Un profeta ignorado

Para el día de hoy (15/12/12):  
Evangelio según San Mateo 17, 10-13


(Durante varios siglos, Israel sufrió como pueblo una multiplicidad de dolores: flagrantes derrotas militares a manos de sus enemigos condujeron al pueblo al exilio, a la diáspora y a la esclavitud, la destrucción de sus templos, la Tierra Santa ocupada por extranjeros.
Además de todos los sufrimientos que conllevaban estas situaciones terribles, otro peligro se asomaba en el horizonte de su historia, la pérdida de de la identidad judía a partir de la progresiva disolución del clan familiar y de los desvíos en el cumplimiento de la Ley de Moisés.

Aún así, el pueblo confiaba en las promesas que su Dios le había hecho, y aguardaba con ansias la llegada del Mesías que los liberaría de toda opresión.
Y como señal de previa de ese arribo salvador, el profeta Elías regresaría a preparar el camino del Mesías, reconciliando a las familias, restaurando los caminos desviados, poniendo a las gentes dispuestas a recibir a ese Salvador.

Pero como siempre, la literalidad es causa de todos los fundamentalismos, y suele ser fatal. Los escribas enseñaban ese paradigma acerca de Elías, pero lo suponían glorioso, imponente, en plan de castigo y vindicta de acuerdo a sus estrechas miras.
Toda otra voz profética que no encajara en este modelo predeterminado, sería -en el mejor de los casos- ignorada por considerar que no provenía de Dios.
Así entonces Jesús de Nazareth les dice sin ambages que Elías ya había regresado, que su Espíritu profético resplandecía en Juan el Bautista y que, por ello mismo, lo despreciaron, lo vituperaron y lo asesinaron.
Y el que rechaza al profeta, rechaza también al que anuncia y al que lo envía, por ello mismo el Maestro soportará toda clase de padecimientos hasta el horror y el oprobio de la cruz.

Este camino de Adviento dista mucho de ser confortable y bucólico.
El Adviento es tiempo de profecía y conversión, de espera transformada, y hay que volver a escuchar a los Elías y a los Juanes de nuestros días, presencia ciertas que nos hacen regresar al hogar de la fraternidad, a la familia de la Gracia, a esos ámbitos de justicia que estas tierras ansían, para ser fértiles a Aquel que nos viene naciendo)

Paz y Bien

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