Ese terrible conformismo



Para el día de hoy (01/04/14):  
Evangelio según San Juan 5, 1-3.5-16


El Templo de Jerusalem, además de imponente era enorme, y cientos de peregrinos lo visitaban a diario; este número se multiplicaba para las festividades más importantes. En sus altares, de continuo, se sacrificaban animales de acuerdo a la Ley mosaica: todo ello implicaba que hubiera una notoria necesidad de agua para abluciones, purificaciones o mera limpieza.

Los miles de litros de aguas que recorrían su entramado provenían de varias cisternas; a una de ellas en particular -llamada Betzatá- eran llevados los enfermos, pues se le adjudicaban a esas aguas poderes curativos. Ahora bien, nos encontramos en el mismo centro de la ortodoxia judía, y por ello cada enfermo es un impuro que sufre su dolencia a consecuencia misma del pecado, por lo cual es preferible evitarle para así no quedar impurificado para los ritos y para la vida social. Por ello mismo, los enfermos dependían del auxilio escasos de los que pasaban por allí, para sumergirse en la piscina y, tal vez, encontrar un remedio cuasi mágico a sus penas.

Demoledora paradoja: a pasos nomás se rendía culto a Dios, y al lado se abandonaba a los que sufrían. Los miles de litros de agua probablemente purificaban el Templo, más nó los corazones de esas gentes.

El extremo está en ese hombre: treinta y ocho años intentando conseguir sumergirse primero -cierta tradición o superstición sindicaba que el primero en la inmersión, en un momento especifico, quedaría curado-, treinta y ocho años sin una mano amiga, ni un gesto compasivo. No es un artilugio literario imaginar que su postración fuera causada también por el abandono al que está sometido.

Porque lo terrible es el conformismo, que es la peor de las expresiones de la resignación, en donde el que sufre es una parte más -habitual e infaltable- del paisaje. El desamor, la desidia, el olvido y las omisiones son causa y magnifican todo dolor. Y nada -nada- tienen que ver con el Dios Abba de Jesús de Nazareth.

A la vera de nuestras piscinas/calles sigue habiendo muchos postrados, derrumbados por una existencia que no ha tenido demasiadas contemplaciones.
Y es tiempo de opciones fuertes, definitivas, sin medias tintas. Para que el que sufre se ponga de pié, para que se vuelva a enarbolar lo humano como algo habitual, con el desprendimiento y la generosidad propias de esa Misericordia que sostiene al universo.

Paz y Bien

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