El lugar de donde venimos



San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia

Para el día de hoy (01/08/14) 

Evangelio según San Mateo 13, 54-58



Los preconceptos no son buenos, minimizan cualquier amplitud de miradas. En cierto modo implican un molde a lo que todo debe adaptarse, y cuando ello no ocurre, surge la necesidad de que, a la fuerza, lo nuevo se amolde a la estructura prefijada.

Los paisanos nazarenos de Jesús se habían así quedado con el viejo molde. Él no podía hablar como hablaba, ni hacer lo que hacía, ni tener autoridad alguna, pues ese pretendido rabbí era el hijo del tekton, del carpintero, y de María, y vivían allí sus hermanos o parientes. Se habían quedado aferrados a una imagen y dejaban de lado de manera flagrante a la persona real. De allí el escándalo que les crecía, y más aún en su sentido literal, pues el término skandalon remite a la piedra con la que uno se tropieza cuando vá caminando. Y ellos, frente a este Cristo que creían conocer bien pero en verdad desconocían por completo, los hacía tropezar y caer al suelo con el estruendo de su estupor.

Así entonces en su querencia no realizaría demasiados signos o milagros. Los milagros no son solamente cuestiones de la bondad divina, sino mixtura santa del amor de Dios y de la fé del hombre. Y cuando falta esa confianza fundante, la Gracia busca terrenos más fértiles para que el Reino germine.

Sin embargo, el lugar de donde venimos es importantísimo. Confiere identidad y revela muchas cosas, y que Jesús el Cristo fuera originario de Nazareth, que su padre fuera el tekton del pueblo, que su madre fuera María es parte también del misterio de Dios que ha querido encarnarse, ser parte de la historia humana a partir de una cultura específica, en un tiempo determinado y propicio, pero muy especialmente de un modo poco pomposo e imponente, que confunde en su sencillez y humildad y que pertenece a esa periferia galilea sospechosa, la periferia de donde nada bueno puede esperarse.

Quiera Dios que este Cristo sea escandaloso también para todos nuestros preconceptos, que confunda nuestros prejuicios y nos altere las caricaturas que nos hemos hecho de su persona, para con el auxilio del Espíritu poder al fin encontrarnos con el Cristo hermano y Señor de nuestra salvación.

Paz y Bien

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