La puerta siempre abierta

Para el día de hoy (30/04/12):

Evangelio según San Juan 10, 1-10

(Tristemente, nos hemos acostumbrado a la constancia de ladrones y salteadores en nuestras vidas, pequeñas y frágiles existencias. Son los mismos que a diario nos hieren con la corrupción y nos agravian con la mentira.

Son los eficientes constructores de altos muros que separan, los sembradores de odios, los dispensadores de exclusión y miseria.

Son aquellos que con religiosa puntillosidad proscriben a tantos, los mismos que ponen barreras y pretenden cobrar peaje para acceder a un Cristo que han dibujado lejanamente celestial y accesible para unos pocos, nunca para los pequeños.

Pero hemos de desertar con alegría y confianza de todo ello.

El Maestro es la puerta a la vida plena, a la vida generosa y abundante.
Es puerta que refiere a hogar, a casa grande con mesa para todos, a refugio, a descanso del camino, a hospitalidad y compasión, al acceso gratuito y bondadoso a salvación y liberación.

Jesús de Nazareth es la puerta de una casa luminosa en donde vive nuestra esperanza)

Paz y Bien

Oficio santo, tarea sagrada

Para el día de hoy (29/04/12):

Evangelio según San Juan 10, 11-18

(Para la gran mayoría de las mujeres y los hombres del siglo XXI, los temas referidos a pastores y rebaños no nos resultan incomprensibles pero sí decididamente ajenos a nuestras vidas modernas, especialmente porque la gran mayoría portamos una cultura mediatizada y citadina de la que es muy difícil escapar.

Jesús de Nazareth enseñaba la Buena Noticia a partir de las cosas cotidianas que sus oyentes y amigos -y Él mismo- conocían; les encendía luces de eternidad desde esas cosas sencillas que eran parte de sus días, y es algo que nosotros hemos olvidado y perdido, y es el anuncio del Reino comenzando por lo que sabemos y conocemos, por las cosas conocidas y asumidas en la rutina y la repetición. Es todo un desafío y una tarea pendiente.

En aquellos tiempos, los oyentes del Maestro eran en su gran mayoría campesinos galileos a los que -para nada- les era desconocida la tarea pastoril, como tampoco les resultaban extrañas estas cuestiones a pescadores, a peregrinos de la Diáspora, a extranjeros de Samaría y la Decápolis, a fariseos y saduceos.

El oficio pastoril tenía una decidida influencia socioeconómica, pues el ganado ovino proveía, en la palestina del siglo I las necesidades de carne, de leche y hasta indirectamente de vestido por las pieles de los animales, cuando nó también fuente de materia prima de usos múltiples hasta médicas también: la grasa de oveja solía utilizarse para curar diversas heridas y lesiones en la dermis, tan comunes en la región por las inclemencias del clima -un uso que llega hasta nuestros días, y que nosotros conocemos como lanolina-.
Sin embargo y a pesar de esta relevancia, el pastor era mirado habitualmente de manera desconfiada y sospechosa; eran habitualmente considerados amigos de lo ajeno, tenaces quebrantadores de los preceptos sabatinos, de dudosa ortodoxia y, en la crueldad de la interpretación literal de la Ley, hombres inmersos en la pobreza y la miseria justificadas por pretéritos pecados.

-Quizás por ello mismo el Dios del Universo los invita con preferencia y primacía a saludar antes que nadie a su Hijo recién nacido y a su Madre...-

A la vez, para Israel el pastor era un símbolo cargado de significado en su historia y en su fé, caudillos y reyes que cuidaban de su pueblo, signo cierto de su Dios que no los abandonaba.

Desde estas ventanas tan contrapuestas, Jesús de Nazareth invita a dar un paso más allá de lo establecido por que hay más, siempre hay más, hay una eternidad escondida más allá de lo evidente y de lo duramente establecido.

El Buen Pastor no es una reivindicación de la autoridad entendida como el extremo superior de una específica pirámide de poder; Jesús de Nazareth sólo comprende y enseña a la autoridad como servicio y más aún, no como poder detentado sino como un esclavo a favor de sus hermanos en asunción libre y consciente. Es el que reniega de cualquier interés previo y egoísta -no lo hace por un salario-, sino que considera a sus ovejas como familia propia, y a su vez es reconocido como parte fundamental del rebaño por ellas mismas.
Él vuelve a decirnos que todas las ovejas son importantes, todas y cada una de ellas, y que es deber sagrado salir en busca de la que se ha extraviado, aún cuando se ponga en riesgo a las otras noventa y nueve.

Más aún: hay otras ovejas que nos son desconocidas, posiblemente de carácter inaceptable y decididamente ajenas a las que hay que ir a buscar con el mismo cuidado con que se protege a los considerados propios.
En la asombrosa Gracia del Reino, hay ovejas aún insospechadas para la gran mayoría pero nunca para el Buen Pastor, recordando que Él no nos pertenece a unos pocos sino que más bien es de toda la humanidad.

En el esplendor único y humilde de la Resurrección, tal vez sea menester detenernos por un momento; por rutina y costumbre hemos relegado el significado de pastor a determinadas funciones eclesiales específicas, cuando en realidad es oficio santo de todos los bautizados el cuidado del otro, el rescate del extraviado, la vida que se ofrece alegremente como rescate del que peligra, y ese mandato que no se negocia y es irreductible, y es que todos -sin excepción- estamos llamados a pastos de calma, de paz, de plenitud y de fraternidad)

Paz y Bien




Señor, ¿a quién iremos?

Para el día de hoy (28/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 60-69

(Muchas de esas personas expresaban en voz alta nuestras propias quejas: el modo de hablar del Maestro es intolerable, no hay modo de hacerle caso. Él quiere nuestro atrevimiento en el éxodo consciente de atravesar las fronteras de lo razonable, de lo previsible, de las llamadas buenas costumbres. Hacer todo lo que Él dice -como decía su madre- implica desalojar el egoísmo de nuestros destinos.
Y para colmo de males, anda diciendo que a Dios se le rinde culto no tanto en los templos, sino en el hermano, y que la gloria de Dios es que el pobre viva!
Es todo un descalabro insoportable para nuestras cómodas vidas religiosamente organizadas, para nuestras piedades estáticas, para nuestra fé desencarnada.

Quizás debamos regresar de tanto camino erróneo, de senderos equivocados, y la Resurrección -para que sea nuestro hecho fundante- implique desaprender tantos conceptos e ideas que nos dirigen hacia la nada y a certezas de muerte.
Sólo regresando desde ese Espíritu que todo lo anima y sostiene la materia adquiere su significado verdadero, sólo es posible la Encarnación -nada más ni nada menos que Dios con nosotros- a partir de la tierra fértil de esa muchacha judía que dice Sí! y con el amor insondable del Espíritu que siempre genera vida en donde sopla y se hace presente.

Tal vez, en cierto modo, nuestras existencias sean el relato de constantes fugas y negaciones. Por ello mismo nos refugiamos en doctrinas, en dogmas sólidos, en cultos vacíos de corazón, en ideologías plagadas de intereses mezquinos porque negamos a ese Espíritu que es nuestra luz y nuestra alegría.

No hay modo, no hay sitio ni hay nadie que pueda sustituirte, Señor.
Sólo vos tenés Palabras de eternidad, sólo con Vos es posible que el pan compartido se haga infinito y santo, sólo en Vos se nos abren las puertas a esa vida que nos amanece y no tiene ocaso)

Paz y Bien

El pan del escándalo

Para el día de hoy (27/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 52-59

(El pan adquiere verdadero valor y significado a partir de lo que se ha puesto para hacerlo y procurarlo, es decir, supera el mero hecho biológico del sustento cuando se considera el esfuerzo primordial que existe antes de llegar a la mesa.
Así entonces, el pan que arriba a la mesa familiar está revestido del amor y la dignidad del que se ha sacrificado con su trabajo para que los suyos no pasen hambre. No es difícil entonces inferir, más allá de toda lectura abstracta o de cualquier interpretación ideológica, que en ese pan está también la vida del trabajador que duramente se lo ha ganado para los suyos.

Quizás por ello el trabajo es tan vilipendiado y menoscabado en los hechos actuales, considerado solamente como una variable económica más, como un abstracto concepto de análisis desencarnado de aquellos que a diario se queman en silencio y humildad por la vida y la dignidad primordiales.

Algo similar les sucedía a aquellos duros observantes de la Ley en tiempos de Jesús; tan esclavos de la literalidad, se encontraban ciegos y sordos para encontrar el sentido de la bondad y el amor de Dios que expresa Jesús de Nazareth, y esa vida entregada voluntariamente se ofendían y escandalizaban. Sólo aceptan al Cordero Pascual de sus ritos, sólo toleran la neutralidad de su liturgia, y esta situación no no es ajena ni desconocida.

La Eucaristía, cuando se nos vuelve abstracta y desencarnada de Aquél que renueva a diario su sacrificio por todos y cada uno de nosotros, es sólo un acto relativo más de un culto cualquiera; así entonces, es un pan al que consideramos llovido de pura casualidad, no un pan regalado, no un pan adquirido con el esfuerzo mayor de la existencia entregada para la vida de los demás.

Por ello mismo, Eucaristía es acción de gracias que se expresa no tanto con palabras sino con sorprendentes actos de misericordia y compasión, el pan escandaloso y asombroso de la Gracia y la mesa compartidas)

Paz y Bien



Desde lo cotidiano


Para el día de hoy (26/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 44-51

(Siempre ha sido fuente de estudios, análisis y controversias la búsqueda de Dios. Muchos han realizado ingentes esfuerzos a partir de la razón -en diversas épocas de la historia- para justificar o negar su existencia, y es un tema que no se agotará con facilidad, pues está indisolublemente unido a las preguntas y necesidades primordiales y más raigales de la humanidad.

Sin embargo, Jesús de Nazareth nos enseña y revela una perspectiva asombrosa: no es tanto el empeño puesto en esa búsqueda como infinito es el esfuerzo de un Dios que es Padre saliendo en nuestra búsqueda, de modo incansable, tenazmente amoroso, sagradamente revestido de bondad y ternura.

Ese Dios que nos busca no se oculta en nubes pretéritas, en cielos inaccesibles, en su abismal alteridad. Es un Dios que se deja encontrar, es un Padre que nos está constantemente llamando, es una Madre que nos lleva de la mano por los senderos más oscuros.
Y es en medio de nuestra cotidianeidad en donde se hace presente con su increíble y maravillosa Gracia, regalo infinito de liberación y salvación para toda la humanidad sin excepción.

A ese Dios lo encontraremos en el pan compartido, en cada gesto de compasión, en cada acto de bondad, en el perdón que nos sana, en la misericordia que nos levanta.

En la comunidad que se reúne en torno a ese Jesús que es hermano y Señor, allí precisamente acontece el Reino y florece la fé como don y misterio, creciéndose impetuosa y humilde la vida eterna.)

Paz y Bien


Misión, privilegio y mandato

Para el día de hoy (25/04/12):

Evangelio según San Marcos 16, 15-20



(Es el mismo Jesús de Nazareth, el que caminó con ellos, el que les enseñó las cosas del Reino, el que murió en la cruz, el que ha resucitado, el que se les hace presente y les dice que la muerte no tiene la última palabra, que el amor de Dios es extremo y supera cualquier presunción, que no hay imposibles, que es el fin del no se puede, que esta fiesta de liberación tiene una invitación para todos sin excepción.



En la intensidad del momento quizás no se dan cuenta, y es una cuestión que habitualmente nos sucede; por eso es tan necesario detenerse, por eso es imprescindible la reflexión y el encuentro en la oración, que es diálogo corazón adentro con el Espíriti que nos anima.


En ese mirar atento los Once y nosotros mismos tenemos el inmenso e increíble privilegio de ser enviados a todo lugar, sin límites de cultura, de nación, sin fronteras de ningún tipo, anunciando la mejor de las novedades, la Buena Noticia.



Clave y raíz de esa misión será el asombro de saber que no estamos solos: a todas partes vamos con el Resucitado.



Anunciaremos un Bautismo nuevo de Salvación que derroca toda soledad, que desaloja cualquier angustia, que hace vidas nuevas y renovadas más allá de los límites de la edad.



Hablaremos un idioma que puede ser entendido por todos los pueblos, el lenguaje universal del amor.



Diremos a los cuatro vientos -a menudo sin palabras pero con hechos santos- que otra vida es posible, que otra vida es añorada y soñada para todas sus hijas e hijos por el Dios de la Vida, y que no prevalecerá la ponzoña del egoísmo, ni las amenazas de la violencia, ni las mordeduras del dolor.



La Resurrección nos impulsa, nos pone en marcha, no hay escusa ni excepción para quedarnos quietos ni dormidos, somos pequeños obreros en la construcción de un Reino maravilloso de justicia y eternidad que comienza aquí y ahora)



Paz y Bien

Del dios panadero al Dios que se hace pan

Para el día de hoy (24/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 30-35

(Esas gentes que le reclamaban al Maestro un signo espectacular, un hecho milagrero para seguirlo. Se habían quedado asombrados por ese pan múltiple e increíble y quisieran seguirlo como profeta sólo por eso, y no por su Palabra Viva que exige un compromiso, un enfrentamiento con la injusticia, una cruz asumida por amor a los demás, el coraje por un mundo nuevo.

Es la redundante y habitual contraposición entre ley y Evangelio, entre costumbres religiosas anquilosadas y Buena Noticia. Por ello su referente ha de ser el maná de Moisés en el desierto, dejando de lado a Aquél que por bondad les proveía el sustento en esos tiempos aciagos.
Es la pasividad del alma que exige un dios panadero, proveedor de necesidades mínimas en el que se creerá en tanto y en cuanto -comercio piadoso mediante- cumpla en tiempo y en forma con aquello que le exigimos.
Ese no es el Dios de Jesús de Nazareth.

El pan de vida, ese Cristo que se nos hermana, no llueve desde un cielo inaccesible con ribetes mágicos. El pan de vida es el pan de la comunión y la vida compartida que tiene una marca de cruz, es pan que promete y compromete, es pan que nos vuelve santos porque santificamos el nombre de Dios buscando con ahínco y sin desmayos el sustento de tantos hermanos abandonados, es pan de fraternidad sin concesiones, es pan de justicia, es pan de eternidad floreciéndonos en el aquí y ahora de la mesa compartida sin ninguna exclusión, la mesa de todos -buenos y malos-, la mesa de las hijas e hijos de Dios en donde nadie debe faltar, es Cristo mismo descubierto en el rostro del hermano y más aún, pan para el que aún no ha llegado, pan para el extraviado, pan para el que se ha ido, pan de Vida y pan Vivo para que nadie más pase hambre ni sufra sed)

Paz y Bien

El hambre que no se apaga

Para el día de hoy (23/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 22-29

(La bondad de Dios que trasluce Jesús de Nazareth se expresó en ese pan abundante, que desborda cualquier presunción, pan para saciar la necesidad de la multitud sin pedir nada a cambio, pan de la compasión y el compartir.

Pero las multitudes y los Doce se quedaron en el mero episodio -magnífico y asombroso, claro está- pero no se atrevieron a ir más allá, no siguieron la dirección que el signo de Jesús les brindaba. Se quedaron estancados en lo episódico, en una superficie de gestos puros y desviaban su mirada de la caridad que los impulsaba. Es la actitud de quienes se aferran a los ritos y a dogmas, dejando de lado al Espíritu que todo lo anima, nuestra mediocridad de quedarnos en las orillas y no navegar mar adentro.

Desde allí, es comprensible que al Maestro le pregunten -¿Cuando llegaste?-, porque su horizonte no es el mismo, porque nuestros senderos no suelen ser los suyos.

Porque es tarea santa desalojar el hambre que agobia a miles, eso es indudable.
Pero en el mismo ámbito de Salvación, nos falta animarnos a suplicar que se nos despierte, tenaz e incansable, ese hambre de justicia, de fraternidad, de solidaridad, del compartir, de que nadie quede excluido de la mesa grande de la vida)

Paz y Bien

Resucitados

Para el día de hoy (22/04/12):

Evangelio según San Lucas 24, 35-48

(Estaban allí, prisioneros de sus miedos, vestidos de fracaso e incomprensión, con las esperanzas derrotadas y una sensación de que todo había sido en vano. Aún cuando los caminantes a Emaús les relataran la maravilla sucedida, no podían dar ningún paso, algo más que una puerta estaba trabado en ellos.

Esos muros de desaliento que han levantado en torno a ellos no son obstáculo para la el Verbo que crea y recrea, y por ello Jesús de Nazareth irrumpe mansamente en esa estancia apretada con un saludo de paz. La paz es signo certero de la presencia de Dios y de los suyos en aquellos sitios en donde la vida viene en retroceso, en donde nada bueno ni nuevo puede acontecer.

Aún así, ellos se asustan y suponen ver a un fantasma. A nosotros también nos asusta la presencia real de Jesús Resucitado, tan cómodos estamos con postales y estampas a medida del Cristo celestial, tan ajeno a nosotros, tan conveniente a nuestra razón. Hacer vida que, precisamente, el Resucitado es el Crucificado supone un éxodo interior.

Allí están visibles las marcas de los clavos, allí están la violencia y la crueldad dejando huella en sus pies. Manos a las que se trata de volver inútiles al trabajo, al afecto, al abrazo. Pies a los que se les quiere impedir el andar. Esas heridas son la identidad definitiva y definitoria del Resucitado, las marcas de la cruz, la presencia del amor mayor.

Por eso, quizás hemos de suplicar ese derribo necesario, esa irrupción santa puerta adentro de nuestros miedos, en el encierro de nuestra falta de fé y de nuestro no querer mirar y ver.
En la comunidad que comparte el pan se hace presente el Resucitado, abriéndonos en entendimiento para comprender la paradoja y el escándalo de la cruz, la eternidad que empuja y florece con todo y a pesar de todo.
En nuestros hermanos heridos, en todos los que han sido lastimados hemos de descubrir a Aquél que está vivo y es la vida.

Y desde allí, resucitar. Volver de tantas muertes con el alma recreada.
Quizás por ello la Iglesia sea comunidad de Resucitados que dan testimonio de que la vida prevalece)

Paz y Bien

Nuestras tempestades

Para el día de hoy (21/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 16-21

(Ellos se habían subido a la barca, alejándose de ese sitio en donde el pan se había multiplicado en pura bondad y gracia para miles y para los que aún no habían llegado.
Frente a ello, muchos -incluidos los Doce- cayeron rotundamente en la tentación ideológica del éxito: querían nombrar allí mismo a Jesús de Nazareth como rey.
Pero el Maestro desdeña rótulos, rechaza el poder y la fama; es un príncipe de paz extraño, que se coronará de espinas, que sólo entiende al poder como servicio y fruto del amor infinito que surge de su Padre. Por ello habrá de despedir a la multitud, por ello los discípulos desertan de esa imagen que se le ha caído, como habitualmente hacemos con las estampas y esquemas que solemos crearnos para nuestra conveniencia.

Desertamos de ese Jesús de Nazareth de la mansedumbre, la pobreza, la humildad y el servicio, y nos embarcamos en severos proyectos que imaginamos dorados y revestidos de espectacularidad. Pero nuestras barcas -nuestras existencias- son frágiles, barquitos que tiemblan ante cualquier viento ajeno. Y sucede que por ese andar solos, nuestros planes se tornan tempestades.

Pero Jesús es el Verbo de Dios, la Palabra Viva entre nosotros que nunca, jamás nos abandona, con todo y a pesar de todo. Y es esa palabra la que calma toda tormenta, palabra de paz, palabra que aleja el miedo, palabra que nos despeja nuestra visión de todo aquello que adjudicamos a un lejano cielo.

Será entonces que aún nos falte renegar abierta y alegremente de todo éxito, de todo poder, fugitivos perpetuos del reconocimiento y las prebendas.
No es tarea imposible, pues el Maestro viene siempre, inquebrantablemente a nuestro encuentros por sobre las aguas turbulentas que nos suelen agobiar)

Paz y Bien

Éxodos de la injusticia

Para el día de hoy (20/04/12):

Evangelio según San Juan 6, 1-15

(Es imprescindible situarse en las regiones por donde Jesús predicaba: allí hay una multiplicidad de señales que hoy mismo nos están dirigiendo la mirada hacia lugares y situaciones impensadas. Así podemos advertir que Jesús cruza el mar de Galilea también llamado Tiberiades, sitio mixto de judíos y paganos, región de ortodoxia sospechosa, de donde nada bueno puede esperarse igual que en la Nazareth de sus orígenes. Lo bueno y lo santo pueden y deben acontecer en lugares extraños, allí mismo en donde nada nuevo puede esperarse.

Hay una multitud que lo sigue, probablemente movida más por su fama de sanador, por los signos fantásticos que realiza antes que por el Reino que anuncia. Sin embargo esto no es motivo de reprobación o rechazo, nadie ha de perderse, todos son invitados a la mesa grande del Dios de la Vida y por ello mismo, los panes que sobreabundan -esos doce canastos- se guardarán concienzudamente para los que aún no han llegado.

Jesús de Nazareth tiene una mirada profunda y compasiva que sabe descubrir la necesidad del otro aún cuando no se le reclame, sin que se le ruegue, advirtiendo que hay cinco mil hombres pero también hay mujeres y niños hambrientos a los que pocos tienen en cuenta. Los pobres suelen molestar y los excluidos se tornan invisibles en estas realidades tan dolorosas por las que atravesamos, y es menester volverse -convertirse- al Reino al cual estamos invitados, un ámbito amplísimo en donde todos podemos sentarnos fraternalmente en paz a compartir el pan, a compartir a Dios.

La respuesta de Felipe a la magnitud de la tarea está revestida de lógica y teñida de la más exacta razón: es la clásica actitud de esa mentalidad de éxitos y fracasos, porque se apoya netamente en la razón antes que en el co-razón. Aún así, hay que atreverse a más, y la respuesta proviene de la humildad innominada de un muchachito que se anima a compartir dos pescaditos y unos panes de cebada -almuerzo de pobre-. Sólo allí, desde la confianza en ese Jesús hermano y servidor y a partir de la solidaridad podrán acontecer los milagros, y esa compasión también se nos vuelve milagrosa.

Se acercaba la fiesta de la Pascua judía, memorial del paso liberador del Dios del Israel en éxodo de toda esclavitud. El Maestro vuelve a decirnos que todo puede cambiar, que los milagros son cotidianos, desprovistos de toda espectacularidad, y que es necesario que hagamos nuevamente nuestro éxodo para celebrar en plenitud la Pascua.
Éxodo de toda injusticia, renegando a cada instante de egoísmos, valientes a la hora de partir el pan. compasivos con el hambriento, hermanos de los que están relegados al olvido)

Paz y Bien


Celebración de la libertad

Para el día de hoy (19/04/12):

Evangelio según San Juan 3, 31-36

(La Pascua es la fiesta del amor mayor, de ese amor incondicional de Dios para con toda la humanidad, y es también celebración de la libertad.

Celebramos la libertad absoluta con la que Jesús de Nazareth nos ama hasta el extremo de morir por nosotros, ese amor hasta el fin, ese quedarse para siempre entre nosotros aún cuando todo diga que ha partido. Allí también se enraiza nuestra existencia.

Porque Dios nos ofrece Salvación y liberación sin imposición, incondicionalmente, bendición total a pesar de todo lo que somos, a favor de todo lo que podemos llegar a ser.
La premisa es sencilla, pero no por ello menos profunda: significa unirse cordialmente -desde las profundidades de nuestro ser- a la ofrenda de ese Jesús hermano nuestro y Señor.

Salvación es unirse inseparablemente a Alguien, aceptar salir a su sol, renegar de toda tiniebla, encaminarse decididamente a una vida plena a la que nos invita más no se nos obliga.
Dios es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida y no quiere que ninguno de sus hijas e hijos se pierda, que no amenaza con castigos sino que nos quiere y seguirá queriendo siempre)

Paz y Bien

La Salvación, don y misión

Para el día de hoy (18/04/12):

Evangelio según San Juan 3, 16-21

(No, no es el Dios de Jesús de Nazareth un dios hambriento de ofrendas y sacrificios, sediento de sangre, fiscal, juez y verdugo rápido y eficaz, el dios de algunos puros privilegiados e inaccesible para casi todos, el dios manipulable por precisas prácticas piadosas, el dios de las balanzas que espera en nuestros finales -llave en mano- con edenes e infiernos preparados.

Nada de eso es el Dios Abbá, Padre de Jesús y Padre nuestro.

Él irrumpe en la historia como un niño pequeño en brazos de su madre, asumiendo hasta el extremo nuestra frágil condición humana. Viene sin imponer, sin levantar su voz, pidiendo respetuoso permiso.
Es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, y que no quiere que ninguno se pierda.
Es el Dios de los extraviados, incansable buscador de los perdidos, amigo fiel de los excluidos, compañero de nuestras soledades, hermano de todos los crucificados.

Es ese Dios que es amor y que Él mismo se hace ofrenda para toda la humanidad en su Hijo, para que sean buenos tiempos de luz, para que no imperen las tinieblas. Es don, es misterio, es bondad inenarrable.

Ese amor infinito es también misión y compromiso para todos y cada uno de nosotros. Descubrirnos salvados no es tanto adherirnos a una doctrina, a algo sino más bien a Alguien que nunca dejará de estar con nosotros y acompañarnos.
Por ello mismo, estar a su lado significa volverse señal certera de paz y justicia para los hermanos y de esperanza inclaudicable para nuestra gente y para todas las gentes, resignando cualquier egoísmo y enciendo a cada paso luces permanentes de compasión y solidaridad)

Paz y Bien

En otro rumbo

Para el día de hoy (17/04/12):

Evangelio según San Juan 3, 7b-15

(Una vida nueva, una existencia renovada exige siempre un gran salto de coraje. Es que estamos demasiado atados a lo material y sometidos a los escasos dictados de nuestros esquemas, y vivir la vida en el Espíritu no es cosa fácil desde postura acotada.

Sin embargo, es tan sencillo como el paso del viento.
El paso del viento es perceptible, no puede negarse que está allí, que pasa, que impulsa. No nos pertenece, no podemos conocer con exactitud su origen, y aún así intuimos su su dirección, su hacia donde.
Ese coraje ausente implica desplegar el velamen de estas pequeñas barcas que somos y poner rumbo hacia donde quiera llevarnos, seguros de que vamos hacia buen puerto, conocedores de que las borrascas no nos derribarán.
Quizás descubramos que la vida no sea tanto arribar a un destino prefijado, sino más bien animarse a ser navegantes.

Navegantes como ese Jesús que salió a los caminos, peregrino de nuestras soledades, profeta del Espíritu que anunciaba la mejor de las noticias)

Paz y Bien

Desde las profundidades del bautismo

Para el día de hoy (16/04/12):

Evangelio según San Juan 3, 1-8

(Nicodemo se acerca en la noche a Jesús de Nazareth. Se siente atraído por su Palabra nueva y vibrante, intuye que en el rabbí galileo hay algo más que en la enseñanza tradicional y simpatiza con Él. Pero no deja de ser un fariseo prisionero de sus esquemas, dependiente aún del que dirán.
Es menester que vaya al abrigo de la noche, de manera clandestina, para no poner en juego su prestigio y sus prebendas en el Sanedrín; es la postura similar a la de aquellos a los que Jesús conmueve, pero por temor a pérdidas y a correr riesgo no pasan del plano de la simpatía.

Si hay algo que es innegable, es la honestidad de Nicodemo. Aún así, no es suficiente, hay que atreverse a más, hay que permitirse ir más allá. Nicodemo pretende interpretar las maravillas de la Gracia desde la acotada lente de la Ley, desde las escasas fronteras de la literalidad. Por ello mismo contestará desde el estupor su incapacidad de comprender ese nacer de nuevo propuesto por el Maestro.

Un Dios extraño el de Jesús de Nazareth: no sólo se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sinceridad, sino que sale a los caminos al encuentro de aquellos que se han quedado adormecidos en la vejez de ciertas doctrinas que los someten y en el agobio de una rutina que rechaza toda novedad.

El Reino ofrecido incondicionalmente supone el Bautismo, un Bautismo muy distinto al de Juan. Es aquel que es mucho más que un ritual, es aquel que implica renacer día a día al amor inconmensurable del Dios de la Vida, renuevo de asombro y alegría, liberación de la letra e impulso del Espíritu que todo sostiene y a todo anima.

Renacidos a esa vida buena y nueva, será posible descubrir en todas partes, hasta en los sitios más impensados y de quienes menos lo esperamos, palabras santas y eternas de ese Espíritu que es libertad y que sopla en donde quiere)

Paz y Bien

Shalom definitiva

Para el día de hoy (15/04/12):

Evangelio según San Juan 20, 19-31

(Estaban encerrados por temor a esa violencia que los circundaba, ciegos de ese temor de creerse solos, ignorantes impenitentes del Maestro Resucitado. Ellos habían corrido temerosos el cerrojo, del mismo modo en que solemos encerrarnos, presos de nuestras esperanzas derrotadas, vacíos de cualquier coraje.
Mucha gente también languidece en soledad, puertas adentro del olvido, de la discriminación, del ninguneo, de la exclusión. Hay demasiados recintos cerrados que deberían dolernos y a los que nos hemos acostumbrado como a una rutina más.

Pero más allá de toda previsión, Jesús de Nazareth -el Crucificado que ha Resucitado- irrumpe de modo sorprendente en todos esos recintos cerrados, de puertas trabadas por tanto desconsuelo.
Él ha abandonado todo sepulcro, esos sitios en donde sólo se expresa la muerte y la tristeza, y atraviesa cualquier barrera brindando paz, una paz que es más que un simple saludo o una expresión de deseos. Es la Shalom definitiva, esa misma que subvierte la resignación que prevalece, paz que abre las ventanas, paz que retorna la luz, paz que recupera la alegría y el coraje.

Uno de los discípulos no estaba; no sabemos los motivos de su ausencia, pero aún así castigamos su incredulidad. Tomás no cree en el testimonio de esa comunidad pascual porque ha visto a sus hermanos atenazados por el más de lo mismo de la desesperanza. Necesita vivir una experiencia decididamente personal para creer.
Aún así, no es expulsado por esas desavenencias fundamentales con sus hermanos: la comunidad del Resucitado -la Iglesia- ha de ser recinto amplio de fraternidad y libertad en donde se contiene a todos y a nadie se decide extraño, porque sólo en comunidad es posible la experiencia de la Pascua, recibir ese Espíritu de Vida que es valor, que es alegría, que es impulso y movimiento.

Nos queda volver a descubrir las heridas de Jesús de Nazareth en cada uno de nuestros hermanos malheridos. Tantas llagas que sobreabundan, tantos costados traspasados han de convertirse en signos de vida y no en simbología de dolor.
Allí entonces podremos volver a decir, encendidos como Tomas, -¡Señor mío y Dios mío!-)

Paz y Bien




En clave de Resurrección

Para el día de hoy (14/04/12):

Evangelio según San Marcos 16, 9-15

(La situación de los discípulos estaba condicionada por tristeza, dolor, miedo y frustración, y todo ello desemboca en una incredulidad que supera a la razón.
Es que la fé -don y misterio- está mucho más de una postura racional, la aceptación de dogmas o la adhesión a principios religiosos. La fé supone una transformación de la existencia a partir del encuentro con Alguien, Jesús Cristo, el Crucificado que ha Resucitado.

Un Dios extraño es el de este Jesús de Nazareth: para venir a quedarse entre nosotros ha querido depender del sí de una muchachita judía campesina, una mujer ignota de aldea polvorienta. Y para anunciar que está vivo, que la muerte no tiene la última palabra, que ha Resucitado vuelve a insistir con otra mujer, María de Magdala, aquella del alma recuperada de siete agobios, aquella que supo amar más allá del dolor.
Pero se trata de una mujer, y los discípulos siguen empeñados en esa misoginia tan ajena a la Buena Noticia y no creen la maravilla que la Magdalena les cuenta.¿Cómo han de creerle? es sólo una mujer.

Sin embargo, no se quedan allí. Dos hombres les cuentan su encuentro con Jesús Resucitado camino de Emaús, en la Palabra y en el pan compartido. Tampoco a ellos le creen. Su incredulidad está arraigada en sus ideas y esquemas, y todo lo que no se condiga en esos moldes será motivo de rechazo.

Pero la Resurrección de Jesús es evidente en el testimonio de los que creen en Él y lo descubren en sus vidas. Ellos deben hacer su propio éxodo de esas prisiones para poder reencontrarlo vivo en sus corazones, resplandeciendo en su comunidad.

Entonces sí, serán capaces de escuchar el mandato definitivo: ir a toda la creación, sin límites ni fronteras, anunciando la mejor de las Noticias.
Es dialogar e interpelar a toda la creación en clave de Resurrección, con signos de vida, desalojando de una vez y para siempre a la muerte)

Paz y Bien

Cuando nos cruje la quilla






Para el día de hoy (13/04/12):


Evangelio según San Juan 21, 1-14


(Los discípulos, ateridos de tristeza y dominados por ese miedo que los circunda, han regresado a su Galilea de los comienzos. Ese regreso no es solamente físico: a pesar de haber andado junto al Maestro por más de tres años, de haber bebido su Palabra, de haber compartido el pan, a pesar de todo luego de la Pasión ellos regresan a lo viejo, a lo pasado. Se habían convertido en pescadores de hombre, y sin embargo deciden regresar a ser pescadores de peces. Solemos hacer lo mismo en cada quebranto que nos sucede, solemos aferrarnos a lo que ya pasó, a las falsas seguridades de antaño, resignando el coraje y la confianza que implica un tiempo nuevo.




Algunos de ellos deciden embarcarse, junto a Pedro, en ese viejo oficio que tan bien conocían. Eran pescadores expertos -toda una vida en ello- pero a pesar de sus esfuerzos, la noche les resulta infructuosa. Así pasa con nosotros y le pasa a la Iglesia cuando olvidamos a Aquél que todo lo hace fecundo, cuando creemos que por nuestra pura praxis todo lo hemos de conseguir, cuando nos embarcamos en esforzadas militancias en busca de adeptos, olvidando la brisa santa de la Buena Noticia.




El Maestro camina por las orillas del mar de Galilea aún cuando ellos no advierten su identidad, y sucede algo asombroso: esos expertos en pesca aceptan el consejo de un desconocido, un consejo al menos extraño, que en circunstancias mejores no habrían aceptado de ninguna manera, tan en contrario era a su experiencia. Sin embargo, lo hacen y la red -en oposición a la noche estéril- desborda de peces sin romperse, y la pequeña barca exhala su queja por el sobrepeso.


Entonces, el discípulo amado descubre que el causante de esa pesca increíble es el Resucitado que está allí, junto a la orilla. Es el amor el que nos hace descubrir y redescubrir los rostros de quienes creemos perdidos o escondidos, y el discípulo amado podemos ser vos y yo, tú y ella, todos y cada uno de nosotros.




Jesús espera en la orilla con un buen fuego, un pescado a las brasas y un pan para compartir. Es ese mismo Dios que nos cuida a cada paso, con una delicadeza inexplicable, sin imposición y siempre ansioso por servirnos y aliviarnos de todos los hambres.




A veces, la quilla de nuestra existencia suele crujirnos, y sin saber porqué nos vemos insospechadamente colmados de tanto, de vida abundante que, en nuestras mezquindades, no solemos buscar.


Cuando la existencia nos grita así, no hay dudas: es la presencia del Resucitado que nos devuelve a una vida frutal, plena, éxodo de toda noche, red que nos mantiene con vida a tantos sin romperse.


Él nos espera paciente en la orilla de la vida, y para reconocerlo hay que tener la mirada renovada por el Espíritu de la caridad)




Paz y Bien





El reconocimiento del Resucitado

Para el día de hoy (12/04/12):

Evangelio según San Lucas 24, 35-48

(El Maestro ha presentado una constante: se hace presente en los lugares más inesperados y sorprendentes, allí en donde no suponemos que lo encontraremos, tan atados que estamos a nuestros preconceptos y nuestras ortodoxias.
Lo hemos visto en casa de un publicano despreciado, en tierra de extranjeros despreciados, en sitios exclusivos de leprosos e impuros, en cementerios habitados por enajenados, en tumbas de amigos, irremediablemente unido a impuros, a sospechosos, a extraños, a excluidos, a los perpetuos habitantes de los márgenes, a los rotulados como heterodoxos del cualquier poder.

En ese mismo talante, se hace presente allí en donde están reunidos los discípulos, que escuchan atónitos lo que les relatan los caminantes de Emaús.
Ellos son un grupo de mujeres y hombres ateridos de miedo y revestidos de desconsuelo, con sus puertas cerradas por temor a las severas autoridades que no vacilan a la hora de condenar, con sus seguridades resignadas, con sus certezas demolidas por la muerte del Maestro.
Ellos están así, tan malheridos en su alma por haber creído y seguido a ese Jesús de Nazareth que les anunciaba la mejor de las noticias, el Reino de Dios aquí y ahora. No es un sitio ni un grupo en donde cabe esperar que suceda algo bueno.

No hay puerta cerrada ni impedimento que se le resista: el Resucitado se hace presente en medio de la comunidad, y especialmente allí en donde la esperanza retrocede derrotada.
El Maestro se hace presente en medio de ellos con un mensaje de paz. La presencia de Dios en nuestras vidas indefectiblemente trae un saludo amistoso y restablece la paz en nuestras tormentas de tristeza y soledad.
Ellos se asustan: creen ver a un fantasma, una aparición, una mala jugada de su ansiedad. Tantas imágenes falsas solemos montarnos de Dios que descreemos cuando en verdad se nos hace presente. Sin embargo, Él está allí con las marcas de la Pasión en sus pies y en sus manos. El Resucitado es el Crucificado que está vivo.

Como a ellos, a nosotros también nos vuelve a decir: -Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo-. Allí lo reconocemos, está vivo pero porta las heridas de ese amor inmenso que es la cruz.

Para cuando nos asalten las dudas, o nos ahogue la desorientación y el sinsentido, nos reencontraremos con Dios en las llagas de nuestros hermanos heridos, y allí será el momento de preparar la mesa, de compartir peces y panes, de que florezca la paz como saludo y bendición)

Paz y Bien

Te hiciste camino, te hiciste pan compartido

Para el día de hoy (11/04/12):

Evangelio según San Lucas 24, 13-35

(Compartir una mesa suele ser, con un burdo criterio banal, un mero acontecimiento social, un accidente protocolar, un hecho más de la rutina cotidiana.

Sin embargo, tiene un significado mucho más profundo. En el modo de sentarnos a la mesa, en el modo de comer, en la compañía que podamos tener -o nó- se proyecta y exhibe lo que somos y como somos, y más aún: quienes comparten nuestra mesa y especialmente quienes no están a nuestra mesa nos definen y revelan nuestros corazones, nuestro ethos, y desde allí también podemos inferir como somos como sociedad, como pueblo y como nación.

Desde esta perspectiva, las mesas de Jesús de Nazareth son cuanto menos sorprendentes, y no erraremos al considerarlas provocadoras y escandalosas.
Desde esa Buena Noticia que nos sigue anunciando -hoy, ahora mismo- las mesas del Reino son aquellas en donde la vida se comparte y expande, donde a nadie se le impide participar, donde vamos descubriendo que todos, sin excepción, tenemos un destino de plenitud, sueño eterno de ese Dios que nos quiere para el festejo perpetuo.

A pesar de ello, solemos aferrarnos a la tristeza y a los escasos parámetros y esquemas de nuestra razón, impidiendo que el corazón hable. Y entonces nos sucede lo que a aquellos dos caminantes cercanos a Emaús: deambulamos agobiados por la tristeza y el desconsuelo, ateridos del más de lo mismo, esclavos conscientes del no se puede, del está todo dicho y hecho.
Pero año de Gracia y Misericordia, y es imprescindible dejarse sorprender, recuperar los buenos ojos de asombro.

No es tanto que andamos a tientas buscando respuestas que presuponemos no hallar: es Dios que sale a buscarnos, un Cristo compañero que se hace camino y nos enciende desde la Palabra para romper tanta soledad, para ahuyentar estas resignaciones con las que nos vestimos.
Y el corazón se nos enciende, algo increíble e indescriptible nos está sucediendo.
La tarde y el oscurecer se acercan ominosos, y no queremos quedarnos solos, por eso pedimos a ese Caminante que se quede con nosotros a compartir la mesa, a compartir la vida.

Allí sí, en el pan que se parte, comparte y reparte y abunda lo descubrimos y reconocemos. El Resucitado está con nosotros, lo sabemos, y entendemos que la vida no se nos apaga y el alma nos arde cuando Él se hace presente.

En cada mesa que compartimos, allí donde la vida se expande, donde nadie falta, allí volveremos a encontrarnos con Aquél que está vivo y es nuestra alegría y nuestra esperanza)

Paz y Bien


María de Magdala, el amor que no se resigna

Para el día de hoy (10/04/12):

Evangelio según San Juan 20, 11-18

(María de Magdala está agobiada por el dolor: ha visto morir a su Maestro en la cruz como un criminal, como un delincuente abyecto, como un maldito. Hasta su sepultura ha sido casi clandestina, en una tumba cedida a préstamo, y con el miedo imperante sus amigos se han escondido dejándolo solo.

Ella está de luto, vestida de lágrimas, y ella persiste en su corazón la muerte que parece haber arrasado todo, por ello mismo busca un cadáver, un cuerpo de vida negada. Pero aún cuando no puede ver ni entender que no es el final, ella no se resigna a seguir amando, a persistir en su querer. Porque cuando se ama de verdad, toda quietud y toda parálisis se disipa a pesar del dolor.
Y aunque busque a un muerto, ella busca. Quiere seguir honrando aunque sea en sus despojos a quien era su esperanza.

Por ello se sorprende y desespera: la tumba está vacía, y teme que en medio de tanto espanto, también le hayan quitado el cuerpo del Señor. Ella conoce bien el tema, al fin al cabo es mujer y es mirada con desprecio y menosprecio, y hasta el día de hoy se sigue suponiendo, con interpretaciones mediocremente piadosas, suposiciones falsarias, olvidando lo principal, lo decisivo, lo que cuenta: María Magdalena es una mujer que ama.

Pero sus angustias se disipan de una vez y para siempre cuando escucha su nombre: es el momento clave de todo destino, aquel que acontece cuando nos sabemos reconocidos desde nuestra identidad única e irrepetible, reconocidos y queridos por Aquél que nos sueña plenos desde siempre.
Ello tiene un único destino de alegría que moviliza, que renueva, que reconstituye.
Jesús es el Resucitado pero es María de Magdala quien emerge también de las sombras de la muerte.

Ese amor inquebrantable y ese reconocimiento del Maestro la vuelve testigo y misionera: ella será evangelizadora de aquellos Once temblorosos y agobiados.
Es sólo eso, y todo eso: -¡Alégrense, Jesús está vivo, lo hemos visto!-)

Paz y Bien



El encuentro con tus hermanos

Para el día de hoy (09/04/12):

Evangelio según San Mateo 28, 8-15

(Si hay algo de lo que está revestida la Pasión del Señor es de vulnerabilidad, un Jesús humillado en su soledad y pobreza, un Cristo que asume nuestra fragilidad y nuestros quebrantos en la ofrenda mayor de la cruz.

Así serán entonces las más vulnerables, las que no cuentan, esas mujeres encendidas de fé quienes se atreven a la esperanza y dejan abiertos espacios para la alegría. Y así sucede, pues el Dios de Jesús de Nazareth nunca defrauda a sus hijas e hijos ni abandona a los pequeños y excluidos.

Ellas se plenifican de felicidad, una felicidad que nada ni nadie podrá quitarles y tienen la necesidad incontenible de avisar y dar cuenta de la mejor de las noticias, por eso sus pies vuelan al encuentro de Pedro y los otros, y porque hay que salir presurosos de esos sepulcros blanqueados de la exclusión, de la miseria y del dolor que nos hemos construido a través del tiempo. Los sepulcros devienen inútiles porque la vida prevalece.

Ellas buscaban el cuerpo muerto del Maestro Amado, y se maravillaron hasta extremos inconmensurables pues Jesús está vivo: es la vida que permanece germinal aún en la oscuridad de las tumbas, es la vida la que decide y no la muerte quien tiene la última palabra.

Por supuesto, están los que siempre apuestan al poder corruptor del dinero para desdibujar la eternidad que siempre se nos está amaneciendo, usufructuando rumores y socavando almas.

Sin embargo, es el fin del no se puede, y es la verdad mayor del amor la que no puede esconderse ni acallarse.

Hoy, dos milenios después, es menester volver a preguntarnos como María de Magdala donde está, adonde se han llevado al Maestro.
Sin dudas, lo encontraremos junto a sus hermanos, y hay que emprender el viaje presurosos a esas Galileas de la sospecha perpetua, Galileas de donde nunca esperaremos nada, Galileas de los márgenes y la periferia.
Allí nos encontraremos nuevamente con el Crucificado, vivo entre nosotros, un Cristo Resucitado que encabeza nuestra caravana del para siempre, un Dios compañero de nuestros días)

Paz y Bien

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