Del realismo mágico a la realidad plena de misterio y eternidad



Santos Ángeles Custodios

Para el día de hoy (02/10/13):  
Evangelio según San Mateo 18, 1-5.10




(En estos tiempos que nos ha tocado vivir, impera la cultura de la instantaneidad, de la inmediatez, universos prefabricados a los que se accede mediante simples manipulaciones, en desmedro de la paciencia que exige todo crecimiento, de los tiempos propios de cada persona. Ello también trae aparejado en ciertos sitios -y en esta América Latina que amamos con notable asiduidad- cierta tendencia a aferrarse a lo mágico, a las supersticiones.
A menudo, todo ello es consecuencia de la necesidad de escapar de algún modo de una realidad tan agobiante. De una fé que se ha estancado y en la que no se ha profundizado. De que la Iglesia no se ha vuelto mensajera y signo de esperanza. 
De que es más fácil buscar soluciones llovidas de diversos cielos a cargar la cruz en busca de la Resurrección. Y sinceramente, el realismo mágico nos gusta en demasía -es muy dulce- y lo preferimos inefablemente a la hiel amarga de ir contra corriente.

Sin embargo, Jesús de Nazareth nos ha revelado que en la realidad del más acá bulle y florece por todas partes la eternidad, un más allá germinal que se asoma a cada instante.
Nuestra realidad -esta misma, el aquí y el ahora- está fecunda de infinitud. El Dios del Universo lo ha decidido y resuelto en el milagro insondable y amoroso de la Encarnación, uno de nosotros, un Dios absolutamente pobre que se despoja de todo -hasta de su mismo Hijo- para que todos vivamos, y vivamos plenamente.

Lo que sucede es que hemos escogido la ceguera.
Y para volver a abrir los ojos es menester hacerse niños. Esto no es un condicionante que nos conduce a páramos de ingenuidad, a neutros e inocuos paisajes naif.
Hacerse niños es volver a descubrirnos frágiles y dependientes -hasta el más bravo, hasta la más entera-, y que a pesar de ello todo lo podemos desde ese Dios que es un Padre y es una Madre también.

La realidad se transformará para nosotros cuando, como niños, recuperemos una jubilosa capacidad de asombrarnos por la vida que se nos ha regalado, por todos los dones que de continuo se nos ofrecen, por los mensajeros de eternidad que están entre nosotros, porque con todo y a pesar de todo las fuerzas del bien -los ángeles- no podrán retroceder.
No estamos solos, jamás lo estaremos, la mano bondadosa del Dios de la Vida estará siempre aquí, por delante abriendo caminos, a nuestro costado para ir acompañados, detrás nuestro cuidándonos las espaldas en cada uno de los instantes de nuestras existencias)

Paz y Bien

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