Lo esencial y lo provisorio




Para el día de hoy (09/02/16): 

Evangelio según San Marcos 7, 1-13




Lo que hoy se nos brinda en la lectura del Evangelio para este día es crucial; aún así, es menester que nos detengamos en un detalle importante. 
Al lugar donde el Maestro se encontraba enseñando llega un grupo de escribas y fariseos venidos desde Jerusalem: son los inspectores de la ortodoxia, los del ojo avizor prestos a detectar la irregularidad siempre, pero a la vez incapaces de atisbar siquiera una tenue luz de verdad. Su presencia allí implica una amenaza explícita, pues representan a la religión oficial que suele detestar a las almas libres y felices como la de Jesús de Nazareth.

La polémica, esta vez, rondará sobre el cumplimiento de ciertos preceptos como las abluciones obligatorias previas a las comidas. No se trata de una saludable cuestión higiénica sino religiosa, y tiene que ver con criterios de purificación que esos hombres sostenían con fiereza, así como también el modo en que debían lavarse copas, vajilla y ropa de cama. Y la verdad es que Jesús no se preocupaba demasiado por ello, ni obligaba a los discípulos a su estricta observancia. 
De allí el reclamo casi airado. Esos hombres, despreocupadamente, rompen con la tradición de los antepasados y por ello son impuros que a su vez contaminan sitios y comunidad.

Pero el Maestro sabe bien lo que se teje en cada corazón, y entiende que esas tradiciones han devenido en traiciones. Lo provisorio se ha convertido en esencial, los gestos y acciones piadosas de veneración a la Ley se transformaron en fines en sí mismos, e intentan reemplazar al Dios que les confiere sentido y trascendencia.

Pero esos hombres críticos eran, a su modo, profundamente religiosos y celosos del cuidado de su piedad errónea. Ellos discriminaban lo sagrado de lo profano con fronteras explícitas, y así separan a las gentes entre unos pocos puros y muchos impuros.

Con Cristo se inaugura un tiempo nuevo en el milagro amoroso de la Encarnación, de Dios con nosotros, y por ello la línea entre lo sagrado y lo profano se difumina, pues por ese Dios encarnado la tierra se vuelve santa, el Reino está entre nosotros. Además, el Maestro rechazaba cualquier división que menoscabara la fraternidad y renegara de ese don eterno de sabernos hijas e hijos de Dios.

Pero lo más importante es que los gestos y las intenciones no nos purifican el alma, sólo el exterior, sepulcros blanqueados y andantes. Es Dios quien purifica y transparente los corazones, es su Misericordia la nave de nuestra Salvación, y por ello todo gesto cultual es válido, es santo y es afectuosa devoción cuando su centro es ese Dios que no cesa de buscarnos.

Lo esencial, lo que permanece y prevalece es la caridad.

Paz y Bien


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