Cátedra de Moisés. Cátedra de Cristo


Para el día de hoy (03/03/15) 

Evangelio según San Mateo 23, 1-12




En la lectura que nos ofrece el día de hoy la liturgia, Jesús de Nazareth se dirige muy especialmente a sus discípulos y seguidores y prefiere dejar de lado cualquier ganas de lanzar diatribas contra escribas y fariseos.

Contrariamente a la categorización moral usual que se les suele endilgar, esos hombres eran profundamente religiosos; pero ello también indica que a veces en nombre de Dios pueden cometerse las peores atrocidades, y desviarse de la vida y la libertad.
La cátedra de Moisés, puntualmente, refiere a la enseñanza y a la interpretación oficiales u ortodoxas de la Ley, es decir, a los 613 mandatos o preceptos que de allí se desprenden. Ellos se componen de 365 mandatos prohibitivos y 248 mandatos positivos, unos que se corresponden a cada uno de los días del año y los otros, según la enseñanza rabínica, a todos y cada uno de los huesos del cuerpo. Es decir, en esos 613 preceptos se encuentra englobada la totalidad de la vida y de allí, el cómo ha de regularse la relación con Dios.

Escribas y fariseos a su vez recogen comentarios y discusiones rabínicas a la Torah que forman un corpus llamado Talmud, que debería complementar devocionalmente a esa Torah ofrecida al pueblo por Dios a través de Moisés.
El problema es que escribas y fariseos han suplantado la fuerza viva de la Palabra de Dios por la imposición de la férrea observancia a tales preceptos, y de esa manera interponen vidrios opacos a la luz clara del sol: a su vez, establecen un rígido sistema de jerarquías y exclusión, de algunos puros y mejores por sobre una miríada de impuros y pecadores en donde, es claro, ellos no están. Obligan a cumplir cuestiones que ellos dejan de lado, y se aferran a la mera exterioridad.

Por eso la advertencia del Maestro: es muy importante y valioso lo que custodian, pues esa Ley proviene de Dios y Él ha de llevarla a su cumplimiento pleno de sentido y trascendencia. Lo que ha de descartarse es esa actitud de corazones sin conversión, del reconocimiento afanosamente buscado, del yo por delante del nosotros y de Dios.

Pero hay más.
En la comunidad cristiana ha de primar el poder como servicio y la fraternidad, pues todos somos por igual hijas e hijos de Dios, hermanos vinculados por lazos perennes.

La Cátedra de Cristo, tan tristemente olvidada a menudo en esta Iglesia que amamos, es la Cátedra de la Gracia, de la generosidad, del perdón, de la misericordia, de poner por centro y por destino a ese Cristo que nos congrega, sana y salva.

Paz y Bien

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