Augurios de eternidad y esperanza




San Juan de Capistrano, presbítero

Para el día de hoy (23/10/15): 

Evangelio según San Lucas 12, 54-59




Jesús de Nazareth de dirige nuevamente a toda la multitud, y entre esos rostros expectantes, ansiosos y atentos quizás podamos reconocer los de cada uno de nosotros.

Su exhortación es parte de su esfuerzo ministerial porque alcancemos planos más profundos y agudos en nuestra capacidad de mirar y ver la realidad, lo que sucede y lo que nos pasa corazón adentro. 
El pueblo sabe que cuando pega fuerte el sol, hay un aguacero que se avecina. Que algunos vientos preanuncian calores y otros, fríos bravos. Que muchos árboles florecidos nos introducen certeramente en la primavera. Que cuando los políticos hablan de ajuste -de cualquier ideología, cualquier nación o cultura- se ponen serios y enhebran ajustes, se desatan inmensos sufrimientos entre los más pobres.

Por eso su enseñanza habla de esa capacidad tan humana de interpretar signos y llevarla más allá de lo evidente y superficial, porque es el tiempo del Reino y hay más, siempre hay más.
Es el tiempo fecundo del Dios encarnado, de Dios hecho hombre, vecino, pariente, de Dios con nosotros y entre nosotros.

Este tiempo, aún finito, aún plagado de tinieblas y confusos claroscuros, también rebosa de augurios de eternidad y esperanza. 
El Espíritu sigue soplando en todas partes su aliento de vida plena y libertad.

Hay que recuperar esa capacidad contemplativa de mirar y ver esos signos que se nos ofrecen, inmerecidos sí, infinitamente generosos, señales para no perder el rumbo.

Porque el Dios de la vida, en Cristo, es el Padre bondadoso que nos ha salido al encuentro y en cada esquina de la vida nos espera paciente para el encuentro y el abrazo.

Paz y Bien

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