Un viaje bendito

Para el día de hoy (12/09/12):
Evangelio según San Lucas 6, 20-26


(El sermón del monte es quizás simbólicamente, la inauguración del tiempo pleno del Reino y de la Gracia.
Es inevitable -y también necesario- contraponer el descenso del Sinaí de Moisés con las tablas de la Ley frente a este Dios descendido entre nosotros, Cristo de nuestra esperanza y nuestra alegría. Es el éxodo definitivo de la esclavitud de la Ley a la libertad plena de las hijas y los hijos de Dios, con signo perpetuo de felicidad, de buena ventura.

En la ilógica del Reino, nos liberamos de la carga gravosa de la Ley para volvernos felizmente esclavos de la Gracia.
En la aparente paradoja de la Buena Noticia, la felicidad -la plenitud- es para todos aquellos a los que el mundo considera ajenos a cualquier pequeña parcela de alegría, los pobres, los hambreados, los que lloran. Y también para todos aquellos que se atreven a asumir como propias la pobreza, el hambre y el sufrimiento de sus hermanos, aún cuando esto signifique un desafío a los poderosos, una subversión que implique persecuciones y desprecios, la misma cruz de Aquél que no se reservó nada para sí mismo y en todo se dió a los demás.

Así los ayes que expresa el Maestro son más que una admonición desde una cátedra abstracta, son un bravo llamado a mirarnos corazón adentro, y a interpretar la realidad y la historia en clave del Reino.
Porque sobreabunda la pobreza porque hay muchos que nadan en una opulencia a menudo obtenida a costa del esfuerzo y la miseria de tantos. Porque más que hambrientos hay hambreados, millones sin sustento, y en muchas mesas desborda el lujo. Porque el llanto es también consecuencia de una tenaz indiferencia.

El Dios de Jesús de Nazareth no es un verdugo rápido ni un juez eficaz con su balanza a mano. Es Padre y es Madre siempre dispuesto al abrazo y al perdón.
Pero al fin de nuestros días, los pobres, los hambrientos y los que lloran serán testigos de nuestra fidelidad al Evangelio. Porque ellos son los verdaderos privilegiados, los amados entrañablemente por Dios, y hacer de esta vida un viaje bendito, una buena ventura, quizás sea volverse pobre, volverse hambriento y hacerse llanto para que otro no languidezca en la miseria, para que no agonice en su hambre, para que no sucumba en el abandono y la soledad)

Paz y Bien




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