Corazón mariano



Inmaculado Corazón de María

Para el día de hoy (28/06/14) 

Evangelio según San Mateo 8, 5-17





Puente humilde y cordial entre la eternidad y nuestras limitadas existencias es el corazón inmaculado de María de Nazareth.
En Ella acontecen todas las maravillas, todo se hace posible y refleja como nadie la luz divina por ser tan transparente, tierra sin mal, pura Gracia que la transforma, anticipo cierto del Hijo, y al igual que Él, poseedora de un corazón que, por sobre todas las cosas, ama.

Los corazones marianos son aquellos que se descubren mínimos, pequeñísimos, insignificantes pero aún así amados hasta el extremo por ese Dios que se revela Padre y Madre, un Dios que los habita y los florece, un Dios que los bendice con plenitud, felicidad perenne que ninguna cruz -por dolorosa o cruel que fuere- puede desterrar.

Los corazones marianos son aquellos que son capaces de cobijar en el rescoldo de sus honduras a la Palabra, y dejar que germine para que la nueva vida y los buenos frutos se hagan presentes.

Por su escucha atenta, por su seguimiento y, sobre todo, por su confianza, María de Nazareth es hermana, es discípula y es Madre.

En un corazón así todo lo bueno y santo es posible.

Ella es el ejemplo perfecto de que la fé, que es don y es misterio, dá su primer paso a partir de la confianza. Y que esa confianza no es la adhesión a un dogma, la pertenencia religiosa o la ratificación de credos. 
Esa confianza es creer en Alguien, Aquél que no nos abandona. Creemos porque confiamos y nos confiamos en Cristo, como ese centurión romano ejemplo del salto enorme que implica el creer, aún cuando en apariencia su oficio y su origen lo arrinconen bajo otros rótulos.

Por eso, un corazón mariano no se deja envolver por la dialéctica espúrea de amigo/enemigo, sino que solamente descubre hijos y reconoce hermanos.

La teología es muy importante. Pero más importante es el amor de Madre que descubrimos en nuestros días y los afectos que le sepamos profesar. Pues donde está la Madre, está el Hijo.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...

María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad.

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