Estar en vela




Santa Mónica, memorial

Para el día de hoy (27/08/15): .

Evangelio según San Mateo 24, 42-51




Cierta tendencia religiosa infiere, a partir de la lectura para este día, la espera atenta de la Parusía, del regreso glorioso y definitivo del Señor. Es claro que ello no está nada mal, por el contrario, es uno de los fundamentos de la fé cristiana y de las esperanzas, la certeza de que Él volverá.
El problema estriba no tanto en esta espera/esperanza, sino en imaginarse un regreso difuso, post mortem, un Cristo-idea desencarnado de la historia y de lo cotidiano, un Dios al que se imagina juez y verdugo de los tiempos finales, dispensador de premios y castigos.

Cada uno y todos como comunidad, indefectiblemente, cosechará lo que ha sembrado en el trascurso de su existencia, aún cuando a veces ninguna semilla se siembra. La omisión es la cizaña más tóxica.

En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la luz artificial era muy valiosa. Se obtenía mediante lámparas alimentadas a aceite, toda vez que las velas -muy caras- se utilizaban solamente en el culto. Y como también el aceite era oneroso, una sola lámpara debía bastar para iluminar a toda la vivienda familiar, que habitualmente constaba de una sola habitación común.
Así entonces, velar, estar en vela, estar despierto en medio de la noche refiere a una cuestión por entero valiosa, importantísima, para no caer en ninguna sombra.

Estar en vela implica reconocer con la propia existencia que Cristo está volviendo ahora mismo, y que se lo encuentra en el rostro de los pobres, en el abrazo del hermano, en los ojos de los que amamos, en el pan santo compartido en mesa de amigos. 
Estar en vela es no adormecerse con las cosas, las ideas, las comodidades, el miedo. Estar en vela es redescubrir a ese Cristo vivo y presente en medio de su pueblo, y su paso salvador, la inefable y asombrosa acción de la Gracia en nuestros días.

Y estar en vela, por su fidelidad mansa y humilde sin estridencias, hace de cada creyente una pequeña lámpara encendida que sostiene la luz de la esperanza, aún cuando campeen las tinieblas del dolor y las sombras de la muerte. Que los imposibles ya no son tales porque Cristo ha resucitado.

Paz y Bien

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