A la luz de la Palabra



Para el día de hoy (31/12/14) 

Evangelio según San Juan 1, 1-18




Fin de año, Año nuevo. 
Final y comienzo. 
Para muchos, es la época del año en que se hace un balance de lo vivido en los doce meses pasados. Otros saludarán -con mayor o menor sinceridad- a amigos y conocidos con deseos de buena ventura, de felicidad y prosperidad para el ciclo que está a las puertas. Otros, más golpeados por muchas cuestiones, tal vez ansíen que el 2015 les depare tiempos más leves, menos gravosos, un poco más de aire. Que haya justicia, que haya paz, que no falten salud y trabajo, que la corrupción deje de agraviarnos con sus inhumanas infamias, que la vida sea protegida.

Pero los buenos deseos no bastan. Sabemos que tipo de rutas pueden asfaltar las buenas intenciones. Es imprescindible poner manos a la obra, garra y corazón. Dejar de ser espectadores estupefactos y estériles de la propia existencia.
El año que comienza ha de construirse, ha de edificarse con paciencia, con humildad, desde la mansedumbre y la generosa fraternidad. Que no vivimos solos, que la plenitud acontece desde el nosotros antes que desde el yo aislado. 

Una obviedad: no se puede andar a tientas, a los tumbos continuos por errar las veredas justas.
Por eso es menester elegir -con coraje y con confianza- caminar y trabajar a plena luz, y a la luz de la Palabra.

La Palabra es Palabra de Vida y Palabra Viva. Actúa misteriosamente en los corazones.

Contrariamente a las limitadas certezas mundanas, la Palabra no es una idea ni un concepto abstracto. La Palabra es una persona, Verbo de Dios que asume nuestra humanidad para el rescate de los perdidos, para el reencuentro de los extraviados, para la felicidad de todos.

¡Muy feliz año para todos!
Y que sea un año luminoso, y pleno de esperanzas.

Paz y Bien
 

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