Como el grano de trigo







San Lorenzo, diácono y mártir

Para el día de hoy (10/08/16):  

Evangelio según San Juan 12, 24-26



Desde la comodidad del espectador es relativamente fácil opinar y emocionarse con cuestiones profundas, serias, cruciales. Las emociones, es claro, no están mal; el problema comienza cuando se queda todo en superficialidades banales sin trascendencia ni cambio interior, romanticismo con edulcorante que no es más que ello, emoción sin destino.
Pero esa postura suele, a su vez, conducir a otro fangal que implica el resignarse o revestirse de luto ilimitado frente a los aconteceres dolorosos de la existencia.

Así, en ese plano tan extendido, un mártir es el protagonista de un hecho luctuoso, terrible, antes que un valiosísimo testigo que por su ofrenda vive para siempre en la gloria de Dios, que a pesar de haber muerto está más vivo que otros tantos que andan estos arrabales.
Y la cruz sí, es símbolo de la fé mediante la cual nos identificamos, la cruz de Cristo, pero aún así sigue permaneciendo ajena, distante, no es cosa nuestra.

Sin embargo, la Pasión de Cristo y su Resurrección tiene un profundo significado que excede largamente la fé cristiana. La Pasión del Señor es un hecho fundante para toda la humanidad por la Salvación que se ofrece incondicional y generosa a todos los pueblos desde el sacrificio de Cristo, y porque desde su entrega el sufrimiento adquiere un nuevo sentido, no ya definitivo, no ya irremontable, sino que a partir del amor el sufrimiento se vuelve germen de vida que se expande, precisamente, porque se entrega.

Es desde el amor que el sufrimiento de Cristo -y de toda la humanidad- deja de ser un castigo divino y una consecuencia lógica ineludible.

Por Cristo, la humanidad y muy especialmente los inocentes que sufren todo tipo de injusticias, se hermanan eternamente al Salvador en la humilde afirmación que no hay mayor amor que dar la vida por los demás. Como el grano de trigo que cae y muere con destino de pan, así la existencia se vuelve alimento del hermano cuando se ofrece incondicional y se reviste de esperanza y futuro.

Paz y Bien




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