Vides de coraje y esperanza


Para el día de hoy (01/03/13):  
Evangelio según San Mateo 21, 33-46

(La parábola de los viñadores homicidas, al igual que todas las parábolas, no debe ser leída ni interpretada en forma literal, pues de ese modo se pierde el inmenso sabor de los signos y los símbolos que nos hacen ir más allá de lo aparente, trascendiendo corazones y miradas. Por ello mismo, en la fé cristiana -y quizás en todas las religiones- la literalidad abre paso a los fundamentalismos, tan ajenos y contrarios al Reino de Dios que inaugura Jesús de Nazareth.

Otra cuestión muy importante es que Jesús enseñaba mediante parábolas pero, especialmente, a través de un lenguaje que sus oyentes comprendían de modo cabal, pues se trataba de cosas que vivían a diario, y esto es algo que quizás hemos perdido en nuestras capacidades dialógicas con mujeres y hombres de este tiempo y de nuestros lugares.
El Maestro les habla -mayoritariamente- a campesinos y pescadores: todos ellos sufrían las consecuencias de los grandes latifundios instaurados en la Palestina del siglo I, de propietarios extranjeros cuyas tierras los campesinos arrendaban a un costo monstruoso y opresivo, pues inevitablemente y a pesar de una vida de trabajo, esos campesinos estaban precondenados a la pobreza.
Por aquellos tiempos, en plena ocupación imperial romana, surge el movimiento político-religioso zelota, que propugnaba la liberación de Israel mediante el uso de las armas; los campesinos sabían que la Ley establecía el derecho de reclamar una tierra como propia cuando ésta se encontraba vacante. De allí la referencia a la muerte del heredero, del hijo del dueño. El Reino jamás llegará por la lucha armada ni por la violencia, por más razones de justicia que se esgriman.

Sin embargo, así como toma una distancia profunda de los zelotas, Él se dirige especialmente a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a la nobleza sacerdotal y a la nobleza laica que detentaban -bajo el paraguas romano- el poder sobre el Pueblo Elegido, un pueblo que consideraban de su propiedad al modo de un terrateniente, un pueblo al que se creían con derecho a sojuzgar y someter según sus criterios, un pueblo que debía obedecerles sin hesitar, pues se creían revestidos de un poder divino de un Dios omnipotente pero, a la vez, ausente.

Esa postura no admite disensos ni nada que asome como competencia, y se reacciona con violencia. Así toda voz profética es considerada una amenaza que debe ser acallada. Por ello mismo el encono en suprimir la voz del rabbí nazareno; la solución a ese manso peligro se encontrará en la muerte que buscarán con afán.

A través de los tiempos, ese Dios providente ha enviado mensajeros para que la viña fructifique en vides plenas y abundantes.
Aún así, los escribas y fariseos de toda laya y todo tiempo se han encargado de remitir al silencio a esas voces vivas, muchas veces con la violencia física, otras tantas mediante cánones y códigos que, tristemente, se han deificado.
Pero nosotros no conocemos otra ley que la del amor.

Con todo y a pesar de todo, esta viña que conocemos como Iglesia ha de producir vides magníficas desde los pobres y los pequeños, vides de coraje que nunca se calla, vides de esperanza que aunque haya malos tiempos, pujan frutales sin descanso.

El Reino acontece entre los pobres porque nuestro Dios es el más pobre de todos. De todo se ha despojado, hasta de su propio Hijo, y por un amor inclaudicable lo ha puesto en nuestras manos)

Paz y Bien

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