Pedro, nuevo nombre para una nueva misión



Santos Pedro y Pablo, apóstoles

Día del Papa

Para el día de hoy (29/06/15):  

Evangelio según San Mateo 16, 13-19




Cesarea de Filipos, cercana al monte Hermón y en donde el Evangelio para el día de hoy nos sitúa, es el espacio geográfico que no responde solamente a un ámbito geográfico sino también espiritual.
La antigua Panias -Banyas o Panion según la cultura-, originalmente edificada en honor al dios griego Pan, había sido ampliada y embellecida por Herodes Filipos -hijo de Herodes el Grande, tetrarca de la zona- en honor y homenaje al César Augusto, el emperador de gran parte del mundo elevado a la categoría de deidad, el poder ante el que se debe someterse e inclinarse y al que se le rinde culto y pleitesía. Es también símbolo de las esperanzas truncas de la nación judía, pues allí reyezuelos vasallos homenajean al opresor al que le deben su cargo y corona menor, la opresión glorificada, la decadencia política y la disolución de una identidad tan peculiar como la de Israel.

No hay casualidades ni procesos azarosos. Hay causalidades profundas, pues a pesar de todo y de todos el Espíritu de Dios sigue fecundando la historia y alentando los corazones de los hombres.
Por eso no es para nada casual que allí, en donde hay toda una ciudad que es referencia humillante del poder y la opresión y en donde se ha deificado a un César que somete a millones, un pequeño grupo de hombres humildes -casi marginales- reunidos como comunidad de discípulos, confesará abiertamente y sin ambages que Dios está con ellos y entre ellos en la persona del Hijo de Dios, y por ello, que el emperador no es dios, sólo un tirano opresor que se sostiene mediante la fuerza brutal de las legiones y el sometimiento de pueblos enteros. Por allí, por esa vía, el Reino de Dios en el que confían y por el que esperan, por allí no pasa. Llega por el Mesías, por el Redentor de toda opresión, por el Siervo manso de todas las naciones.

Simón Bar Jonás es galileo -Shimón Bar Iona, Simón hijo de Jonás-, probablemente de Betsaida, pescador de oficio. Como se verá a través de los Evangelios, es un hombre de un carácter voluble y apasionado, a menudo torpemente tozudo en reafirmaciones vanas. Lo ganan las pasiones y también lo doblegará el miedo, al punto de negar con fiereza cualquier cercanía al Cristo preso en manos de sus enemigos, un Cristo por el que horas antes había jurado luchar y morir.
Pero es precisamente ese hombre débil el que confiesa sin vueltas y taxativamente a Jesús de Nazareth como Cristo, Hijo de Dios vivo. La contundencia de su afirmación estremece, y es la pacífica y firme contundencia del Espíritu de Dios que se expresa por la fé de los creyentes.

Simón, desde ese momento, tendrá un nombre nuevo, Cephas en arameo, Petrus en la cultura grecolatina, piedra y roca sobre la que Cristo edificará la asamblea de los fieles, comunidad a la que llama Iglesia.
Es Cristo el que edifica junto a los hombres, porque de Cristo son las primacías, piedra angular de todo destino. Y la Iglesia es por sobre todo comunidad de fé que no será arrollada por temporales de muerte, pues sus cimientos se encuentran en Cristo, quien es la vida misma.

Nuevo nombre para una nueva misión, misión definitiva signada por la fé y expresada en el servicio. Pedro será fiel a esa vocación cuando su fundamento sea Cristo, cuando sea el último entre sus hermanos sirviéndolos sin condiciones, cuando no descanse en la búsqueda de la unidad de sus hermanos.

Primus inter pares en la caridad, a Pedro se le han confiado las llaves del Reino, llaves talladas a mansa fuerza de compasión y misericordia.
Tendrán sus manos el asombroso poder del perdón, que desata los nudos del odio y del rencor que aprisionan corazones y existencias, y que a su vez vuelven a anudar en fraterna libertad a los hermanos que por diversas miserias se han alejado o separado. Es misión religiosa, pues religión es re-ligar, re-unir a los hombres entre sí y con Dios.

La tarea es enorme y ha sido confiada en manos de hombres débiles, que se agigantan en el servicio porque es Cristo quien los sustenta y el Espíritu quien los alienta.

Paz y Bien

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