Permanecer en el amor de Dios




Domingo Sexto de Pascua

Para el día de hoy (10/05/15):  

Evangelio según San Juan 15, 9-17




La lectura del Evangelio nos sitúa en la Última Cena. Es un momento tan decisivo y crucial, que su intensidad se prolongará a través de los tiempos: el memorial de esa mesa fraterna congrega hoy a los amigos y hermanos de Jesús, y actualiza la Pasión y Resurrección del Señor.

Es una despedida extraña de un hombre que se encuentra a las puertas de una muerte horrorosa, pero de una muerte que en entera libertad elige para el bien de los suyos, para el bien de todos, para que no haya más crucificados, en total fidelidad a los sueños de su Padre.
La revelación que allí realiza, quizás, aún no ha sido aceptada en su total dimensión, y se trata del insondable e infinito amor que Dios nos tiene.

Su primacía es fundante: el Dios de Jesús de Nazareth siempre tiene la iniciativa. Su amor es ágape, es decir, que hay un abismo frente a cualquier querer, a cualquier veta romántica. Tal vez englobe a ello -philos, eros, cáritas-: ágape implica que el amor es ser para otro y actuar para otro, sin reservas, aún cuando esa carencia de límites implique el sacrificarse por quien se ama.

Ello es fundante, y tan decisivo que quiebra la historia, desalojando toda veta abstracta. El amor de Dios es concreto, real, siempre actual y presente. Descubrirnos hijas e hijos queridos por Dios nos transforma de esclavos o siervos de pautas impuestas por dioses alejados en mujeres y hombres libres. 
El hecho primordial de nuestra libertad no está dado por la ruptura de todas las cadenas que se nos impongan, sino antes bien por reconocernos amigos de ese Cristo que es nuestro hermano y nuestro Dios, idéntico a Dios y tan parecido a cada uno de nosotros.

Esa libertad concedida sin condiciones es dinámica. El amor siempre es movimiento, jamás pasiva quietud, siempre es salir de uno mismo e ir al encuentro del otro. Encontramos sentido y plenitud y la propia existencia en el servicio, vida ofrecida al prójimo, prójimo que se edifica en esa búsqueda cordial.

Permanecer en ese amor sin condiciones es seguir siendo libres y reafirmar nuestra vocación primera de felicidad, destino eterno de alegría para toda la humanidad que sabe celebrar la vida del hermano en cada encuentro.

Paz y Bien

0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba