En clave de misericordia




Para el día de hoy (10/09/15): 

Evangelio según San Lucas 6, 27-36



La superación de la pura letra, el arribo a la tierra prometida del Corazón Sagrado de Dios es convite primordial de la vida cristiana.
Es claro que en el plano de nuestras limitadas existencias y abundantes miserias, necesariamente nos regimos por leyes o normas de convivencia; pero aún cuando éstas tengan su significado, se limitan en aras del mundo, en la cerrazón de su no-trascendencia.

Por ello escuchar al Maestro proclamar la Buena Noticia y en ella destacar que es fundamental a ella amar al enemigo, a quien nos odia o a quien procura nuestro mal es escalofriante. En cierto modo, es elegir morir antes que buscar venganza o, mejor aún, primun non nocere, primero no hacer daño.

Pero hay más, siempre hay más.
En parte, Jesús de Nazareth inaugura un tiempo distinto en donde los pueblos no adquieren significado por sí mismos, es decir, en proyectos en donde se busca únicamente el propio beneficio sin importar otras consecuencias. En el ámbito personal, implica una expresa renuncia al ego, un éxodo del yo para pasar a un nosotros sin exclusiones.
Pero fundamentalmente, viene a despertarnos de todos los sopores con la urgencia del amor, que no es abstracto ni ensueño romántico sino bien concreto, hasta sanguíneo si se quiere. La Pasión del Señor da fé de ello. Aún así, seguimos aferrados a amores rituales y cerrados a los propios.

El apóstol Pablo lo enseña con claridad: tengamos los sentimientos de Cristo Nuestro Señor. Nada se guardó celosamente. Se despojo de su condición divina anonadándose para que estemos vivos, para nuestra Salvación.

Así, el amor a los enemigos sólo adquiere sentido y puede comprenderse en clave de misericordia, que es el amor de Dios con nosotros.
Vivir como Cristo vivía, amar como Él amaba es la magnífica ilógica y la santa invitación a convertir nuestras existencias, a ser hijos dignos de Aquél que nos amó primero.

Paz y Bien


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