Con amor de Magdalena









Santa María Magdalena

Para el día de hoy (22/07/16):  

Evangelio según San Juan 20, 1-2. 11-18





El Evangelista se preocupa en señalarnos que los acontecimientos que nos relatará acontecen el primer día de la semana: no se trata tanto de un orden cronológico como de significar el nuevo día de la nueva creación que está surgiendo, silenciosa pero definitiva.

Nos situamos en los albores de la madrugada aún cuando persista la noche y la oscuridad, y es un llamado a no desmayar. En las noches más oscuras siempre hay esbozos de amaneceres. Nada es definitivo, sólo la vida, sólo el amor de Dios.

Así, María de Magdala se encamina a la tumba reciente de su Maestro muerto con perfumes que son como caricias postreras, honras fúnebres nutridas de afecto. Ella esboza un tiempo maravilloso aún cuando no se dé cuenta, y esos perfumes que porta quizás sean un reflejo de las cosas valiosas de su alma.
Pero ella ha salido cuando todos se esconden por el miedo y el estupor de la muerte que demuele, recarga con la culpa del sobreviviente y reviste de tristeza que paraliza. Los amigos del Maestro están paralizados y abatidos, pero ella vá, aún cuando la pueblen las lágrimas, aún cuando vaya en busca de un muerto.

Con todo y a pesar de todo -había permanecido firme junto a la Madre del Señor, al pié de la cruz- sigue amando. Aunque vaya en busca de despojos, no hay un luto perenne y resignado sino un afecto entrañable que nos quita las palabras por su llanto profundo.

La tumba está en un jardín, tal vez como señal silente del jardín primordial en donde la vida prevalecía en la comunión con Dios. 
Ella, como mujer, tiene su capacidad de intuir a pleno, sin menoscabo. Por eso, la piedra removida y la tumba vacía se le hace otra ofensa más para con el Cristo que la ha reconocido como mujer y como hermana, que la ha purificado de todos los demonios que la alienan. Ofensa de cuerpo robado, de ultraje postrero, y en esos menesteres seguramente se volvió a sentir hermanada a Jesús de Nazareth, pues ella es considerada apenas algo más que una cosa sin derechos, un ser irrelevante, alguien que es mejor evitar.
Tristemente, ello se prolongó con el correr del tiempo, y duele más cuando se torna versión de algunas corrientes teológicas, la Magdalena como una prostituta recuperada pero siempre con el sayo pasado a la vista. O como otros estructuran sus negocios mediáticos, a partir de un romance con ese Cristo que amaba en serio, y nó con banalidades sin fundamento que se fundamentan en abyecta basura pseudocientífica.

María Magdalena ama del mismo modo en que Jesús la amaba. Ése es su testimonio, ésa es su esperanza, seguir firme en el amor aún cuando todo permanezca saturado de sombras, aún cuando la muerte parezca haberse tragado todo, aún cuando nadie le preste atención.

Los que aman como Magdalena son los verdaderos testigos del Resucitado, ovejas felices que reconocen la voz de Aquél que está vivo cuando Él las llama por su nombre, y que con esa esperanza sin resignaciones, son mensajeros de la mejor de las noticias a todos los hermanos del Señor que languidecen en todas las Galileas, en todas las periferias de la existencia:-El Señor vive!-

Santa María Magdalena, ruega por nosotros.

Paz y Bien


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