Pan escandaloso, comida de locos




Para el día de hoy (09/05/14):  
Evangelio según San Juan 6, 51-59



El pan, por sí mismo, es sólo una hechura de harina fermentada con levadura que sirve de sustento, y no tiene mayor sentido que el de su utilización práctica.
Ahora bien, cuando consideramos que detrás del pan está el sacrificio del trabajo para que alguien lo ganara con su esfuerzo, está también quien lo ha amasado y horneado y, especialmente, hay alguien que lo vá comer, que se vá a alimentar de ese pan. A partir de allí, el pan se reviste de amor, de familia, de la dignidad de los que trabajan, de la ofrenda silenciosa de los que preparan comida y mesa, de los sacrificios realizados con serena alegría para que los que uno ama no pasen necesidad, y el hambre retroceda. Desde esta obvia perspectiva, la simpleza del pan adquiere una trascendencia enorme.

Tal vez por ello está tan venido a menos el valor intrínseco del trabajo, que es por lejos más que una torpe variable económica, o peor aún, una abstracción que se mira de lejos y se estudia sin compromiso, deshechando con ofensiva rudeza su fuerza profunda que conquista dignidad y derechos, y propala amores.

Los críticos de Jesús eran iguales de literales y se ubicaban lejos, observadores neutrales sin compromiso. Por eso se escandalizan, porque ese rabbí galileo identificado absolutamente con Dios rechaza cualquier abstracción y se vuelve demoledoramente concreto: la vida eterna acontece cuando comemos su carne y bebemos su sangre, y aquí hay una literalidad que no admite demasiadas simbologías.

Es la realidad de la vida entregada, de la vida ofrecida, de la vida divina asumida en nuestras limitadísimas corporalidades para que nadie muera, para que todos vivamos para siempre.

Y es también comida de locos, pues en este mundo desolado y cuerdo se reunen a celebrar la vida y a agradecer aquellos locos que han comprendido que el Pan de Vida no se consume por méritos ni es un rito más, sino que es la vida misma de Dios ofrendada a pura bondad y generosidad, incondicionalmente, una infinitud que se comienza a saborear aquí y ahora.

Paz y Bien

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