Nuestras frágiles barcas


Para el día de hoy (09/01/13):  
Evangelio según San Marcos 6, 45-52
 
(Ellos no habían comprendido el milagro de los panes, y el Evangelista afirma sin dudar que su mente estaba embotada. 

Vale recapitular brevemente: luego de alimentar a miles en el desierto, Jesús es identificado como el nuevo Moisés, el Mesías esperado; por el Evangelista San Juan sabemos que esas gentes querían coronarlo rey de Israel.
Esa es la ideología imperante que embota las mentes de los discípulos, pues suponen un Mesías glorioso, pleno de poder implacable que se alce victorioso por sobre sus enemigos. Y ellos no serían ajenos a esa gloria y la compartirían. Por ello sus compañeros son discípulos con un largo camino de aprendizaje en vida compartida antes que partidarios o cortesanos de un nuevo rey.
Jesús de Nazareth es un rey muy distinto.

Frente a ello, el Maestro -Servidor de todos- ordena que se embarquen hacia la otra orilla del lago, y hacia la otra orilla de ese esquema equivocado y opresivo, mientras Él se retira a la montaña a orar. La tentación es muy fuerte para todos, para el Maestro también.

Ya había oscurecido, y los discípulos reman inútilmente. No puede avanzar porque tienen el viento en contra, porque están cansados.
Él los vé, sabe bien qué es lo que les sucede. 
Por eso se dirige a ellos por sobre el mar, y pasa de largo. Ellos gritan, pues creen haber visto a un fantasma; a su cansancio y a sus horas fútiles se les suma un miedo creciente.
Así entonces el Maestro les dice palabras de re-creación y liberación, Palabras de Dios: ánimo, a no temer, soy yo, al igual que el creador en la zarza ardiente, al igual que el Mensajero frente a esa muchacha campesina de Nazareth. Por ello, cuando Él sube a la barca los vientos se calman.

En estas frágiles barcas que somos, en estas pequeñas barcas de nuestras comunidades y de la Iglesia nos sucede lo mismo. Cuando Él no está a bordo, todo esfuerzo deviene inútil, los vientos-vicisitudes cotidianos nos detienen, nos enturbian la vista y seguimos viendo a un fantasma, no al Cristo de nuestra Salvación, un Dios preocupado y ocupado por todas las necesidades de sus hijas e hijos, un Dios que ama la mesa grande y el pan compartido, un Dios de canastas y canastas llenas de misericordia y compasión, un Dios lejano a toda gloria y poder mundanos.
El Dios de Jesús de Nazareth es todopoderoso porque es amor)

Paz y Bien






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