Tiempo de espera, tiempo de servicio




Para el día de hoy (23/10/13):  
Evangelio según San Lucas 12, 39-48




(Ninguna linealidad es buena y toda literalidad es funesta en la lectura de la Palabra de Dios. De allí surgen todos los fundamentalismos, se cultivan los miedos y se articulan razones que pretenden esconder la verdad. Es menester buscar en las profundidades del texto la teología, es decir, la enseñanza espiritual para la comunidad y para cada uno de nosotros.

Así entonces las parábolas hablan, de atención, de esperanza, de servicio, de alegría, y no de un amo severo dispensador de latigazos o castigos y punitorios graduales para los que han quebrantado las normas, premiador de los que se han comportado de acuerdo a sus expectativas. 
Porque el Dios de Jesús de Nazareth nada tiene que ver con esos criterios que solemos adjudicarle, criterios de trueque y comercio, de premios y castigos, de juez y verdugo. Es un Padre que nos cuida, una Madre que nos ama. Y por ese amor se establece su justicia, y germina el derecho, nó por nuestros méritos acumulados.

Con una habitualidad pasmosa, nos hemos dejado embaucar por el confort y el hedonismo. Pensamos que goces y alegrías son individuales. Pero por allí se perece, pues son fines en sí mismos sin trascendencia, sin otro horizonte más que el egoísmo.
La felicidad, esa auténtica alegría perenne, siempre es compartida. Y se magnifica y acrecienta en tanto que más participen de su sol.

En esos andares, no se puede perder de vista el hacia donde vamos. El regreso definitivo del Señor -presente en los pobres y en los pequeños, vivo en la Eucaristía- se lo dibuja como cuestión de final, de demolición con fuegos artificiales, shows fílmicos.
Pero el regreso del Señor es la certeza plena que no estamos solos, que está volviendo para re-unirnos, para que se sienten a su mesa infinita sus hermanas y hermanos de toda la historia, momento eterno de reencuentro definitivo.

Hay un mientras tanto que es tiempo de espera. Más con un horizonte tan pleno, esa esperanza se activa y alerta en inminencia y en esa atención que se amplía cuando salimos de nosotros mismos.
Porque la esperanza es tal cuando la mirada está puesta en el otro, especialmente en el que sufre, y cuando los esfuerzos se dedican al cuidado, a la protección de los débiles, a sostener sonrisas y cortesías, a hacer de estos páramos ambientes más humanos, genuinamente humanos, donde el sobrevivir pase al olvido y nos quede el vivir en plenitud con los demás)

Paz y Bien

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