Las cosas que hemos dejado de lado



Para el día de hoy (23/09/12): 
Evangelio según San Marcos 9, 30-37
 
(Como en numerosas ocasiones, los acontecimientos importantes suceden en la casa, ámbito familiar y hogareño; ello no es casual ni circunstancial, se trata de cuestiones de signos y símbolos.
Es que la nueva comunidad reunida alrededor de Jesús de Nazareth, comunidad mesiánica y de salvación, elige ese lugar abierto en donde todos y cada uno son importantes, parte de una misma familia, espacio en donde acontecerá la hospitalidad hacia el viajero extranjero, en donde las mujeres son valoradas en su totalidad y los enfermos y pecadores, despreciados y réprobos encuentran sitio. Es familia nueva ligada por algo mucho más decisivo que los lazos biológicos.

Antes de la llegada a la casa, Jesús iba andando por los caminos rodeado solamente por los suyos, y en ese momento es cuando Él les enseña: debe ser que para aprender verdaderamente las cosas del Reino es menester la cercanía y la intimidad con el Maestro antes que la multitud que se agolpa y en donde las personas se desdibujan.
En esa caminata les revela lo crucial, les adelanta los terribles y decisivos hechos de su Pasión. 
No es la primera vez que se los anuncia, pero ellos siguen sin entender; permanecen atrapados en sus esquemas de un Mesías glorioso y exitoso que arrollará a los enemigos de Israel. No quieren aceptar a un Servidor sufriente, pleno de derrota aparente que será humillado por sus enemigos.
Pedro había, en su momento, reaccionado con virulencia ante esta idea, y fue rechazado con severidad inusitada por el Maestro. Por ello mismo, ellos -aún sin entender- no se atreven a preguntar y así sus ansias quedan enfocadas entre ellos mismos, en fogosa dialéctica que pretende determinar quien es el mayor entre ellos.

La discusión y la enseñanza se traslada al ámbito del hogar. Allí, irrumpe en la escena un niño al que Jesús estrecha entre sus brazos. No es una imagen a idealizar, una estampa de romanticismo barato ni de emoción pasajera. Es toda una definición: un abrazo implica la fusión entre dos identidades.
Por ello quien reciba a un niño como lo más importante, y lo cuide y proteja, está recibiendo a Jesús, y está recibiendo a Aquél que lo ha enviado.
Y más aún: nuestros éxodos implican también esa identificación total con los más pequeños, al mismo modo del Señor, y eso precisamente es lo que hemos dejado de lado.
El Reino es tierra nueva de servidores humildes que sólo ansían el bien del otro antes que el propio, que se hacen los últimos junto a los que no cuentan, y que abrazan a Dios sirviendo a los que para el mundo nada cuentan ni importan, misión decisiva de Jesús de Nazareth, misión de su familia, esto que llamamos Iglesia)

Paz y Bien

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