive en la ortodoxa Judá y seguramente se encuentra en una situación social sin apuros. María de Nazareth es una muchacha campesina de aldea polvorienta, de región controversial, la Galilea de los gentiles, y estando apenas desposada -es decir, comprometida-, ya se encuentra en su tercer mes.
Son muy diferentes, y sin embargo saltan vigorosamente cualquier distancia que las separa. Debe ser que cuando nos animamos a que suceda el encuentro, Dios se hace presente y acontece la alegría.

Sucede el encuentro, sucede el asombro por ese secreto que comparten dos mujeres que serán madres en breve, y la vida salta, festeja y palpita. Sucede el misterio de Dios que se hace presencia y bendición, sucede la capacidad de descubrir la increíble magnitud de la Gracia que no requiere méritos, que nos devuelve a nuestra estatura real, sucede Isabel  maravillada porque Dios ha llegado a su vida en esa muchacha nazarena, en la que descubre que está la bendición y la Salvación creciéndose humilde, sucede el descubrimiento real del otro -¡Feliz de tí por creer!-

Quizás eso que conocemos como Iglesia sea, ante todo, refugio seguro y hogar de puertas abiertas para la vida acosada y perseguida, cálido recinto para los despreciados.
Entonces se nos descubrirá una de las vertientes magníficas de este tiempo santo, y es que Dios se hace tan cercano en el Niño que habrá de nacer que se hace parte de nuestra familia, un Dios pariente de cada uno de nosotros, ese Dios de María de Nazareth que protege la vida y que se sienta a la mesa de nuestras existencias para brindar por la vida que persiste con todo y a pesar de todo)

Paz y Bien

Con la vida escondida


Para el día de hoy (20/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 26-38

(Los hechos no son demasiado complejos: objetivamente, suceden en una pequeña aldea de región no muy bien vista, a partir de una muchachita judía adolescente, con un embarazo -cuanto menos- sospechoso, un bebé que se vá creciendo desde sus ojos plenos de asombro.

El poder ver más allá de lo evidente, un aspecto de eso que solemos llamar fé, exige cierto coraje y un confiado salto al vacío, abandonando nuestras seguridades falsas.

Es prácticamente una niña, casi una nada. Sin embargo, de ella dependen el universo y la historia.
Un Dios enamorado le pide permiso, un Mensajero cordial la trata con un respeto inusitado. Hasta podemos imaginar que Gabriel se retira algo avergonzado frente a su enorme pequeñez.

Esa muchacha descubre que de su Dios sólo puede venir la vida y la alegría. 
Desde su alma transparente aceptará sin reservas esa Palabra que transforma, y por ello una vida nueva irá gestándose en silencio.

Los palacios herodianos, el poder imperial romano, la sacralidad del Templo quedan de lado.
Su Dios elige su seno como templo vivo de la Salvación, su Dios elige a los pequeños, a los que no cuentan, a los mínimos para que la vida fluya, crezca y se renueve para siempre.

Esa muchacha lleva en las honduras de su ser a la Palabra de regreso al pueblo. 
Su Dios ha querido torcer una historia por demás escabrosa haciéndose humano, quizás el más humano de todos. Es el misterio infinito de la Encarnación, la Salvación no se impone ni está sometida a suertes o caprichos, la Salvación se nos crece desde lo profundo de nuestras almas.

La vida nos está llegando en silencio, humilde y tenaz. Está escondida en esas panzas maravillosas de niño dentro de poco tiempo, de bebés santos, de Dios en nuestros brazos, y sólo con la mirada de María de Nazareth podremos volver a celebrarla)

Paz y Bien


Promesa y silencio



Para el día de hoy (19/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 5-25


(El Evangelista se preocupa, en esta lectura, de dejarnos una multiplicidad de datos históricos concretos: el reinado de Herodes, Zacarías, Isabel, la casta sacerdotal del grupo de Abías, el turno en el Templo de Jerusalem, la ofrenda del incienso en el Tabernáculo. Aquí debemos hacer un alto: los Evangelios no son crónicas historiográficas sino relatos teológicos, es decir, crónicas espirituales. 
La abundancia de datos puntuales en la redacción por San Lucas es la de destacar que las promesas se cumplen, y que Dios actúa en situaciones y hechos concretos, decidiéndose la Salvación en lo profundamente humano, no en abstracciones ni en conceptos desencarnados y caducos.

Dios es un fiel cumplidor de lo que promete. Paga al contado sus compromisos, esos compromisos que adquiere por puro amor. Zacarías e Isabel eran estériles y de avanzada edad: a pesar de una vida intachable, eran mirados con cierto desprecio, pues el hecho de no poder tener descendencia -para su cultura- era signo de oprobio, condición vergonzosa. Un hijo había sido suplicado desde sus plegarias confiadas al Dios de Israel.

Y ese hijo vendría, y su venida sería maravillosa, fantástica, increíble: vendría en la vejez de ambos -padres casi abuelos-, y esa alegría de la familia que crece se magnificará pues ese hijo será muy especial, será un hombre de Dios, será un profeta que irá abriendo caminos a Aquel que todos esperaban.
Ellos suplicaron por un hijo que continuara su estirpe, y Dios hace gala de su desmesura, la ilógica de la Gracia: ese niño será Juan el Bautista, el más grande de todos. Es tiempo de cosas increíbles: rogamos por auxilio, por lograr pequeños mendrugos que nos salven, y Dios nos concede canastas y canastas llenas de pan bueno y abundante.

En el tiempo nuevo de la Gracia y la Misericordia, sucede entonces lo impensado: frente al anuncio del Mensajero, Zacarías enmudece hasta que su hijo nazca. El sacerdote calla, el Templo carece de palabras, mientras que en un sitio profano -sospechoso de paganismo e impureza- una muchacha pequeña e ignota recibe un anuncio similar y no se calla, y se alegra, y canta las maravillas del Dios que se hace Palabra y se hace vida en su interior.

Zacarías enmudece de desconfianza frente al anuncio hasta que el niño que ha de venir llegue a su vida. Quizás nosotros también, a veces, debamos hacer un viaje al silencio hasta que la vida nueva aparezca en nuestras vidas, hasta que la promesa y la liberación nos nazca.

Cuando prevalece la razón frente al co-razón, es mejor callar.
Cuando Dios interviene en la historia, en cada historia, en cada existencia, suceden cosas maravillosas y allí sí, la vida nueva nos vendrá a nacer a pesar de los moldes que a menudo queremos imponer.
Con Zacarías también nos callamos, y quedamos expectantes hasta que el que ha de venir llegue en su humildad y sencillez. María de Nazareth canta y habla por nosotros, Ella es la portadora de la Palabra entre el pueblo pequeño y pobre que espera más allá de toda esperanza)

Paz y Bien


María de Nazareth, la Palabra definitiva

Para el día de hoy (18/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 26-38

(Es estremecedor.
La suerte de la humanidad entera y de todo el cosmos se decide en una aldea polvorienta, perdida en el mapa, en una región profana y sospechosa -Galilea de los gentiles-, y como si fuera poco, todo queda en manos de una muchacha judía, campesina pobre e innominada.

De ella depende seguir sumergidos en mares de muerte o emerger a una vida definitiva, y por ello mismo todo queda en suspenso, los corazones retienen sus latidos, casi ni se respira de pura expectación y ansiedad.

Este Dios es un Dios extraño. Confunde a más de uno, no encaja en molde alguno, anda haciendo locuras.
Es un Dios que está abiertamente enamorado, un Dios que no impone, un Dios que pide permiso, Dios del saludo manso aleja todo temor, Dios que contra toda esperanza vana se hace presente trayendo la alegría.

Por esa causa se hace presente en la vida de esa muchacha con un reconfortante y fantástico -¡Alégrate!-


Sin dudas, esa Palabra de alegría es Palabra creadora y Palabra de Salvación. Más allá de toda especulación, el único destino soñado para toda la humanidad es el de la alegría, esa alegría que cuando se hace plena la llamamos felicidad.

La historia parece contar todo lo contrario, y las cruces y la muerte están allí amenazantes. Pero nada es imposible para Dios.


Es un tiempo nuevo y definitivo, el tiempo de lo incondicional, de lo gratuito, de lo dado por bondad y sin medida.

A esa muchacha se le encienden los ojos de asombro: confía totalmente, sin embargo se sabe tan ínfima y pequeña que pregunta sin cuestionar. Quiere saber qué deberá hacer ella para que esa maravilla que Dios quiere hacer en su vida se cumpla.

María debe dejarse querer: la existencia no se define por todo lo que nosotros podemos hacer por y en nombre de Dios, sino más bien por todo aquello que Dios quiere hacer por nosotros.
María se deja amar, y su vida se transforma enteramente por el Espíritu de amor que suscita la vida. Así entonces, un Bebé Santo se le irá creciéndose al calor de su interior profundo.

Es el misterio insondable de la Encarnación: la Salvación no viene desde fuera, no se impone, la Salvación nace y vá creciéndonos humilde y silenciosa en las honduras de nuestras almas.

A pesar de tantos apropiadores impiadosos, la Palabra retorna a los pequeños, a los pobres, a los que no cuentan para nadie y se hace vida, se hace maravillas, se hace liberación, se hace alegría que no cesará jamás.

El Sí de María de Nazareth es la Palabra definitiva, porque todo se define y resuelve en confianza y fidelidad.

La vida nos está naciendo cada vez que nos encontramos en nuestra pequeñez)


Paz y Bien

El extenso sendero de nuestra historia

Para el día de hoy (17/12/11):
Evangelio según San Mateo 1, 1-17

(Nos imaginó a lo lejos un viejo pastor de Ur, hombre de fé y asombros.

Caminamos desiertos por largos años: de la mano de Aquel que nunca nos abandona llegamos a la tierra prometida.
Allí fuimos lentamente madurando como pueblo, con quebrantos, fidelidades, luchas heroicas.

Tuvimos reyes guerreros, invasiones demoledoras de enemigos. Vimos lentamente edificarse nuestra fé, descubrimos también que ese Dios nunca rompe sus promesas. Es totalmente fiel su palabra, tan fiel que su Palabra vendrá a nosotros para quedarse definitivamente.

Conocimos mujeres extranjeras/extrañas que nos alentaron cuando estábamos por caer en la desesperanza.
Supimos de esclavitudes, de exilios, de añoranzas por lo que una vez fuimos. Aún en nuestros llantos, Él seguía pacientemente tejiendo en silencio nuestra liberación.

Luego de algunos siglos de desencuentros, fruto de nuestras y nuestra soberbia, supimos que la promesa que Él nos había hecho una vez seguía viva y pujante bajo el cuidado atento de un humilde carpintero judío de Nazareth, silencioso y devoto protector de la vida que nos estaba por amanecer, y que en el seno puro de su esposa, una muchacha campesina de sol, iba creciéndose nuestra salvación, Jesús nuestra alegría y nuestra vida, nuestro Salvador y nuestro amigo.

No se trató de una figura literaria medianamente simpática: todos los que nos precedieron en el de la fé a través de los siglos son nuestra ascendencia, nuestra familia.

Dios nos viene buscando desde siempre.
El Dios de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, el Dios de mis amigos, el Dios de mis hermanos, el Dios de nuestro Señor Jesucristo.)


Criterios de identidad

Para el día de hoy (16/12/11):
Evangelio según San Juan 5, 33-36

(Para los cánones de la época, el Maestro sólo era un campesino galileo iletrado y alborotador, que no ostentaba títulos de nobleza ni prebendas de poder.
Era sólo uno de los tantos predicadores itinerantes que se volvía cada vez más peligroso debido a que la gente más sencilla bebía sus palabras y se alegraba con su presencia y compañía.

Jesús no necesitaba argumentar nada, ni exhibir credenciales ni hacer juiciosas apologías que refrendaran esa filiación que reivindicaba.
Lo que verdaderamente lo definía e identificaba eran sus obras, es decir, todas las acciones y gestos en favor de los demás, de los que sufren, de los pequeños, de los excluidos, de los más pobres.

La Buena Noticia la expresa de manera concreta y decisiva en los hechos raigales de justicia y liberación, de compasión y misericordia, en el amor mayor de la cruz, en la vida que prevalece más allá de la muerte en la increíble Resurrección.

La luz palpita con todo y a pesar de todo, y Dios se hace Niño para que lo acunemos en nuestros brazos)

Paz y Bien

Los desgraciados

Para el día de hoy (15/12/11):
Evangelio según San Lucas 7, 24-30

(El término desgracia no tiene buena prensa; refiere habitualmente a lo adverso, a lo aciago, a lo doloroso, a lo que lastima profundamente. También, en algunos lugares el calificativo desgraciado remite al malvado. al que nada le importa, al que hace daño.

Sin embargo, otra interpretación es posible desde el tiempo nuevo inaugurado por Jesús de Nazareth, el tiempo de la Gracia, el tiempo de lo dado sin medida ni condiciones, por pura bondad y generosidad.
Es claro que no somos marionetas en manos de un gran titiritero divino que rige nuestros destinos: los regalos que se entregan con generosidad, también pueden rechazarse desde la soberbia, desde el desprecio o desde el desinterés.

Quizás entonces el término desgraciados -o desgracia- pueda comprenderse mejor con añadir sólo un guión: des-graciados, o sea, los que han rechazado de plano la vida plena que se les ofrece incondicionalmente.
Desgraciados aquellos que sojuzgan a sus hermanos, desgraciados aquellos que anteponen el yo al nosotros, desgraciados aquellos que reniegan de toda humanización, desgraciados aquellos que reivindican a un dios manipulable por la piedad prescrita, desgraciados aquellos que no nos animemos a vivir en la entereza del Bautista, aquel profeta sin doblez que todo esperaba de Dios y que jamás se sometió a los dictámenes de la apariencia y el poder.

Aún así, en estas desgracias nuestro Dios es tozudo, Padre tenaz y Madre obstinada en el amor a sus hijas e hijos. Por ello se hará Niño, por ello recorrerá las veredas de los más pequeños, por eso viene a nosotros porque -quizás con demasiada frecuencia- nos sentamos a esperar quejumbrosos que cambien las cosas que no nos gustan, las que están mal, las que hieren.

Por todo y por todos, es Dios mismo que nos sale al encuentro, tiempo de abrazos y reencuentro, tiempo increíble de la Gracia y la sonrisa que se recuperan en música de esperanza)

Paz y Bien




Tiempos y espacios inéditos


Para el día de hoy (14/12/11):
Evangelio según San Lucas 7, 19-23


(Juan languidece en el calabozo herodiano, pero no se quiebra, no cede. Es un hombre íntegro y cabal que se sostiene en el Dios que lo ilumina, por ello no sucumbirá ni aún ante el verdugo.

En ese triste devenir prisionero, envía a dos de sus seguidores hacia donde se encuentra Jesús para hacerle una pregunta crucial: el Bautista mantiene ciertas dudas sobre la imagen que poseía acerca del Mesías de Israel, sigue latiendo en él una semblanza de un Salvador justiciero, poderoso y vengador de su pueblo.
Sin embargo, confía totalmente en ese nazareno pariente suyo, a quien conocía profundamente desde el vientre materno. La pregunta de Juan denota una confianza a toda prueba, y una obediencia en el sentido primigenio de la palabra: él espera la respuesta de Jesús no tanto para sí mismo, sino para los suyos, para los que han de enarbolar la esperanza de tantos.
Por ello mismo, más que una requisitoria es un abrazo lejano entre dos hermanos.

Y la respuesta del Maestro no será menor, se volverá diáfana de claridad y sólida en la coherencia entre el anuncio y los hechos.
Se trata de algo que está mucho más allá de sanaciones increíbles: se trata de que aquellos que eran considerados impuros, enfermos a causa de pretéritos pecados y minimizados en su humanidad son ahora personas de rostro y nombre concretos, integrados plenamente al Reino que se anuncia y acontece como actores primeros e imprescindibles.

El milagro de volver a mirar y ver luego de una existencia ensombrecida.
El milagro de ponerse de pié y comenzar a andar.
El milagro de las llagas de la exclusión y la condena quitadas por pura bondad, almas renovadas.
El milagro de poder oír y escuchar a la Palabra y al hermano, rompiendo la coraza que nos separa en el silencio impuesto.
El milagro de los que estaban muertos para los demás, han recuperado su vida plena, su estatura humana en toda su dimensión.
Y el milagro mayor: no hay condena, no hay recriminación, hay novedades, hay noticias que, inevitablemente, serán buenas y serán anunciadas a los pobres, a los más pequeños. Es el inicio de la alegría que no finalizará jamás.

Jesús de Nazareth inaugura un tiempos y espacios inéditos, increíbles, maravillosos: mujeres y hombres se encontrarán con su Dios en el abrazo, en la compasión, en la misericordia.

Él es el que esperamos, Él es nuestra justicia, nuestra liberación, nuestra felicidad)

Paz y Bien

Nuestras buenas intenciones y Tus malas compañías

Para el día de hoy (13/12/11):
Evangelio según San Mateo 21, 28-39


(Tal vez por pertenencia, quizás por cierto grado de comodidad y tranquilidad, solemos degustar el sopor del cambio innecesario, es decir, ese rendirse alegremente a la resignación y y al conformismo perpetuos. Es esa fé que se declama más no se proclama, es esa religiosidad de las costumbres que reflejan la incapacidad de transformarse, los indicios de convertirse.

Es la religión hiperpoblada de buenas intenciones y escasas acciones.
Es claro: de buenas intenciones está empedrado el camino de la perdición, y tal vez en parte hemos salido del empedrado y hemos llegado a las rutas y autopistas bienintencionadas y bienpensantes.

Sin embargo, Maestro, tus huellas están en otro lado. Sin despreciar a nadie, te gusta andar en malas compañías, con los peores, con los que nadie quiere.
Alguna vez fueron publicanos y prostitutas, hoy probablemente se llamen inmigrantes ilegales, homosexuales, divorciados, heterodoxos, enfermos,mamás solteras, los sin tierra y sin hogar, los que no cuentan para nadie, los que nadie sentaría a su mesa.
Tus malas compañías, Señor, te vuelven escandaloso, impuro, blasfemo. Tus malas compañías no concuerdan para nada con nuestras buenas intenciones.

Tus malas compañías -aún cuando nos duela- son signos del Reino, porque en tu Reino los últimos son los primeros, porque en tu Reino la vida se edifica día a día, porque el tiempo que nos toca es escaso y con todo y a pesar de todo, somos un poco de tierra fértil que anda y es necesario volver a la viña, poner manos a la obra y no dispersarnos más.
Un Niño que crece en silencio aumenta las urgencias de Madre, y es menester dejarle un lugar al abrigo de nuestros corazones)

Paz y Bien

Tonantzin

Nuestra Señora de Guadalupe - Patrona de Latinoamérica


Para el día de hoy (12/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 39-48

(Éramos apenas los arrabales de la periferia imperial; en la extraña y dura mixtura de pueblos milenarios y conquistadores violentos, la Patria Grande aún no había llegado siquiera a la estatura de sueño compartido.

Pero aún así, Ella estaba. Y donde está la madre, está el Hijo.

Totalmente mujer, con la vida en ciernes, siempre dispuesta al auxilio, jamás demorando el socorro a los necesitados.
Una tilma increíble es señal perfecta: sus ojos bajos están inclinados hacia los hijos más pequeños, los que no cuentan, los despreciados, los ignorados, los que te reconocen y te saben cercana, tan nuestra y tan de Dios, canción magnífica de liberación de un Dios de Amor que es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida.

Cuando tus pies descalzos caminan esos cerros de soledad y abandono, la vida adormecida salta y festeja la presencia en tu corazón manso, de ese Dios que siempre cumple sus promesas, que derriba a los poderosos, que escucha a los oprimidos y sostiene a los humildes.

No hablaremos de polémicas, ni nos sumergiremos en intrincadas apologéticas. Ni de la contraposición de diosa nahuatl y Theotokos, ni del enfrentamiento de ideologías substanciosas y puntillosidades vaticanas. Nada de eso.
Sólo diremos que se trata de una cuestión de Madre, una cordial razón de amores y con eso nos basta, y por eso vivimos, y en esa causa nuestros pueblos caminan en tu esperanza)

Paz y Bien

Sólo un testigo, todo un testigo

Para el día de hoy (11/12/11):
Evangelio según San Juan 1, 6-8.19-28


(A causa de la gran influencia de los medios de comunicación, los filmes y series hollywoodenses, periódicos, televisión y, en algunos casos el ejercicio de la profesión, conocemos y podemos inferir la enorme importancia probatoria de las declaratorias testimoniales.
Es claro que no diremos ingenuamente que por los testigos se decide la verdad; demasiadas veces hemos conocido que ley y procesos judiciales no van de la mano con la justicia. Aún así, a través de testigos veraces queda en evidencia plena lo verdadero.

Juan el Bautista -aquel niño soñado, hijo añorado de Zacarías e Isabel- se estaba volviendo peligrosamente importante; las gentes acudían en gran número cerca de Betania, a orillas del Jordán en donde él los instaba a convertirse, a enderezar sus vidas y los bautizaba. En su entereza no vacilaba en denunciar a los poderosos, la corrupción y los desmanejos de quienes sometían al pueblo.
Por ello mismo, la llegada de sacerdotes y levitas llegados desde Jerusalem no es inocente ni ávida de conocimiento y escucha: sabemos también que el valor de un testimonio está íntimamente ligado a la credibilidad del testigo. Así ellos se acercan a su sencillo altar de agua y desierto: necesitan averiguar, indagar, juzgar y, llegado el momento, suprimir su voz clara e íntegra.
No nos es un procedimiento desconocido, todo profeta -en el tiempo que fuere, en la religión que se elija- es decididamente molesto y peligroso.

Juan lo sabe, pero no se calla. Asombrosamente, no quiere que la atención se centre sobre él mismo: no es el Mesías, no es Elías, no es el Profeta, sólo importa el mensaje que tiene que anunciar.

Es la voz que clama en el desierto, un grito que quiebra tanto silencio impuesto, una voz que cobrará sentido porque anuncia a la Palabra que viene, que está a las puertas, que ya está llegando. Y se mantendrá firme a pesar de la sombra ominosa de la violencia y la muerte que se asoma en el horizonte de su existencia.

En este tiempo de Adviento, la presencia del Bautista y de tantos otros Juanes veraces e íntegros se nos hace necesaria, imprescindible.
Mujeres y hombres que no se creen mucho -casi nada- apenas una voz que se encienden de significado y trascendencia por la Palabra que los habita, por el Verbo que les nace, por ese Niño que están señalando.

Hemos de suplicar voces humildes y sinceras que nos vayan allanando la vida, que nos sacudan la modorra de la rutina y el confort, que nos despeinen los miedos y nos despierten del letargo de mirar hacia otro lado, porque está llegando y está a nuestras puertas Aquél a quien esperamos, el que nos reviste del fuego de la vida, ese mismo Dios que es Palabra y se hace humano para que recobremos el habla y la verdad)

Paz y Bien




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