Reduccionismos





Domingo 27º durante el año

San Francisco de Asís

Para el día de hoy (04/10/15): 

Evangelio según San Marcos 10, 2-16



La Palabra de Dios es Palabra de vida y Palabra Viva que no puede ser encerrada en interpretaciones o exégesis ortodoxas o heterodoxas: por más que se quiera acallar profetas y profecía, la verdad siempre sale a la luz.
Por ello es menester prestar especial atención al trasfondo que asoma en la lectura que nos ofrece la liturgia para este domingo, y mantenerse firme en ese postulado inicial de Palabra Viva, anuncio y profecía: tras bastidores de análisis de legitimidades, están aquellos que preferirían siempre que todo sea Ley, norma, reglamento y no Buena Noticia, viento fresco del Espíritu que renueve corazones.

Los reduccionismos siempre son peligrosos. Nosotros -nuestras miserias, nuestros pecados- somos causa y necesidad de las normas, de las tabulaciones que indiquen cómo andar porque no nos convertimos en serio, transformando la totalidad de la existencia. Adjudicarle una voluntad reglamentaria al anuncio del Evangelio que hace Jesús de Nazareth no sólo es un error grosero, sino que implica el riesgo de dejar de lado lo verdaderamente importante.

En tiempos de Jesúsd de Nazareth, quienes ejercían plenos derechos legales/judiciales eran los varones adultos, y no así las mujeres y los niños. De allí que esos hombres, en oculta intención de buscar infracciones al pensamiento correcto, le realizan al Maestro preguntas acerca de la licitud del divorcio desde la perspectiva del varón; por ello nada se dice en el mismo sentido desde la perspectiva de la mujer.

Otro reduccionismo se plantea aquí, y es la frecuente vindicación de las ideologías de género que sólo medran dignidades, y que reemplazan un problema con otro de signo apenas distinto.

Así entonces, ese Cristo nos invita a realizar un éxodo de esas esclavitudes, para arribar a la tierra prometida de la Gracia. Porque toda reflexión acerca del matrimonio debe tener por contexto mayor el amor de Dios, de un Dios que ha elegido una familia para acampar entre nosotros, que amó sin reservas a ese joven matrimonio galileo para llegarse a nuestros arrabales, un Dios que ama como sólo se ama en un ámbito familiar. No hay que tener miedo en afirmar que Dios es Padre y que Dios es familia, Santa Trinidad de la donación eterna de la vida.

En ese ámbito grande, infinito, también debe palpitar la misericordia y la compasión. El matrimonio es indisoluble porque el amor, que es Dios, no puede disolverse mediante reglamentos.
Sin embargo, nuestros errores y mezquindades a menudo son causa de dolores inmensos, de heridas abiertas, y así la Iglesia no puede seguir condenando a quienes han sido golpeados por rupturas y quieren erguirse nuevamente en perspectivas de amor y familia.
Sólo la Misericordia y la Palabra han de guiarnos nos protegen de todos los adulterios que nos ensombrecen el alma. Todos los adulterios, y no sólo los cometidos en el espacio bendito del matrimonio, que precisamente es donde dos vidas se conjugan -congiungiere, conjugados, cónyuges- en la misma dignidad de hijas e hijos de Dios para que esas vidas crezcan y se expandan, abriendo las tiendas para que descienda venturosa la bendición de los hijos.

En ese amor mutuo, se responde Sí todos los días a la esencia misma de Dios.

Paz y Bien





0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba