Ayuno, limosna y oración


Miércoles de Ceniza

Para el día de hoy (13/02/13):  
Evangelio según San Mateo 6, 1-6. 16-18

(Existe una arraigada costumbre que es la de revestir a la Cuaresma de un tiempo de rostros severos, rictus rígidos con tristeza y seriedad evidentes; así, se torna en ciclo en donde habrá exactitud litúrgica pero poco corazón y escasa conversión.
Ello está lejos de la Buena Noticia, y en consecuencia es una actitud des-graciada.

La Cuaresma ha de ser un tiempo propicio para que se nos renueve la esperanza, para asumir la cruz de Cristo y todas las cruces, las propias y las de nuestros hermanos dolientes, porque en el horizonte destella el amor asombroso de la Resurrección.
Su signo es esa cruz que nos tizna las frentes con esas cenizas que pueden dispersarse al viento, pero que no desaparecen, signos de corazones que se convierten a Dios y, por lo tanto, al hermano, en el sacrificio inmenso del Gólgota, en la ofrenda de la existencia para que otro viva.

Así, ayunamos con serena alegría para enfocar la totalidad de los sentidos en lo que verdaderamente cuenta, y esa pequeña privación se transforma también en ofrenda, signo del pan que se comparte, reparte y alcanza para todos. Habrá comida en la mesa del hambriento cuando con mansa decisión nos neguemos a nosotros mismos parte del sustento, y es también símbolo para ese egoísmo militante que tantos esclavos produce.

Así, la limosna se vuelve un acto de justicia y parte del culto verdadero al Dios de la Vida cuyo rostro resplandece en los más pobres. No damos las sobras, entregamos lo propio para que otro no pase necesidad, para cuidar a los abandonados, para declarar de modo solemne que Dios no olvida, que Dios está entre nosotros, que la miseria es ofensa.

Así, la oración se nos vuelve tan imperiosa como el respirar, escucha y respuesta a ese Espíritu que nos resuena en las honduras del alma, haciéndonos decir Abbá!, reconociéndonos hijas e hijos de un Dios que es un Padre que nos ama y una Madre que nos cuida, Dios que nos busca constantemente, Dios que se desvive por nuestra felicidad.

Quiera ese Dios que en esta Cuaresma nos volvamos cercanos, muy cercanos al hermano, como ese Jesús hermano de todos nosotros)

Paz y Bien

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